12.6 Evangelios III: en el monte de los olivos: Persecución a los discípulos
Entonces os entregarán a
tribulación, y os matarán, y seréis aborrecidos de todas las gentes por causa
de mi nombre. Muchos tropezarán entonces, y se entregarán unos a otros, y unos
a otros se aborrecerán. Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a
muchos; y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará.
Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo. (Mt. 24:9-13).
En este sentido, Tácito —y también otros— documentaron que en Julio
del año 64 d.C., Nerón inició un gran incendio en Roma, de lo cual culpó a los
cristianos, persiguiéndolos y matándolos cruelmente; prendiéndoles fuego para
usarlos como antorchas humanas.[2] Pedro
por su parte exhortó a sus contemporáneos cristianos a soportar los
padecimientos que atravesaban, y si morían que no temieran, sino que
glorificaran a Dios por ello y confiaran en Él (1 Pe. 4:12-19, cf. 1:6-7).
Pedro se hizo alusión específicamente a una “prueba de fuego” que les sobrevino
(1 Pe. 4:12), la cual se refiere probablemente a esta persecución que inició
Nerón por todo el Imperio Romano. Así como Pablo, también Juan se identifica
como “copartícipe vuestro en la tribulación” (Ap. 1:9), copartícipe en esto con
las siete iglesias de Asia Menor a las que escribió, desterrado por Nerón.[3]
En Lc. 21:17, Jesús dijo: “y seréis aborrecidos de todos por causa de mi
nombre” (cf. Mr. 13:13), lo cual Juan —oyente directo de los dichos de Jesús—
reconoce como algo predicho en tiempos previos a la caída de Jerusalén, como
una profecía de su Señor cumpliéndose en el tiempo de su propia vida: “Hermanos
míos, no os extrañéis si el mundo os aborrece” (1 Jn. 3:13 cf. Jn. 15:18). Juan
entiende que el mensaje del evangelio encontraría oposición por el mundo —que
el mundo les aborrecería— porque Jesús lo había predicho, no debería ser motivo
de asombro. En Mt. 24:10 Jesús profetiza que sus oyentes, los discípulos,
serían también entregados y traicionados; de esto testifica Pablo: “En mi
primera defensa ninguno estuvo a mi lado, sino que todos me desampararon” (2
Ti. 4:16, cf. 1:15, 4:10, 2 Co. 1:3-9, 2:4, 4:8-9, 7:5).
Dentro de todo este ambiente revuelto por calamidades, oposición y
guerras, Jesús, según los registros de Marcos y Lucas, advierte a sus
seguidores que se enfoquen en su labor:
Pero MIRAD POR VOSOTROS MISMOS; porque
os entregarán a los CONCILIOS, y en las SINAGOGAS os azotarán; y delante de
gobernadores y de reyes os llevarán por causa de mí para testimonio a ellos.
(Mr. 13:9, énfasis añadido, cf. Lc. 21:12).
Por tanto, he aquí yo os ENVÍO
PROFETAS Y SABIOS Y ESCRIBAS; y de ellos, a unos mataréis y crucificaréis, y a
otros azotaréis en vuestras SINAGOGAS, y perseguiréis de ciudad en ciudad. (Mt.
23:34).
Las epístolas apostólicas en general dedican gran parte de su contenido
en alentar a los cristianos del primer siglo a permanecer en la fe, a no
dejarse llevar por las corrientes del mundo, a permanecer en amor; todo para
hacer frente a toda la persecución, odio y maldad que reinaba en aquella
generación, la cual podría enfriar el amor de muchos (v. 12).
Jesús ya hubo advertido de esto anteriormente en Mt. 10:16-25, también
dijo que en medio de esta persecución que se levantaría contra ellos sucedería
la venida del Hijo del Hombre (Mt. 10:23, cf. 24:3).[6]
Como lo había predicho Jesús: “Entonces os entregarán a tribulación, y os
matarán, y seréis aborrecidos de todas las gentes por causa de mi nombre… Mas
el que persevere hasta el fin, éste será salvo” (Mt. 24:9, 12). En vista de lo
comentado anteriormente un pasaje con las mismas advertencias en el evangelio
de Mateo:[7] “Y seréis
aborrecidos de todos por causa de mi nombre; mas el que persevere hasta el fin,
éste será salvo” (Mt. 10:22), se entiende entonces esta promesa de salvación en
el sentido que todo aquel que no quisiera completar su misión de llevar el
evangelio del reino por temor a perder la vida, sería reunido junto con los
otros judíos malos para ser destruidos juntamente en cuerpo y alma en el
infierno —el cual es el asedio romano a Jerusalén como la exclusión del alma
del reino de Dios en los cielos— sin embargo los que perseveraron
resplandecerían en el reino de Dios (Mt. 13:43). En otras palabras, quienes
perseveren o bien se salvarán de ser destruidos en la condena que sucedería en
la tierra y por consiguiente también su alma, o bien mueren, pero gozosos porque
en los cielos tendrían un galardón (Mt. 19:28-29, 1 Pe. 4:16-17).
[1]
Ver capítulo siete: El día de Jehová, comentario sobre Is. 34:1 donde se
analiza el uso de estas palabras en la profecía del Antiguo Testamento y su
alcance.
[2]
Tácito, Anales 15.44. Se identifican otros castigos atroces de parte de
Nerón, como que eran despedazados vivos por perros o crucificados. Acá Tácito
también describe que el vulgo aborrecía a los cristianos por sus prácticas,
consideradas desenfrenadas (refiriéndose seguramente a la eucaristía, donde
“comían” el cuerpo de Cristo y bebían su sangre).
Clemente identifica dentro de las víctimas de Nerón a
muchos cristianos prominentes, incluso a Pedro y Pablo (1 Clemente 5:2). Tomado
de DeMar, Wars and Rumors of Wars, pág. 70, también este hecho se
documenta en Eusebio, Historia Eclesiástica, págs. 114-115, Historia
Ecl. 2.25.5.
[3]
Esto según Jerónimo (Contra Joviniano 1:26) quien añadió a lo dicho
anteriormente por Tertuliano (La prescripción de los herejes 36), quien afirmo
que Juan fue desterrado a Patmos por los romanos luego de que no pudieron
matarle tras sumergirlo en aceite hirviendo.
[4]
Ver capítulo diez: Evangelios I: antecedentes clave, sección sobre La
generación mala y adúltera para un análisis más extenso de este tema.
[5]
Ibíd.
[6]
Ver capítulo once: Evangelios II: parábolas y anuncios, sección sobre La
segunda venida en la vida de los apóstoles I para más detalles sobre esto.
[7] Ver capítulo once: Evangelios II: parábolas y anuncios, sección sobre Cuerpo y alma en el infierno.