12.7 Evangelios III: en el monte de los olivos: El evangelio predicado en todo el mundo
Y será predicado este evangelio del
reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá
el fin. (Mt. 24:14).
Oikuméne se utiliza en Lc. 2:1: “Aconteció en aquellos días, que
se promulgó un edicto de parte de Augusto César, que todo el mundo (gr. oikuméne)
fuese empadronado”, entendiéndose acá por el mero contexto que se trata del
Imperio Romano; el César no tenía potestad para hacer eso fuera de su imperio.
En Hch. 11:28, Lucas también utiliza esta palabra para referirse al Imperio
Romano: “Y levantándose uno de ellos, llamado Agabo, daba a entender por el
Espíritu, que vendría una gran hambre en toda la tierra habitada (gr. oikuméne);
la cual sucedió en tiempo de Claudio”, no se refiere al planeta completo, Tácito
habló sobre esto en Anales 12.43 y Josefo en Antigüedades 20.2.5, 20.5.2. como
dentro del Imperio Romano, como se analizó en la sección sobre sobre Pestes,
hambres y terremotos. Notar que la RVR1960 acá sí utiliza la expresión más
específica ‘tierra habitada’ en vez de ‘mundo’ para oikuméne. En Hch.
17:6, ciertos judíos de Tesalónica se refirieron a Pablo y Silas en términos de
“Estos que trastornan el mundo entero (gr. oikuméne) también han venido
acá”; estos dos nunca salieron de las fronteras del Imperio Romano. En Hch.
19:27 es usada también esta palabra cuando se habla que la diosa Diana
—Artemisa— era venerada en “toda Asia, y el mundo entero (gr. oikuméne)”,
cuando el culto a esta deidad era exclusivo del Imperio Romano, heredado de los
griegos; no realmente en todo el planeta Tierra.
En este sentido, los apóstoles ya para antes del 70 afirman que esto ya
se cumplió:
• Col. 1:6: [la palabra
verdadera del evangelio] que ha llegado hasta vosotros, así como a TODO EL
MUNDO, y lleva fruto y crece también en vosotros, desde el día que oísteis y
conocisteis la gracia de Dios en verdad.
• Col. 1:23: …la esperanza
del evangelio que habéis oído, el cual se predica en TODA LA CREACIÓN que está
debajo del cielo; del cual yo Pablo fui hecho ministro.
• Rom. 1:8: Primeramente doy
gracias a mi Dios mediante Jesucristo con respecto a todos vosotros, de que
vuestra fe se divulga por TODO EL MUNDO.
• 1 Pe. 5:9: al cual resistid
firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en
vuestros hermanos en TODO EL MUNDO.
• 1 Tes. 1:8: Porque
partiendo de vosotros ha sido divulgada la palabra del Señor, no solo en
Macedonia y Acaya, sino que también en TODO LUGAR vuestra fe en Dios se ha
extendido
• Hch. 24:5: Porque hemos
hallado que este hombre [Pablo] es una plaga, y promotor de sediciones entre
todos los judíos por TODO EL MUNDO,[4] y cabecilla de la
secta de los nazarenos.
Se debe notar que Pedro, Pablo y Lucas, bajo inspiración del Espíritu
Santo, están reconociendo el cumplimiento de los dichos de Jesús; de por sí
estas afirmaciones no pueden ser rebatidas ni ignoradas.
El anuncio de la predicación del evangelio por todo el ‘mundo’ no es un
anuncio inédito en los evangelios; con las parábolas del crecimiento[6] Jesús transmitió esta
idea en el sentido que su doctrina se expandiría rápidamente para llegar a ser
la mayor fe de todas. Esto constituye parte fundamental de la esperanza del
nuevo pacto: que todas las naciones reconozcan y adoren al único Dios (Dn. 9:7,
Sal. 117, Is. 60, etc.).
La fe cristiana para antes del 70 d.C. estaba propagada por el Mediterráneo
y el Imperio Romano en general (Rom. 16:25-26 cf. 10:18); por regiones como: Asia
menor (actual Turquía), Dalmacia, Italia, Egipto, Grecia, Siria, Macedonia, Partia,
Arabia, el norte de África, etc., e incluso lugares tan lejanos a Israel como España
(Rom. 15:24-28). Eusebio, algunos siglos después, también reconoce que el
evangelio se expandió por todo el Imperio Romano en el tiempo de los apóstoles:
Así, indudablemente, por una fuerza
y una asistencia de arriba, la doctrina salvadora, como rayo de sol, iluminó de
golpe a toda la tierra habitada [gr. oikuméne]… Efectivamente, por todas las
ciudades y aldeas, como en era rebosante, se constituían en masa iglesias
formadas por muchedumbres innumerables. Los que por sucesión ancestral y por un
antiguo error tenían sus almas presas del antiguo morbo de la superstición
idolátrica, por el poder de Cristo y gracias a la enseñanza de sus discípulos y
a los milagros que la acompañaban, rotas sus penosísimas prisiones, se
apartaron de los ídolos como de amos espantosos y escupieron todo politeísmo
demoníaco y confesaron que no hay más que un solo Dios: el creador de todas las
cosas. Y a este Dios honraron con los ritos de la verdadera religión por medio
de un culto divino y racional, el mismo que nuestro Salvador sembró en la vida
de los hombres.[7]
En el período antes del año 70 d.
de J.C. el evangelio, en realidad, fue predicado en gran parte del Mediterráneo
(lo que la mayoría de los que hablaban gr. hubiera entendido por “en todo el
mundo” de ese día). (Cf. Rom. 15:19, escrito a mediados de la década del 50,
después de lo cual la misión de Pablo continuó extendiéndose, sin mencionar la
de los otros apóstoles.) Antes de que fuera destruido el templo, la iglesia
cristiana ya había llegado a ser una comunidad verdaderamente internacional.[8]
El fin que vendría luego de esta divulgación del evangelio por el ‘mundo’
(oikuméne), es el fin de la era (aión, v. 3), lo que sucedió en
el siglo I.
No obstante a todo lo anterior, esto no significa que todas las personas
aún hoy no alcanzadas por el evangelio quedan excluidas del reino de Dios. Que
el evangelio predicado por todo ‘lo habitado’ en aquel entonces haya sido un
indicador del fin del antiguo pacto-siglo-era, nos pone en la perspectiva de
que se tiene inaugurado el reino eterno de Dios al cual todas las personas sin
excepción pueden acceder para tener plena comunión con el Señor. Así, no se invalida
en ningún sentido la misión de cada cristiano de entregar hoy el mensaje a la
mayor cantidad de personas que le sea posible, sino todo lo contrario, la
invitación actual es aún mejor que la que hicieron los apóstoles del siglo I.
[1]
Strong, Nueva concordancia Strong Exhaustiva, Diccionario de palabras
griegas, pág. 59.
[2]
Deutsche Bibelgesellchaft, Diccionario Conciso Griego-Español del Nuevo
Testamento, pág. 123.
[3]
Participio presente en voz activa del verbo οἰκέω “oikeo”, habitar.
[4]
Gr. oikouméne, así como también en Rom. 10:18. Los demás pasajes usan
para ‘mundo’ el término κόσμος “kósmos” (G2889), el cual es aún más
general que oikouméne, pudiendo significar incluso universo. Strong,
loc. cit.
[5]
Ver sección anterior para más detalles.
[6]
Ver capítulo once: Evangelios II: parábolas y anuncios, sección sobre Las
parábolas del crecimiento.
[7]
Eusebio, Historia Eclesiástica, págs. 69-70, Historia Ecl.
2.3.1-2. En su texto griego se aprecia el uso de oikouméne (G3625) para
‘tierra habitada’, tal como en Mt. 24:14.
[8]
Carson et al. ed., Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno, pág. 971.
[9]
Para más sobre la cosmovisión hebrea, ver capítulo trece: Hechos, sección sobre
La ascensión.