8.3 Pactos, eras y reinos: Dos eras
Las dos eras son frecuentemente identificadas en el Nuevo Testamento en
contraposición una con la otra; la primera siempre como presente —para quienes
vivían en el siglo I— y la segunda como venidera. La versión Reina Valera 1960
identifica estas eras casi siempre con la palabra ‘siglo’ y en otras con la
palabra ‘mundo’, siendo estas traducciones de la palabra griega αἰών, “aión”
(G165) que en el diccionario Strong es definida como: “de lo mismo que G104;
propiamente edad, era; por extensión perpetuidad (también pasada); por
implicación el universo; específicamente período (judío) mesiánico (presente o
futuro): tiempo antiguo, corriente de este mundo, eternamente, eternidad,
eterno, siempre, siglo, universo. Compare G5550”.[1] La definición
propia de aión es edad, eón o era, lo que nos pone en una perspectiva
temporal.
El Nuevo Testamento se sitúa en “este siglo” refiriéndose a la primera
era (Mr. 4:19, Lc. 16:8, Lc. 18:30, Rom. 12:2, Gál. 1:4, entre otros), es
decir, Jesús y los hagiógrafos estaban insertos en el primer aión. El
siglo presente a los apóstoles y Jesús estaba destinado a terminar; el siglo o
era presente a ellos tenía que terminar para dar paso al venidero. En otras
palabras, el siglo presente a los hagiógrafos requería una consumación. El Nuevo
Testamento no aclara el comienzo del “presente siglo”, pero si establece que
este termina con el venidero, el cual no tiene fin. En Mt. 12:32 dice: “A
cualquiera que dijere alguna palabra contra el Hijo del Hombre, le será
perdonado; pero al que hable contra el Espíritu Santo, no le será perdonado, NI
EN ESTE SIGLO, NI EN EL VENIDERO”; el paralelo de Mr. 3:29 dice: “…no tiene JAMÁS
perdón”, por lo cual se deduce que el siglo venidero no tiene fin, es eterno.
Compare con Ef. 1:21, Lc. 18:29-30 y Lc. 20:34-36.
Hay un marcado contraste en el Nuevo Testamento entre estos periodos, el
primero siempre se muestra como malo, desfavorable y dañoso:
Y él os dio vida a vosotros, cuando
estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en
otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo (aión), conforme al príncipe
de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de
desobediencia. (Ef. 2:1-2).
Gál. 1:4 habla que el presente siglo (a Pablo) es malo, Rom. 12:2 habla
de no conformarse a “este siglo”, 2 Co. 4:4 dice que el dios de “este siglo”
ciega a los que se pierden, Ef. 6:12-13 se habla que en primer siglo —aión— hay
huestes espirituales de maldad de las cuales hay que cuidarse, en cambio en el
venidero se experimentan “…las abundantes riquezas de su gracia en su bondad
para con nosotros en Cristo Jesús [en los siglos venideros]” (Ef. 2:7).
Un punto importante es que el siglo venidero es asociado al reino del
Mesías: “…al rey de los siglos,[2] inmortal,
invisible, al único y sabio Dios, sea honor y gloria por los siglos de los
siglos. Amén” (1 Ti. 1:17), “la cual operó en Cristo, resucitándole de los
muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales, sobre todo
principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no
solo en este siglo, sino también en el venidero” (Ef. 1:20-21), “Mas del hijo
dice: Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo (aión del aión);
Cetro de equidad es el cetro de tu reino” (Heb. 1:8, cf. Ap. 1:6).
Desde la perspectiva del Nuevo Testamento, a mediados del siglo I d.C.,
los apóstoles y hagiógrafos estaban viviendo en los últimos días de aquella
era: “…pero ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para
siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado” (Heb.
9:26), “Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para
amonestarnos a NOSOTROS, a quienes han alcanzado los fines de los siglos” (1
Co. 10:11, énfasis añadido), luego de un contraste con la revelación dada a los
profetas, en Heb. 1:2 se afirma: “en ESTOS postreros días nos ha hablado por el
Hijo, a quien constituyó heredero de todo…”. El estar en los ‘últimos días’ es
una situación con la cual también se identifica Pedro en Hch. 2:17. Notar
también que para el autor de la carta a los Hebreos, el “presente siglo” estaba
en su momento final (9:26),[3] insertando esta
idea en su exposición acerca de la naturaleza y propiedades del antiguo y el
nuevo pacto, el cual también afirma que está “próximo a desaparecer” (8:13),
asociando acá el fin del antiguo pacto al fin del presente siglo o era.
Es impropio decir que el “fin del siglo” puede significar un largo
período, que se extiende desde la encarnación del Señor hasta nuestros tiempos,
e incluso mucho más allá de ellos. Eso ya sería en sí toda una era completa, y
no el cierre de una era. La era de la cual hablaba nuestro Señor estaba a punto
de cerrarse en una gran catástrofe, y una catástrofe no es un proceso
prolongado, sino un acto definitivo y culminante, como lo era en el Antiguo
Testamento; más aún cuando las escrituras son enfáticas y muy reiterativas en
señalar que este evento sucedería pronto, por lo que la búsqueda del fin de
aquella era no debe buscarse lejos de aquel tiempo.
La segunda venida de Cristo marca el inicio del siglo venidero. Dice en Mt.
24:3: “Y estando él sentado en el monte de los Olivos, los discípulos se le
acercaron aparte, diciendo: Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá
de TU VENIDA, y del FIN DEL SIGLO?”. En la misma línea Pablo declara: “…enseñándonos
que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, VIVAMOS EN ESTE SIGLO sobria,
justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la MANIFESTACIÓN
gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo” (Ti. 2:12-13, énfasis
añadido). La parábola de la cizaña relaciona también la segunda venida con el
fin del siglo, pero también con una depuración de su reino, inaugurando el
reino de los cielos:
…la siega es el FIN DEL SIGLO; y
los segadores son los ángeles. De manera que como se arranca la cizaña, y se
quema en el fuego, así será en el FIN DE ESTE SIGLO.[4]
Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles,[5]
y recogerán de SU REINO a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen
iniquidad… Entonces los justos resplandecerán como el sol en el REINO DE SU
PADRE.
(Mt. 13:39-43, abreviado y énfasis
añadido).
El resplandecer en el reino del Padre habla de la plenitud de aquel
reino, lo cual se manifestaría una vez terminado aquel siglo —aión, era—
en la segunda venida de Jesús. Todo lo anterior vuelve a inducir en un esquema
de dos partes, en este caso para la era “presente” —a los del siglo I— y “la
venidera”, como se muestra a continuación:
Este planteamiento asocia al pacto de Moisés con el primer reino y con el
presente siglo o era y también une el nuevo pacto con el reino de los cielos y
el siglo venidero. Es un error disociar estos aspectos de lo mismo. También
simplifica el panorama bíblico a dos componentes: la antigua y la nueva, aunque
con un periodo breve de transición (Heb. 8:13, 9:26), descartando esquemas más
complejos con más periodos. Como William Barclay reconoce:
[1]
Strong, Nueva concordancia Strong Exhaustiva, Diccionario de palabras
griegas, pág. 3.
[2]
“Los siglos” o “los siglos de los siglos” son expresiones superlativas para
“siglo” (aión) y no se está refiriendo a muchas eras sucesivas. El siglo
(aión) superlativo, perfecto, eterno y definitivo no puede ser otro más
que el siglo venidero.
[3]
En este pasaje el hagiógrafo consideraba que la encarnación de Cristo tuvo
lugar cerca del final del aión. Suponer que se refería a que fue cerca
del fin del mundo, o la destrucción del planeta, sería hacerlo escribir
historia falsa, así como mala gramática. No sería de hecho verdad; porque el
mundo ha durado ya más tiempo desde la encarnación que toda la duración del
pacto mosaico, desde el éxodo hasta la destrucción del templo. Nótese como en 1
Co. 2:8 se afirma que los príncipes de “este” aión fueron los que
crucificaron a Cristo.
[4]
Note el símil de la quema de la cizaña con la naturaleza del ‘fin del siglo’ o
la venida. Puede ser una comparación perceptual —que la segunda venida
literalmente sea una quema de algo— o una comparación pragmática —que aquel
evento signifique una purificación. En la tercera parte se argumentará que se
refiere a la primera alternativa, y por implicancia la segunda. Sobre los tipos
de comparaciones ver capítulo cuatro: Figuras literarias de significado,
sección sobre Tipos de comparación.
[5]
El envío de los ángeles para juicio es un componente esencial de la segunda
venida de Cristo. Ver Mt. 16:27, 24:30-31, 25:31, Mr. 8:38.
[6]
Barclay, Comentario al Nuevo Testamento por William Barclay, pág. 173.