18.11 Apocalipsis II: iglesias, sellos, trompetas y copas: La medición del Templo
Entonces me fue dada una caña semejante a una vara de medir, y se me
dijo: Levántate, y mide el templo de Dios, y el altar, y a los que adoran en
él. Pero el patio que está fuera del templo déjalo aparte, y no lo midas,
porque ha sido entregado a los gentiles; y ellos hollarán la ciudad santa
cuarenta y dos meses. (Ap. 11:1-2).
Si bien esta sección es breve, ofrece
varios detalles muy interesantes de analizar. Primero, en un sentido general,
este pasaje puede ser interpretado como un eco de la condena a Jerusalén que
Jesús anteriormente profetizo, que según Lc. 21:24:
Caerán a filo de espada y los llevarán cautivos a todas las
naciones. Los gentiles pisotearán a Jerusalén, hasta que se cumplan los tiempos
señalados para ellos. (NVI).
El pasaje de Apocalipsis aclara que
el tiempo señalado para los gentiles para pisotear Jerusalén es de 42 meses o 3
años y medio. Tal como se ha mencionado, en el capítulo anterior, Nerón ordenó
a Vespasiano iniciar la guerra contra Judea en febrero del 67 d.C. y la ciudad
cayó bajo Tito a fines de agosto del 70 d.C.,[1] teniéndose
un lapso de 3.5 años o 42 meses en los que los romanos, gentiles, asolaron
tierra santa. Esto es también una especie de reiteración en el castigo de Dios
a su pueblo, formando cierto patrón, ya que anteriormente Antíoco IV Epífanes
también asoló Jerusalén por 42 meses (junio de 168 a.C. a diciembre de 165
a.C.),[2] nótese también que la sequía de los días de Elías duró “tres años y
seis meses” (Lc. 4:25, Stg. 5:17) y la referencia mediante hipocatástasis de
Jesús al “gran tribulación” sobre las profecías de Daniel, donde se señalan 3
años y medio de calamidad.
La medición en el Antiguo Testamento
tiene varios significados, pero acá parece aplicar el que refiere a protección
para preservación (2 Sam. 8:2, Zac. 2:1-5, 1 Enoc 70:3-4). Acá se mide el
altar, simbolizando el centro del Templo; su punto neurálgico y central donde
están los que adoran verdaderamente en él. Son varios los pasajes que afirman
que la esencia del Templo y la adoración son espirituales y no debieran estar
sujetas a cosas materiales, como Jn. 4:20-24, Gál. 4:22-26, Heb. 8:5, 9:24 o
12:18-27. En este sentido, se guarda la verdadera adoración que trasciende lo
físico en el acto de medirlo, pero lo material se ‘deja aparte’.
Esta escena conecta con el sellado de
los 144.000 de Ap. 7, ya que al igual que en Ez. 9:4-6, se guardan de la
destrucción al remanente fiel que adora en el Templo, dejando a los demás
destinados a destrucción:
…y le dijo Jehová: Pasa por en medio de la ciudad, por en medio de
Jerusalén, y ponles una señal en la frente a los hombres que gimen y que claman
a causa de todas las abominaciones que se hacen en medio de ella. Y a los otros
dijo, oyéndolo yo: Pasad por la ciudad en pos de él, y matad; no perdone
vuestro ojo, ni tengáis misericordia. Matad a viejos, jóvenes y vírgenes, niños
y mujeres, hasta que no quede ninguno; pero a todo aquel sobre el cual hubiere señal,
no os acercaréis; y comenzaréis por mi santuario…
Respecto a lo ‘dejado aparte’ (11:2),
Gentry destaca que es una expresión que no hace justicia a la verdadera
intensidad de la expresión griega.[3]
Acá se usa el verbo ἐκβάλλω “ekbálo” G1544 que es una combinación de las
palabras “ek”, fuera de, y “bálo”, arrojar. David Chilton y Gentry
por su parte, destacan que es un verbo que se usa para marcar la acción de
expulsar demonios (Mt. 12:26, 28, etc.), de expulsar de la iglesia a ciertos
corruptos (3 Jn. 1:10), para la expulsión de los mercaderes del Templo (Mt.
21:12) y de repudiar o expulsar a una esposa infiel para separarse (LXX).
También se destaca que es significativo que anterior al 70, los judíos
expulsaban de sus sinagogas, del Templo y de las ciudades a los cristianos, por
lo que acá se ve una retribución de su obrar hacia los cristianos.[4]
Al verbo “ekbálo” le sigue el
adverbio ἔξωθεν “éxothen” G1855, externamente o hacia afuera, y es el
mismo adverbio con el que se identifica el “patio que está fuera”: este es el
atrio de los gentiles.[5] En
una lectura más literal en griego, el pasaje quedaría como: “Pero el patio que
está fuera del templo expúlsalo fuera…”, recalcando en un juego
de palabras que lo que está fuera de lo central —del sitio para adorar— también
debe ser expulsado o echado a fuera para que los paganos lo pisoteen.
[1] Bruce, New Testament History, págs. 381-382.
[2] Editorial Clie, Biblia de Estudio Matthew
Henry, pág. 2117.
[3] Gentry, Navigating The Book of Revelation,
págs. 94-96.
[4] Gentry, loc. cit.; Chilton, The Days of
Vengeance, págs. 273-274.
[5] El patio de
los gentiles (de sobre 10 hectáreas) es la gran explanada que hay en el Monte
del Templo.