7.2 El día de Jehová: Isaías 19

 


Tenemos otra sentencia a una nación extranjera. En este oráculo no encontramos una expresión como ‘el día de Jehová’ o algún indicador temporal para compararlo con el tiempo que tardó en cumplirse la profecía, sin embargo, hay una expresión bastante particular en el ver. 1 que es notable de destacar.

 

Profecía sobre Egipto. He aquí que Jehová monta sobre una ligera nube, y entrará en Egipto; y los ídolos de Egipto temblarán delante de él, y desfallecerá el corazón de los egipcios dentro de ellos. (Is. 19:1).

 Antecediendo la imagen de los ídolos egipcios temblando y el corazón de los egipcios desfallecido, tenemos la otra imagen de Jehová montando una nube. Lo ligero de la nube, por su término original en hebreo,[1] se refiere a algo rápido o impetuoso y no a algo delgado como neblina. El símbolo de Jehová montando (donde la LXX describe la idea de permanecer o estar posado sobre) una nube se rastrea desde los tiempos de Moisés (Ex. 13) y siempre se ha asociado a la presencia misma del Señor y una expresión de su gloria: “…he aquí la gloria de Jehová apareció en la nube” (Ex. 16:10), “Y la gloria de Jehová reposó sobre el monte Sinaí, y la nube lo cubrió por seis días...” (Ex. 24:16). “Entonces una nube cubrió el tabernáculo de reunión, y la gloria de Jehová llenó el tabernáculo. Y no podía Moisés entrar en el tabernáculo de reunión, porque la nube estaba sobre él, y la gloria de Jehová lo llenaba” (Ex. 40:34-35), ver también Núm. 16:42, 1 Re. 8:11, 2 Cr. 5:14, Ez. 10:4. En este caso se trata de una expresión de la gloria de Dios como castigo a un pueblo definido, manifestándose de manera poderosa para ejecutar su castigo. David al ser librado de Saúl se expresa en términos similares:

 

Rasgando el cielo, descendió, pisando sobre oscuros nubarrones. Montando sobre un querubín, surcó los cielos y se remontó sobre las alas del viento. Hizo de las tinieblas su escondite, de los oscuros y cargados nubarrones un pabellón que lo rodeaba. De su radiante presencia brotaron nubes, granizos y carbones encendidos. (Sal. 18:9-12 NVI).

 David describe en tiempo pasado el actuar de Dios a su favor como si el Señor estuviera ‘pisando nubes’, ‘montado sobre un querubín’ y ‘rodeado de nubes’ como una imagen metafórica para referirse a la gloria del Señor manifestándose en la historia humana para terrenalmente salvarlo de su enemigo Saúl que lo buscaba para matarlo (Sal. 18:17-19, cf. Sal. 144:4). Esta imagen se acompaña de otros elementos metafóricos, como ‘montes temblando’ (ver. 7) y los lazos del Seol queriendo atraparlo (ver. 5). De la misma forma, en el juicio sobre Nínive, el profeta Nahúm describe el actuar de Dios de esta forma:

 

El SEÑOR es lento para la ira, imponente en su fuerza. El SEÑOR no deja a nadie sin castigo. Camina en el huracán y en la tormenta; las nubes son el polvo de sus pies… ¿Quién podrá enfrentarse a su indignación? ¿Quién resistirá el ardor de su ira? Su furor se derrama como fuego; ante él se resquebrajan… Pero destruirá a Nínive con una inundación arrasadora; ¡aun en las tinieblas perseguirá a sus enemigos! (Nah. 1:3, 6, 8 NVI).

 

Este tipo de expresiones se refiere a elementos innegablemente figurados para hacer referencia a alguna manifestación de Dios mediante instrumentos comunes al hombre. En Sal. 104:3 hay también una expresión semejante sobre Dios montado sobre las nubes, más no para juicio, sino para destacar su poderío y grandeza. También hay casos en que Dios actúa aparentemente directamente desde la nube de gloria (Ex. 14:24-25).

Destacable es que en el Nuevo Testamento tenemos una expresión semejante que se refiere al acontecimiento de la segunda venida de Jesús: “…y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria” (Mt. 24:30, cf. Mt. 26:64) y se repite en otros lugares como Ap. 1:7 y 1 Tes. 4:17; este pasaje de Isaías y los otros pasajes aludidos en esta sección desde ya nos pueden adentrar en la naturaleza del cumplimiento que debiese tener lo anunciado por Jesús.

 

Levantaré egipcios contra egipcios, y cada uno peleará contra su hermano, cada uno contra su prójimo; ciudad contra ciudad, y reino contra reino… Y entregaré a Egipto en manos de señor duro, y rey violento se enseñoreará de ellos, dice el Señor, Jehová de los ejércitos. (Is. 19:2, 4).

 Los etíopes como lo asirios tenían intereses de expandirse sobre Egipto. Muy posiblemente se esté refiriendo en parte al rey etíope Shabako. Su reino de Nubia conquistó a los estados del delta egipcio en el 716 a.C. Por otro lado Isaías se refiera a Asiria; los reyes del delta se habían unido a la revuelta filistea que Gaza lideraba contra Asiria y Sargón II en el 720 a.C.[2] Todo esto sucede dentro del mismo tiempo del ministerio de Isaías, por lo que su cumplimiento en la historia fue innegablemente cercano a la profecía.[3] El rey etíope se retiraría posteriormente debido a la resistencia de los sacerdotes egipcios.[4] Luego se armarían muchos conflictos y divisiones por causa del expansionismo Neoasirio y guerras civiles internas en Egipto entre los diferentes distritos que formaban la nación.[5] En el cap. 20 se describe que Asiria destruiría Egipto mediante una posterior deportación por parte de Sargón, rey de Asiria, lo cual detalla y reafirma lo del ver. 4. El momento que Is. 20:1 describe “En el año que vino el Tartán a Asdod…” se refiere al año 711 a.C.[6]

Ya se vislumbra que ‘el día de Jehová’ se refiere a cuando Dios actúa mediante instrumentos para juzgar a una nación o pueblo. No obstante, el lenguaje utilizado para describir el evento suena como el fin de la creación, pero fue solo el fin de la ‘tierra’[7] sobre la cual se profetiza. Se dijo que Dios se posó sobre una nube dirigiéndose a Egipto para juicio. No montó Dios una nube hacia Egipto corporalmente; los asirios destruyeron Egipto —junto a los etíopes y a las revueltas internas.

Ahora bien, el lenguaje para indicar este juicio terrenal es el de las imágenes celestiales para apuntar a la realidad que el Señor es quien está determinando y coordinando estos eventos, que en el fondo es lo más relevante que se quiere comunicar a los israelitas; destacando la soberanía y justicia de Dios.

 

Y las aguas del mar faltarán, y el río se agotará y secará. Y se alejarán los ríos, se agotarán y secarán las corrientes de los fosos; la caña y el carrizo serán cortados. La pradera de junto al río, de junto a la ribera del río, y toda sementera del río, se secarán, se perderán, y no serán más. Los pescadores también se entristecerán; harán duelo todos los que echan anzuelo en el río, y desfallecerán los que extienden red sobre las aguas. (Is. 19:5-8).

 

    El lenguaje figurado acompaña esta profecía; paralelismos, carga emocional, personificaciones, absolutismos, hipérboles y otros que se centran en la figura del río Nilo, el principal recurso, fuente de sustento y canal de transporte para la nación. Así como en los vv. 2, 4 hay un Juicio Bélico, en estos versículos vemos el Juicio Natural que corresponde a este ‘día de Jehová’.

[1] קַל, qal” (H7031). La BTX3 traduce más apropiadamente este término como ‘veloz’. Franz. J. Delitzsch puntualiza que se trata de una nube delgada clara y veloz, lo contrario a un nubarrón denso.

C. F. Keil y F. J. Delitzsch, Comentario al texto hebreo del A. T.: Isaías (Barcelona: Editorial CLIE, 2016), pág. 330.

[2] Walton et al., Comentario del contexto cultural de la Biblia, Antiguo Testamento, pág. 684.

[3] Considerando que el ministerio de Isaías se entendió entre el 760 y el 713 a.C., el cumplimiento de esta profecía tuvo cumplimiento en un plazo menor a 44 años.

[4] Jamieson et al., Comentario exegético y explicativo de la Biblia. Tomo I, el Antiguo Testamento, pág. 580.

[5] Ibíd. pág. 581.

[6] Walton et al., op. cit., pág. 685.

[7] Notar que en ningún caso se usa este término como el nombre propio del planeta.

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