7.6 El día de Jehová: Miqueas 1
Retrocediendo unos 180 años desde los acontecimientos profetizados por
Joel, nos encontramos con una profecía sobre otro acontecimiento igual de
angustioso y lamentable para la nación de Israel: la caída del reino del norte.
El inicio de esta profecía tiene por encabezado:
Palabra de Jehová que vino a
Miqueas de Moreset en días de Jotam, Acaz y Ezequías, reyes de Judá; lo que vio
sobre Samaria y Jerusalén. (Miq. 1:1).
Oíd, pueblos todos; está atenta,
tierra, y cuanto hay en ti; y Jehová el Señor, el Señor desde su santo templo,
sea testigo contra vosotros. (Miq. 1:2).
Porque he aquí, Jehová sale de su
lugar, y descenderá y hollará las alturas de la tierra. Y se derretirán los
montes debajo de él, y los valles se hendirán como la cera delante del fuego,
como las aguas que corren por un precipicio… Haré, pues, de Samaria montones de
ruinas, y tierra para plantar viñas; y derramaré sus piedras por el valle, y
descubriré sus cimientos. (Miq. 1: 3-4, 6).
Tenemos una imagen que ilustra a Dios viniendo a la tierra desde ‘su
lugar’ el cual son los cielos. Se lo personifica como pisando las montañas, las
cuales son ilustradas derritiéndose bajo sus pies junto con los valles. Esta
imagen de Jehová viniendo a la tierra (cf. Is. 19:1, 26:21) es un recurso del
lenguaje figurado para ilustrar el juicio y castigo del Señor sobre una nación.
Así como en Is. 19 se aludía al Nilo, en Is. 34 y en Abd. se aludía a las
alturas de Idumea como escenarios de los respectivos juicios, los cuales
corresponden con la geografía del lugar que se predice castigar, acá se hace
referencia al paisaje de los montes y los valles, muy característico de la
geografía de Israel, correspondiendo también con el lugar sobre el que se
profetiza.
Como se ha anticipado en el cap. 3, apartado sobre hipérbole, el cumplimiento
de esta profecía ocurrió completamente en el año 701 a.C., donde el Señor a
través del ejército asirio de Senaquerib, destruye Israel.[3] Los asirios bajo
Salmanasar[4] conquistaron primero
Samaria y todo el reino constituido por las diez tribus del norte en el 722
a.C., luego incursionaron por Judea conquistando al menos 46 poblados judíos,
pero no lograron tomar Jerusalén.[5]
El ver. 6 predice en un lenguaje algo más literal, aunque aún poético, el
destino del reino del norte: de desolación y destrucción total, transformándose
la ciudad en lugares agrestes, ruinosos, inhabitados y entregados a la
naturaleza, de forma similar a lo ya revisado en Is. 13:19-22, 34: 11-17.
Todo esto por la rebelión de Jacob,
y por los pecados de la casa de Israel. ¿Cuál es la rebelión de Jacob? ¿No es
Samaria? ¿Y cuáles son los lugares altos de Judá? ¿No es Jerusalén?… Y todas
sus estatuas serán despedazadas, y todos sus dones serán quemados en fuego, y
asolaré todos sus ídolos; porque de dones de rameras los juntó, y a dones de
rameras volverán.
(Miq. 1:5, 7).
La figura empleada es un antropomorfismo utilizado dentro del lenguaje
figurado comparativo; el pueblo asemejado a una esposa y la idolatría del
pueblo asemejada a la infidelidad marital forman este tropo. El castigo de Dios
por la infidelidad espiritual fue la destrucción del pueblo. Dios se refiere en
otra profecía contemporánea (siglo VIII a.C.) a su pueblo como ‘ramera’; Oseas 1:1
identifica su ministerio en los días de Uzías, Jotam, Acaz y Ezequías, por lo
que fue contemporáneo a Miqueas. La figura utilizada es la misma que en Miq. 1:7:
Dijo Jehová a Oseas: Ve, tómate una
mujer fornicaria, e hijos de fornicación; porque la tierra fornica apartándose
de Jehová. (Os. 1:2).
No te alegres, oh Israel, hasta
saltar de gozo como los pueblos, pues has fornicado apartándote de tu Dios; amaste
salario de ramera en todas las eras de trigo. (Os. 9:1).
Una diferencia con Miqueas es que Oseas representa el drama de Dios con
su pueblo mediante una acción simbólico-típica[6] para reiterar la
profecía que se anuncia en Miqueas, pero con un medio diferente.[7] Al alero de la
misma sentencia en relación a las mismas causas del oráculo de Miqueas 1, Oseas
apunta al mismo cumplimiento y al mismo castigo:
…de aquí a poco… haré cesar el
reino de la casa de Israel. Y en aquel día quebraré yo el arco de Israel en el
valle de Jezreel… no me compadeceré más de la casa de Israel, sino que los
quitaré del todo. Mas de la casa de Judá tendré misericordia. (Os. 1:4-7,
abreviado).
El pecado del pueblo que origina esta sentencia fuertemente punitiva es
descrito en varias oportunidades en las Escrituras. En 1 Re. 14-16 por ejemplo
se aprecia lo reiterativo, incluso por generaciones de reyes, de apartarse de
Jehová e ir en pos de los otros dioses, dando culto a Baal y en los lugares
altos a las imágenes de Asera que los israelitas mismos fabricaban. El ‘día de
Jehová’ es en este caso anunciado sobre el pueblo del pacto para su
destrucción.
Una vez más no podemos dar lugar a un juicio mundial que tomaría lugar
siglos y milenios en el futuro, ya que hay referencias de tiempo y lugar claras
que se deben respetar al momento de interpretar la profecía apocalíptica,
además que cada detalle de lo profetizado: la geografía, el motivo de la
sentencia, el castigo e incluso otros detalles menores concuerdan evidentemente
con el tema de la profecía anunciado en el encabezado.
[1]
Ver capítulo seis: El lenguaje en la profecía, sección sobre Audiencia y
tiempo.
[2]
Profesores de Salamanca, Biblia Comentada, Tomo III
Libros Proféticos (Madrid: La Editorial Católica, 1961), pág. 1205.
[3]
Walton et al., Comentario del contexto cultural de la Biblia, Antiguo
Testamento, pág. 890.
[4]
Jamieson et al., Comentario exegético y explicativo de la Biblia. Tomo I, el
Antiguo Testamento, pág. 911.
[5]
Holman Bible Publishers, RVR 1960 Biblia de Estudio Holman, pág. 1383.
[6]
Ver capítulo cuatro: Figuras literarias de significado, sección sobre
Simbolismo.
[7]
Independientemente si Oseas fue anterior o posterior a Miqueas, existe
reiteración de la misma profecía apocalíptica.