11.16 Evangelios II: parábolas y anuncios: Árbol bueno y árbol malo
O haced el árbol bueno, y su fruto
bueno, o haced el árbol malo, y su fruto malo; porque por el fruto se conoce el
árbol. ¡Generación de víboras! ¿Cómo podéis hablar lo bueno, siendo malos?
Porque de la abundancia del corazón habla la boca. El hombre bueno, del buen
tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca
malas cosas. Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres,
de ella darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus palabras serás
justificado, y por tus palabras serás condenado. (Mt. 12:33-37).
Aquel que lleva el buen fruto es quien lleva el evangelio, como se dijo
anteriormente,[1]
y sus palabras serían testimonio de su justificación.
Inmediatamente después de la analogía de la torre de Siloé y la matanza
de Pilato, Jesús se refiere en parábola a aquella generación mala en los
siguientes términos:
Dijo también esta parábola: Tenía
un hombre una higuera plantada en su viña, y vino a buscar fruto en ella, y no
lo halló. Y dijo al viñador: He aquí, hace tres años que vengo a buscar fruto
en esta higuera, y no lo hallo; córtala; ¿para qué inutiliza también la tierra?
Él entonces, respondiendo, le dijo: Señor, déjala todavía este año, hasta que
yo cave alrededor de ella, y la abone. Y si diere fruto, bien; y si no, la
cortarás después. (Lc. 13:6-9).
Al oír esto, [el pecado de los
varones judíos, matar a Jesús] se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y
a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos? Pedro les dijo:
Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para
perdón de los pecados (…) Y con otras muchas palabras testificaba y les
exhortaba, diciendo: SED SALVOS DE ESTA PERVERSA GENERACIÓN. Así que, los que
recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil
personas. (Hch. 2:37-41, abreviado y énfasis añadido).
Si bien, todas estas ilustraciones están contenidas en relatos y
contextos diferentes en las enseñanzas de Jesús, el simbolismo no puede ser
diferente; normalmente un símbolo tiene el mismo significado consistentemente para
el mismo profeta en cada oportunidad que hace uso de este.[2]