6.4 El lenguaje en la profecía: Integridad de la profecía

 


Existe una práctica que se usa al interpretar la profecía llamada ‘el doble cumplimiento’ lo cual es una forzosa y mala aplicación de la ‘perspectiva profética’.[1] El doble cumplimiento consiste en hallar arbitrariamente más de un cumplimiento histórico a una profecía habiendo casos en que no se atribuyen simplemente dos cumplimientos, sino múltiples.

Así como las profecías tienen un profeta que las pronuncia y un receptor particular —que puede ser un individuo, una nación u otro colectivo, pero siempre definido— también estas deben tener un único cumplimiento. Darle a una profecía más de un cumplimiento, la diluye al punto que puede significar cualquier cosa, atentando contra su integridad y propósito. Milton Terry dice respecto a esto:

 

Pero en el instante que admitimos el principio de que ciertas partes de la Biblia contengan un sentido oculto o doble, introducimos en el santo libro un elemento de incertidumbre y trastornamos toda posibilidad de interpretación científica. Dice el doctor Owen: ‘Si la Biblia tiene más de un significado, no tiene significado alguno’. Ryle dice: ‘Sostengo que las palabras de la Biblia se han dado con la intención de que tengan un sentido definido y que nuestro objeto principal debe ser el descubrir ese sentido y luego, adherirnos rígidamente a él... Decir que las palabras tienen cierto significado meramente porque son susceptibles de ser estrujadas para hacérselo tener, es una manera deshonesta y peligrosa de manejar las Escrituras’. Stuart se expresa así: ‘Este plan de interpretación abandona y hace a un lado las leyes comunes que rigen al lenguaje’.[2]

 Es recurrente defender la idea de que las profecías tienen un doble cumplimiento, mediante el entendimiento de lo dicho por Jesús en el discurso del monte de los olivos: “Por tanto, cuando veáis en el lugar santo la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel (el que lee, entienda)” (Mt. 24:15), ya que esta profecía (Dn. 11:31) se cumplió en el 167 a.C. cuando Antíoco IV Epífanes levantó un altar griego en el Templo, infiriéndose que en el futuro de Jesús se cumpliría nuevamente. Sin embargo, esto se trata de una hipocatástasis; una figura que está remplazando directamente el tenor mediante una comparación implícita. Esto sucede de la misma manera en la hipocatástasis de Mt. 12:39: “…La generación mala y adúltera demanda señal; pero señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás”, donde Jesús literalmente no entró en la boca en un gran pez, sino se refería a otra cosa, identificando el punto de comparación del tipo pragmático en el v. 40: “Porque como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches”. Notar también que a lo dicho por Jesús le acompaña la cláusula “el que lee, entienda”, del griego νοιέω “noéio” que quiere decir ‘ejercer la mente’. Este término se repite en Ap. 13:18 donde se pide entender el número referido en un sentido no literal, por lo que la cláusula introducida por el narrador, muy probablemente indique que el entendimiento de esto no es literal. Una frase muy relacionada a “el que lee, entienda” que se puede hallar en los evangelios sinópticos es “El que tiene oídos para oír, oiga”, en Mt. 11:15, 13:9, 13:43 y paralelos en Mr. 4:9, 4:23, 7:16, Lc. 8:8 y 14:35, e indica claramente en cada oportunidad que la frase es utilizada, que se debe considerar el uso de lenguaje figurado comparativo en el discurso anteriormente expuesto.

Existen otros argumentos para defender la idea del doble cumplimiento: como que hay Escrituras que tienen un cumplimiento en el Antiguo Testamento, pero en el nuevo pacto se le encuentra un nuevo cumplimiento al citárseles. Sin embargo, este se refiere a la construcción de la figura llamada tipo, y tal como se ha descrito anteriormente,[3] los únicos autorizados para inspiradamente hacer este tipo de interpretación[4] son los hagiógrafos, por lo que respecto a la profecía no podemos atribuir varios cumplimientos de un texto. Por otro lado, ya que en su sentido pleno muchas de las referencias del Antiguo Testamento en el nuevo tuvieron su fiel y cabal cumplimiento a su tiempo, el tipo no se refiere a un doble cumplimiento como tal sino a una clase de símbolo; a algo propio del lenguaje figurado comparativo y tan común de la comunicación judía, como se ha venido exponiendo. No es lógico pensar que el judío del siglo I, conocedor de las Escrituras,[5] literalmente entienda que se está presenciando un segundo cumplimiento de algo que ya se cumplió en el pasado, más bien tomaban estos elementos para hacer un paralelo entre lo acontecido en la antigüedad y lo sucedido con la irrupción de Cristo, haciendo de lo antiguo y bien conocido un tipo de lo inaugurado, esto con el fin de hacer más comprensible estos hechos nuevos, pero que tenían ciertas similitudes y puntos análogos de comparación con hechos antiguos.

Al margen de los argumentos escriturales que se puedan formular para sostener la idea de varios cumplimientos de un texto, el principio del doble cumplimiento desmorona la credibilidad de una profecía en su fin de predecir algún evento futuro. Si Dios formula una profecía, se espera que esta se cumpla simple y llanamente, ya que Él habita fuera de las limitaciones temporales del hombre —entonces conoce todo— y a su vez Él es el creador del tiempo mismo y ha predestinado y articulado los acontecimientos sujetos al tiempo; no se espera que Dios, con su omnipotencia y omnisciencia, haga predicciones ambiguas del futuro que se refieran a aspectos generales de la vida y que sean aplicables a muchas situaciones posibles, que perfectamente puedan provenir de la imaginación humana.

Si una profecía puede referirse a muchos eventos similares esparcidos en el tiempo, no puede demostrarse que semejantes predicciones hubiesen tenido algún cumplimiento comprobable como demanda al respecto Dt. 18:22.

Al atribuirle a la profecía un cumplimiento referente a verdades universales o a un simbolismo generalizado para comunicar para la lucha del bien contra el mal, está reduciendo tal profecía bíblica a vaguedades propias de la charlatanería y el sortilegio corriente; se hace espuria y corruptible. De forma análoga al alegato de los reformadores en contra de la cuadriga y el alegorismo imperante de aquel tiempo para interpretar las escrituras, dar más de un cumplimiento a una profecía diluye y desautoriza las Escrituras.

Buscar otro cumplimiento en una profecía, más allá del que ya se ha predicho y cumplido bajo claras referencias de destinatarios, tiempos y propósitos es arbitrario. Si un pasaje de la Biblia ha de profetizar un evento definido hacia el futuro desde el momento en el cual fue escrito, luego si este evento es cumplido, debe simplemente entenderse la profecía como cumplida.

Como se ha dicho anteriormente,[6] las Escrituras deben tener solo una correcta interpretación, pero pueden tener múltiples aplicaciones. Ahora una aplicación se debe entender como una idea extraída del texto para darle un uso asimilable a las necesidades contemporáneas, idea que debe por lo demás ser concordante orgánicamente con las Escrituras en general. Estas aplicaciones de las Escrituras, en ningún caso, pueden ponerse al nivel de la interpretación exegética de un texto, el cual constituye plenamente su significado. Finalmente, no hay argumentos hermenéuticos para hallar varios cumplimientos de las Escrituras, no es ninguna exigencia propia del lenguaje recurrir a esto, ni el texto ni su contexto han de requerir buscarle más correspondencias históricas a la profecía de las que en sí detalla. Esto más bien obedece a una necesidad teológica para congeniar algunas interpretaciones erróneas y evitar contradicciones internas en la doctrina; surge exclusivamente cuando de no usarse el recurso del doble cumplimiento, se cae en una contradicción con otro pasaje y no es un recurso utilizado en otras situaciones. Esta práctica es totalmente contraria al concepto de exégesis.


[1] Si bien no se desconoce el hecho que hay profecías y promesas de Dios hechas en el Antiguo Testamento (como la promesa de Abraham de una descendencia numerosa y una posesión de la tierra de Canaán) que se cumplen plenamente en el nuevo pacto, las cuales se entienden bajo un pleno cumplimiento ulterior, el reconocimiento de estos cumplimientos proféticos se hace bajo la voz autorizada de los hagiógrafos, entendiéndose como tipos o simbolismos.

[2] Terry, op. cit., págs. 202-203.

[3] Ver capítulo cuatro: Figuras literarias de significado, sección sobre Simbolismo.

[4] Se le conoce como interpretación el tipo midrásica.

[5] Los judíos entendían los pasajes en su contexto completo, no como pasajes aislados. Sin embargo, tomaban elementos de las Escrituras ilustrar y simbolizar otras enseñanzas.

[6] Ver capítulo dos: Métodos de interpretación, sección sobre Método Gramático-Histórico.

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