11.20 Evangelios II: parábolas y anuncios: Resurrección como los ángeles

 


Las últimas dos secciones de este capítulo se centrarán en establecer algunos fundamentos clave sobre un tema que se relaciona directamente con la segunda venida de Cristo: la vida futura.

 

Porque en la resurrección ni se casarán ni se darán en casamiento, sino serán como los ángeles de Dios en el cielo. (Mt. 22:30).

 Esto es un símil, donde el tenor es ‘en la resurrección’, es decir, en la vida después de la muerte y el vehículo es ‘los ángeles Dios en el cielo’.

La controversia en las escrituras viene de una pregunta que hicieron los saduceos —quienes decían que no hay resurrección (Mt. 22:23)— a Jesús para hacerlo caer en contradicción. Le plantearon la situación de una mujer que enviudó de siete maridos, luego ella también murió (Mt. 22:25-27). Los saduceos le preguntan a Jesús que con cuál de los siete maridos que tuvo se quedaría (Mt. 22:28); no podía ella quedarse con todos, evidenciando en esta pregunta que los saduceos tenían en mente una resurrección física de muertos. Cuando Jesús hace su afirmación (v. 30), comparando la resurrección con los ángeles de Dios; seres espirituales e inmortales, esclarece el punto de comparación: la naturaleza, clase o índole de esta resurrección. En el paralelo de Lc. 20:36 se hace aún más explícito el punto de comparación:

 

PORQUE no pueden ya más morir, PUES son iguales a los ángeles, y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección.

 La premisa básica es que la resurrección no tiene una naturaleza carnal, material, física ni tangible. Lo que resulta de la resurrección, la sustancia del cuerpo revivido, comparte la misma naturaleza que ‘los ángeles Dios en el cielo’. Así, lo que se comunica acá es que: «la naturaleza de la resurrección —la vida después de la muerte[1]— es espiritual y eterna».

Notar que en Gn. 6:2-4 se usa la expresión “hijos de Dios” para referirse a seres espirituales (ver 1 Enoc 6:2,[2] cf. 1 Pe. 3:18-20, Jud. 1:6) en contraste con las “hijas de los hombres” que son obviamente terrenales. La unión de estos dio origen a gigantes, seres terrenales pero potenciados. Job 1:6 (cf. 2:1, 38:7) identifica a Satanás como un “hijo de Dios”, en el sentido que es un ser espiritual (cf. Mt. 25:41). En 1 Enoc 71,[3] es claro que para el autor —un judío de algunos siglos antes de Cristo— los Hijos de Dios son indudablemente ángeles o seres celestiales. Esto enfatiza el sentido que los “hijos de la resurrección” serían espirituales: “iguales a los ángeles, hijos de Dios”. Un artículo de la Biblical Archaeology Review, “The Nephilim and the Sons of God”, reporta lo siguiente respecto a los ‘hijos de Dios’:

 

Aunque siglos de tradición rabínica y eclesiástica dirían lo contrario, la audiencia a la que estaba destinado el texto habría entendido que los ‘hijos de Dios’ eran los miembros de la asamblea divina mencionada en toda la literatura del antiguo Cercano Oriente, incluida la Biblia (ver Job 1:6, Job 38:7, Sal. 29:1, Sal. 82). En los textos bíblicos, los ‘hijos de Dios’ generalmente se describen como seres celestiales menores al servicio del Altísimo. En los textos de las culturas que rodeaban a Israel, como la literatura cananea encontrada en Ugarit, los ‘hijos de Dios’ aparecen de manera similar como seres divinos al servicio del rey de los dioses, El, y su reina, Asera. En esto se incluyen también los dioses Baal, Anat, Astarté, Yam y Mot. La audiencia de Génesis definitivamente habría entendido que estos llamados ‘caídos’ son descendientes de seres celestiales y mujeres humanas. (Casualmente, la raíz de la palabra Nefilim se usa en otros lugares para abortos espontáneos y otros nacimientos extraños, Ex. 21:22).[4]

 Flavio Josefo en Antigüedades 1.72 asume los mismo, esto se replica también en el comentario sobre Gn. 6:4 del Targum del Pseudo-Jonathan, y muchos otros apócrifos judíos asumen la misma idea. Por su parte, David Atkinson señala que en el mundo antiguo existen muchos relatos sobre matrimonios entre seres humanos y dioses,[5] aunque el relato de Génesis está exento del misticismo de aquellas leyendas paganas.[6]

Por otro lado, Jesús NO está respondiendo acá «Porque en la resurrección ni se casarán ni se darán en casamiento, ASÍ COMO no se casan los ángeles de Dios en el cielo», de haber dicho eso, el punto de comparación entre los resucitados y los ángeles habría sido solamente la imposibilidad de casarse. Lo que Jesús SÍ dijo fue: “Porque en la resurrección ni se casarán ni se darán en casamiento, SINO SERÁN COMO los ángeles de Dios en el cielo” (Mt. 22:30), en el sentido que “son iguales a los ángeles” (Lc. 20:36), la comparación de la resurrección con los ángeles entonces no es solo en el aspecto marital, sino en todo sentido. Si bien los saduceos iniciaron la pregunta preguntando sobre el asunto práctico del matrimonio, que este sería incompatible con la resurrección, Jesús termina con toda posible discusión sobre esta materia indicando que «lo resultante de la resurrección en sí (y no solo el aspecto del matrimonio) compartiría la misma naturaleza con los ángeles de Dios en el cielo, espiritual».

Como se ha argumentado anteriormente,[7] la resurrección tendría lugar en la segunda venida, en el inicio del siglo venidero. Esto se anuncia en los mismos evangelios (Jn. 6:39-40) como la esperanza del establecimiento en plenitud del reino de Dios. El paralelo de esta perícopa registrada por Lucas lo aclara:

 

Entonces respondiendo Jesús, les dijo: Los hijos de este siglo se casan, y se dan en casamiento; mas los que fueren tenidos por dignos de alcanzar AQUEL SIGLO y la resurrección de entre los muertos, ni se casan, ni se dan en casamiento. (Lc. 20:34-35).

 En Mt. 12:38-42, 19:27-30 cf. Hch. 3:21, Jesús también señala esta resurrección como el momento final de vindicación anhelado por los perseguidos y martirizados por causa del evangelio a manos de los judíos (Ap. 6:9-11, 20:4a), la purificación de lo corrompido del siglo a ellos presente (los judíos) para dar paso al siglo venidero, donde los justos podrían manifestarse de forma plena (era cristiana, cf. Mt. 13:39-43).

En esta interpretación generalmente se ha errado en el tenor —o deliberadamente forzado—, tomando como referencia para la comparación con los ángeles ‘el casamiento’ y no ‘la resurrección’. En otras palabras, para no reconocer la resurrección espiritual, muchos intérpretes erróneamente ven esto como que: «en la resurrección, los hombres no se casarán, así como no se casan los ángeles porque son seres espirituales», argumentando que se daría una resurrección física pero glorificada; perfeccionada pero aún física. La comparación con los ángeles sería entonces —para la perspectiva de estos intérpretes— solo en el aspecto del matrimonio.[8] Esto ocurre porque se analiza el texto con la preconcepción de encontrar allí una resurrección corporal (eiségesis), contraviniendo el principio hermenéutico básico de la exégesis que se discute en la primera parte del libro.[9]



[1] Nótese que las 8 personas —los 7 maridos y la mujer viuda— ya habían muerto.

[2] En 1 Enoc caps. 6-8, se relata como 200 ángeles (referidos ahí también como “vigilantes” e “hijos del cielo”) bajaron del cielo al monte Hermón para engendrar gigantes con las mujeres humanas (referidas como “hijas de los hombres”) causando gran corrupción; expandiendo el relato de Gn. 6:1-4.

[3] 1 Enoc 71:1 dice: “Y ocurrió entonces que mi espíritu fue trasladado y ascendió a los cielos y vi a los hijos de Dios. Ellos caminaban sobre llamas de fuego, sus ropas eran blancas y su cara resplandecía como el cristal”.

[4] Jaap Doedens, “The Nephilim and the Sons of God” en Biblical Archaeology Society, Biblical Archaeology Review, volumen 46, número 3, verano de 2020 (Washington DC: Biblical Archaeology Society, 2020), pág. 64.

[5] David Atkinson, Génesis 1-11: Los albores de la Creación (Barcelona: Publicaciones Andamio; Grand Rapids: Libros Desafío, 2010), pág. 169.

Además, el autor asocia el patrón de la caída del hombre de “ver, bueno, tomar” (Gn. 3:6) con el acto de los ángeles, homologando la escena de la caída humana, pero ahora en la esfera espiritual. El autor hace estas referencias para apoyar la idea que los ‘hijos de Dios’ de Gn. 6:1-4 son seres angelicales.

[6] Compárese con D. A. Carson, R. T. France, J. A. Motyer y G. J. Wenham ed., Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno, Segunda Edición (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2019), pág. 78.

[7] Ver capítulo nueve: La transición, sección sobre Una única segunda venida.

[8] Ejemplos de esta interpretación se pueden ver en Hendriksen, Comentario al Nuevo Testamento, Mateo, pág. 485, en Samuel Pérez Millos, Comentario Exegético al Texto Griego del Nuevo Testamento, Mateo, pág. 1515, en N. T. Wright, La Resurrección del Hijo de Dios (Estella: Editorial Verbo Divino, 2008), pág. 525, y en general en la mayoría de comentarios sobre este pasaje.

[9] Ver capítulo uno: Sola Scriptura, sección sobre Inspiración divina e interpretación privada.

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