13.6 Hechos: Un día de juicio

 


 

Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan; por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos.

(Hch. 17:30-31).

 Hasta el momento se ha analizado principalmente el mensaje de Jesús y sus primeros discípulos (los doce) a los israelitas, principalmente a los judíos. El énfasis de Jesús en su ministerio era este: “Por camino de gentiles no vayáis, y en ciudad de samaritanos no entréis, sino id antes a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Y yendo, predicad, diciendo: El reino de los cielos se ha acercado” (Mt. 10:5b-7), sus últimas palabras antes de ascender (según Lucas) fueron: “y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra [γῆ]” (Hch. 1:8b), donde la palabra griega para ‘tierra’ es “”, en su sentido local, la tierra de Israel, como se ha analizado en varias secciones anteriores.[1] En este sentido, los primeros discípulos se apegaron a esta instrucción, predicando en Judea (Hch. 2-7, etc.) y Samaria (Hch. 8:5-25) a todos aquellos que estaban destinados a creer; destacándose aquellos judíos marginales y tradicionalmente excluidos como publicanos, rameras, pecadores y lisiados físicos, quienes son señalados por Jesús como las ovejas perdidas de Israel (Lc. 15).

La gran comisión, sin embargo, no era solo entregar el mensaje solo a la gente del antiguo pacto, ya que el objetivo del siglo venidero era también hacer que todos los gentiles de todas las naciones lleguen al conocimiento de Dios, ya que su soberanía no solo se extendía en los límites de Israel, sino bajo todo lo creado. Como se ha tratado hasta ahora, los registros paralelos discordantes en los evangelios se consideran como dichos o acontecimientos complementarios y no excluyentes. Bajo este criterio, se debe considerar como complementario el llamamiento de la gran comisión según el registro de Mateo: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mt. 28:19), donde la palabra griega para ‘naciones’ es εθνη “éthne”, específicamente gentiles.[2] También está la profecía de Cristo del anuncio del evangelio a todas las naciones del Imperio Romano “oikuméne” como señal antes del fin de la era (Mt. 24:14),[3] y de cómo varias veces el Señor se maravillaba de la fe de varios no israelitas, a los cuales les consideraba como ciudadanos del reino de Dios por su fe (Mt. 8:11-12).

De esta forma, el llamado al entrar en el reino de los cielos no era exclusivo para los descendientes de Israel —a quienes se les predicó primero— sino para también los gentiles. Pablo en una de sus cartas lo plantea de esta forma:

 

Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego. (Rom. 1:16).

 Luego de esta aclaración, en este pasaje de Hechos se ve como Pablo habla a los griegos que filosofaban en el Areópago de Atenas (Hch. 17:22). En su mensaje, Pablo les predica que se vuelvan al Dios verdadero y que se arrepientan de su pecado, ya que Dios ha establecido un día para juzgar al mundo. De este pasaje se puede extraer que se trata del mismo momento de juicio que se ha venido anunciando por todo lo que va del Nuevo Testamento, de un día en el cual se juzgará; no son varios juicios en distintos momentos históricos (cf. 2 Ti. 4:1).

La teología de Pablo —y por tanto su visión sobre la escatología— es bastante rica y tiene muchos elementos distintivos del mensaje de los otros apóstoles y también de Jesús. A pesar de estos elementos distintivos, tanto el mensaje de Jesús y los doce, como el mensaje de Pablo son —bajo la perspectiva preterista total— totalmente coherentes entre sí, comunicando un mismo mensaje. Debido a la complejidad y singularidad de la escatología de Pablo, es que amerita una extensión mayor al análisis de su escatología.



[1] Ver capítulo siete: El día de Jehová, comentario sobre Is. 13:5, también capítulo doce: Evangelios III: en el monte de los olivos, sección sobre La abominación desoladora y la gran tribulación.

[2] Mateo señala que Jesús mandó a discipular a las naciones (éthne, Mt. 28:19). Si se trata de una frase adicional y distinta al registro de Lucas en Hechos, entonces es un mandato aparte del de Hch. 1:8, mandando Jesús a que predicasen tanto a Israel, la tierra, como a las naciones; si fuera el mismo discurso, entonces en Hechos debe entenderse en un sentido más amplio que solo la tierra de Israel, lo cual es también válido, ya que el término puede ser tanto local como más general.

[3] Ver capítulo doce: Evangelios III: en el monte de los olivos, sección sobre El evangelio predicado en todo el mundo.

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