11.18 Evangelios II: parábolas y anuncios: Los labradores malvados
Oíd otra parábola: Hubo un hombre,
padre de familia, el cual plantó una viña, la cercó de vallado, cavó en ella un
lagar, edificó una torre, y la arrendó a unos labradores, y se fue lejos. Y
cuando se acercó el tiempo de los frutos, envió sus siervos a los labradores,
para que recibiesen sus frutos. Mas los labradores, tomando a los siervos, a
uno golpearon, a otro mataron, y a otro apedrearon. Envió de nuevo otros
siervos, más que los primeros; e hicieron con ellos de la misma manera.
Finalmente les envió su hijo, diciendo: Tendrán respeto a mi hijo. Mas los
labradores, cuando vieron al hijo, dijeron entre sí: Este es el heredero;
venid, matémosle, y apoderémonos de su heredad. Y tomándole, le echaron fuera
de la viña, y le mataron. Cuando venga, pues, el señor de la viña, ¿qué hará a
aquellos labradores? Le dijeron: A los malos destruirá sin misericordia, y
arrendará su viña a otros labradores, que le paguen el fruto a su tiempo. Jesús
les dijo:
¿Nunca leísteis en las Escrituras:
La piedra que desecharon los edificadores, Ha venido a ser cabeza del ángulo.
El Señor ha hecho esto, Y es cosa maravillosa a nuestros ojos?
Por tanto os digo, que el reino de
Dios será quitado de vosotros, y será dado a gente que produzca los frutos de
él. Y el que cayere sobre esta piedra será quebrantado; y sobre quien ella
cayere, le desmenuzará. Y oyendo sus parábolas los principales sacerdotes y los
fariseos, entendieron que hablaba de ellos. (Mt. 21:33-45).
Este anuncio profético de Cristo
tuvo un cumplimiento histórico trágico: castigo a Palestina por Vespasiano, que
culminó con la destrucción de Jerusalén el año 70 por Tito.[2]
Un aspecto destacable es que el reino de Dios, el antiguo reino, sería
quitado de ellos, los sacerdotes y maestros de la ley, para ser entregado a
gente que produzca frutos dignos del reino, como los gentiles o judíos
pecadores que se hayan arrepentido (así como se ha visto en secciones
anteriores de este mismo capítulo).[3] Como se comenta:
El Israel étnico terminó como
transmisor de la revelación y de las promesas mesiánicas y pasó al “Israel de
Dios” (Gál. 6:16), la Iglesia. Los privilegios mesiánicos, vinculados a
una comunidad étnica, pasan a una comunidad universal. A Israel pueblo sucede,
para este fin, la Iglesia, el cristianismo como colectividad universal.[4]