Apéndice 3: La cena del Señor
… todas las veces que comiereis
este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él
venga. (1 Co. 11:26).
La eucaristía es instaurada por Jesús antes de morir. Como Pablo señala
en los versículos anteriores: “… Que el Señor Jesús, la noche que fue
entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed;
esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí.
Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es
el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en
memoria de mí”. En este sacramento se come el pan y se bebe el vino en memoria
del sacrificio de Cristo; del nuevo pacto consagrado en el derramamiento del
cordero de Dios. Ahora, según lo analizado en varias oportunidades, el nuevo
pacto no tendría fin, es un pacto eterno, por lo que el recordar este
sacrificio debiera también extenderse por el transcurso del nuevo pacto, es
decir, para siempre.
Pablo en 1 Co. 11:26 añade un motivo de tomar la Santa Cena que no había
sido revelado por Jesús: el anunciar su segunda venida por medio de ese acto y
junto con ello el siglo venidero. Entendamos que en los primeros siglos el
culto cristiano no se desarrollaba en torno al púlpito o en función de una
liturgia como las que hay en la actualidad, sino que en la oración y alrededor
de la mesa, celebrando la Cena del Señor, y es por esto que Pablo en el v. 20 identifica
como acciones intercambiables el “reunirse” con el “tomar la cena del Señor”.
Esto era lo distintivo del cristianismo frente a cualquier otro movimiento
religioso,[1] por lo tanto, en el
solo acto de reunirse —donde lo característico era la eucaristía— ellos
anunciaban al mundo la esperanza de la venida gloriosa de Cristo, la iglesia y
su liturgia era la prueba viviente que el nuevo pacto irrumpió en el mundo
esperando a su perfecta consumación, y es por esto que Pablo también les
exhorta a comportarse dignamente (vv. 21-22).
El apóstol no está indicando que la eucaristía deba celebrarse hasta la
venida en gloria de Jesús, sino que simplemente la Cena está anunciando aquella
venida, por lo que es apresurado concluir que después de la segunda venida no
deba más celebrarse la Santa Cena, más aún si se trata de la conmemoración del
sacrificio que consolida el pacto eterno.
[1]
Véase Tácito, Anales 15:44 donde se identifica a los cristianos con la
celebración de “cosas atroces”. Esto con seguridad se refiere a la eucaristía,
entendida como algo grotesco y barbárico por los romanos si se considera que se
trata de un simbolismo para comer la carne y beber la sangre del fundador de
aquel movimiento (cf. Jn. 6:52, 60).