12.7 Evangelios III: en el monte de los olivos: El evangelio predicado en todo el mundo

 


Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin. (Mt. 24:14).

 Esta afirmación de Jesús, según la lectura de la traducción RVR1960, puede sonar como algo no cumplido; es un hecho que hay muchas partes del mundo no se ha predicado el evangelio. Sin embargo, el texto griego utiliza para palabra ‘mundo’ el término οἰκουμένη, “oikuméne” (G3625), el cual la Biblia Textual tercera edición traduce como ‘tierra habitada’; según el diccionario Strong, oikuméne significa: “específicamente el Imperio Romano: tierra, mundo”,[1] y también es definido por el Diccionario de griego de las Sociedades Bíblicas Unidas lo define como mundo; la tierra habitada, humanidad; el imperio romano.[2] Esta palabra proviene de οἰκέω “oikéo” (G3611) que significa habitar.[3]

Oikuméne se utiliza en Lc. 2:1: “Aconteció en aquellos días, que se promulgó un edicto de parte de Augusto César, que todo el mundo (gr. oikuméne) fuese empadronado”, entendiéndose acá por el mero contexto que se trata del Imperio Romano; el César no tenía potestad para hacer eso fuera de su imperio. En Hch. 11:28, Lucas también utiliza esta palabra para referirse al Imperio Romano: “Y levantándose uno de ellos, llamado Agabo, daba a entender por el Espíritu, que vendría una gran hambre en toda la tierra habitada (gr. oikuméne); la cual sucedió en tiempo de Claudio”, no se refiere al planeta completo, Tácito habló sobre esto en Anales 12.43 y Josefo en Antigüedades 20.2.5, 20.5.2. como dentro del Imperio Romano, como se analizó en la sección sobre sobre Pestes, hambres y terremotos. Notar que la RVR1960 acá sí utiliza la expresión más específica ‘tierra habitada’ en vez de ‘mundo’ para oikuméne. En Hch. 17:6, ciertos judíos de Tesalónica se refirieron a Pablo y Silas en términos de “Estos que trastornan el mundo entero (gr. oikuméne) también han venido acá”; estos dos nunca salieron de las fronteras del Imperio Romano. En Hch. 19:27 es usada también esta palabra cuando se habla que la diosa Diana —Artemisa— era venerada en “toda Asia, y el mundo entero (gr. oikuméne)”, cuando el culto a esta deidad era exclusivo del Imperio Romano, heredado de los griegos; no realmente en todo el planeta Tierra.

En este sentido, los apóstoles ya para antes del 70 afirman que esto ya se cumplió:

 

     Col. 1:6: [la palabra verdadera del evangelio] que ha llegado hasta vosotros, así como a TODO EL MUNDO, y lleva fruto y crece también en vosotros, desde el día que oísteis y conocisteis la gracia de Dios en verdad.

     Col. 1:23: …la esperanza del evangelio que habéis oído, el cual se predica en TODA LA CREACIÓN que está debajo del cielo; del cual yo Pablo fui hecho ministro.

     Rom. 1:8: Primeramente doy gracias a mi Dios mediante Jesucristo con respecto a todos vosotros, de que vuestra fe se divulga por TODO EL MUNDO.

     1 Pe. 5:9: al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en TODO EL MUNDO.

     1 Tes. 1:8: Porque partiendo de vosotros ha sido divulgada la palabra del Señor, no solo en Macedonia y Acaya, sino que también en TODO LUGAR vuestra fe en Dios se ha extendido

     Hch. 24:5: Porque hemos hallado que este hombre [Pablo] es una plaga, y promotor de sediciones entre todos los judíos por TODO EL MUNDO,[4] y cabecilla de la secta de los nazarenos.

 Todo esto sería para “testimonio a todas las naciones” (cf. Mr. 13:10). Acá ‘naciones’ es una traducción de ἔθνη “éthne” (G1484),[5] lit. gentiles; en este sentido en 1 Ti. 3:16 y 2 Ti. 4:17 Pablo afirma que esto ya fue cumplido durante el tiempo de su ministerio.

Se debe notar que Pedro, Pablo y Lucas, bajo inspiración del Espíritu Santo, están reconociendo el cumplimiento de los dichos de Jesús; de por sí estas afirmaciones no pueden ser rebatidas ni ignoradas.

El anuncio de la predicación del evangelio por todo el ‘mundo’ no es un anuncio inédito en los evangelios; con las parábolas del crecimiento[6] Jesús transmitió esta idea en el sentido que su doctrina se expandiría rápidamente para llegar a ser la mayor fe de todas. Esto constituye parte fundamental de la esperanza del nuevo pacto: que todas las naciones reconozcan y adoren al único Dios (Dn. 9:7, Sal. 117, Is. 60, etc.).

La fe cristiana para antes del 70 d.C. estaba propagada por el Mediterráneo y el Imperio Romano en general (Rom. 16:25-26 cf. 10:18); por regiones como: Asia menor (actual Turquía), Dalmacia, Italia, Egipto, Grecia, Siria, Macedonia, Partia, Arabia, el norte de África, etc., e incluso lugares tan lejanos a Israel como España (Rom. 15:24-28). Eusebio, algunos siglos después, también reconoce que el evangelio se expandió por todo el Imperio Romano en el tiempo de los apóstoles:

 

Así, indudablemente, por una fuerza y una asistencia de arriba, la doctrina salvadora, como rayo de sol, iluminó de golpe a toda la tierra habitada [gr. oikuméne]… Efectivamente, por todas las ciudades y aldeas, como en era rebosante, se constituían en masa iglesias formadas por muchedumbres innumerables. Los que por sucesión ancestral y por un antiguo error tenían sus almas presas del antiguo morbo de la superstición idolátrica, por el poder de Cristo y gracias a la enseñanza de sus discípulos y a los milagros que la acompañaban, rotas sus penosísimas prisiones, se apartaron de los ídolos como de amos espantosos y escupieron todo politeísmo demoníaco y confesaron que no hay más que un solo Dios: el creador de todas las cosas. Y a este Dios honraron con los ritos de la verdadera religión por medio de un culto divino y racional, el mismo que nuestro Salvador sembró en la vida de los hombres.[7]

 R. T. France también comenta:

 

En el período antes del año 70 d. de J.C. el evangelio, en realidad, fue predicado en gran parte del Mediterráneo (lo que la mayoría de los que hablaban gr. hubiera entendido por “en todo el mundo” de ese día). (Cf. Rom. 15:19, escrito a mediados de la década del 50, después de lo cual la misión de Pablo continuó extendiéndose, sin mencionar la de los otros apóstoles.) Antes de que fuera destruido el templo, la iglesia cristiana ya había llegado a ser una comunidad verdaderamente internacional.[8]

 Se debe entender que para un judío del siglo I d.C. el ‘mundo’ o ‘lo habitado’ era aquello que las personas conocían y podían recorrer con sus medios: a pie, por tracción animal y carruajes de madera o por una rudimentaria navegación impulsada por velas. La información sobre el ‘mundo’ de ese tiempo se restringía a lo que se podía saber de los lugares de rutas comerciales o traslados hechos por estos medios primitivos. Por otro lado, para ellos la tierra era plana como una mesa, las estrellas formaban una cúpula sobre la tierra y el sol se movía en función del mundo.[9] Ningún oyente de Jesús al recibir este anuncio habría pensado en las tribus aisladas del Amazonas o en las islas de la Polinesia. Entendamos que hoy el ‘mundo’ desde la perspectiva humana es mucho más amplio que hace dos milenios: al oír esa palabra se nos viene inmediatamente a la mente un planeta esférico girando; suspendido en el espacio y mayormente azul, rodeado por su nubosa atmósfera, planeta que a su vez tiene su órbita alrededor del Sol. Al oír la palabra ‘mundo’, hoy también nos podemos imaginar un mapa con varios continentes, el cual tiene cientos de países delimitados por sus fronteras políticas bien definidas. Nosotros hoy en día con nuestros avances científicos visualizamos el mundo de una forma totalmente distinta a los pescadores y gente sencilla de aquel tiempo. En hermenéutica, es clave ponerse en el lugar del oyente original del mensaje para hacer una correcta interpretación del texto y no entenderlo desde la perspectiva del lector moderno.

El fin que vendría luego de esta divulgación del evangelio por el ‘mundo’ (oikuméne), es el fin de la era (aión, v. 3), lo que sucedió en el siglo I.

No obstante a todo lo anterior, esto no significa que todas las personas aún hoy no alcanzadas por el evangelio quedan excluidas del reino de Dios. Que el evangelio predicado por todo ‘lo habitado’ en aquel entonces haya sido un indicador del fin del antiguo pacto-siglo-era, nos pone en la perspectiva de que se tiene inaugurado el reino eterno de Dios al cual todas las personas sin excepción pueden acceder para tener plena comunión con el Señor. Así, no se invalida en ningún sentido la misión de cada cristiano de entregar hoy el mensaje a la mayor cantidad de personas que le sea posible, sino todo lo contrario, la invitación actual es aún mejor que la que hicieron los apóstoles del siglo I.



[1] Strong, Nueva concordancia Strong Exhaustiva, Diccionario de palabras griegas, pág. 59.

[2] Deutsche Bibelgesellchaft, Diccionario Conciso Griego-Español del Nuevo Testamento, pág. 123.

[3] Participio presente en voz activa del verbo οἰκέω “oikeo”, habitar.

[4] Gr. oikouméne, así como también en Rom. 10:18. Los demás pasajes usan para ‘mundo’ el término κόσμος “kósmos” (G2889), el cual es aún más general que oikouméne, pudiendo significar incluso universo. Strong, loc. cit.

[5] Ver sección anterior para más detalles.

[6] Ver capítulo once: Evangelios II: parábolas y anuncios, sección sobre Las parábolas del crecimiento.

[7] Eusebio, Historia Eclesiástica, págs. 69-70, Historia Ecl. 2.3.1-2. En su texto griego se aprecia el uso de oikouméne (G3625) para ‘tierra habitada’, tal como en Mt. 24:14.

[8] Carson et al. ed., Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno, pág. 971.

[9] Para más sobre la cosmovisión hebrea, ver capítulo trece: Hechos, sección sobre La ascensión.

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