6.3 El lenguaje en la profecía: Audiencia y tiempo

 


Para orientarnos en el cumplimiento de las profecías, hay que prestar atención a las personas tangibles a quienes iba dirigida la profecía. Es un rotundo error sacar las profecías Bíblicas de su contexto y propósito concreto para diluirlas a ideas que rayan en lo abstracto. Respecto a esto, Gary V. Smith comenta:

 

Los profetas eran comunicadores que comunicaron las palabras de Dios para transformar la manera de pensar y la conducta social de sus oyentes… Eran personas reales que intentaron comunicar mensajes urgentes a sus amigos e incluso a algunos enemigos.[1]

 No se trata de principios que cíclicamente se van repitiendo en la historia, y mientras no se declare lo contrario, no podemos pretender entender la profecía apocalíptica como un mensaje aplicable directamente a todas las personas de todos los tiempos. La profecía tampoco es un arreglo de acertijos y adivinanzas que deben ser resueltas para entregar un mensaje codificado en el futuro. El profeta tenía un mensaje particular de parte de Dios para un pueblo en particular por un motivo en particular. Generalmente encontramos esta información en los encabezados de cada oráculo, que se conocen como el ‘tema’ de la profecía, por ejemplo, Isaías profetizó puntualmente sobre distintos pueblos: Babilonia (13:1), Filistea (14:28), Moab (15:1), Damasco (17:1) y cada profecía tuvo su cumplimiento específico sobre el pueblo que fueron decretadas. Como dice José Martínez:

 

Nunca las predicciones veterotestamentarias se hicieron de modo abstracto, sino estrechamente relacionadas con situaciones concretas en las que Dios irrumpía con su mensaje. En algunos casos pueden tener una proyección más dilatada y apuntar a otro acontecimiento histórico situado en tiempos más remotos; pero siempre el profeta hablaba a sus contemporáneos de acuerdo con sus necesidades, en especial la necesidad de renovar su confianza en Dios y de obedecer su Palabra.[2]

 Respecto al tiempo del cumplimiento de estas, debemos respetar los marcadores de tiempo que la misma profecía define. Hay profecías apocalípticas en que se establece su cumplimento en breve (Is. 13:6) como hay otras que su desenlace debe ser dilatado (Dn. 12:4-9) porque así explícitamente se señala. Como señala Milton Terry:

 

Cuando un escritor bíblico nos dice que cierto acontecimiento tendrá lugar presto, dentro de corto tiempo, o que está por realizarse, es contrario a toda corrección el afirmar que sus declaraciones nos permiten creer que el acontecimiento se halla en un futuro lejano. Es un reprensible abuso del lenguaje el decir que las palabras presto, inmediatamente, o cercano, signifiquen de aquí a tantos siglos o después de largo tiempo.[3]

Es un muy grave error pensar que hagiógrafos —sobre todo en los escritos del Nuevo Testamento— estaban pensando en nosotros al redactar las Escrituras. Sin dudas que estas son útiles para hoy, es la única fuente de donde obtenemos la revelación segura de Dios; no se trata de un elemento de arqueología cuyo mensaje es obsoleto. Sin embargo, las profecías y textos bíblicos deben ser entendidas como si mirásemos correspondencia ajena escrita en el pasado y bajo sus propios términos; en su contexto y entendiendo la referencia al destinatario original.


[2] Martínez, Hermenéutica Bíblica, pág. 308, abreviado.

[3] Terry, Hermenéutica, pág. 205.

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