11.2 Evangelios II: parábolas y anuncios: Lo viejo y lo nuevo, odres y vino

 


Y nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera, el vino nuevo romperá los odres y se derramará, y los odres se perderán. Mas el vino nuevo en odres nuevos se ha de echar; y lo uno y lo otro se conservan. Y ninguno que beba del añejo, quiere luego el nuevo; porque dice: El añejo es mejor. (Lc. 5:37-39).

 Así como en la parábola inmediatamente precedente —que habla de remendar un vestido viejo con un paño nuevo (v. 36)— esta parábola se refiere a la incompatibilidad de mezclar lo nuevo y lo viejo. Lo irreconciliable de esto se compara a lo impropio de ayunar en tiempo de bodas, mientras el esposo [Jesús] está presente (vv. 33-35), y esto viene a ser el punto de comparación. La complejidad de interpretar esta parábola está en que no se halla explícito el tenor de la figura, como en una hipocatástasis. Se debe considerar, además, que en estricto rigor se trata de una alegoría, donde cada elemento tiene un significado.

El vino, el símbolo más relevante de esta parábola, tiene el siguiente significado:

 

Debido a su estrecha relación con la vida en curso de la comunidad, el vino se convierte, junto con el grano y el aceite, [en] un término técnico para las bendiciones del pacto prometidas por Dios a Israel, por la obediencia y que él retendría por la desobediencia (…) No es una extensión sorprendente que el vino, como bendición del pacto, adopte también una imaginería escatológica. La abundancia del vino se convierte en una imagen clásica de bendición escatológica «En aquel día las montañas destilarán vino dulce» (Jl. 3:18 NVI), «los montes destilarán vino dulce, el cual correrá por todas las colinas» (Am. 9:13 NVI, cf. Is. 25:6) (…) De forma positiva, el vino se convierte en una importante imagen de gozo, celebración y festividad, que a menudo expresa la abundante bendición de Dios [1]

 Un odre era un recipiente que se hacía de cuero curtido de cabra u oveja. Cuando estaba nuevo era flexible, pudiendo estirarse para resistir la hinchazón del vino nuevo que seguía fermentando, mientras que, si el odre era viejo y se le echaba un vino nuevo, simplemente se rajaba por ser inelástico, debido a que el odre viejo tenía un mayor curtimiento y ya se hubo estirado.[2]

El vino era parte normal de las celebraciones y momentos de alegría (Job 1:4, Est. 1:7-9, Is. 25:6, Dn. 5:1, cf. Is. 22:13), se suele relacionar con las fiestas y celebraciones, y las imágenes de un banquete anticipan el banquete mesiánico de los últimos tiempos (Is. 25:6, 65:13).[3]

El vino nuevo entonces está simbolizando la alegría de la abundancia del nuevo pacto de Dios, que escatológicamente hablando se estaba cumpliendo con la presencia del ‘novio’ en medio de su pueblo. El vino nuevo no representa acá el nuevo pacto en sí, más bien la alegría del nuevo pacto. Los odres nuevos, entonces, eran aquellos que aceptaron la alegría del nuevo pacto, que comieron y bebieron con Jesús, el novio. Como se dijo, el punto de comparación es la compatibilidad. Los odres viejos son aquellos que no pudieron aceptar la alegría de los seguidores de Jesús, que no comprendieron que Jesús era el Mesías, así como lo impropio y ajeno de la tela nueva en un vestido viejo.

Probablemente los seguidores de Jesús no entendían del todo en ese momento lo que sucedía,[4] pero Jesús, en el acto de tener esta actitud festiva de comer y beber (v. 33), estaba anunciando con una acción simbólico-típica[5] el gozo del nuevo pacto y la presencia del Mesías en la tierra.[6]

El v. 39 concluye en que, si alguien hubo ‘bebido’ del gozo del viejo pacto —ayunos y penitencias— va a preferir gozarse en aquello más que en lo nuevo, descartándolo. Como un odre viejo e inflexible, a aquel que estaba acostumbrado al viejo pacto y su rito le resultaba anormal la alegría de la doctrina de Jesús; estos no renunciaron a su apego por la ley ni a sus tradiciones farisaicas.[7]



[1] Longman et al. ed., Gran Diccionario Enciclopédico de Imágenes y Símbolos de la Biblia, pág. 1244.

[2] Hendriksen, Comentario al Nuevo Testamento, Mateo, pág. 449.

[3] Joel B. Green, Jeannine K. Brown y Nicholas Perrin ed., Diccionario del Jesús y los Evangelios (Barcelona: Editorial CLIE, 2013), págs. 1192-1195.

[4] Véase también Mt. 9:9-13.

[5] Ver capítulo cuatro: Figuras literarias de significado, sección sobre Simbolismo.

[6] Esta perícopa tiene estrecha relación con la primera señal que registra Juan: Las bodas de Caná de Galilea (Jn. 2:1-12), donde mediante una acción simbólico-típica, se representa la bendición y gozo de la llegada del nuevo pacto en esta señal mesiánica.

[7] Profesores de Salamanca, Biblia Comentada, Tomo V Evangelios, pág. 801.

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