4.5 Figuras literarias de significado: Las parábolas de Jesús
Es innegable tanto la fascinación como la confusión que producen estas
figuras. Para efectos de estudio, este grupo especial de figuras entran en lo
que se denomina “Hermenéutica especial”, lo que significa que se pueden
formular más especificaciones hermenéuticas que las establecidas en las reglas
generales. Esto es para ciertos grupos de elementos particulares dentro de las
Escrituras que comparten características comunes. En este sentido, podemos especificar
más detalladamente los tres aspectos de la sección anterior sobre
consideraciones para la interpretación. Pero antes de entrar de lleno en
aquello, hay que analizar el trasfondo histórico de la interpretación de las
parábolas de Jesús.
Las parábolas no eran figuras exclusivas de Jesús, más bien era una
manera conocida de enseñanza por sus contemporáneos. Se nos documenta: “Entre
los maestros judíos, la parábola era un procedimiento corriente y perfectamente
asequible para ilustrar una idea, y las parábolas de Jesús tienen una forma
semejante a las rabínicas”.[1] Estas expresiones aparte
de utilizadas por los maestros de la ley contemporáneos a Jesús, también son
encontradas en el Talmud y otros libros del judaísmo.[2] Sin embargo, con
los padres de la Iglesia a partir del siglo I y II surgieron interpretaciones
alegóricas a estas parábolas, como se detalla en la sección sobre el Método
Alegórico del capítulo dos, y como se nos fundamenta: “Por el contrario [en
contraste con el judaísmo palestino], en el mundo helenístico estaba muy
difundido el empleo de mitos, interpretados alegóricamente, como vehículo de
una doctrina esotérica, y no es extraño que se esperara de los maestros
cristianos algo semejante. Esto es, indudablemente, lo que dio lugar a
interpretaciones erróneas”.[3] Posteriormente y
por siglos, las parábolas de Jesús fueron interpretadas alegóricamente. No
obstante, hacia el fin del siglo XIX tenemos la publicación del notorio trabajo
de Adolf Jülicher,[4]
donde uno de sus grandes aportes fue señalar que las parábolas de Jesús no se
tratan de alegorías abiertas, sino comparaciones sujetas a las normas de la
hermenéutica, también rechazó la práctica de buscar significados elevados y
ocultos sobre un abanico de grandes verdades generales y atemporales en cada
detalle de las parábolas, y abogó por una interpretación clara y única
fundamentada en el contexto particular del ministerio de Cristo.
Jülicher entendía que el ministerio de Jesús se trataba sobre el reino de
Dios; en su proclamación y revelación de aspectos morales a multitudes judías,
las cuales —según su visión— estaban dispuestas a oírle pero que necesitaban de
estos recursos didácticos para entender sus enseñanzas. Esta idea a nivel
popular se extendió, pero a nivel académico surgieron varias otras corrientes
sobre el propósito del ministerio de Jesucristo —por consiguiente, de sus
parábolas— y de la perspectiva desde la cual se aborda su persona.
A comienzos del siglo XX y luego de la llegada de las ideas de Jülicher,
muchos siguieron tratando de esclarecer el propósito que tenían las parábolas
de Jesús dentro de su ministerio.[5] Se destaca a Joachim
Jeremias, Johannes Weiss, Albert Schweitzer y Charles Harold Dodd, quienes argumentaron
que las multitudes de Galilea no seguían a Cristo cautivadas por su mensaje del
amor de Dios, por sus enseñanzas morales y de fraternidad, como si se tratara
del pacífico fundador de una escuela de pensamiento que con mesura expone su
mensaje,[6] más bien se
refiere, por el contrario, a “una breve y tremenda crisis que tiene a Jesús por
protagonista y es producida de hecho por su aparición”.[7] Se trata de una seria
ruptura escatológica que viene a generar una gran tensión en la tierra santa.
Muchas de sus parábolas tienen como motivo confrontar a los fariseos,
anunciando la irrupción del reino de Dios en el mundo; invitando por un lado a
la gente que decida a seguirlo y por otro condenando a quienes no se
arrepienten de sus prácticas ni reconocen la obra de Dios ni a su enviado. El
evangelio de Jesús fue dirigido a Israel como una nación con un llamado para
abandonar el camino de su nacionalismo terrenal y volver a una verdadera
comprensión de su papel como pueblo de Dios. [8] Se trata de un tiempo
de arrepentimiento y decisión. Al inicio del ministerio de Jesús, en Mt.
3:10,12, Juan el Bautista lo anuncia en términos de: “Y ya también el hacha
está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen
fruto es cortado y echado en el fuego… Su aventador está en su mano, y limpiará
su era; y recogerá su trigo en el granero, y quemará la paja en fuego que nunca
se apagará”. Jesús continuó con el discurso de su heraldo, y repetidamente advierte
que de ignorar su enseñanza, la nación se dirigía a un desastre irrecuperable. Continúa
su ministerio con expresiones en el tenor de: “Fuego vine a echar en la tierra;
¿y qué quiero, si ya se ha encendido?” (Lc. 12:49), “No penséis que he venido
para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada” en Mt. (10:34).
Por el rechazo a su mensaje, condena a las ciudades de Galilea (Mt. 10:15) y a
Jerusalén (Mt. 23:37-38). Se ve a Jesús refiriéndose a los fariseos en términos
como: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque diezmáis la
menta y el eneldo y el comino, y dejáis lo más importante de la ley: la
justicia, la misericordia y la fe… ¡Serpientes, generación de víboras! ¿Cómo
escaparéis de la condenación del infierno?” (Mt. 23:23,33).[9] La tensión que
genera la irrupción de Jesús se va acrecentando durante su ministerio hasta que
“llega su hora” y finalmente los judíos con alevosía matan al Ungido del Señor.
Es bajo este propósito en particular que se debieran entender las
parábolas de Jesús. Desarrollando esta idea, C. H. Dodd dice:
Según esto, es de esperar que las
parábolas aludan a la situación concreta y crítica en que se hallaban Jesús y
sus oyentes; y cuando nos preguntamos por su aplicación, debemos centrarnos no
en el terreno de los principios generales, sino en la situación particular en
que fueron pronunciadas las parábolas. La labor del intérprete consiste en
descubrir, si puede, el puesto de una parábola en la situación que contemplan
los Evangelios y luego la aplicación que ella misma pudo sugerir a quienes se
hallaban en tal situación.[10]
Entendiendo este concepto, Joachim Jeremias reafirma que: “Las parábolas
hay que colocarlas en la situación de la vida de Jesús”.[11] Para estos
autores, lo más sensato entonces sería buscar el sentido de estas parábolas
bajo la óptica de la crisis escatológica que generó su venida y en las ideas
que se pueden suponer sobre los primeros oyentes de Jesús —fundamentadas en las
Escrituras del Antiguo Testamento—, más que sobre la experiencia de la Iglesia
primitiva de los primeros siglos.[12]
Por otro lado, el concepto referente a definiciones taxativas sobre
parábolas y alegorías, denotado en la sección anterior como la ‘definición
clásica’ —que las parábolas son símiles extendidos y las alegorías son
conjuntos de metáforas— es introducida por Jülicher como un intento por acotar
y definir bien estos conceptos; evitando interpretaciones bajo un método
alegórico que busquen significados en cada detalle, más allá de lo que el texto
pueda admitir.[13]
El problema con la anterior definición recae fundamentalmente en las parábolas;
no todas las enseñanzas de Jesús pronunciadas de forma figurada calzan en esta
definición clásica de parábola. Tenemos símiles simples, no extendidos, como en
Mt. 13:33 (parábola de la levadura) que tiene un versículo de extensión,
metáforas e hipocatástasis comunes como en Mt. 7:6 “No deis lo santo a los
perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las
pisoteen, y se vuelvan y os despedacen”, y por otro lado relatos que calzarían
perfectamente en la definición común de alegoría como en las parábolas del
libro de Juan, donde no hay una comparación explícita y muchas veces hay varios
puntos de comparación.[14] En pos de una
correcta definición, se debe analizar lo que el evangelio de San Mateo nos
dice:
Todo esto habló Jesús en parábolas
a las multitudes, y nada les hablaba sin parábola, para que se cumpliese lo
dicho por el profeta, cuando dijo: Abriré en parábolas mi boca; declararé cosas
escondidas desde la fundación del mundo. (Mt. 13:34-35).
Aquí se hace referencia a Sal. 78:2, donde dice: “Abriré mi boca en
proverbios (heb. מָשָׁל,“mashal”); hablaré cosas
escondidas (heb. חִידוֹת
“jidot”) desde tiempos antiguos”. El término mashal es un concepto
amplio que da la idea de un tropo, como el símil y a su vez de una máxima, como
un proverbio o refrán. El término jidáh —forma singular de jidot—
se refiere a algo anudado u oculto cuyo propósito es ser develado, es decir, en
este contexto se trataría de un tropo. En definitiva y considerando la
definición dentro de un paralelismo, hablamos de un término que engloba varios
conceptos: que contiene lenguaje figurado y constituye un refrán o expresión
memorable. Entonces, la definición que debamos utilizar para las parábolas de
Jesús, debiera comprender todas las formas de lenguaje figurado que utilizaba.
La definición que ulteriormente se desarrolló de las parábolas de Jesús —de
parte de autores posteriores a Jülicher— abarca principalmente dos aspectos: el
primero es que las parábolas son figuras que tienen un fin argumentativo; se
hallan expresiones como ¿qué os parece…? o se induce a la reflexión,[15] y el segundo
aspecto es que el vehículo de estos tropos es tomado de elementos cotidianos o de
la naturaleza para ser utilizados en comparación mediante comparaciones
pragmáticas.
Finalmente, podemos agregar que los conceptos desarrollados en este
capítulo son en general herencia de la gramática griega: de Aristóteles y los
retóricos griegos —posteriores a la composición del Antiguo Testamento.[16]
El hebreo clásico no tenía una jerga gramatical tan desarrollada como la de los griegos y encerraban en la palabra mashal una variedad de elementos retóricos y figurativos.[17] Considerando entonces las definiciones hebreas del término, no debiera haber inconvenientes en llamar como ‘parábola’ a cada una de las figuras de comparación utilizadas por Cristo, mientras se entiendan como tal y se utilice una oportuna exégesis para interpretarlas.
[1]
Dodd, Las Parábolas del Reino, pág. 26.
[2] Terry, op. cit., pág. 74.
[3] Dodd, op. cit., pág. 26.
[5]
Entiéndase este propósito de sus parábolas como dentro de su ministerio, no el
propósito en sí de utilizar parábolas. A esto último, se puede decir que hay
tres propósitos: es un recurso revelar una doctrina a sus discípulos, para a su
vez ocultar ciertas doctrinas a quienes Jesús condena (Mr. 4:10-12), y para dar
cumplimiento a las Escrituras (Mt. 13:34-35). No obstante, los fariseos y
escribas muchas veces entendían sus parábolas (Mt. 21:45).
[6]
Dodd, Las Parábolas del Reino, pág. 38.
[7] Ibíd.
[8] Caird, The language and imagery of the Bible, pág. 265.
[9]
Este propósito se veía reflejado no solo en sus parábolas, sino también en gran
parte sus de otros dichos y actos y en algunos de sus milagros.
[10]
Dodd, op. cit., pág. 38.
[11]
Joachim Jeremias, Las Parábolas de Jesús
(Estella: Editorial Verbo Divino, 1974), pág. 25. El concepto de ‘la
situación de la vida’ proviene de Hermann Gunkel que en 1918 acuñó el término ‘Sitz
im Leben’, buscando enfocar a este contexto general y atendiendo a una
situación social e histórica particular, más que simplemente centrarse el
género literario como se venía haciendo hasta el momento. Este concepto también
tiene otras aplicaciones, como su uso en la crítica de los escritos bíblicos.
[12]
C. H. Dodd insistía en sumergirse en el mundo de Jesús bajo una óptica judía,
desde el contexto político que se vivía referente a la tensión que generaba la
invasión y ocupación romana en la tierra santa, pasando por la situación moral
de los maestros de la ley, hasta los aspectos triviales de la vida común del
palestino de antes del año 70 d.C.; se deben entender los elementos del
vehículo de estas figuras desde esta perspectiva. Actividades como banquetes,
bodas, siembras, pesca, entre otros deben ser analizados en este contexto y no
en el de los padres de la Iglesia en su contexto griego ni menos en el del
lector actual.
[13] Bernard Ramm, Protestant Biblical Interpretation, Tercera
Edición revisada (Grand Rapids: Baker Book House, 1970), pág. 279.
[14]
Por ejemplo, en Jn. 15:1-17, la parábola de la vid, donde los tenores son:
Jesús, el Padre, los discípulos y sus respectivos vehículos son: la vid, el
labrador y los pámpanos; habiendo comparaciones del tipo pragmático. Acá
tampoco hay una introducción que denote una comparación explícita, del tipo “El
reino de los cielos es semejante a…”
[15]
Al contrario de las alegorías que son conformadas con un propósito estético:
para ornamentar las ideas que expone, sin buscar un propósito argumentativo.
[16]
Este hecho no resta validez al análisis gramatical
desarrollado; solo especifica más detalladamente las figuras que los hebreos
entendían y usaban, pero bajo un único término más amplio y general. Es un tema
solo de nomenclaturas, ya que estos conceptos finalmente son universales.
[17] Caird, The language and imagery of the Bible, pág. 184.