11.13 Evangelios II: parábolas y anuncios: La segunda venida en la vida de los apóstoles II
Mt. 16:27-28 |
Mr. 8:38-9:1 |
Lc. 9:26-27 |
Porque el
Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces
pagará a cada uno conforme a sus obras. De cierto os
digo que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte, hasta
que hayan visto al Hijo del Hombre viniendo en su reino. |
Porque el
que se avergonzare de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y
pecadora, el Hijo del Hombre se avergonzará también de él, cuando venga en la
gloria de su Padre con los santos ángeles. También les
dijo: De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí, que no
gustarán la muerte hasta que hayan visto el reino de Dios venido con poder. |
Porque el
que se avergonzare de mí y de mis palabras, de éste se avergonzará el Hijo
del Hombre cuando venga en su gloria, y en la del Padre, y de los santos
ángeles. Pero os digo
en verdad, que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte
hasta que vean el reino de Dios. |
Jesús se está refiriendo a su segunda venida, la cual, como se indica en
otros pasajes, es acompañada de sus santos ángeles (Mt. 13:40-41, 24:30-31,
25:31). En Mt. 13:40-41, se indica que esta venida con los ángeles es también
el fin del siglo (aión) y el momento del juicio por fuego; el lloro y
crujir de dientes. En Mt. 24:30, se asocia esto al lamento de las tribus de la
tierra, Israel, y a la manifestación del poder y la gloria del Hijo. En Mt.
25:31 se asocia la venida del Hijo del Hombre con el juicio a las naciones. En
estos pasajes paralelos es claro que la venida de Hijo del Hombre es
equivalente al establecimiento del Reino de Dios en plenitud. Por Analogía de
la Fe, es claro que todo esto se refiere al mismo evento; no es posible separar
estos eventos en varias etapas a lo largo de la historia, menos aún asignarlas
a un cumplimiento futuro remoto cuando los oyentes de Jesús ya hubiesen muerto.
Avergonzarse de Cristo (en Marcos y Lucas) es sinónimo de escandalizarse
de Él, de no aceptar su evangelio. El motivo de esta vergüenza y rechazo era
que, para los judíos, el rey mesiánico debía ser un líder civil y militar, que
lideraría a Israel a librarse de la opresión romana para establecer el reino de
Dios sobre las demás naciones; subyugándolas y avergonzándolas. En este
sentido, Jesús dijo en Mt. 11:6: “bienaventurado es el que no halle tropiezo en
mí” ya que su reino tiene una naturaleza espiritual, celestial.
Luego de las definiciones, lo relevante del pasaje es su indicación
temporal. En Mr. 8:38 se asocia la venida con ‘esta generación adúltera y
pecadora’, refiriéndose a los judíos de entre el 30 y el 70 d.C., como se ha
venido analizando durante esta tercera parte. Mateo registra que se trata del
momento en que el Hijo “pagará a cada uno conforme a sus obras” También se
indica que ALGUNOS de aquellos presentes no morirían sin antes ver la venida
del Hijo del Hombre, de su reino, del reino de Dios venido con poder; solo
algunos de esos discípulos vivirían para presenciar ese momento, así como Juan
(Jn. 21:22) o Tomás que vivieron hasta después del 70 d.C. Los demás se
encontrarían con el Señor cuando fueran resucitados (Mt. 19:27-28). Esta
afirmación corresponde perfectamente con el anuncio sobre algo que sucedería
unos 40 años más tarde, luego de advertirles que algunos de ellos sufrirían
persecuciones y que su vida estaría en riesgo; unos cuantos de ellos verían el
desenlace final de este anuncio. Una afirmación de este tipo no puede corresponder
a la transfiguración algunos días después, como muchos intentan argumentar;[1] pasó muy poco
tiempo como para que alguno de ellos pudiese morir perseguidos y es una
afirmación impropia para un lapso tan corto de tiempo; el anuncio deja claro
que se trata de algo que sucedería en un mediano plazo y no en un par de días. Nótese
también que definitivamente la transfiguración no fue el momento de la venida
en gloria con los santos ángeles para juicio de retribución por las obras malas
y buenas, como lo demanda este anuncio, ni tampoco fue el momento en que el
reino de Dios —el siglo venidero— se estableció con poder. La transfiguración
efectivamente fue para demostrar la verdadera imagen gloriosa del Hijo, pero no
para juicio como sí lo sería su segunda venida.
Entiéndase que también el anuncio del reino de Dios acercándose (Mr.
1:15), la gran esperanza final del pueblo de Dios, exige que se concrete en un
plazo razonable de tiempo; es hasta malicioso anunciar al reino de Dios acercándose
sin que se haga realidad por milenios, el plazo del transcurso de una vida es
un plazo mucho más pertinente.
[1]
Estos autores reconocen —en su mayoría— las dificultades de esta
interpretación. Entre ellos: Michael J. Wilkins, Comentario Bíblico con
Aplicación NVI: Mateo, pág. 575; Samuel Pérez Millos, Comentario
Exegético al Texto Griego del Nuevo Testamento, Mateo, pág. 1136; Carlos A.
Morris, Comentario Bíblico del Continente Nuevo, Marcos (Miami:
Editorial Unilit, 1992), pág. 150; Bonnet y Schroeder, Comentario del Nuevo
Testamento, vol. I, Los Evangelios Sinópticos, pág. 208.