11.2 Evangelios II: parábolas y anuncios: Lo viejo y lo nuevo, odres y vino
Y nadie echa vino nuevo en odres
viejos; de otra manera, el vino nuevo romperá los odres y se derramará, y los
odres se perderán. Mas el vino nuevo en odres nuevos se ha de echar; y lo uno y
lo otro se conservan. Y ninguno que beba del añejo, quiere luego el nuevo;
porque dice: El añejo es mejor. (Lc. 5:37-39).
El vino, el símbolo más relevante de esta parábola, tiene el siguiente
significado:
Debido a su estrecha relación con
la vida en curso de la comunidad, el vino se convierte, junto con el grano y el
aceite, [en] un término técnico para las bendiciones del pacto prometidas por
Dios a Israel, por la obediencia y que él retendría por la desobediencia (…) No
es una extensión sorprendente que el vino, como bendición del pacto, adopte
también una imaginería escatológica. La abundancia del vino se convierte en una
imagen clásica de bendición escatológica «En aquel día las montañas destilarán
vino dulce» (Jl. 3:18 NVI), «los montes destilarán vino dulce, el cual correrá
por todas las colinas» (Am. 9:13 NVI, cf. Is. 25:6) (…) De forma positiva, el
vino se convierte en una importante imagen de gozo, celebración y festividad,
que a menudo expresa la abundante bendición de Dios [1]
El vino era parte normal de las celebraciones y momentos de alegría (Job
1:4, Est. 1:7-9, Is. 25:6, Dn. 5:1, cf. Is. 22:13), se suele relacionar con las
fiestas y celebraciones, y las imágenes de un banquete anticipan el banquete
mesiánico de los últimos tiempos (Is. 25:6, 65:13).[3]
El vino nuevo entonces está simbolizando la alegría de la abundancia del nuevo
pacto de Dios, que escatológicamente hablando se estaba cumpliendo con la
presencia del ‘novio’ en medio de su pueblo. El vino nuevo no representa acá el
nuevo pacto en sí, más bien la alegría del nuevo pacto. Los odres nuevos,
entonces, eran aquellos que aceptaron la alegría del nuevo pacto, que comieron
y bebieron con Jesús, el novio. Como se dijo, el punto de comparación es la
compatibilidad. Los odres viejos son aquellos que no pudieron aceptar la
alegría de los seguidores de Jesús, que no comprendieron que Jesús era el
Mesías, así como lo impropio y ajeno de la tela nueva en un vestido viejo.
Probablemente los seguidores de Jesús no entendían del todo en ese
momento lo que sucedía,[4] pero Jesús, en el
acto de tener esta actitud festiva de comer y beber (v. 33), estaba anunciando
con una acción simbólico-típica[5] el gozo del nuevo
pacto y la presencia del Mesías en la tierra.[6]
El v. 39 concluye en que, si alguien hubo ‘bebido’ del gozo del viejo
pacto —ayunos y penitencias— va a preferir gozarse en aquello más que en lo
nuevo, descartándolo. Como un odre viejo e inflexible, a aquel que estaba
acostumbrado al viejo pacto y su rito le resultaba anormal la alegría de la
doctrina de Jesús; estos no renunciaron a su apego por la ley ni a sus
tradiciones farisaicas.[7]
[1]
Longman et al. ed., Gran Diccionario Enciclopédico de Imágenes y Símbolos de
la Biblia, pág. 1244.
[2]
Hendriksen, Comentario al Nuevo Testamento, Mateo, pág. 449.
[3]
Joel B. Green, Jeannine K. Brown y Nicholas Perrin ed., Diccionario del Jesús
y los Evangelios (Barcelona: Editorial CLIE, 2013), págs. 1192-1195.
[4]
Véase también Mt. 9:9-13.
[5]
Ver capítulo cuatro: Figuras literarias de significado, sección sobre
Simbolismo.
[6]
Esta perícopa tiene estrecha relación con la primera señal que registra Juan:
Las bodas de Caná de Galilea (Jn. 2:1-12), donde mediante una acción
simbólico-típica, se representa la bendición y gozo de la llegada del nuevo
pacto en esta señal mesiánica.
[7]
Profesores de Salamanca, Biblia Comentada, Tomo V Evangelios, pág. 801.