4.3 Figuras literarias de significado: Tipos de comparaciones

 


En muchas ocasiones en las figuras de comparación el punto de comparación se encuentra explícito; en los ejemplos sobre el símil se ve que el punto de comparación era en Mt. 23:37 “juntar, en el sentido de proteger o guardar”, en Sal. 102:4 era la sequedad, en Sal. 1:1-3 era la prosperidad y en Sal. 42:1 se trataba del clamor. Hay otros casos, donde la interpretación se vuelve más complicada, en que el punto de comparación no es explícito y se debe deducir de otras fuentes. En el caso que la figura de comparación se encuentre dentro de un paralelismo, el paralelismo viene a cumplir una función exegética, ofreciéndonos un acercamiento general al punto de comparación. En este punto debemos observar cuál de los miembros del paralelismo es el más claro y explícito para explicar el otro. Así, cuando un miembro es figurativo y el otro literal, este último puede emplearse para dilucidar al primero; y cuando un atributo es bien identificado, su paralelo no permanecerá en la oscuridad.[1] Como por ejemplo de atributos comunes de los elementos en paralelismo, por ejemplo: Sal. 102:6-7 “Soy semejante al pelícano del desierto; Soy como el búho de las soledades. Velo, y soy como el pájaro solitario sobre el tejado” donde el punto de comparación del salmista con las aves referidas es la soledad. En Sal. 104:7 tenemos la hipocatástasis: “A tu reprensión huyeron; Al sonido de tu trueno se apresuraron”, donde el segundo miembro del paralelismo es aclarado por el primero; el sonido del trueno de Dios se refería figuradamente a su voz que expresa represión.[2] Se debe tener en claro que el paralelismo ofrece una cercana similitud entre ambos miembros y no una sinonimia absoluta, por lo que tampoco se debe abusar de esta herramienta.

Es un error creer que un símil al ser una comparación formal y explícita tiene un significado claro, mientras que las otras figuras que comparan de forma implícita tienen un significado misterioso y oscuro, más bien es en este punto que se detecta la complejidad de la interpretación de los tropos de comparación: en hallar el punto de comparación apropiado, sobre todo cuando este no es explícito. De no ser posible deducir el punto de comparación en la misma figura, se debe examinar el contexto inmediato. Si el examen no es concluyente, se debe cotejar con pasajes del mismo autor que contengan la misma comparación, pero que contengan el punto de comparación de forma explícita, o de alguna manera identificable, sino buscar bajo este criterio en libros de otros hagiógrafos en la Biblia, [3] como dicta el principio de la Analogía de la Fe. En el caso que luego de esta serie de pasos no hubiere resultados concluyentes, se puede intentar inferir el punto de comparación en su uso otras fuentes antiguas extra bíblicas, como otros escritos contemporáneos, buscando elementos en el contexto histórico general del pasaje analizado, en los usos, costumbres o elementos físicos, entre otras fuentes. Esto es independiente del tipo de tropo de comparación que se analice.

Es importante detenerse en el hecho que las figuras de comparación se sustentan en un solo punto de comparación; no se busca que una figura tenga varios puntos de comparación, llegando a transformarse en una alegorización, la que puede llegar a tener múltiples significados. Cuando se comparan dos cosas, no debe considerarse como un cotejo entre todos los atributos pueda tener vehículo con el tenor, las comparaciones no deben considerarse como en todos los aspectos. Hay un punto de comparación establecido en el que se nos pide que nos concentremos para excluir todo hecho irrelevante.[4] De no detectarse adecuadamente este punto de comparación, se puede llegar a interpretaciones absurdas o sin sentido. En el ejemplo del símil de Mt. 23:37, el punto de comparación es explícito y se compara el deseo de juntar a los jerosolimitanos bajo el amparo de Jesús, así como la gallina ampara a sus polluelos. No es la intención del emisor del mensaje que se le busque significado a los otros elementos del vehículo del símil, como las plumas, patas, la incapacidad de volar de la gallina, el género femenino de la gallina, diferencia en el plumaje de los pollos con la gallina, lo doméstico del ave, entre otros, atribuyéndoselos a Jesús de alguna forma.

Para guiarnos en una correcta identificación del punto de comparación —sobre todo cuando no es explícito— podemos decir que todos los puntos de comparación de toda figura de comparación pertenecen a una de estas cuatro clases: perceptual, pragmática, afectiva o sinestésica.[5] Las dos primeras son las más recurrentes en temas escatológicos.

 

A) La comparación perceptual se refiere a comparación sobre atributos que se pueden percibir mediante los sentidos, preferentemente la vista y el oído.[6] Por ejemplo en Dn. 10:5-6 dice “Y alcé mis ojos y miré, y he aquí un varón vestido de lino, y ceñidos sus lomos de oro de Ufaz. Su cuerpo era como de berilo, y su rostro parecía un relámpago, y sus ojos como antorchas de fuego, y sus brazos y sus pies como de color de bronce bruñido, y el sonido de sus palabras como el estruendo de una multitud”.[7] Los puntos de comparación en casi todos estos símiles son sobre los atributos perceptibles por la vista: color y brillo. No trata con otros atributos como la dureza del bronce o el berilio, o la temperatura del fuego o del relámpago. Otros ejemplos nos muestran que, en el Día del Señor profetizado por Joel, el sol se vería tenebroso y la luna ha de tener la apariencia de la sangre[8] —color oscuro y rojo respectivamente—, el maná del éxodo se compara visualmente a otros elementos (Núm. 11:7), los israelitas comparados con los cananeos se veían pequeños como langostas (Núm. 13:33). Existen también comparaciones sobre atributos perceptibles con otros sentidos, como el tacto (Gn. 25:25), gusto (Sal. 34:8) u olfato (Job 39:25) pero son escasos.[9]

 

B) La comparación pragmática compara la actividad o efecto producido por los elementos comparados,[10] como en Mr. 4:30-31, donde se compara el Reino de Dios con un grano de mostaza, en su efecto de gran crecimiento a partir de una pequeña semilla, o en Sal. 72:1-6 se compara la justicia de un rey justo hacia su pueblo con la lluvia que cae sobre la hierba en el sentido de algo que cae y sirve de insumo; que beneficia.[11] La diferencia con las comparaciones preceptivas es en que no se involucra con la apariencia de los elementos comparados. El Reino de Dios no tiene apariencia de semilla ni la justicia del rey no se ve u oye como lluvia, pero tienen comportamientos comparables con el vehículo a los que a cada uno se le asocia.

 

C) La comparación afectiva es el punto de comparación que involucra algún sentimiento con algún atributo de otra cosa.[12] En Jos. 7:5 dice que “…corazón del pueblo desfalleció y vino a ser como agua”, donde el punto de comparación es explícito al decir que el corazón del pueblo desfalleció, comparando aquel desánimo con el agua en el sentido su estado líquido. En Jer. 15:18 tenemos dos veces este tipo de comparación, primero como metáfora y luego como símil: ¿Por qué fue perpetuo mi dolor, y mi herida desahuciada no admitió curación? ¿Serás para mí como cosa ilusoria, como aguas que no son estables?, en la metáfora el punto de comparación es afectivo —lo punzante y duradero—, así como también lo es en el símil —lo endeble o voluble—.

 

D) La comparación sinestésica relaciona percepciones atribuidas a sensaciones que se perciben con otros sentidos.[13] En Ex. 20:21 la oscuridad era tal que se ‘podía palpar’, en Sal. 119:103 se comprar la ‘dulzura’ de las palabras —percibidas con el oído— con la miel, o en Sal. 55:21 se comparan las palabras con la textura suave del aceite o la mantequilla. Es semejante a la comparación perceptual, pero habiendo un giro hacia un área perceptiva atípica respecto al atributo comparado.


[2] Ver también la nota 17 de este capítulo donde se hace un análisis similar.

[3] Ver nota 14 de este capítulo donde se hace este ejercicio.

[4] Caird, The language and imagery of the Bible, pág. 145.

[5] Ibíd.

[6] Ibíd. pág. 146.

[7] Ver también ejemplos similares en Ez. 1:7 o Ap. 10:1.

[8] En Is. 13:10 y otros pasajes sobre juicios se ven comparaciones parecidas.

[9] Caird, op. cit., pág. 146.

[10] A diferencia de la metonimia donde también se involucra la causalidad, las comparaciones pragmáticas no remplazan directamente la causa por el efecto o viceversa, sino que son un tipo de comparación, donde el punto de comparación es relativo al efecto que produce el vehículo.

[11] Ver Is. 55.10-11 donde hay un símil con el mismo vehículo y su punto de comparación es en parte similar.

[12] Caird, op. cit., pág. 147.

[13] Ibíd. pág. 146.

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