11.8 Evangelios II: parábolas y anuncios: Oveja perdida, moneda perdida e hijo pródigo
Se acercaban a Jesús todos los
publicanos y pecadores para oírle, y los fariseos y los escribas murmuraban,
diciendo: Este a los pecadores recibe, y con ellos come. Entonces él LES REFIRIÓ
[a los publicanos y pecadores que se acercaron] esta parábola, diciendo: … (Lc.
15:1-3, énfasis añadido).
Si bien este grupo de parábolas de Lc. 15 —denominadas por varios como
las parábolas de la misericordia— son usadas actualmente como una alegoría para
aplicarse a cualquier persona que se aparta del camino de Dios y que luego
regresa, en el contexto crítico de la ‘situación de la vida de Jesús’ se estaba
refiriendo a publicanos y pecadores (v. 3), como las ovejas perdidas, la moneda
perdida y como el hijo pródigo. Como se detalló en la sección anterior, los
publicanos, pecadores y rameras, eran judíos marginados y socialmente
aborrecidos, sin embargo, acudieron al llamado divino —previamente anunciado
por Juan el Bautista, y luego encabezado por Jesús— con una actitud de genuino
arrepentimiento.
Así como el hijo pródigo que salió de los brazos del padre y cuando cayó
en desgracia volvió, estos que se alejaron del ritual del viejo pacto con Dios
mediante el nuevo pacto en Jesús tienen un nuevo recibimiento en los brazos de
Dios. También como sucedió en la parábola de Los obreros tardíos, el hijo que
fue fiel desde el inicio se muestra molesto con el padre, así como los obreros
que trabajaron una jornada más extensa y recibieron el mismo pago que aquellos
que trabajaron menos se mostraron molestos con el padre de familia; estos son
los judíos del antiguo pacto que forman parte del nuevo pacto. A pesar de la
frustración de estos, es motivo de gozo celestial que uno de estos excluidos de
las bendiciones del pacto de Dios se reintegre: “Mas era necesario hacer fiesta
y regocijarnos, porque este tu hermano era muerto, y ha revivido; se había
perdido, y es hallado” (Lc. 15:32).
La parábola de la oveja perdida enfatiza en el júbilo celestial que hay
por un pecador arrepentido: “Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un
pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de
arrepentimiento” (Lc. 15:7) en contraste con aquellos que se dicen justos; que
no necesitan perdón de nada, como en una oportunidad dijo Jesús sobre los
fariseos en contraste con los pecadores y publicanos: “Los sanos no tienen
necesidad de médico, sino los enfermos” (Mt. 9:12).
En otra oportunidad Jesús comisionó a sus discípulos a que fueran por las
“ovejas perdidas de la casa de Israel” (Mt. 10:5-6), volcando el poder de Dios
mesiánicamente sobre los desfavorecidos (Mt. 10:8).
Entendiendo siempre que la comparación es con los pecadores y publicanos
(v. 3), la parábola de la moneda perdida ilustra la misma idea de gozo celestial
por uno de estos judíos impíos que se haya arrepentido: “Así os digo que hay
gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente” (Lc.
15:10).