12.4 Evangelios III: en el monte de los olivos: Guerras y rumores de guerras
Y oiréis de guerras y rumores de
guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca;
pero aún no es el fin. Porque se levantará nación contra nación, y reino
contra reino. (Mt. 24:6-7a).
Empiezo mi tarea tratando una época
repleta de acontecimientos. Atroz por las guerras, desgarrada por las sediciones,
violenta en los mismos tiempos de paz. Cuatro emperadores asesinados por la
espada, tres guerras civiles, cuatro guerras exteriores, y muchas en que se
entremezclaban ambas. La marcha de los acontecimientos fue favorable en Oriente
y adversa en Occidente: revueltas en el Ilírico, sublevaciones en la Galia,
sometida la Britania y, poco después, perdida; los pueblos suevos y sármatas
alzados en armas contra nosotros; la Dacia, cuya gloria ha consistido en
desastres tan suyos como nuestros; los partos casi levantados en armas contra
nosotros por las intrigas de un falso Nerón. Italia azotada por calamidades
nunca vistas hasta ahora, o sucedidas de nuevo tras una larga serie de siglos
sin sufrirlas. Esquilmadas y arruinadas las ciudades, incluso la fértil y
fecunda región de la Campania. La misma Roma devastada por los incendios.[1]
Josefo también documentó varias guerras y rumores de guerras que también
tuvieron lugar durante este tiempo en distintos lugares del Imperio Romano: los
judíos luchando contra los árabes en el año 36 d.C. (Antigüedades 18.5.1-2),
los romanos planeando una guerra contra los árabes al año siguiente (Antigüedades
18.5.3), los griegos que luchaban contra los judíos en el 38 d.C. (Antigüedades
18.8.1), rumores de una guerra que se avecinaba entre los romanos y los judíos
en el 40 d.C. (Antigüedades 18.8.2-9, Guerras 2.10.1-5), los griegos y los
sirios luchando contra los judíos aproximadamente en ese mismo momento (Antigüedades
18.9.9), los judíos luchando contra los filadelfios alrededor del año 45 D.C. (Antigüedades
20.1.1), los romanos marchando contra los judíos alrededor del año 50 D.C. (Antigüedades
20.5.2-4, Guerras 2.12.1), los romanos aplazaron una batalla entre los judíos y
los samaritanos en el año 52 D.C. (Antigüedades 20.6.1; Guerras 2.12.3-5), y
los romanos pararon una guerra entre los judíos y los sirios en el año 59 D.C.
(Antigüedades 20.8.7, Guerras 2.13.7).[4] Varios cientos de
miles de muertos se pueden contabilizar en todos estos enfrentamientos.
Conectando con el v. 5 y la cita de Josefo: “Había muchas revueltas en
este mismo tiempo por Judea, y muchos aspirantes que codiciaban el reino”,[5] los falsos mesías
—falsos enviados, profetas de Dios— buscaban tener el control de Judea,
desencadenando muchos conflictos entre los pueblos de la provincia de Judea y
contra Roma que con el pasar del tiempo desencadenaron en la Gran Revuelta
Judía. El registro paralelo de Mr. 13:7 usa también la palabra “alborotos”
junto con “guerras”; no solo se trata de conflicto entre naciones dentro del
imperio romano, sino que —como se ha documentado— efectivamente los discípulos
oyentes de la respuesta de Jesús verían estas cosas suceder también en su
tierra: un tumulto en Jerusalén en el tiempo de la pascua causó entre 10.000 y
20.000 muertes en el año 49 d.C., por contiendas en Cesarea entre judíos y
otros habitantes de la ciudad murieron 20.000 judíos, otros 20.000 más fueron
muertos por los sirios, 13.000 más en Escitópolis (actual Beit She’an, al sur
del Mar de Galilea).[6] Estas revueltas y
guerras locales —como se ha dicho— son consecuencias de los falsos enviados de
Dios que incitaban al pueblo a revelarse a los romanos; no solo habían falsos
profetas que esparcían falsas doctrinas como Juan insiste en sus cartas, sino
que también habían otros que llevaban al pueblo a la rebelión y a su muerte.
Josefo también documenta extensamente en el libro I de Las Guerras de Los
Judíos que su tierra estaba llena de forajidos, ladrones y bandidos. Contra
estos, Josefo describe los problemas que tuvieron los procuradores romanos de
Judea para lidiar con la situación.
Josefo conecta estas estos alborotos y revueltas —muchas de las cuales
resultaron en matanzas en Jerusalén— con la destrucción del Templo, mediante el
juicio de fuego purificador por parte de Dios:
Posteriormente los ladrones, [los
mismos que llevaron a muchos al desierto para engañarlos] sin amedrentarse,
ascendieron al Templo durante las festividades, ocultando las armas como antes;
mezclados con la turba, mataron a unos porque eran sus enemigos y a otros porque
se les pagaba para hacer ese servicio; y lo llevaban a cabo, no solo en la
ciudad, sino en el mismo Templo. Efectivamente, se atrevían a matar en el
Templo, como si obrar de esta manera no fuera un acto impío. Por eso creo que
Dios, ofendido por su impiedad, se apartó de nuestra ciudad; juzgó que el
Templo ya no era su morada pura, e hizo que los romanos purificaran con el
fuego a la ciudad, nos redujeran a la esclavitud a nosotros, a nuestras mujeres
y a nuestros hijos, a fin de que, advertidos por tales calamidades, volviéramos
a la rectitud.[7]
[1]
Tácito, Libro de las Historias, págs. 3-4, Historias 1.2.
[2] Cayo Cornelio Tácito, Anales.
[3] Vernon C. Klingman III, The Four
Corners. www.facebook.com/preterism, pág. 13.
[4]
Ibíd.
[5]
Josefo, op. cit., pág. 109, Guerras 2.4.1.
[6] Gary DeMar, Last Days Madness,
pág. 79 y Gary DeMar, Wars and Rumors of Wars, pág. 50. El autor
también destaca en esta última obra que cuando Judea estaba en rebelión contra
Roma —en la gran Revuelta Judía— y Nerón se suicida (68 d.C.) los comandantes
de las legiones de España, la Galia y Alemania, Iliria y Siria, convergieron
sobre Italia, para decidir quién debería suceder a Nerón que no tenía un
heredero directo en la Dinastía Julio-Claudia.
Luego de esto, comienza el tiempo conocido como el año
de los cuatro emperadores, donde hubo gran caos en Roma por luchas de poder;
esto es lo típico luego del fin de una dinastía.
[7]
Josefo, Antigüedades 20.8.6.