4.4 Figuras literarias de significado: Parábola y alegoría
Las parábolas y las alegorías son formas de comparación especiales, las
cuales son más complejas que las figuras anteriores —símil, metáfora e
hipocatástasis— en el sentido que son más extensas; no se trata de figuras que
se puedan enmarcar en una oración. No obstante, siguen los mismos principios de
interpretación que las figuras de comparación más simples.
La parábola etimológicamente se define como ‘poner al lado’,[1] por su término
original griego “parabolé”, y la alegoría se define del griego
“allegoría” que quiere decir ‘figuradamente’.
Ambas figuras están estrechamente relacionadas y antes de comenzar a ahondar
en el tema, hay que aclarar que por su complejidad no se puede formular una
definición taxativa que obligue a clasificarlas de forma excluyente, sin embargo,
tampoco se puede decir que son conceptos sinónimos. Otro punto a aclarar es que
la alegoría se trata de una figura válida de comparación, que tiene un
significado único obtenido de normas de interpretación, y no debe ser confundida
con la alegorización que trata de asociar un significado a cada elemento de un
relato de forma arbitraria y que da origen al método alegórico.
Las definiciones clásicas nos dicen que la alegoría es una composición de
metáforas —donde no hay una comparación explícita— y hay tantos puntos de
comparación como metáforas compongan la alegoría, mientras que la parábola es
un símil extendido —con una cláusula de comparación formal, por ejemplo ‘como’—
y tiene un solo punto de comparación.[2] Bajo esta
definición tenemos un punto de partida interesante ya que la mayoría de las
historias que popularmente se conocen como parábolas encajan bien en esta
definición, así como las alegorías. Es así como dentro de esta descripción
tenemos clasificado como metáforas pasajes como: Ef. 6:10-17 (la armadura de
Dios), 1 Co. 5:7-8, Gál. 4:21-31 (Agar y Sara) o Ecl. 12:3-7 (alegoría sobre la
vejez). Según esta definición, en la alegoría de la armadura de Dios es un buen
ejemplo, ya que tenemos muchos tenores (las virtudes espirituales que se
enlistan) y un mismo número de vehículos (cada parte de la armadura) que se
relacionan mediante un punto de comparación particular en cada uno, no habiendo
una comparación formal o explícita entre cada tenor y su correspondiente
vehículo, siendo un agregado de metáforas. También dentro de esta definición
clásica, como parábolas buenos ejemplos serían: 2 Sam. 12:1-4 (la de Natán a
David), Mt. 13:31-32 (la semilla de mostaza) o Lc. 20:1-16 (los obreros de la
viña). En esta última parábola tenemos el elemento distintivo del símil —que es
la comparación formal— en la frase “el reino de los cielos es semejante a…” y
una extensión de 16 versículos en la historia, lo que la hace un símil
extendido.
El propósito general de estas figuras, como de los anteriores tropos, es
el de presentar las ideas en forma cautivante e impactante. Si estas ideas
fueran expuestas en lenguaje común y corriente, estos mensajes probablemente no
queden registrados en la memoria tan efectivamente, pero al aplicar este
lenguaje figurado complejo y extenso se llama la atención y estas expresiones
se hacen más memorables. Como las demás figuras, no es el propósito que se
entiendan de forma textual ni tampoco se les de interpretaciones arbitrarias
bajo alegorizaciones infundadas.
Como se trata de un agregado o extensión de figuras más básicas, las claves para interpretarlos corresponden a las de los tropos básicos que dan forma a estas figuras más complejas. Como una composición de figuras, para su interpretación se deben considerar tres aspectos. Primero: las circunstancias históricas: tanto las generales como las puntuales. Segundo: el propósito al exponer estas figuras. Tercero: observar la naturaleza y propiedades del vehículo; debemos interpretar las varias partes con estricta referencia al punto de comparación general del conjunto, —debemos encontrar un punto central básico— de manera que se conserve una armonía de proporciones, se mantenga la unidad de todas las partes y se haga prominente el mensaje central; cuidando que los elementos secundarios del vehículo no tomen excesiva relevancia y que se ajusten coherentemente al punto de comparación general.[3]
[1]
Terry, Hermenéutica, pág. 74. Caird, op. cit., pág. 161, entre
otros.
[2]
Definiciones propuestas en la obra de Adolf Jülicher: Die Gleichnisreden
Jesu [Las Parábolas de Jesús] en el siglo XIX, las cuales han sido
adoptadas por la gran mayoría de los estudiosos del área hermenéutica después
de él. Sobre esto se ahondará en el capítulo siguiente.
[3]
Terry, Hermenéutica, págs. 78 y 82, Martínez, Hermenéutica Bíblica,
pág. 171 y Sproul, Cómo estudiar e interpretar la Biblia, pág. 101.