11.7 Evangelios II: parábolas y anuncios: Los niños de las plazas y los hijos de sabiduría
Mas ¿a qué compararé esta
generación? Es semejante a los muchachos que se sientan en las plazas, y dan
voces a sus compañeros, diciendo: Os tocamos flauta, y no bailasteis; os
endechamos, y no lamentasteis. Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y
dicen: Demonio tiene. Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y dicen: He
aquí un hombre comilón, y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores.
Pero la sabiduría es justificada por sus hijos. (Mt. 11:16-19).
Se trataba del momento en la historia en que se apareció el Mesías
prometido: tiempo de gozo, de alegría y júbilo único, no obstante, así como
cuando los niños tocaban la flauta para un matrimonio o algún festejo y la
gente no bailaba, aquella generación desechaba la actitud festiva del Señor,
acusándole de insensato o juerguista, mirando de mala forma su acercamiento a
impuros. En contraste, lo esperable para aquel tiempo era que, si alguien
provenía de Dios como profeta debería ser cercano a aquellos —supuestamente—
más piadosas: sacerdotes, escribas, ancianos, maestros y en general gente
consagrada al Señor, sin embargo, a estos Jesús los consideraba como una
generación mala y adúltera, endurecidos en sí mismos al no ver su propio
pecado.
El momento de la endecha había llegado con Juan el Bautista y su mensaje
sobre arrepentimiento para perdón de pecados (Mt. 11:1-15), advirtiendo sobre
la ira venidera, pero con todo, aquellos malos que se tenían a ellos mismos por
buenos no se arrepentían de su mal porque ni siquiera se reconocían malos, como
dijo Jesús: “Mas los fariseos y los intérpretes de la ley desecharon los
designios de Dios respecto de sí mismos, no siendo bautizados por Juan” (Lc.
7:30). Éstos comparables a los dichos de los niños de las plazas: “endechamos,
y no lamentasteis”. En este sentido, los pecadores de la sociedad de aquel
tiempo eran conscientes de su condición y la aceptaban; su actitud ante la
reprensión era favorable y Jesús se alegraba de ello.
Jesús expresa esto en forma de una pequeña parábola de la vida del
pueblo; los niños probablemente tocan en bodas (donde típicamente los hombres
bailaban) y las niñas en los funerales (donde las mujeres eran habitualmente las
dolientes) entonces los dos grupos son los niños y las niñas que se critican
entre sí.[1] La parábola
relaciona a ‘esta generación’ con los niños, en el sentido que no se
corresponden con la actitud festiva o de duelo que corresponde tener según la
ocasión.
Al final de la parábola, a modo de contraste con estos reprobados, Jesús
dice: “Pero la sabiduría es justificada por sus hijos/obras”.[2] Estos deben ser los
que sí reconocen lo que sucede, los hijos de la sabiduría en quienes se ven las
justas obras de sabiduría. En relación al tiempo de Juan, Jesús en Lc. 7:29
dice: “Y todo el pueblo y los publicanos, cuando lo oyeron, justificaron a
Dios, bautizándose con el bautismo de Juan”, por otro lado los religiosos acusaban
a Jesús de: “He aquí un hombre comilón, y bebedor de vino, amigo de publicanos
y de pecadores” (v. 19) así que en este sentido, los publicanos y marginados
sociales[3] que se constriñeron
de su pecado y se arrepintieron eran ahora llamados ‘hijos de sabiduría’, en
contraste con ‘esta generación’: aquella generación mala y adúltera que no
reconoció su oportunidad de arrepentimiento con la llegada de Juan (v.
17b, cf. Mt. 9:9-13, 17:11-12, 21:25-32, Lc. 7:30). En el banquete de
bodas con los padres —junto con muchos gentiles— estos pecadores entraron en el
reino de Dios.
[1] R. T. France, The Gospel of
Matthew, The new international commentary on the New Testament (TNICNT)
(Grand Rapids: Eerdmans Publishing Co., 2007), comentario ad hoc.
[2]
En los manuscritos griegos más confiables, Mt. 11:19 registra ‘obras’ (NA28),
mientras que Lc. 7:35, pasaje paralelo, registra ‘hijos’.
[3]
Publicanos, rameras y pecadores eran despreciados tanto por la clase religiosa
como por todo el pueblo. Para ellos era una deshonra tenerlos en medio de
Israel. Los publicanos estaban al servicio de los romanos para recaudar
impuestos y generalmente estafaban a sus propios compatriotas.