Visión de Abdías. Jehová el Señor
ha dicho así en cuanto a Edom: Hemos oído el pregón de Jehová, y mensajero ha
sido enviado a las naciones. Levantaos, y levantémonos contra este pueblo en
batalla. (Abd. 1:1).
Resulta inquietante el análisis de las profecías apocalípticas, ya que
más que meros acontecimientos históricos humanos, estamos ante verdaderas
manifestaciones del Dios omnipotente en contra de un pueblo específico; es una
embestida directa de parte del creador para destruir a un país completo debido al
pecado que ha cometido. En este caso vemos en el libro de Abdías la reiteración
de la profecía de Is. 34 sobre Edom. Una diferencia con la profecía de Isaías
es que para este entonces Jerusalén ya había caído a manos de los babilonios y se
puede determinar mucho más precisamente el momento histórico en que se
escribió: si consideramos que Jerusalén cayó a mano de los caldeos el 587-586
a.C. y que luego estos mismos babilonios destruyeron Edom el 583 a.C., tenemos
una ventana de 5 años entre el pronunciamiento de este oráculo y su
cumplimiento. Notar que Abdías habla que las naciones deben ‘levantarse… en
batalla’, para referirse a una guerra o invasión corriente contra ‘este pueblo’,
el cual no puede ser otro más que Edom. Jehová también se incluye en este
juicio al decir ‘levantémonos’, tomando tanto el protagonismo como la
iniciativa.
He aquí, pequeño te he hecho entre
las naciones; estás abatido en gran manera. La soberbia de tu corazón te ha
engañado, tú que moras en las hendiduras de las peñas, en tu altísima morada;
que dices en tu corazón: ¿Quién me derribará a tierra? Si te remontares como
águila, y aunque entre las estrellas pusieres tu nido, de ahí te derribaré, dice
Jehová. (Abd. 1: 2-4).
Como se ha anticipado en el comentario anterior de Is. 34, este pueblo
era conocido por hacer viviendas, fortalezas y palacios en las rocas, sobre
acantilados. Se trata de una zona montañosa con elevaciones de hasta 1.800
metros sobre el nivel del mar, con pasos estrechos, cavernas y ciudades de muy
difícil acceso, donde la geografía les favorecía a los habitantes locales ante
una situación de guerra. Esto les daba seguridad por la sensación de
indestructibilidad por lo impenetrable e inaccesible de sus construcciones. Así
como en Is. 34, nuevamente aparecen las alusiones a aves anidando en Edom, esta
vez como símil respecto a sus construcciones en altura.
En estos juicios Dios confronta al hombre con su fuente de seguridad
material. De la forma que en Is. 13:17 Dios anula la posibilidad de que el
preciado oro de los babilonios les salve del juicio y de la manera en que en
Is. 19:5-8 se ataca al Nilo como fuente de transporte y sustento, acá el Señor
menosprecia las fortalezas en altura de los Edomitas; es capaz de superar aquel
aparente desafío humano. En el juicio neotestamentario anunciado por Jesús, y
de forma similar, el Señor menosprecia el hecho que los judíos sean
descendientes de Abraham (Mt. 3:8) o las imponentes construcciones que los
judíos tenían para guarecerse (Mt. 24:2) como factores que puedan salvarlos del
día de su castigo.
¿No haré que perezcan en aquel día,
dice Jehová, los sabios de Edom, y la prudencia del monte de Esaú? Y tus
valientes, oh Temán, serán amedrentados; porque todo hombre será cortado del
monte de Esaú por el estrago. (Abd. 1:8).
La primera expresión de este verso es análoga a ‘el día de Jehová’. Se
trata de un ‘día de Jehová’ distinto por ejemplo al de Is. 13 o 19, pero es el
mismo juicio que en Is. 34, pudiendo dos profecías que hagan referencia al ‘día
de Jehová’ tener el mismo cumplimiento; apuntar al mismo acontecimiento, siempre
y cuando estas profecías se estén refiriendo al mismo pueblo y en el mismo
tiempo.
Por la injuria a tu hermano Jacob
te cubrirá vergüenza, y serás cortado para siempre. El día que estando tú
delante, llevaban extraños cautivo su ejército, y extraños entraban por sus
puertas, y echaban suertes sobre Jerusalén, tú también eras como uno de ellos…
Tampoco debiste haberte parado en las encrucijadas para matar a los que de
ellos escapasen; ni debiste haber entregado a los que quedaban en el día de
angustia. (Abd. 1: 10-11, 14).
En el ver. 10 se mezcla la eponimia con la imagen y la metáfora al
referirse a Idumea y a Judea de acuerdo al nombre de los patriarcas que las
originaron —hermanos de sangre—, pero extendiendo su relación de hermandad
hacia sus descendientes como si fuesen también hermanos. Esto agrava la
situación, ya que no se trata de gentiles comunes sino de una relación que
debiese haber sido fraterna. El pecado de los edomitas está detallado en
lenguaje literal que presentan los versículos 11 y 14, que no consistió solo en
no brindar auxilio a sus hermanos, sino que fueron por que los otros pueblos al
matar a los israelitas en su momento de debilidad, aprovechándose de ellos
cuando iban por auxilio. Esto históricamente sucedió en el año 586 o 587 a.C.
durante la invasión caldea que llevó al exilio a los habitantes de Jerusalén.
Pues no debiste tú haber estado
mirando en el día de tu hermano, en el día de su infortunio; no debiste haberte
alegrado de los hijos de Judá en el día en que se perdieron, ni debiste haberte
jactado en el día de la angustia. No debiste haber entrado por la puerta de mi
pueblo en el día de su quebrantamiento; no, no debiste haber mirado su mal en
el día de su quebranto, ni haber echado mano a sus bienes en el día de su
calamidad. (Abd. 1: 12-13).
Una particularidad en la profecía de Abdías es que hace tanto, referencia
a un ‘día de Jehová’ para Edom en el ver. 8 como al ‘día de tu hermano’,
refiriéndose al reciente ‘día de Jehová’ que recayó sobre los judíos. En el
caso del ‘día de Jehová’ para los judíos se le califica como un día de:
infortunio, angustia, quebrantamiento y calamidad, viéndose una correspondencia
innegable con lo sucedido en la invasión babilónica —y anunciado anteriormente
por otros profetas— la cual trastornaría a Judea para siempre. Un ‘día de
Jehová’ podía así recaer sobre otros pueblos: en Is. 9:4 hay referencia al ‘día
de Madián’ y en Ez. 30:9 se refiere al ‘día de Egipto’, ambos en contexto de
juicio. Como se ha visto, en Is. 13 se habla de juicio sobre Babilonia y en Is.
19 sobre Egipto. En Am. 5:18, se refiere a “este día de Jehová”, entendiéndose
que es un evento repetible; no singular. Esto reafirma lo que se viene
planteando desde el inicio de este capítulo: que el ‘día de Jehová’ no es un
único evento, sino que se está refiriendo a varios acontecimientos distintos.
Porque cercano está el día de
Jehová sobre todas las naciones; como tú hiciste se hará contigo; tu recompensa
volverá sobre tu cabeza. De la manera que vosotros bebisteis en mi santo monte,
beberán continuamente todas las naciones; beberán, y engullirán, y serán como
si no hubieran sido. (Abd. 1:15-16).
De la misma manera que en Is. 34:1-2, 5, estamos ante una expresión que
castiga a ‘todas las naciones’, pero es claro que este ‘día de Jehová’ se está
refiriendo a la destrucción particular de Idumea, destruido en el 583 a.C.
mediante los caldeos como retribución a su pecado: “como tú hiciste se hará
contigo; tu recompensa volverá sobre tu cabeza”. En el ver. 16 hay otro
elemento de retribución, de la forma es que los edomitas festinaron con la
caída de Judea, los babilonios han de festinar y devorarán a Idumea, mediante
el uso de una hipérbole formada a partir de un absolutismo: poniendo a ‘todas
las naciones’ ahora como instrumento de juicio, pero en la práctica se trató de
los caldeos —y a lo sumo algunas otras naciones sometidas que pudieron sumarse
a la conquista de Edom— siendo imposible que se refiera literalmente a cada
nación del planeta.
Otro aspecto notable del ‘día de Jehová’ y sus
cumplimientos, son los instrumentos que se utilizan para la ejecución de
juicios. Como se ha visto, es recurrente el uso de imágenes de ejércitos
celestiales o potencias y conmociones astronómicas, pero en la historia se
aprecia que se trata de guerras y conflictos terrenales, que sin duda han
decretados por Dios para llevar a cabo su plan y no tratándose de meros eventos
fortuitos.