11.21 Evangelios II: parábolas y anuncios: Cuerpo y alma en el infierno
Mt. 10:28 |
Lc.
12:4-5 |
Y no temáis a los que matan el
cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede
destruir el alma y el cuerpo en el infierno. |
Mas os digo, amigos míos: No temáis
a los que matan el cuerpo, y después nada más pueden hacer. Pero os enseñaré
a quién debéis temer: Temed a aquel que después de haber quitado la vida,
tiene poder de echar en el infierno; sí, os digo, a éste temed. |
El contexto de estos pasajes es sobre la misión que les encomienda Jesús,
sobre esparcir el mensaje del evangelio del reino y que estarían expuestos a la
persecución por parte de los judíos (Mt. 10:6, 17); eventualmente morirían en
la misión. En este versículo, Jesús les dice que no teman a estos persecutores,
que solo pueden matar su cuerpo y no su alma, más bien ellos serían
recompensados (Mt. 19:27-30, Lc. 22:24-30). Ahora bien, si no perseveran en su
misión, naturalmente apostatarían al judaísmo y se unirían a la resistencia
judía contra Roma una vez llegada la guerra —resistencia alentada por los
falsos profetas— pereciendo en ‘Valle de Hinóm’, en el lugar de fuego en el que
se transformaría la ciudad.
Lo llamativo acá no es solo la destrucción del cuerpo en este lugar, sino
también hay un castigo al alma del reprobado. El mismo que mata el cuerpo
también destruye el alma (Mateo) o después de muerto, su alma es echada por
este mismo asesino al ‘Valle de Hinóm’ (Lucas). Estos que destruyen el cuerpo
son los romanos; dan muerte física y luego su alma es echada al ‘Valle de
Hinóm’ espiritual por la reprobación de Dios y su exclusión del siglo venidero.
En consideración de lo analizado en la sección anterior: que después de
la vida terrenal hay una vida espiritual, se infiere que la vida futura de
estos reprobados es equivalente al ‘Valle de Hinóm’, el asedio romano y la
quema de la ciudad, volviendo a la idea tradicional del infierno, géenna, como un lugar espiritual de castigo para
las almas (cf. 2 Pe. 2:4, Ap. 20:12-15). Con esto, el infierno, el ‘Valle de
Hinóm’, es un vehículo doble:[2] por un lado
refiriéndose a la destrucción de Jerusalén e Israel por mano de los romanos, y
por otro lado haciendo referencia un lugar de sufrimiento para las almas de los
reprobados.[3]
En consideración de lo anterior se entienden estos pasajes: “Porque todo
el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por
causa de mí, la hallará. Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el
mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” (Mt.
16:25-26) e “Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre; mas el que
persevere hasta el fin, éste será salvo” (Mt. 10:22), en el sentido que todo
aquel que no quisiera completar su misión de llevar el evangelio del reino por
temor a perder la vida, sería reunido junto con los otros judíos malos para ser
destruidos y atormentados en cuerpo y alma en la condena del ‘Valle de Hinóm’.
[1]
Ver capítulo diez: Evangelios I: antecedentes clave, sección sobre La
generación mala y adúltera.
[2]
Que un vehículo represente a dos tenores es poco usual pero posible. En Ap.
17:3 por ejemplo, las siete cabezas de la bestia escarlata representan
explícitamente siete montes (Ap. 17:9) y a la vez siete reyes (Ap. 17:10).
[3]
A pesar de lo expresado en el paralelo de Mateo: que el alma es ‘destruida’ y
puede sugerir aniquilación, el alma no es aniquilada, sino que es atormentada
según la concepción tradicional del infierno como se ve en Lc. 16:19-31 o Ap.
20:10. Ciertamente estos pasajes no utilizan el término géenna, pero es
claro que con otras expresiones similares se están refiriendo al mismo
concepto.