10.3 Evangelios I: antecedentes clave: La generación mala y adúltera
La descripción de
Flavio Josefo sobre los judíos que vivieron en el tiempo de la destrucción del
Templo y de la caída de Jerusalén es esta:
No podré contar particularmente las
maldades de todos éstos… ni creo que hubo una generación en el mundo que haya
producido tanta maldad y bellaquería. Finalmente, también maldecían a los
mismos judíos, por parecer menos impíos y menos malos contra los extranjeros. Confesaban
lo que eran, siervos, esclavos y gente bastarda, sin honra y sin nobleza; no
judíos naturales, sino generación mala y perversa.[1]
Los maestros de la ley son catalogados por Jesús de faltos de justicia
(Mt. 5:20), corruptos (Mt. 16:5-12), hipócritas (Mt. 6:2, 6:5, 6:16, 11:16,
12:2, 12:10, 15:1-7, 21:23-27), duros de corazón (Mt. 19:1-9) e insensibles a
lo espiritual (Mt. 15:14, 23:17). El pueblo también es calificado por el Señor
de espiritualmente insensible (Mt. 13:15) e incrédulo (Mt. 13:58). Todas estas
cosas son, en parte, las acusaciones sobre aquella generación que les condujo a
ser juzgados por el Señor. Como Josefo también observó: aquella era la peor
generación que pudo producir el mundo.[4]
Es de vital importancia no perder de vista esta constante en los dichos
de Jesús para lograr identificar adecuadamente a los receptores del juicio. El
primer pasaje en el evangelio de Mateo que desarrolla esto a fondo está en Mt.
12:38-42:
Entonces respondieron algunos de LOS
ESCRIBAS Y DE LOS FARISEOS, DICIENDO: Maestro, deseamos ver de ti señal. El
respondió y les dijo: LA GENERACIÓN MALA Y ADÚLTERA demanda señal; pero señal
no le será dada, sino la señal del profeta Jonás… Los hombres de Nínive se
levantarán en EL JUICIO CON ESTA GENERACIÓN, Y LA CONDENARÁN; porque ellos se
arrepintieron a la predicación de Jonás, y he aquí más que Jonás en este lugar.
La reina del Sur se levantará en EL JUICIO CON ESTA GENERACIÓN, Y LA CONDENARÁ;
porque ella vino de los fines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón, y he
aquí más que Salomón en este lugar. (Abreviado y énfasis añadido).
La generación a la que habla es
«mala y adúltera» (Lc. 11:29). Esta expresión está cargada de reminiscencias y
evocaciones del A.T. Esta generación era «mala». Era ambiente en Israel que, en
los días del Mesías, el pecado abundaría como nunca y se evocaban los días
penales del desierto. Con esta expresión, Cristo evoca, con un rasgo más, que
ha llegado la hora mesiánica. Esa generación era también «adúltera», en el
sentido histórico-bíblico de la palabra. Dios, Yahvé, era el esposo de Israel.
Cuando Israel pecaba, se volvía a los ídolos, era infiel a Dios, era «adúltera»
(Is. 1:21; 50:1; Ez. 16 y 23; Os. 1:2, etc.). Como aquí, que rechazaba el «desposorio»
mesiánico con Dios hecho hombre.[6]
Jesús durante todo su ministerio creó una tensión con la práctica
religiosa del pueblo, sobre todo con los maestros de la ley. Esta tensión se
rastrea desde el discurso de Juan el Bautista (Mt. 3:7-12), acrecentándose en
cada encuentro entre los fariseos, sacerdotes, escribas y otros maestros de la
ley con el Señor, terminando el conflicto y la tensión en la muerte de Jesús, a
manos de ellos. Esta tensión la propicia Jesús al pronunciar sobre la clase
sacerdotal y religiosa toda clase de acusaciones, las cuales culminan con ‘Los
ayes sobre los fariseos y escribas’ en Mt. 23. Este pasaje es importante para
reforzar la identificación de quienes serían los sometidos al juicio de Dios. En
Mt. 23:1-28, Jesús acusa a sus oyentes —vosotros, escribas y fariseos— de:
hipócritas, necios, ciegos, falsos, aparentadores, aprovechadores, perjuros, insensatos,
inmundos, faltos de justicia, de misericordia y de fe, entre otros
calificativos, debido a que llevaban una vida religiosa falsa que corrompía la
espiritualidad genuina que exigía Dios. Ellos imponían añadiduras —que ni
siquiera practicaban— a la ley sobre otros como ley de Dios, buscaban aparentar
piedad para ser enaltecidos por el resto y se hacían llamar ‘Rabí’,[7] de esta forma se
ponían como en el lugar de Dios. La clase religiosa —quienes decían perpetuar y
transmitir la ley de Moisés, Mt. 23:2— había caído tan bajo que desviaron la
adoración y la ley no a otros dioses como en otros tiempos, sino a beneficio de
ellos mismos, sin embargo, ellos se tenían a sí mismos por justos y piadosos. Las
acusaciones hechas en los vv. 1-27 se pueden resumir en esto:
Así también vosotros por fuera, a
la verdad, os mostráis justos a los hombres, pero por dentro estáis llenos de
hipocresía e iniquidad. (Mt. 23:28).
Si a pesar de todo esto no aceptan mi disciplina, sino que continúan oponiéndose a mí, yo también seguiré oponiéndome a ustedes. YO MISMO LOS HERIRÉ SIETE VECES POR SUS PECADOS. Dejaré caer sobre ustedes la espada de la venganza prescrita en el pacto. Cuando se retiren a sus ciudades, les enviaré una plaga, y caerán en poder del enemigo. (Lev. 26:23-25, NVI, énfasis añadido., cf. Lev. 26:18, 21, 28).
La última acusación —el último ‘¡Ay!’— en Mt. 23:29: “¡Ay de vosotros,
escribas y fariseos, hipócritas! porque edificáis los sepulcros de los
profetas, y adornáis los monumentos de los justos”[8] es el punto de
partida para la última prueba de la impiedad de la clase religiosa. Ellos
decían: “Si hubiésemos vivido en los días de nuestros padres, no hubiéramos
sido sus cómplices en la sangre de los profetas” (Mt. 23:30), no obstante Jesús
les dice que ellos harían exactamente lo mismo:
Por tanto, he aquí yo os envío
profetas y sabios y escribas; y de ellos, a unos mataréis y crucificaréis, y a
otros azotaréis en vuestras sinagogas, y perseguiréis de ciudad en ciudad. (Mt.
23:34).
“Éstos [los judíos] mataron al
Señor Jesús y a los profetas, y a nosotros nos expulsaron. No agradan a Dios y
son hostiles a todos, pues procuran impedir que prediquemos a los gentiles para
que sean salvos. Así en todo lo que hacen llegan al colmo de su pecado. Pero el
castigo de Dios vendrá sobre ellos con toda severidad”. (1 Tes. 2:15 NVI).
Este pasaje de 1 Tes. recuerda que el castigo sobre ellos sería vigoroso,
lo que concuerda también con el enérgico castigo que Jesús profirió sobre los
maestros de la ley al final de su terrible discurso:[9] “¡Serpientes,
generación de víboras! ¿Cómo escaparéis de la condenación del infierno?” (Mt.
23:33).
La palabra griega para ‘infierno’ es γέεννα “géenna” (G1067) y se
forma a partir de las palabras hebreas גַּיְא “gai” valle (H1516) y הִנּים “Hinóm” (H2011),[10] lit. ‘Valle de
Hinóm’, y se trata del valle situado justo al sur de Jerusalén —al pie de la
muralla sur— el cual llegó a convertirse en un vertedero de basura. Allí eran
lanzados escombros, desechos y animales muertos para ser quemados; motivo por
el cual de allí salía fuego y una continua humareda.[11] Lo proverbial de
este valle también se debía a que en este lugar los reyes Acaz y Manasés
practicaron sacrificios idolátricos al dios fenicio Molok, pasando a sus hijos
por el fuego (2 Re. 16:3, 21:6).[12] Entendiendo esto y
en vista de la condenación hecha a ellos también por Juan el Bautista (Mt.
3:7), es claro que mediante hipocatástasis[13] hay una
comparación del tipo perceptual y pragmática a la vez,[14] donde hay una
similitud tangible y de efecto entre aquel vertedero incendiándose y el destino
de aquella ciudad con sus condenados ciudadanos en el año 70 d.C., que fue
arrasada por el fuego, y con ella a sus corruptos habitantes. En Mr. 9:43-48,
se usa el mismo término géenna para señalar juicio y se añaden algunos
puntos de comparación a la figura: “fuego que no puede ser apagado”, por lo
continuo del fuego del lugar que no deja de arder y donde “el gusano de ellos
no muere”, en referencia a la podredumbre y pestilencia del vertedero que
naturalmente atraía gusanos de forma constante. El Valle de Hinóm es el
vehículo de la figura literaria que compara lo que se profetiza sobre los
ciudadanos de Jerusalén y el punto de comparación es el fuego que consume a
ambos sumado a la corrupción del elemento quemado.
Con todo lo anterior, luego de pronunciar los 7 ayes sobre los
religiosos; profetizar que colmarían la maldad de sus padres, Jesús insiste en
identificarlos a ellos como receptores de esta condena: “para que venga sobre
vosotros toda la sangre justa que se ha derramado sobre la tierra” (Mt. 23:35) la
cual se ejecutaría en los límites de su vida: “De cierto os digo que todo esto
vendrá sobre esta generación” (Mt. 23:36);[15] el registro en
Lucas es también claro en esta indicación: “sí, os digo que [la sangre de los
justos] será demandada de esta generación” (Lc. 11:51).
Esta parte del discurso de Jesús es un claro reflejo de lo profetizado
anteriormente por Jeremías sobre Jerusalén; la estructura y las acusaciones son
equivalentes:[16]
Elemento
profético |
Jeremías |
Elemento profético |
Jesús |
Envío de
profetas. |
Jer. 7:25 |
Envío de
profetas, sabios y escribas. |
Mt. 23:34a |
No atender
su llamado. |
Jer. 7:26 |
Perseguirlos,
azotarlos y matarlos. |
Mt. 23:34b |
Generación
objeto de la ira de Dios. |
Jer. 7:29 |
Generación
objeto de la ira de Dios. |
Mt. 23:35-36 |
En Jer. 7:30-34 también hay referencias del Valle de Hinóm como lugar de
quema y en general las acusaciones al mismo pueblo son semejantes. En el caso
de los religiosos fariseos y maestros de la ley contemporáneos a Jesús, la
acusación es aún más grave: no solo ignoran a los profetas, sino que los
persiguen, azotan, matan y aún más, MATAN AL MISMO DIOS HECHO HOMBRE.
El cumplimiento de la profecía de Jeremías fue el ‘día de Jehová’ que
ocurrió en el 583 a.C., donde los babilonios caldeos destruyen Jerusalén y el
Templo, provocando también el exilio de 70 años —otra de las cinco calamidades
recordadas hasta hoy en el Tishá be’Av. Los otros ‘días de Jehová’ estudiados
en el capítulo siete, tuvieron cumplimientos similares. De forma análoga, el
cumplimiento de la profecía de Jesús es la destrucción de Jerusalén y el Templo
por los romanos en el 70 d.C., provocando el fin del judaísmo bíblico —aquel
judaísmo sacerdotal donde los levitas ofrecían servicio en el templo— y el
comienzo de una diáspora de casi dos milenios para los judíos sobrevivientes.
De acuerdo a lo estudiado en el capítulo siete de este libro, en la
profecía apocalíptica es casi obligado indicar el lugar del juicio queriendo
referir a los habitantes de ese lugar. Al final del imprecatorio discurso de
Jesús sobre los religiosos de Judea, se repite esta fórmula apocalíptica:
¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a
los profetas, y apedreas a los que te son enviados!… He aquí vuestra casa os es
dejada desierta. (Mt. 23:37a-38).
Se vio en los cielos luchar
ejércitos, armaduras refulgentes, y reverberar el templo con un repentino fuego
procedente de las nubes. Habiéndose abierto de repente las puertas del templo
se oyó una voz sobrehumana gritar que los dioses se marchaban, escuchándose a
continuación el estruendo producido por los que salían.[19]
El miserable pueblo, creía a los
que les engañaban en nombre de Dios. Las señales que se mostraban,
manifiestamente anunciaban la inminente destrucción, pero ni las advertían ni
aun las querían creer, estaban atónitos y sin sentido, como hombres ciegos y sin
almas, disimulaban todo cuanto Dios les descubría… Más aún: la puerta oriental
del patio interior del templo, que era de bronce y tan pesada que necesitaba
veinte hombres para cerrarla, con cerrojos de hierro que hincaban en piedra, se
abrió por sí sola a la hora sexta de la noche. Los guardias del templo avisaron
a su jefe y entre todos consiguieron cerrarla con dificultad. El vulgo estimó
que aquello era un prodigio venturoso, como si Dios les hubiera franqueado la
puerta de la dicha. Pero los sagaces comprendieron que se había disuelto de
propio acuerdo la seguridad el templo y que la puerta abierta significaba una
merced para el enemigo. Proclamaron públicamente que el prodigio les
pronosticaba la desolación venidera. Pocos días después de las fiestas [la
pascua] a los veintiuno del mes de mayo, se mostró otra señal increíble. Podría
ser que lo que quiero decir podría ser tenido por fábula, si no viviesen aún
algunos que lo vieron, y si no le sucedieron las desgracias y muertes tan
grandes como esas señales anunciaban. Antes de la puesta de sol, se mostraron
por todas las regiones del país, muchos carros que corrían por todas partes y
con ellos escuadrones armados, pasando por las nubes derramadas por las
ciudades. En la fiesta llamada Pentecostés, los sacerdotes, de acuerdo con la
costumbre, penetraron de noche en el patio interior del templo a fin de
realizar sus ceremonias y sintieron ante todo una sacudida acompañada de un
ruido, y luego percibieron como la voz de un gentío inmenso diciendo: “VÁMONOS
DE AQUÍ”.[20]
¡Oh ciudad desdichada y miserable!
¿Qué sufriste de los romanos para comparar con esto? los cuales entraron por
limpiarte de tus cubiertas maldades con fuego y con llamas. No era ya Templo ni
lugar donde Dios habita, ni podía tampoco seguir siéndolo, porque has sido
hecho sepulcro de los cadáveres de tus naturales.[21]
Es irrisorio ahora pensar que la sentencia: “VUESTRA casa OS es dejada
desierta” se pueda referir a alguna generación de personas que no sean los
fariseos y maestros sentenciados durante todo el discurso de Jesús en Mt. 23,
tampoco es lógico pensar en alguna casa que no sea el Templo de Jerusalén. No
hay cabida para un significado encriptado que apunte hacia el futuro lejano —por
alegorización— ni hay cabida para un doble cumplimiento.[23]
En Mt. 11:20-24, —así como sobre Jerusalén— Jesús condena las ciudades
galileas de Corazín, Betsaida y Capernaúm en ‘el día del juicio’ (vv. 22, 24) con
maldiciones mayores a que fueron sobre las proverbiales ciudades de Sodoma,
Tiro y Sidón. La condena viene por la incredulidad de sus habitantes —en aquel
tiempo— ante el mensaje del reino de Dios, el cual fue entregado por Jesús
mismo y acompañado de milagros (cf. Mt. 4:23, Mr. 2:1-12, Lc. 4:16-37, Jn.
4:23-24, 46-54). Jesús en Lc. 10:15 dice figurativamente que Capernaúm sería
hundida hasta el Hades, siendo este término semejante a géenna, pero con
una connotación más asociada a la muerte que al fuego. Estas ciudades
finalmente son destruidas en el avance de los romanos por el norte, antes de
llegar a Jerusalén para su sitio en el año 70, cumpliéndose la profecía de
Cristo. Dice Josefo:
Toda Galilea estaba llena de fuego
y sangre, sin que hubiese lugar que no sufriera miseria y calamidades.[24]
En Mt. 10:5-15, de la misma forma que sobre Jerusalén, Corazín, Betsaida
y Capernaúm, Jesús condena a toda ciudad de Israel que no reciba el mensaje del
reino de Dios a sufrir el mismo fatal destino en el ‘día del juicio’ por su
incredulidad:
A estos doce envió Jesús, y les dio
instrucciones, diciendo: Por camino de gentiles no vayáis, y en ciudad de
samaritanos no entréis, sino id antes a las ovejas perdidas de la casa de
Israel. Y yendo, predicad, diciendo: El reino de los cielos se ha acercado.
Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de
gracia recibisteis, dad de gracia… Mas en cualquier ciudad o aldea donde
entréis, informaos quién en ella sea digno, y posad allí hasta que salgáis… Y
si alguno no os recibiere, ni oyere vuestras palabras, salid de aquella casa o
ciudad, y sacudid el polvo de vuestros pies [para testimonio contra ellos].[25] De cierto os
digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para la tierra de
Sodoma y de Gomorra, que para aquella ciudad. (Mt. 10:5-8, 11, 14-15).
Destacar que el mensaje se centra en un inicio de forma exclusiva a los
israelitas. Notar también que entre los vv. 16 y18 Jesús advierte a sus
enviados que ellos serían azotados en las sinagogas, entregados a reyes y
magistrados, siendo ellos —en parte— aquellos enviados a los fariseos y
maestros de la ley para ser martirizados (Mt. 23:34, cf. Jn. 12:42) para
vindicar la sangre de los profetas de todo el antiguo pacto sobre aquella generación
(23:25).
[1]
Josefo, Las Guerras de los Judíos, pág. 288, Guerras 5.10.5.
[2]
Un atributo de los impíos es que sus dichos son —por metáfora— venenosos y su
lengua es en este sentido “como de serpiente” (Sal. 140:3). Ver Profesores de Salamanca, Biblia Comentada, Tomo V
Evangelios (Madrid: La Editorial Católica, 1964), pág. 295.
[3]
O alguna variante, como γέννημα “gennéma” (G1081), generación.
[4] Josefo, loc. cit.
[5] Véase también R.
T. France, Matthew: An introduction and commentary, Tyndale New Testament
Commentaries (TNTC) vol. 1 (Nottingham: Inter-Varsity Press, 2008), pág.
216.
[6]
Profesores de Salamanca, Biblia Comentada, Tomo V Evangelios, pág. 297.
[7]
L. Bonnet y A. Schroeder, Comentario del Nuevo
Testamento, vol. I, Los Evangelios Sinópticos (Barcelona: Casa Bautista de
Publicaciones, 1970), pág. 259.
[8]
Los maestros de la ley hacían esto para cumplir con lo dicho en Pr. 10:7a: “La
memoria del justo será bendita”, sin embargo, la condenación de Cristo cumple
el segundo hemistiquio del pasaje: “Mas el nombre de los impíos se pudrirá”.
[9]
Notar que el hecho que el Dios Todopoderoso hecho hombre condene explícitamente
a alguien hablándole directamente, es sin dudas la peor desgracia a la que
cualquier criatura puede ser sometida.
[10]
Strong, Nueva concordancia Strong Exhaustiva, Diccionario de palabras
griegas, pág. 18.
[11]
Sociedad Bíblica Iberoamericana, Biblia Textual, IV
Edición (Sociedad Bíblica Iberoamericana, 2018), pág. 1499, § 240.
[12]
Ediciones Garriga, Enciclopedia de la
Biblia, Tercer Volumen (Barcelona: Ediciones Garriga, 1963), pág. 742.
[13]
Ver capítulo cuatro: Figuras literarias de significado, sección sobre Figuras
de comparación: símil, metáfora e hipocatástasis. “La condena del Valle de
Hinóm” es una figura semejante a lo dicho por Jesús en Mt. 12:39, sobre la
“señal del profeta Jonás”.
[14]
Ver capítulo cuatro: Figuras literarias de significado, sección sobre Tipos de
comparaciones.
[15]
Ver la similitud de esto en lo acontecido en Núm. 14, donde Dios condena a una
generación en 40 años.
[16]
William Hendriksen, Comentario al Nuevo Testamento,
Mateo (Grand Rapids: Libros Desafío, 2007), pág. 878.
[17]
En hebreo el Templo era llamado בית המקדש, “Beit
Hamiqdash”, lit. ‘casa del Templo’, también como בית ההר,
“Beit Hahar”, lit. ‘casa del monte’ o בית יהוה,
“Beit HA-SHEM”, lit. ‘casa de Jehová (DEL NOMBRE)’. En las Escrituras,
es bastante común también referirse al Templo simplemente como ‘la casa’, ver
Sal. 122:1, 2 Sam. 7:5-7, 1 Re. 6:1-2, 8:6, 8:10-20, Esd. 1:5, Neh. 13:9, Hag.
1:9, Mt. 21:13, etc.
[18]
Esto es advertido en 1 Re. 9:6-9. El Templo simboliza la relación de Dios con
su pueblo, cuando esa relación se rompe, el templo es abandonado por Dios.
France, Matthew (TNTC), pág. 335.
[19]
Cayo Cornelio Tácito, Libro de las Historias,
Traducción de Joaquín Soler, Segunda Edición revisada (Zaragoza: Institución
«Fernando el Católico», 2015), pág. 233, Historias 5.13.
[20]
Josefo, Las Guerras de los Judíos, págs. 322-323, Guerras 6.5.3.
[21]
Ibíd. pág. 254, Guerras 5.1.3.
[23]
Ver capítulo seis: El lenguaje en la profecía, sección sobre Integridad de la
profecía, donde se aborda aquel tema.
[24]
Josefo, Las Guerras de los Judíos, pág. 172, Guerras 3.4.1.
[25]
Frase insertada en este relato que se halla en el paralelo de Mr. 6:11 y Lc.
9:5.