11.6 Evangelios II: parábolas y anuncios: La fiesta de bodas
Respondiendo Jesús, les volvió a
hablar en parábolas, diciendo: El reino de los cielos es semejante a un rey que
hizo fiesta de bodas a su hijo; y envió a sus siervos a llamar a los convidados
a las bodas; mas éstos no quisieron venir. Volvió a enviar otros siervos,
diciendo: Decid a los convidados: He aquí, he preparado mi comida; mis toros y
animales engordados han sido muertos, y todo está dispuesto; venid a las bodas.
Mas ellos, sin hacer caso, se fueron, uno a su labranza, y otro a sus negocios;
y otros, tomando a los siervos, los afrentaron y los mataron. Al oírlo el rey,
se enojó; y enviando sus ejércitos, destruyó a aquellos homicidas, y quemó su
ciudad. Entonces dijo a sus siervos: Las bodas a la verdad están preparadas;
mas los que fueron convidados no eran dignos. Id, pues, a las salidas de los
caminos, y llamad a las bodas a cuantos halléis. Y saliendo los siervos por los
caminos, juntaron a todos los que hallaron, juntamente malos y buenos; y las
bodas fueron llenas de convidados. Y entró el rey para ver a los convidados, y
vio allí a un hombre que no estaba vestido de boda. Y le dijo: Amigo, ¿cómo
entraste aquí, sin estar vestido de boda? Mas él enmudeció. Entonces el rey
dijo a los que servían: Atadle de pies y manos, y echadle en las tinieblas de
afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes. Porque muchos son llamados,
y pocos escogidos. (Mt. 22:1-14).
La fiesta de bodas del v. 2 equivale al gran banquete escatológico del
anuncio del banquete con los padres, analizado anteriormente. Esta fiesta ahora
se representa mediante una boda: se trata de la alianza de pacto entre el
novio, Jesús (Lc. 5:34-35), y el cuerpo de creyentes que compone el nuevo pacto,
su iglesia. Se trata del momento en que se sella el pacto nuevo, y se da pleno
inicio al reino de Dios y al siglo venidero. Esto es anunciado mediante el
evangelio.
La parábola inicia refiriéndose a un rey que hizo una boda para su hijo
(v. 2), siendo esto una innegable referencia a las primeras dos personas de la Trinidad:
el Padre y el Hijo.
Los primeros convidados a la boda que rechazan el llamado son los judíos,
quienes son llamados por los siervos del rey, los profetas. Cuando se trataba
de un banquete grande era costumbre hacer un segundo llamado el día de la
fiesta, por lo cual, debe referirse con la boda a la inauguración del nuevo
pacto y ambas invitaciones corresponden a lo mismo.[2] Dios insiste en su
llamado, ahora diciendo que puso de lo mejor y selecto para esta celebración: la
revelación del nuevo pacto a través del evangelio del reino, sin embargo, los
judíos —sobre todo los maestros de la ley, sacerdotes y la clase religiosa en
general— mataron a los profetas enviados y a Jesús mismo (v. 6, cf. Mt. 23:34);
todos estos anunciaron el nuevo pacto por el evangelio.
El v. 7 es una referencia explícita al fuego del asedio romano a
Jerusalén como instrumento de juicio por haber matado a los profetas, quienes
extendieron la invitación del rey, Dios, a las bodas de su hijo (cf. Mt.
23:35), y es referencia a juicio también por rechazar la invitación del rey:
“Al oírlo el rey, se enojó; y enviando sus EJÉRCITOS, destruyó a aquellos
homicidas, y QUEMÓ SU CIUDAD”. En las manos de los judíos de aquel tiempo es
hallada la sangre de Cristo y de sus enviados (Mt. 27:25), por lo tanto, son
homicidas. Como se ha visto, el ‘día del Señor’ es tanto un momento de gozo
para sus escogidos, como un banquete de celebración de bodas, y a la vez un
momento de juicio, lloro y crujir de dientes para los reprobados que rechazaron
la invitación de Dios matando a sus siervos. En la caída de la ciudad, Jerusalén,
se cumplen estos dichos:
Ardiendo el Templo, los soldados
robaban todo lo que a las manos les venía y podía haber, y la gente que mataban
de cuantos hallaban era infinita (…) El crepitar del fuego se unía con los
gemidos y llantos de los que morían. Por ser aquel collado muy alto, y la
grandiosidad de la obra que se quemaba, parecía ciertamente que toda la ciudad
ardía y estaba llena de fuego.[3]
La oración del v. 8: “mas los que fueron convidados no eran dignos” es
equivalente a decir “los primeros serán postreros”; los judíos del viejo pacto
que no formaron parte del nuevo. Los siervos son encomendados a buscar a otros para
ser convidados a la boda y aquellos no dignos, no vestidos para la boda[5] —refiriéndose a que,
espiritualmente hablando, no tienen las vestiduras blancas de la justificación
por fe en Cristo, Ap. 3:4-5, 7:9, 7:14— serían destinado al castigo, echados al
castigo del ejército de Dios.
Esta dualidad se ve claramente en pasajes como Jn. 1:11-13: “A lo suyo
vino, y los suyos no le recibieron, Mas a todos los que le recibieron, a los
que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los
cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de
varón, sino de Dios”, siendo ‘los suyos’ los judíos del viejo pacto, ‘los que
creyeron en su nombre no nacidos de carne sino de Dios’ son tanto gentiles como
judíos que creyeron el mensaje del nuevo pacto, no sujetos al linaje de Abraham
por la sangre o por la circuncisión, sino por solamente por la fe.
Los “muchos llamados y pocos escogidos” del v. 14, como se analizó en la
sección anterior sobre La fiesta de bodas, son el pueblo de Israel; muchos
llamados a aceptar este mensaje de buenas noticias de la venida del año
agradable de Jehová, pero pocos atendieron este llamamiento.
[1]
Ver capítulo dos: Métodos de interpretación, sección sobre Método
Gramático-Histórico.
[2]
Editorial Vida, Biblia de Estudio NVI Arqueológica (Miami: Editorial
Vida, 2009), pág. 1641.
[3]
Josefo, Las Guerras de los Judíos, pág. 321, Guerras 6.5.1.
[4] David L. Turner, Matthew, Baker
Exegetical Commentary on the New Testament (BECNT) (Grand Rapids: Baker
Academic, 2008), pág. 523.
[5]
En aquel tiempo, al entrar en el banquete de boda, el anfitrión ofrecía túnicas
a los invitados además de lavarles sus pies y manos, junto con ungir y decorar
su cabeza.
Editorial Vida, Biblia de Estudio NVI Arqueológica,
pág. 1641.