18.14 Apocalipsis II: iglesias, sellos, trompetas y copas: La mujer y el dragón

 


Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida del sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas. Y estando encinta, clamaba con dolores de parto, en la angustia del alumbramiento. También apareció otra señal en el cielo: he aquí un gran dragón escarlata, que tenía siete cabezas y diez cuernos, y en sus cabezas siete diademas.

(Ap. 12:1-3).

 

La gran señal en el cielo del capítulo 12 de Apocalipsis es sin dudas bastante intrigante, pero de forma sorprendente —junto a Ap. 2-3— es uno de los capítulos de esta revelación que presenta mayor grado de concordancia entre los distintos comentaristas.

En occidente, el clímax de una historia se ubica al final de un relato, pero en la literatura hebrea, el frecuente hallar el clímax de sus historias en el medio a medida que se construye un paralelismo en torno a este clímax. A esto se le conoce como quiasmo. Esta señal tiene lugar en el centro de Apocalipsis, así que aparte de romper con la serie de visiones sobre juicios que vienen de a siete, esta señal tiene un lugar destacado dentro de esta profecía, por lo que intencionadamente busca llamar la atención por sobre otras porciones proféticas. Una propuesta general para quiasmo en Apocalipsis se muestra a continuación:

 

A) Prólogo (1)

B) Siete epístolas a siete iglesias (2-3)

C) Siete Sellos (4-8)

D) 144.000 santos y siete trompetas (7-11)

E) Los dos testigos (11)

F) La mujer y el dragón (12)

E’) Las dos bestias (13)

D’) 144.000 santos y siete ángeles (14-15)

C’) Siete copas (15-16)

B’) Siete ángeles, la ramera y la novia (17-22)

A’) Epílogo (22)

 

El primer asunto a establecer es la naturaleza de esta visión: si se trata de una visión alegórica o es una realidad celestial. Ante esto, se puede afirmar que esta escena se trata de una ‘señal’ (12:1, cf. 15:1), del griego σημεῖον “seméion” G4592, término que se define como indicación ceremonial o sobrenatural;[1] presagio, seña, signo;[2] portento,[3] y en el evangelio de Juan es el término para hablar de las ‘señales’ de Jesús (Jn. 2:11, etc.), las cuales tenían un significado más allá del milagro en sí que se realizaba.[4] Es por esto que esta escena es entonces una alegoría y no una realidad celestial, como las de Ap. 4, 11:15-19.

El cielo entonces pasa a ser la pantalla sobre la cual se proyecta esta señal, la cual es una alegoría que refleja otros eventos y realidades.[5] En esta señal alegórica se ve el conflicto entre una mujer y un dragón, por lo que se debe buscar evidencia que permita identificar estas imágenes y el desarrollo del drama que protagonizan.

 

A) La mujer. La imagen de la mujer sufriendo dolores de parto (12:1-2) se encuentra en Is. 26:16-27:1, 66:7-9. En estos pasajes se identifica claramente con Israel, pero bajo una perspectiva de justa o bienaventurada, a diferencia de pasajes como Is. 49:14-25, 57:1-8, donde Sion es simbolizada también como una mujer, pero ahora una adúltera y condenable. En Miq. 4:9-10, 5:3, Israel es representada como la madre del remanente restaurado, aunque también esta misma mujer puede ser simbolizada en una novia (Is. 62:5). En el mundo antiguo, es usual la representación de las ciudades o naciones como ‘madres’, y en la tradición judía esto también se repite:[6] en 4 Esd. 9:27-10:60, Sion es representada también mediante la imagen de una madre, la cual se afligió cuando fue asolada por los babilonios, y destruyeron el Templo (representado como su hijo muerto) pero se regocijó cuando se transformó en la nueva Jerusalén celestial; en 2 Bar. 3:1-3, el supuesto profeta Baruc se refiere a Jerusalén directamente —mediante hipocatástasis— como su madre.

El pasaje del Nuevo Testamento que más tiene que decir en este asunto es Gál. 4:26: “Mas la Jerusalén de arriba, la cual es madre de todos nosotros, es libre”. En este sentido, se entiende que esta mujer es ya la iglesia cristiana universal, la cual comenzó con los israelitas que creyeron en el evangelio (Mt. 10:6, 15:24) y de cuya nación vino el Mesías (Ap. 12:5), pero que también es constituida por los gentiles que creyeron (Rom. 11, Gál. 6:16) para conformar una única congregación. Esta Israel verdadera es la llamada iglesia invisible, cuya máxima expresión es celestial (cf. Heb. 12:22-24).

La vestidura de sol representa la gloria de la comunidad del pacto del Señor (12:1, cf. Sal. 104:2a). Que la luna esté a sus pies simboliza también su posición celestial y las doce estrellas en su cabeza la identifican con Israel (cf. Gn. 37:9). Esta descripción es una referencia a un pasaje muy importante para los judíos, el cual describe la gloria final de Sion en el siglo venidero:

 

Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti. Porque he aquí que tinieblas cubrirán la tierra, y oscuridad las naciones; mas sobre ti amanecerá Jehová, y sobre ti será vista su gloria. Y andarán las naciones a tu luz, y los reyes al resplandor de tu nacimiento. (Is. 60:1-3).

 

La mención del Mesías en el 12:5 (cf. Sal. 2:9), el cual fue alumbrado por esta mujer, y que es posteriormente ascendido al cielo, ocurre simplemente para identificar a la mujer con Israel, ya que esta visión no habla sobre el Mesías, sino sobre la iglesia.

 

B) El Dragón. El antagonista de esta alegoría es identificado explícitamente en el 12:9 como: “la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero”. En el Nuevo Testamento, ‘dragón’ es un término exclusivo de Apocalipsis y proviene del griego δράκων “drákon” G1404, y como nota W. E. Vine: “denotaba un monstruo mítico, un dragón; también una gran serpiente, así denominada debido a su agudeza visual. Se usa en doce ocasiones en el libro de Apocalipsis para denominar al diablo (Ap. 12:3, 12:4, 12:7 [2], 12:9, 12:13, 12:16, 12:17, 13:2, 13:4, 13:11, 16:13, 20:2)”.[7]

El dragón es color rojo fuego (12:3, tal como el segundo sello en Ap. 6:4), es un ser aberrante y está coronado, por lo que en su apariencia viene a representar la maldad de los poderes espirituales malignos, y al tener coronas reales muestra que le es dada autoridad para ejercer su dominio.

Se describe que el dragón arrastró la tercera parte de las estrellas del cielo a la tierra (12:4). Internamente, el libro de Apocalipsis usa las estrellas como símbolo para ángeles (1:20), también en la tradición judía (2 Bar. 51:8, 1 Enoc 18:14-15, entre muchos otros), las estrellas de los cielos es un término intercambiable por ángeles, y en Job 38:7 se narra que los hijos de Dios (ángeles) junto con las estrellas de la mañana se regocijaban cuando Dios creó al mundo, asumiendo que tanto los ángeles como las estrellas eran habitantes del reino celestial. En el mundo antiguo las estrellas eran dioses; los judíos entendían que eran parte de la creación, pero de todas formas las asociaban al reino celestial y a los ángeles. Según Keener, en el antiguo judaísmo, también estaba la idea que Satanás se había llevado consigo a muchos ángeles.[8] Por otro lado, en Mt. 25:41 y Ap. 12:9, a Satanás se le condena siempre en compañía de ‘sus’ ángeles, por lo que es posible concluir desde acá, que el dragón (Satanás), como un ser espiritual poderoso e influyente, logró llevarse consigo a la tercera parte de los ángeles de Dios para que le sirvan.[9]

 

C) El conflicto.[10] Satanás pretendía destruir al Mesías y oponérsele, y esto se ve en el ministerio mismo de Jesús (Mt. 4:1-11, 16:23), pero esta visión o señal celestial nos da a entender que el intento de Herodes para acabar con la vida de Jesús (Mt. 2:13-23) fue articulado desde el mundo espiritual por el mismo diablo (Ap. 12:4b). Según el relato de Mateo 2, Jesús es llevado a Egipto para ser protegido del tiempo de persecución, tal como lo muestra Ap. 12:6.

En Ap. 12:7-10 se narra cómo Satanás y sus ángeles son expulsados del cielo. Este hecho, según el mismo texto, es fundamental para haya “venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo”, ya que como se ve en ciertos pasajes del Antiguo Testamento (Job 1-2, Zac. 3:1), Satanás es el acusador de los hombres; consiervos de Dios con los ángeles (12:10). Este descenso de Satanás desde el cielo ocurre después de su intento de acabar con la vida del Mesías, y supone la fase inicial de la derrota del diablo (cf. Lc. 10:17-20); el papel redentor de Cristo es el factor clave para terminar con las acusaciones de Satanás.[11] Los moradores de los cielos se alegran por la expulsión del diablo desde su lugar, pero se lamentan por los moradores de la tierra, ya que el diablo se ve acorralado y sentenciado a ser condenado en poco tiempo, por lo que desata toda su ira contra los hombres (12:12, cf. 20:10).

El acto de derrotar al dragón (o la serpiente antigua), cierra el largo ciclo de maldición y conflicto entre la mujer y la serpiente de Gn. 3:15, por esto es que esta visión ocupa un lugar destacado en la profecía de Juan, en el centro del libro. Además de ser una promesa formulada en Génesis, la derrota del dragón es asociada en Isaías con el momento de la redención final de Israel, donde el dragón es asociado también al Leviatán o el monstruo marino que acechaba en las aguas que —bajo la cosmovisión hebrea— estaban debajo de la tierra; entre los pilares que sostenían al mundo:

 

En aquel día Jehová castigará con su espada dura, grande y fuerte al leviatán serpiente veloz, y al leviatán serpiente tortuosa; y matará al dragón [gr. drákon] que está en el mar. (Is. 27:1).

 

Satanás engaña a los habitantes del mundo entero (v. 9, gr. oikuméne), y esto es un hecho muy importante, ya que el reino de Dios, encabezado por Cristo, viene a terminar con ese régimen de ignorancia y corrupción. El mandato es que todos los hombres de todo el mundo se arrepientan, ya que todos serían sometidos al juicio (Hch. 17:30-31, cf. Mt. 25:31-46). Satanás deja de tener la hegemonía sobre los poderes espirituales del hombre en el mundo, y el reino de Dios, visible en su iglesia, toma aquel lugar que tenía el diablo: ya no para engañan al mundo, sino para traer salvación.

En Ap. 12:13-17 se relata cómo Satanás desata su furia contra la iglesia de la tierra (gr. ); la que había dado a luz al hijo varón (v. 13), sin embargo, esta escapa fuera de su alcance. Según se revisa en la sección siguiente, el agente terrenal de Satanás en el mundo es el Imperio Romano. En consideración a esto, F. F. Bruce comenta sobre el significado de los vv. 13-17:

 

“La mujer huyó al desierto”: referencia a la huida de la iglesia de Palestina en el año 66 d.C., en el inicio de la revuelta judía; según Eusebio, halló refugio en el territorio de Pela, más allá del Jordán… El verdadero Israel, de donde nació Cristo, sigue vivo, según la visión, en la Iglesia Palestina; los cristianos del mundo son “el resto de sus descendientes” (v. 17).[12]

 

En toda esta escena, donde la iglesia cristiana de Israel escapa de la Jerusalén corrupta (11:8, espiritualmente Egipto) hacia el desierto, hay fuertes paralelos con la salida de los israelitas a la tierra de Canaán desde Egipto. Tomándose de esta misma idea, recordar que a estos mismos judíos, el autor de la Carta a los Hebreos les escribió sobre perseverar para entrar en el reposo de Dios y no deslizar para que no perezcan como sus antepasados en el momento de prueba (Heb. 3:7-4:13), mientras que Pedro les escribió que la tierra (gr. ) que hasta ese momento existían estaba destinada a ser quemada, pero que ellos tendrían por herencia una tierra nueva, extendiéndose el pacto de Dios con el hombre fuera de las fronteras de Israel; por todo el mundo. Milton Terry señala:

 

La gran idea en todas estas imágenes es que sale poder divino para liberar y sustentar a la Iglesia de Dios del Nuevo Testamento en el día de su persecución: el mismo poder que en la antigüedad hizo los milagros en Egipto, y en el Mar Rojo, y en el desierto.[13]

 

Otro asunto que es relevante destacar de esta visión, es que la iglesia de Palestina fue guardada de la destrucción del diablo durante 3,5 años, habiendo correspondencia entre la visión y su cumplimiento (66-70 d.C.). También es relevante destacar que ellos se refugiaron en Pela, al otro lado del Río Jordán, habiendo un certero cumplimiento en que Satanás trató de arrastrarlos con un río mientras huían, pero no lo logró (12:15-16). Ante esto, el diablo enfoca su actividad hacia los otros hijos de esta madre, quienes son la iglesia del resto mundo habitado (o conocido) hasta entonces (v. 17). En el v. 12 hay un lamento no solo por los moradores de la tierra (), sino también por los “del mar”; según Ap. 10, donde un ángel pone un pie sobre la tierra () y el otro sobre el mar para anunciar juicios, el mar se puede interpretar como “muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes” (10:11), y en Ap. 17:15 se interpreta explícitamente que las “muchas aguas” son “pueblos, muchedumbres, naciones y lenguas”, por lo que estos ‘habitantes del mar’ son los gentiles, pero a su vez son los ‘otros descendientes de la mujer’, por tanto creyentes, los cuales según los vv. 12 y 17, serían perseguidos por el dragón. Esto conecta la señal de Ap. 12 con la siguiente visión.



[1] Strong, Nueva concordancia Strong Exhaustiva, Diccionario de palabras griegas, pág. 77.

[2] Deutsche Bibelgesellchaft, Diccionario Conciso Griego-Español del Nuevo Testamento, pág. 161.

[3] Profesores de la Compañía de Jesús, La Sagrada Escritura, Nuevo Testamento, Tomo III, Carta a los Hebreos. Epístolas Católicas. Apocalipsis. Índices, pág. 703; Caird, The Revelation of St. John The Divine, pág. 149.

[4] En la LXX y en el Nuevo Testamento Griego, seméion puede ser una marca característica por la cual algo es conocido o reconocido (Gn. 1:14, Ex. 12:13, Jos. 2:12, Mt. 16:3, 26:48), un monumento que recuerda un evento pasado (Gn. 9:12, 9:17, 17:11, Ex. 13:9, Dt. 6:8, 11:18), un presagio o indicación de algo por venir (2 Re. 19:29, Is. 7:14, Ez. 4:3, Mt. 24:3, Lc. 21:11, 25, Hch. 2:19), o un milagro (Ex. 7:3, Jos. 24:17, Sal. 77:43, Mr. 16:20, Jn. 2:11, 4:48, 6:30, 1 Co. 14:22).

Aune, World Biblical Commentary, Volume 52B, Revelation 6-16, comentario ad hoc.

[5] Profesores de Salamanca, Biblia Comentada, Tomo VII Epístolas católicas. Apocalipsis, págs. 425-426.

[6] Craig Keener identifica una serie de documentos no religiosos en que judíos se refieren a Jerusalén como ‘madre’.

Keener, Comentario Bíblico con Aplicación NVI: Apocalipsis, pág. 368.

[7] W. E. Vine, Diccionario Expositivo de palabras del Nuevo Testamento, pág. 299.

[8] Keener, op. cit., pág. 374, cf. Muñoz, Apocalipsis. Comentarios a la Nueva Biblia de Jerusalén, pág. 101.

[9] Esta escena puede tener relación con la estrella que cae del cielo (9:1) y desata una plaga de 5 meses, influyendo a los ejércitos romanos y a los habitantes de Jerusalén a cometer las atrocidades que se describen y/o ejerciendo directamente actividad demoniaca. Ver sección sobre Las seis primeras trompetas.

[10] Todo comentarista del libro de Apocalipsis que pone algún grado de atención a los acontecimientos del primer siglo, reconoce que en el mundo antiguo existían muchos mitos (Grecia, Mesopotamia y Egipto) que narraban la historia de una mujer a punto de dar a luz que y que era perseguida por un ser maligno, pero finalmente la mujer lograba prevalecer.

[11] Graeme Goldsworthy, junto a muchos otros autores, identifican que estas luchas celestiales entre las fuerzas del mal contra las de Dios, donde finalmente Satanás es derrotado, representan la victoria de Cristo. El autor también destaca la justificación en el tema principal de Apocalipsis.

Graeme Goldsworthy, El Cordero y el León, Segunda Edición (Kiama: Libros Gran Panorama, 2018), pág. 126.

[12] Bruce, Comentario Bíblico Bruce, pág. 1593.

[13] Terry, Biblical Apocalyptics: A Study of the Most Notable Revelations of God and of Christ in the Canonical Scriptures, pág. 390.

Entradas populares de este blog

11.4 Evangelios II: parábolas y anuncios: El banquete con los padres

2.3 Métodos de interpretación: Método Gramático-Histórico

11.8 Evangelios II: parábolas y anuncios: Oveja perdida, moneda perdida e hijo pródigo