15.1 Hebreos: Autoría y destinatarios

 


A) Respecto a los destinatarios, se puede decir que son conocedores de los sucesos que rodearon el establecimiento del antiguo pacto, la ley, a su vez son lectores de quienes al autor espera tengan familiaridad con el sacerdocio levítico y que conozcan bien a los patriarcas y personajes notables de los libros proféticos y los demás escritos veterotestamentarios (conocimiento que obviamente el autor también maneja), sin embargo, también son cristianos a quienes se les exhorta a perseverar en Cristo, a sostenerse en la gracia y no en viandas —presumiblemente refiriéndose a la liturgia farisaica (13:9). Es por esto que tradicionalmente se identifican como destinatarios de esta carta a una comunidad cristiana compuesta de judíos. Por otro lado, parece tratarse de una congregación antigua de entre las otras iglesias, de la cual también se espera madurez (5:12), y que además sufrió fuerte persecución (10:32-34). Por otro lado, la carta no se expresa en un ánimo de enseñar, sino de recordar y de alentar sobre doctrinas ya conocidas (13:22). Así se concluye con un buen grado de confianza que se dirige a la iglesia de Jerusalén, o al menos a alguna iglesia en Israel.

 B) Respecto al autor, la información es mucho menos clara. Se sabe que el autor recibió su enseñanza de los oyentes de Jesús, siendo copartícipe con ellos en el reino (Heb 2:3-4). Al parecer el autor escribe desde Italia (Heb. 13:24). Si bien el autor se expresa como con la libertad de poder ir a visitar a sus lectores junto a Timoteo, quien estuvo preso (Heb. 13:23), también parece estar retenido en aquel lugar esperando ser restituido de dónde provino (Heb. 13:19).

Se debe considerar que la única vez que se registra a Pablo yendo a Italia era para ser dispuesto ante el César (Hch. 25:12), esperando juicio y probablemente su muerte —a lo que quizá se refiere en 2 Ti. 4:6—, también se relata que vivió al menos 2 años en ese lugar con bastante libertad, desde donde pudo haber escrito la epístola (Hch. 28:30-31). Considerando por otro lado que esta epístola escapa totalmente de la forma en que escribía: identificándose como el Apóstol Pablo al principio de todas sus cartas y escribiendo en varias oportunidades de su propia mano la despedida (1 Co. 16:21, Gál. 6:11, Co. 4:18, 2 Tes. 3:17), en vista también que los temas que trata son distintos a las demás cartas firmadas por él, no se puede afirmar ni refutar la autoría de Pablo en la epístola. No obstante, de no ser él el autor, era de su círculo al conocer también a Timoteo y a juzgar por la forma en que exhorta y reprende a sus lectores, era aprobado por los cristianos judíos y estaba en una posición de autoridad para ellos, así como un apóstol.

La fecha de la composición se puede entender en el tiempo anterior a la destrucción del Templo, al año 70, ya que como bien reconoce F. F. Bruce, a partir de pasajes como Heb. 9:6-9, 8:13 y otros, se asume que el ritual sacerdotal judío seguía practicándose, además que (como en todo el Nuevo Testamento) no hay referencias al Templo como si ya fuera destruido.[1]

En síntesis, se puede analizar esta epístola con la confianza que está dirigida a cristianos que provenían del judaísmo y escrita por algún hermano en una posición de autoridad entre ellos, con una gran revelación acerca de los asuntos del nuevo pacto, conocedor de las Escrituras del Antiguo Testamento e iluminado en su interpretación.



[1] F. F. Bruce, La Epístola a los Hebreos (Grand Rapids: Libros Desafío, 2002), págs. xliv-xlv (introducción).

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