8 Pactos, eras y reinos (Introducción)

 


La premisa básica según la cual los judíos entendían su relación con Dios, era mediante la idea de pacto. La diferencia entre un israelita y un gentil era su posición en relación al convenio divino: dentro o fuera del pacto con Dios. Los pactos de Dios se pueden definir como: “un vínculo legal que establece una relación favorable entre las partes basada en ciertos términos específicos y promete bendiciones a la adhesión fiel a esos términos, mientras que amenaza con maldiciones por el abandono infiel de los mismos”.[1] Como esquema general se puede decir que desde la perspectiva judía, al menos para el tiempo del Segundo Templo, existían dos pactos: el de Moisés y el del Mesías.[2] El primer pacto era bajo el cual vivían en aquel tiempo y el segundo era —para ellos— venidero.


    El planteamiento de este capítulo es que estos pactos dan origen a una relación de señor-siervo entre Dios y su pueblo,[3] lo que sienta las bases para un reino donde Dios es el rey. Estos reinos a su vez están insertos en un marco temporal, al cual en las Escrituras se le denomina como ‘era’ o ‘siglo’. El objetivo del capítulo es buscar un acercamiento general a la perspectiva de los contemporáneos a Cristo sobre este tema, lo que servirá de antecedente para proponer una exégesis preterista en la tercera parte.

[2] Con esto no se busca desconocer lo planteado luego del siglo XVII con la Teología del Pacto reformada o el Federalismo bautista y su desarrollo anterior, lo cual es considerado como un gran avance en teología, más bien el fin es contextualizar en la manera de ver este tópico por parte de los hagiógrafos. Tampoco se desconoce lo que Dios pactó con Adán, Noé, Abraham o David, sin embargo, estos no tenían la relevancia y trascendencia práctica de los pactos de Moisés y del Mesías en el periodo del Segundo Templo.

[3] El hecho que Dios pacte con el hombre tomando unilateralmente la iniciativa, habla que Él es soberano sobre su creación; Él es el rey de la creación. Sin embargo, dentro de aquel reinado sobre la creación en general, Dios se dispone a establecer un reino en particular sobre la gente con el cual Él establece un pacto. Esta clase de pacto es reflejo de los pactos típicos de la antigüedad, pactos conocidos como de soberano-vasallo.

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