12.5 Evangelios III: en el monte de los olivos: Pestes, hambres y terremotos

 


…y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares. Y todo esto será principio de dolores. (Mt. 24:7b-8).

 Lucas en su registro incluye en el listado de señales “pestilencias” (Lc. 21:11). Tácito documentó que ocurrieron pestilencias provocadas por plagas que abarrotaron las calles de cadáveres (Anales 16.13). Suetonio, historiador romano que documentó los acontecimientos de los césares desde Julio César hasta Domiciano, relata que en reinado de Nerón hubo muchas más calamidades, incluyendo pestes:

 

A los ultrajes y males que procedían del príncipe, añadió el hado otros desastres; por esos días se declaró, en efecto, una peste, que en un solo otoño hizo inscribir treinta mil funerales en los registros de Libitina.[1]

 Lucas registró que hubo una gran hambruna durante el reinado de Claudio (Hch. 11:28). Esta es probablemente la hambruna mencionada por Josefo que ocurrió en Judea alrededor del año 45:

 

…la ciudad [Jerusalén] sufría por el hambre y muchos morían a causa de la indigencia… En su tiempo fue cuando sobrevino en Judea la época de gran hambre.[2]

 Tácito también escribió sobre una muy grave y extendida hambruna en Roma ocurrida en el año 51 d.C., junto con terremotos (Anales 12:43):

 

Por aquel año sucedieron muchos prodigios... Muchas casas fueron destruidas por los continuos terremotos; la gente vivía dominada por el miedo; la tierra no producía, y había gran escasez de alimentos; el hambre aumentaba y las masas enloquecían a causa del hambre.

 En Hch. 16:26 se menciona también un terremoto en Filipos, ocurrido alrededor del año 50, un gran terremoto en Apamea que ocurrió en el año 53 d.C. (Anales 12:58), un terremoto en Laodicea que destruyó aquella ciudad y sus ciudades vecinas en el 60 d.C. (Anales 14: 27), y un terremoto en Campania que demolió casi por completo a Pompeya en el año 63 d.C. (Anales 15:22). En general hay bastantes registros de terremotos en la zona del Mar Egeo y el Mediterráneo en el tiempo previo a la caída de Jerusalén. Josefo también relata que en Jerusalén ocurrió un terremoto acompañado de otras señales, como tormentas y fuertes vientos (Guerras 4.4.5).

El registro paralelo de Lucas añade a estas calamidades otro presagio de grandes proporciones: “y habrá… grandes señales del cielo” (Lc. 21:11). Josefo documenta también el cumplimiento histórico de esto:

 

Una vez apareció sobre la ciudad, una estrella como una espada ardiente y duró el cometa todo un año entero. También cuando antes de la guerra y de la primera rebelión, el día de la pascua el pueblo se había juntado, según tenían por costumbre, a los ocho días del mes de xánticos, cuando a las nueve de la noche, se mostró una brillante luz alrededor del altar del Templo, parecía ciertamente ser un día muy claro, y duró esto media hora larga. Aunque los ignorantes y la gente que no entendía lo tuviesen por muy buena señal, los escribas que entendían lo juzgaron como un presagio de lo que había de acontecer [la destrucción de Jerusalén y el Templo].[3]

 El cometa que se vio el Jerusalén fue el Cometa Halley, el cual aparece en promedio cada 75 años, y en el año 66 d.C. su órbita fue cercana al planeta Tierra, siendo visible por el hombre.[4] Respecto a la otra señal en el Templo, no queda más que admitir que se trató de alguna obra sobrenatural causada directamente por Dios.

Todo este periodo entre la ascensión de Cristo y su segunda venida fue sumamente agitado por todas las calamidades que se vivieron tanto en el Imperio Romano como en Judea. Como bien resume esto el Profesor de exégesis Manuel de Tuya:

 

Antes de la destrucción de Jerusalén se les describe un panorama de angustias de todo tipo. Aparecerán falsos mesías; habrá toda clase de cataclismos —guerras, hambres, pestes, señales en el cielo— Aparte de los elementos que tuvieron cumplimiento histórico, el anuncio está hecho con clisés de tipo apocalíptico, y la prueba está basada principalmente en el valor de acumulación que dan todos estos elementos, y con los que se pinta un gran sufrimiento previo.[5]

 Tal como lo anunciaba Jesús al decir que todo esto sería solo el principio de dolores, Flavio Josefo interpretaba que estos terremotos y señales en el cielo eran, según su apreciación, presagios de algo aún más grande que ocurriría:

 

…aquellas señales manifestaban ser el principio de grandes acontecimientos.[6]

 Puede parecer que esta suma de calamidades que parecen envolverlo todo signifiquen la consumación: el fin de la era y la venida del Señor, pero todas estas grandes señales solo serían el comienzo del fin.

El sufrimiento previo a una gran calamidad es muchas veces indicado en el Antiguo Testamento mediante figuras de comparación —símiles, metáforas e hipocatástasis— con la imagen de una mujer en sus dolores de parto (Is. 13:8, 26:17-18, Jer. 6:24, 22:23, Miq. 4: 9-10), de la misma forma que Jesús lo hace en el v. 8. Nótese que esto corresponde al Juicio Natural de Dios que en ocasiones acompaña al Juicio Bélico típico de los ‘día de Jehová’. Nótese también la reiteración y paralelismo profético que se aprecian tanto en los registros de Mateo y Marcos: en Mt. 24:6 (Mr. 13:7) mediante una afirmación directa Jesús dice “porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin”, mientras que el Señor en Mt. 24:8 (Mr. 13:8c) usa una figura de significado que reitera la misma idea “Y todo esto será principio de dolores [de parto]”. Se ve una alternancia entre afirmaciones expresadas en lenguaje directo y sentencias que constituyen tropos.



[1] Gayo Suetonio Tranquilo, Vidas de los doce césares, 6.39 (Nerón, 39).

[2] Josefo, Antigüedades 20.2.5, 20.5.2.

[3] Josefo, Las Guerras de los Judíos, pág. 322, Guerras 6.5.3.

[4] Varios documentos romanos afirman que Nerón, el César de ese momento, fue muy afectado por este evento —interpretándolo como un mal presagio— lo cual gatilló en él un frenesí de paranoia.

[5] Profesores de Salamanca, Biblia Comentada, Tomo V Evangelios, pág. 902.

[6] Josefo, op. cit., pág. 225, Guerras 4.4.5.

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