11.4 Evangelios II: parábolas y anuncios: El banquete con los padres
Y os digo que vendrán muchos del
oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham e Isaac y Jacob en el reino
de los cielos; mas los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera;
allí será el lloro y el crujir de dientes. (Mt. 8:11-12).
Era lo esperable que Israel, quienes tienen toda una historia de siglos
con el Dios todopoderoso: que los sacó de Egipto con mano poderosa, que los
sustentó 40 años en el desierto, que les bendecía continuamente y les revelaba
su buena voluntad y gran poder mediante el pacto, fuesen quienes demostraran
fe; no así los gentiles que no conocían a Dios de esta forma.
El sentarse a la mesa se refiere a un banquete. Esto es una imagen de
gozo, fiesta, baile, comida abundante de pan, vino y carne (todo esto ritualmente
ofrecido a Dios) que bíblicamente conmemoran la bondad de Dios con su pueblo.
En el pacto del Moisés se ordena celebrar seis banquetes y un ayuno para
conmemoración del pacto de Dios con el pueblo (Ex. 23:14-17, Lev. 23, Núm.
9:1-14, Dt. 16:1-17). Por ejemplo, se recuerda la bondad de Dios al sacarlos de
Egipto en la Pascua, se recuerda la bendición de poseer la tierra de Canaán con
los banquetes de las primicias y se recuerda la bondad de Dios que sustentó al
pueblo en el desierto con el Sucot.[3] Este banquete tiene
lugar en el reino de los cielos; se trata del banquete final de la gran
bendición del año agradable del Señor, el reino del Mesías, el siglo venidero y
el nuevo pacto (Is. 25:6, 65:13). Esto incluye a los patriarcas, reflejando la
esperanza celestial de la reunión con los padres en el cielo de Dios. Los
judíos llamaban a esto “vida de la edad futura”.[4]
En cuanto a ‘los hijos del reino’ se refiere a los que se llamaban ‘hijos
de Abraham’ (Mt. 3:9); los hijos del reino de Israel. A diferencia del relato
de Mateo que identifica más claramente a los participantes del banquete,
venidos de oriente y occidente, el pasaje paralelo de Lc. 13:22-30 enfatiza en estos
‘hijos del reino’, asociándolos como aquellos que en ‘aquel día’, el ‘día del
Señor’, dirían: “Señor, Señor… Delante de ti [Jesús] hemos comido y bebido, y
en nuestras plazas [en Jerusalén e Israel] enseñaste” (Lc. 13:25-26) y Jesús
los desconoce diciéndoles “apartaos de mí todos vosotros, hacedores de maldad”
(Lc. 13:27), destinándolos al “llanto y crujir de dientes”. En un relato
homólogo al analizado en la sección anterior, Mt. 7:21-23, se nota más
claramente a la luz del paralelo de Lucas y del análisis de la sección anterior
que los echados a las tinieblas son los judíos que no formaron parte del nuevo
pacto y que fueron sometidos al castigo de los pecados de su generación y las
generaciones anteriores (Mt. 23:35) en el ‘día del Señor’, cumplido en el año
70.
Este pasaje refuerza el concepto que el día del juicio a los judíos es
también un día de gozo para los hijos del nuevo pacto; se acaba la degradada
usanza de relacionarse con Dios para dar paso a lo perfecto y pleno, al reino
que se extendería más allá de Israel y del cual participarían todas las
naciones. Se termina para siempre la era del judaísmo sacerdotal para iniciar
de lleno la era del cristianismo. En este sentido, es posible ahora aclarar el
pasaje que finaliza el paralelo de Lucas:
Y he aquí, hay postreros que serán
primeros, y primeros que serán postreros. (Lc. 13:30).
[1]
La perícopa donde Jesús sana al siervo de un centurión se halla también en Lc.
7:1-10, sin embargo, en Mateo se registra en esta sección el anuncio del
banquete con los padres, anuncio que se encuentra en un contexto diferente en
Lucas (Lc. 13:22-30). Para una discusión crítica sobre esto, ver Dodd, Las
parábolas del Reino, en especial los cap. I y II. En el presente estudio se
revisará cada perícopa a la luz de sus diferentes contextos.
[2]
Ver Mt. 15:21-28 y Jn. 4:1-45 (cf. 10:16) donde Jesús aprecia la fe de otros
extranjeros, también Mt. 21:28-32 y otros, donde se valora la fe y el ‘hacer la
voluntad del Padre’ de rameras y publicanos que atendieron al evangelio (que no
estaban en el antiguo pacto), más que aquellos que de labios solamente dicen
obedecer, pero en verdad no lo hacen (religiosos y judíos de aquel tiempo).
Estas rameras y publicanos que obedecieron y atendieron el llamado son los que
iban delante de los judíos en el reino de Dios.
[3]
Longman et al. ed., Gran Diccionario Enciclopédico de Imágenes y Símbolos de
la Biblia, págs. 156-157.
[4]
Dodd, Las Parábolas del Reino, pág. 59.