3.3 Características del lenguaje hebreo: Hipérbole

 


Otra característica del lenguaje hebreo es el uso de expresiones en tono superlativo, exageraciones que se conocen como hipérboles. La hipérbole es un término que viene del griego y que puede ser traducido como “sobre y arrojar (agregar)”, o sobreagregar, y añade al sentido normal del relato una exageración, con la que se aumenta o se disminuye superlativamente algo por encima de lo que se da a entender textualmente.[1] Las hipérboles son figuras que magnifican objetos o expresiones más allá de la realidad[2] y era una forma común de expresar sentimientos fuertes o apasionados para los antiguos hebreos. Estas expresiones también tenían por propósito llamar vigorosamente la atención de los receptores del mensaje.

Decir que “hay incontables hipérboles en la Biblia” es una hipérbole y transmite el hecho que el número real de estas expresiones es muy alto. Como ejemplo en las Escrituras tenemos expresiones como “Y se les salió el corazón” (Gn. 42:28 traducción propia) para expresar una fuerte impresión, “ciudades grandes y amuralladas hasta el cielo” en Dt. 1:28 para expresar que las murallas de las ciudades de los cananeos eran muy altas,[3] pero naturalmente no llegaban al cielo mismo. En 2 Sam. 1:23 se nos dice que Saúl y Jonatán eran “más fuertes que leones” y “más ligeros que águilas”, entendiéndose que eras personas notablemente rápidas físicamente y además fuertes, siendo esta comparación es meramente poética y no debe entenderse como algo literal; está escrita en el contexto del profundo lamento de David por la muerte de su amigo Jonatán y por la muerte de Saúl, el ungido del Señor, a quien también David llama hiperbólicamente en el v. 19 como “la gloria de Israel”.

En el Nuevo Testamento también hay expresiones de este estilo y son muy abundantes, no solo en el discurso de Jesús,[4] sino también en otros escritos como epístolas, donde comúnmente no se espera a priori que haya figuras de este tipo, como en Stg. 4:1 donde a rencillas entre cristianos se les reprocha en los términos de: “¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros?”, llamando “guerras” a conflictos interpersonales simples. Es frecuente encontrar expresiones en epístolas en términos hiperbólicos como en el siguiente caso: “(…) si hubieseis podido, os hubierais sacado vuestros propios ojos para dármelos” (Gál. 4:15) o en 1 Co. 13:1-3, donde al expresar el verdadero sentido del amor se recurre a exageraciones hipotéticas en un sentido más bien poético. Juan nos dice que: “Y hay también otras muchas cosas que hizo Jesús, las cuales si se escribieran una por una, pienso que ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir. Amén”. (Jn. 21:25). Naturalmente cada una de estas expresiones se debe entender como una figura literaria y no en forma textual. En general hay muchos ejemplos[5] ya que la hipérbole es una figura bastante recurrente dentro de las Escrituras.

Estas expresiones no necesariamente son aisladas, encontrándose de manera pura en las Escrituras, sino que es común también hallarlas en combinación con otras figuras como metáforas, paralelismos, entre otros. Por ejemplo, se aprecia la hipérbole en conjunto con el paralelismo en el siguiente pasaje:

 

Me he consumido a fuerza de gemir;

Todas las noches inundo de llanto mi lecho,

Riego mi cama con mis lágrimas. (Sal. 6:6).

 

En la profecía es muy recurrente que los profetas expresen los juicios de Dios en términos absolutos, tajantes y acompañados de un rico lenguaje figurado e hiperbólico. Las profecías forman expresiones más complejas que simples exageraciones. La hipérbole profética se ve en su forma más vívida, por ejemplo, en pasajes donde el juicio de Dios sobre una nación en particular se representa en términos de colapso cósmico,[6] evento identificado en cada oportunidad como un ‘día de Jehová’. En Jer. 4:23-26 literalmente se expresa que la tierra es vista en una condición primordial de “desordenada y vacía”,[7] y que no había luz en el cielo ni hombres ni aves, además se relata que todas las ciudades, montes y collados eran destruidos, sin embargo, estas expresiones corresponden a impactantes hipérboles y absolutismos que básicamente quieren predecir la próxima devastación de Judá.[8]

 

He aquí el día de Jehová viene, terrible, y de indignación y ardor de ira, para convertir la tierra en soledad, y raer de ella a sus pecadores. Por lo cual las estrellas de los cielos y sus luceros no darán su luz; y el sol se oscurecerá al nacer, y la luna no dará su resplandor. Y castigaré al mundo por su maldad, y a los impíos por su iniquidad; y haré que cese la arrogancia de los soberbios, y abatiré la altivez de los fuertes. Haré más precioso que el oro fino al varón, y más que el oro de Ofir al hombre. Porque haré estremecer los cielos, y la tierra se moverá de su lugar, en la indignación de Jehová de los ejércitos, y en el día del ardor de su ira. (Is. 13:9-13).

 

Lo que en este caso el profeta buscaba describir, bajo los símbolos de un juicio universal de alcances cósmicos, era el fin del mundo de Babilonia; un anuncio de la próxima destrucción del imperio babilónico por parte de los ejércitos invasores de los medos[9] por orden de los asirios.

En Is. 34:1-5, el profeta usa un lenguaje similar, empleando elementos en hipérbole asociados a un colapso cósmico y celestial; usando lenguaje absolutista que involucra a todas las naciones con sus ejércitos y a toda la tierra para emitir juicio sobre los habitantes de Idumea, que habían matado a muchos de los judíos que los caldeos no se llevaron al exilio en Babilonia:[10]

 

Acercaos, naciones, juntaos para oír; y vosotros, pueblos, escuchad. Oiga la tierra y cuanto hay en ella, el mundo y todo lo que produce. Porque Jehová está airado contra todas las naciones, e indignado contra todo el ejército de ellas; las destruirá y las entregará al matadero. Y los muertos de ellas serán arrojados, y de sus cadáveres se levantará hedor; y los montes se disolverán por la sangre de ellos. Y todo el ejército de los cielos se disolverá, y se enrollarán los cielos como un libro; y caerá todo su ejército, como se cae la hoja de la parra, y como se cae la de la higuera. Porque en los cielos se embriagará mi espada; he aquí que descenderá sobre Edom en juicio, y sobre el pueblo de mi anatema.

 

Sobre Samaria y Jerusalén, Miqueas profetiza:

 

Porque he aquí, Jehová sale de su lugar, y descenderá y hollará las alturas de la tierra. Y se derretirán los montes debajo de él, y los valles se hendirán como la cera delante del fuego, como las aguas que corren por un precipicio. (Miq. 1:3-4).

 

El cumplimiento de esta profecía ocurrió completamente en el año 701 a.C. mediante la destrucción de Israel por el ejército asirio de Senaquerib.[11] Los asirios conquistaron primero Samaria en el 722 a.C., pasaron por Judea conquistando al menos 46 poblados judíos, pero no lograron tomar Jerusalén.[12]

El profeta sin embargo utiliza este lenguaje de aniquilación total para mover las conciencias de los judíos, instándolos al arrepentimiento y obteniendo el favor de Dios, finalmente evitando su destrucción.[13]

En los tres anteriores casos, cada profeta usa un lenguaje poético y figurativo con el fin de producir profundas impresiones en los receptores, transmitiendo la idea de una gran catástrofe —lo cual es una hipérbole— pero sin tener nunca la intención de ser entendido literalmente. El cumplimiento de estas profecías se dio mediante instrumentos ordinarios —aunque dirigidos y ordenados por Dios— los cuales fueron otros reinos extranjeros invadiendo Israel y trayendo una terrible devastación; reyes que sin saberlo estaban siendo instrumentos de Dios para impartir castigo sobre el pueblo de su pacto.

De todas formas, es de considerar que destaca G. B. Caird: lo que parece ser un veredicto incondicional contiene una cláusula condicional muchas veces no expresada. En Is. 38:1 el profeta dice “Jehová dice así: Ordena tu casa, porque morirás, y no vivirás”, pero una vez que el rey ha ofrecido una oración penitencial, el pronóstico se invierte. También, entre otras situaciones semejantes,[14] está el caso de Jonás, donde Dios le dice que “dentro de cuarenta días, Nínive será destruido”, sin embargo, Jonás finalmente expone el mensaje de Dios, los ninivitas se arrepienten y el juicio se cancela. No obstante que Dt. 18:21-22 condena a quienes profetizan en nombre de Dios cuando su profecía no se cumple, hay que considerar que hay profecías condenatorias que se revocan si el receptor del mensaje cumple con las exigencias de Dios, que por lo general consiste en el arrepentimiento (ver Jer. 18:8). Para Caird, este hecho puede considerarse como absolutismo o hipérbole. [15]



[2] Terry, Hermenéutica, pág. 61.

[3] Ver Dt. 9:1, o Jer. 51:9 donde hacen referencias similares.

[4] En su discurso encontramos expresiones morales hiperbólicas como: “si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti” en Mt. 5:29 o expresiones proféticas sobre juicio en tono hiperbólico como: “Y tú, Capernaúm, que eres levantada hasta el cielo, hasta el Hades serás abatida” en Mt. 11:23.

[5] Ver Bullinger, Diccionario de Figuras de Dicción usadas en la Biblia, págs. 352 a 358 donde se exponen de ejemplo, además, los siguientes pasajes: Gn. 2:24, 41:47, 42:28, Ex. 8:17, Jue. 5:4-5, 20:16, 1S 5:12, 7:6, 25:37, 1R. 1:40, 10:5, 2Cr. 28:9, Edr. 9:6, Neh. 8:4 Job 29:6, 39:19, Sal. 107:26, Pr. 23:8, Is. 5:25, 14:13, 42:15, 57:9, Jer. 1:19, 4:29, 15:20, 51:9, 51:53, Lam. 2:1, 2:11, Ez. 27:28, Dn. 9:21, Mt. 21:13, Lc. 18:5, Jn. 3:26, 12:19, Stg. 3:6, 2 S 17:13, 2 R. 19:24, Job 40:18, Is. 14:14, 34:3, 4, 7, Ez. 26:4, 32:5, 6, 7, 8, Am. 9:13; Nah. 2:3, y más de otros treinta ejemplos relacionados con comparaciones hiperbólicas.

[6] Caird, The language and imagery of the Bible, pág. 113.

[7] Heb. תֹהוּ וָבֹהוּּ “tohu vabohu”, la misma expresión en hebreo de Gn. 1:2 utilizada para el estado de la tierra de antes de la creación (lenguaje de decreación).

[8] Caird, op. cit., pág. 114.

[9] Ibíd.

[13] Considérese los desastres de la guerra moderna: como la guerra civil en Siria, que al presente lleva unos 10 años de desarrollo y que ha devastado aquella nación, lo mismo en Libia (2014-presente), Armenia-Azerbaiyán (2020), Irak (2003-2011), Afganistán (2001-2014), entre otras. Si bien parecen conflictos locales y alejados, el presenciar en primera persona el fin de la propia nación mediante este tipo de desastres, inevitablemente hace pensar que se trata del fin de todo.

[14] También 2 Cr. 12:5-8.

[15] Caird, The language and imagery of the Bible, pág. 113.

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