Conclusión a la primera parte (Caps. 1-7)

 


Como conclusión a esta primera parte, es bastante evidente que todo el lenguaje apocalíptico del Antiguo Testamento debe ser interpretado a la luz del método gramático-histórico, el cual considera los aspectos lingüísticos del texto y se guía por un enfoque científico. Si se analiza desde una perspectiva objetiva, claramente no hay cabida para la interpretación literalista rígida de la profecía que Dios transmitió en el antiguo pacto, porque en su misericordia el Señor, en su condescendencia con el hombre, empleó mediante sus profetas un lenguaje poético y altamente simbólico que era familiar a los antiguos hebreos; lenguaje que también tenía que ser enfático e hiperbólico para penetrar en las conciencias de los oyentes que estaban cercanos a un juicio que significaría su destrucción. Estos juicios son principalmente bélicos, pero hay en varios casos componentes de Juicio Natural como en Jl. 1 o Is. 19.

Los ‘días de Jehová’ no son indicadores para profetizar un único evento final y aún futuro donde literalmente se cumplirían las profecías al pie de la letra,[1] ignorando la riqueza literaria de sus figuras, sino que son indicadores para distintos juicios sobre naciones ocurridos a lo largo de la historia, los cuales sucederían en un plazo corto o mediano desde el momento que son profetizados. Estos juicios serían ejecutados según lo establecido en los castigos por desobedecer de pasajes como Lev. 26 o Dt. 28, donde en una última instancia, el castigo mayor sería la destrucción de la nación condenada mediante otra más fuerte.


    Antes de adentrarse en la profecía neotestamentaria, es fundamental conocer el uso del lenguaje de la profecía hebrea del Antiguo Testamento ya que comparten exactamente los mismos principios interpretativos, e incluso, hay muchos elementos de estas profecías previas que son tomados en el Nuevo Testamento para componer sus oráculos, evocando así a la memoria de sus oyentes acerca de sus textos sagrados para que visualicen la clase de cumplimiento que tendrían aquellas profecías.

[1] Hay varios casos en que se está refiriendo al último ‘día de Jehová’, como en Is. 2:12, Mal. 4, sin embargo, se refiere directamente a ese momento y no a otro juicio que prefigura uno posterior. A pesar de que se refiera al día final de juicio, este —al igual que los demás— se está refiriendo a la destrucción de una nación juzgada mediante otra más fuerte, como se analizará en capítulo diez.

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