3.4 Características del lenguaje hebreo: Carga emocional y poesía

 


En la comunicación el mensaje es lo central y es la base del acto de comunicar, pero no lo es todo, sino que en la comunicación también es relevante el modo hacerlo, la intención, los sentimientos que se quieren trasmitir, etc. Para los hebreos era importante la información que se transmitía, pero la forma en que se expresaba también lo era, ambas cosas estaban muy relacionadas. Hacían arreglos a los textos de modo que fuesen también expresiones artísticas y ponían gran relevancia a los sentimientos del autor. Naturalmente sus relatos estaban condicionados por el conocimiento que se manejaba en ese tiempo y por su contexto cultural y social. Al respecto, Louis Berkhof observa:

 

Los historiadores bíblicos no narran simplemente, sino que pintan la historia. Hacen pasar los hechos ante los ojos del lector como en una vista panorámica.[1]

 

Respecto modo de usar el lenguaje en la Biblia, Milton Terry nos dice:

 

El idioma hebreo en sus palabras, frases idiomáticas, conceptos vívidos y poder pictórico posee una simplicidad y belleza notables. Para un individuo tan impresivo como el hebreo, todo asunto estaba lleno de vida y la manera de presentar los actos más ordinarios, atraían su atención. Aun en su conversación ordinaria ocurren frecuentemente las sentencias patéticas, las exclamaciones sublimes y las profundas sugestiones.[2]

 

El lenguaje bíblico es en general altamente impresivo; lleno de expresiones cargadas de emociones. Milton Terry pone como ejemplo ciertas expresiones usadas en la narrativa de la historia de Jacob, donde hay expresiones como: “Jacob entonces prosiguió con presteza su viaje (lit. Levantó los pies), y fue a tierra de los hijos de Oriente” (Gn. 29:1 BTX3), “Y Jacob besó a Raquel, y alzó su voz y lloró” (Gn. 29:11), “Alzando Jacob sus ojos, miró, y he aquí venía Esaú” (Gn. 33:1). También hay otros ejemplos similares como en Isaías 37:17 donde dice: “Inclina, oh Jehová, tu oído, y oye; abre, oh Jehová, tus ojos, y mira”, o Sal. 119:18 “Abre mis ojos, y miraré las maravillas de tu ley”.[3] Todo esto no es propio solamente de los salmos o de relatos del Antiguo Testamento, sino que encontramos expresiones llenas de emoción en los discursos teológicos de Pablo, quien, por ejemplo, luego de explorar por doctrinas que expresan un alto nivel intelectual en Rom. 9-11, acerca de la relación entre judíos y gentiles en el nuevo pacto, no puede abstenerse de exclamar por escrito lo siguiente:

 

¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos! Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero? ¿O quién le dio a él primero, para que le fuese recompensado? Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén.

(Rom. 11:33-36).

 

Estas expresiones dan realce y vigor a la historia narrada, y permiten al lector empatizar de mejor forma con las emociones de los protagonistas. También estos ejemplos son muestra de la frecuente reiteración de ideas en el lenguaje hebreo, más allá del uso de paralelismos y de otras figuras clasificables formalmente.

Otro elemento común en la poesía hebrea es el uso de preguntas retóricas y el uso de apóstrofes. Las preguntas retóricas sirven para enfatizar y enriquecer ciertas declaraciones, como sucede en Rom. 8:33-35, donde Pablo expone su doctrina respondiendo a sus preguntas: ¿Quién acusará a los escogidos de Dios?, ¿Quién es el que condenará?, ¿Quién nos separará del amor de Cristo?, donde en un estilo impresivo, el apóstol presenta el triunfo de los creyentes mediante la redención.[4] El apóstrofe consiste en que el que habla se vuelve de sus oyentes hacia otro lado y dirige la palabra a una persona o cosa ausentes o imaginarias.[5] Esta figura puede dirigirse hacia Dios, como en Neh. 4:3-4, donde dice: “Y estaba junto a él Tobías amonita, el cual dijo: Lo que ellos edifican del muro de piedra, si subiere una zorra lo derribará. Oye, oh Dios nuestro, que somos objeto de su menosprecio, y vuelve el baldón de ellos sobre su cabeza, y entrégalos por despojo en la tierra de su cautiverio”. Se puede dirigir tanto hacia personas determinadas, a uno mismo, animales o cosas inanimadas,[6] como se ve en Hch. 15:10 o Rom. 11:13-14, donde se hacen giros en los oyentes. Esto sucede tanto en narraciones como en cartas, donde se busca al igual que con las preguntas retóricas y los demás elementos poéticos, enfatizar y llamar la atención del oyente.

En la cultura occidental de hoy, en contraste, la comunicación se hace de forma pragmática y objetiva; enfatizando en los datos y hechos precisos por sobre elementos retóricos del lenguaje. Para el occidental moderno, los sentimientos no deben tener cabida en nuestro lenguaje más comunicacional, ya que implícitamente se entiende que no contribuyen a la comunicación, e incluso, se percibe como que entorpecen, ya que transmiten subjetividad. Por ejemplo, al relatar el incendio de una vivienda en las noticias o en el diario, hoy un periodista diría algo como lo siguiente:

 

«A las 12:35 de la noche del día jueves 19 de septiembre, en la calle Victoria N° 3.546 de la cuidad de Villa Alemana, se registró un siniestro que afectó a una residencial que producto de las llamas resultó totalmente dañada. El fuego se propagó hasta eso de las 3:00 de la madrugada, siendo controlado por la primera compañía de bomberos de la comuna. Se evidencia pérdida total del inmueble. En el lugar fallecieron 2 trabajadores identificados con las iniciales M.V.B.O. de 43 años y F.J.R.C. de 37 años. Sus familiares visiblemente afectados concurrieron al lugar lamentando el hecho. Las causas del incendio están siendo investigadas por el personal de la primera compañía de bomberos y peritos policiales».

 

Aplicando los principios del lenguaje hebreo estudiados hasta ahora, paralelismo, absolutismo, hipérbole y las cargas emocionales del relator, la narración del mismo hecho podría expresarse de la siguiente manera:

 

«He aquí que gran fuego hubo en la morada, todo lo que hubo en pie fue consumido. El fuego del sol deslumbró aquella noche sobre la casa, como el alba en medio de la oscuridad se veía por las ventanas. Y hubo ojos de desolación en las viudas, lloro de amargura y gran conmoción por sus maridos. Cilicio pusieron sobre sus lomos todos los presentes, rasgaron sus vestidos y gritaron a voz en cuello, a causa del dolor que producía en sus corazones la partida de los valientes varones. ¿No servían estos, sino con rectitud y lealtad?»

 

Poniendo el ejemplo inverso, desde el lenguaje poético bíblico al lenguaje occidental, en las Escrituras hay textos poéticos llenos de riqueza emocional con amplio uso de figuras. Por ejemplo, en el uso de un muy conocido salmo tenemos:

 

Jehová es mi pastor; nada me faltará.

En lugares de delicados pastos me hará descansar;

Junto a aguas de reposo me pastoreará.

Confortará mi alma;

Me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre.

(Sal. 23:1-3).

 

Esta forma de expresión es mucho más memorable y conmovedora que la pragmática expresión: «Dios me provee, me reconforta y me guía», que es algo que en general diríamos hoy para expresar la misma idea.

El narrador o profeta hebreo no busca la imparcialidad en los hechos que narra o en las profecías que transmite; menos aún el poeta. La subjetividad que transmite la carga emocional en ningún caso invalida los hechos históricos que se buscan transmitir ni el mensaje divino que se quiere entregar, antes bien, el exégeta moderno es quien debe preocuparse de considerar el estilo y perspectiva que tenía el escritor bíblico y no intentar encuadrar al hagiógrafo antiguo en las conductas actuales de comunicación.[7]

Así como el lenguaje poético hebreo —junto con el contenido del mensaje en sí— contribuye en conmover las emociones relativas al arrepentimiento, amenaza y reprensión cuando Dios requiere enviar un anuncio imprecatorio mediante profetas a su pueblo, el lenguaje poético también colabora en impactar sobre nuestra esperanza, confianza o consuelo, cuando el Señor inspiró en aquel estilo poético textos en las Escrituras relativos a acción de gracias, himnos, entre otros.

Además de ser una forma recurrente en la composición de las Escrituras, la poesía tiene el propósito de apelar a las emociones. Activa la imaginación y logra que el mensaje se interne en lo visceral y emotivo del hombre, lo cual, por ejemplo, puede transformar un mensaje pragmático de profecía en un potente vehículo para estimular a los oyentes, generalmente para un llamado al arrepentimiento de pecados con el fin de evitar juicios de Dios efectuados mediante catástrofes sobrevinientes.

Aunque no parezca algo tan relevante como quizá el estudio de figuras de significado —las cuales son más complejas y siempre llamativas— entender que la Sagrada Escritura muchas veces trae impregnada una fuerte carga sentimental y poética nos ayudará a interpretarlas de manera acertada, sin caer en literalismos innecesarios ni buscando la precisión absoluta en cada palabra utilizada, ya que la poesía —y mucha de la Escritura plasmada en estilo poético, pero narrada como prosa— no tiene un mero fin comunicativo descriptivo y objetivo como en la comunicación actual, sino que también transmite las emociones del emisor y apela a impactar en los sentimientos del receptor del mensaje. Internalizar este concepto sin dudas es relevante para el ejercicio de la exégesis; ayuda a contextualizar lo global del texto en su ámbito comunicativo emocional hebreo que es muy diferente al pragmatismo actual.

[1] Berkhof, Principios de interpretación Bíblica, pág. 60.

[2] Terry, Hermenéutica, pág. 54.

[3] Ibíd.

[4] Ibíd. pág. 60.

[5] Ibíd.

[6] Bullinger, Diccionario de Figuras de Dicción usadas en la Biblia, pág. 747.

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