11.16 Evangelios II: parábolas y anuncios: Árbol bueno y árbol malo

 


O haced el árbol bueno, y su fruto bueno, o haced el árbol malo, y su fruto malo; porque por el fruto se conoce el árbol. ¡Generación de víboras! ¿Cómo podéis hablar lo bueno, siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca. El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas. Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado. (Mt. 12:33-37).

 El árbol malo es una metáfora para referirse a la clase religiosa, a esa generación de víboras que son señaladas por el Señor constantemente como malos. En este sentido, de su boca salen cosas malas y palabras ociosas; esto abunda en ellos como el mal fruto abunda en un árbol malo. Estos malos frutos serían testimonio para su propia condena, en el día del juicio, en ‘el día del Señor’, en el 70 d.C., para los religiosos que han fracasado en el pacto con su maldad y adulterio espiritual. Véase Jer. 24.

Aquel que lleva el buen fruto es quien lleva el evangelio, como se dijo anteriormente,[1] y sus palabras serían testimonio de su justificación.

Inmediatamente después de la analogía de la torre de Siloé y la matanza de Pilato, Jesús se refiere en parábola a aquella generación mala en los siguientes términos:

 

Dijo también esta parábola: Tenía un hombre una higuera plantada en su viña, y vino a buscar fruto en ella, y no lo halló. Y dijo al viñador: He aquí, hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo hallo; córtala; ¿para qué inutiliza también la tierra? Él entonces, respondiendo, le dijo: Señor, déjala todavía este año, hasta que yo cave alrededor de ella, y la abone. Y si diere fruto, bien; y si no, la cortarás después. (Lc. 13:6-9).

 En este sentido, de modo similar a la interpretación de la parábola del trigo y la cizaña, esta higuera carente de fruto es Israel, la cual está condenada a destrucción a ser cortada, como dijo Juan el Bautista: “Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego” (Mt. 3:10). Sin embargo, en un acto de misericordia, Dios aún daría tiempo para que haya arrepentimiento, así como documenta Lucas luego de la llegada del Espíritu Santo a los apóstoles:

 

Al oír esto, [el pecado de los varones judíos, matar a Jesús] se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos? Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados (…) Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba, diciendo: SED SALVOS DE ESTA PERVERSA GENERACIÓN. Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas. (Hch. 2:37-41, abreviado y énfasis añadido).

 En una acción simbólico-típica, en Mt. 21:19 se relata como Jesús hace morir a una higuera por su falta de frutos. Este acto simboliza la muerte de los corruptos de Israel que no llevan el buen fruto. Jesús comunicó a sus discípulos aquel árbol estéril sin frutos, los malos de Israel, serían entregados a la maldición (Mal. 4:6).

Si bien, todas estas ilustraciones están contenidas en relatos y contextos diferentes en las enseñanzas de Jesús, el simbolismo no puede ser diferente; normalmente un símbolo tiene el mismo significado consistentemente para el mismo profeta en cada oportunidad que hace uso de este.[2]



[1] Ver sección sobre El trigo y la cizaña; peces buenos y peces malos.

[2] Es posible que un símbolo represente más de un tenor a la vez, simultáneamente, pero no es posible que en un caso represente una cosa y en otro caso represente otra cosa diferente, sin relación con lo primero.

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