11.21 Evangelios II: parábolas y anuncios: Cuerpo y alma en el infierno

 


 

Mt. 10:28

Lc. 12:4-5

Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno.

Mas os digo, amigos míos: No temáis a los que matan el cuerpo, y después nada más pueden hacer. Pero os enseñaré a quién debéis temer: Temed a aquel que después de haber quitado la vida, tiene poder de echar en el infierno; sí, os digo, a éste temed.

 Como se ha referido anteriormente,[1] la palabra griega para ‘infierno’ es γέεννα “géenna” (G1067) es una expresión hebrea que quiere decir ‘Valle de Hinóm’; es el valle que al pie de la muralla sur de Jerusalén. En ese lugar se quemaba la basura de la cuidad, habiendo constante fuego y podredumbre (Mr. 9:43-48). Mediante hipocatástasis se hace una comparación entre el vertedero incendiándose (vehículo) y la condena por fuego del año 70 d.C. (tenor). Claramente si se considera que la condena del ‘Valle de Hinóm’ sería sobre aquella generación mala y adúltera (Mt. 23:15, 33 cf. Mt. 3:7), la relación de esta referencia con la devastación romana —solo algunos años más tarde— es muy sugestiva. Lo que Jesús dice entonces es: «…temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el Valle de Hinóm».

El contexto de estos pasajes es sobre la misión que les encomienda Jesús, sobre esparcir el mensaje del evangelio del reino y que estarían expuestos a la persecución por parte de los judíos (Mt. 10:6, 17); eventualmente morirían en la misión. En este versículo, Jesús les dice que no teman a estos persecutores, que solo pueden matar su cuerpo y no su alma, más bien ellos serían recompensados (Mt. 19:27-30, Lc. 22:24-30). Ahora bien, si no perseveran en su misión, naturalmente apostatarían al judaísmo y se unirían a la resistencia judía contra Roma una vez llegada la guerra —resistencia alentada por los falsos profetas— pereciendo en ‘Valle de Hinóm’, en el lugar de fuego en el que se transformaría la ciudad.

Lo llamativo acá no es solo la destrucción del cuerpo en este lugar, sino también hay un castigo al alma del reprobado. El mismo que mata el cuerpo también destruye el alma (Mateo) o después de muerto, su alma es echada por este mismo asesino al ‘Valle de Hinóm’ (Lucas). Estos que destruyen el cuerpo son los romanos; dan muerte física y luego su alma es echada al ‘Valle de Hinóm’ espiritual por la reprobación de Dios y su exclusión del siglo venidero.

En consideración de lo analizado en la sección anterior: que después de la vida terrenal hay una vida espiritual, se infiere que la vida futura de estos reprobados es equivalente al ‘Valle de Hinóm’, el asedio romano y la quema de la ciudad, volviendo a la idea tradicional del infierno, géenna, como un lugar espiritual de castigo para las almas (cf. 2 Pe. 2:4, Ap. 20:12-15). Con esto, el infierno, el ‘Valle de Hinóm’, es un vehículo doble:[2] por un lado refiriéndose a la destrucción de Jerusalén e Israel por mano de los romanos, y por otro lado haciendo referencia un lugar de sufrimiento para las almas de los reprobados.[3]

En consideración de lo anterior se entienden estos pasajes: “Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará. Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” (Mt. 16:25-26) e “Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre; mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo” (Mt. 10:22), en el sentido que todo aquel que no quisiera completar su misión de llevar el evangelio del reino por temor a perder la vida, sería reunido junto con los otros judíos malos para ser destruidos y atormentados en cuerpo y alma en la condena del ‘Valle de Hinóm’.



[1] Ver capítulo diez: Evangelios I: antecedentes clave, sección sobre La generación mala y adúltera.

[2] Que un vehículo represente a dos tenores es poco usual pero posible. En Ap. 17:3 por ejemplo, las siete cabezas de la bestia escarlata representan explícitamente siete montes (Ap. 17:9) y a la vez siete reyes (Ap. 17:10).

[3] A pesar de lo expresado en el paralelo de Mateo: que el alma es ‘destruida’ y puede sugerir aniquilación, el alma no es aniquilada, sino que es atormentada según la concepción tradicional del infierno como se ve en Lc. 16:19-31 o Ap. 20:10. Ciertamente estos pasajes no utilizan el término géenna, pero es claro que con otras expresiones similares se están refiriendo al mismo concepto.

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