18.1 Apocalipsis II: iglesias, sellos, trompetas y copas: Expectativa temporal en Apocalipsis

 


Ya definido el asunto sobre la fecha de la escritura en el capítulo anterior, el último asunto introductorio a Apocalipsis antes de entrar de lleno al texto es definir hacia donde apuntan sus profecías; a qué momento de la historia se deben asociar las complejas visiones de Juan. En esto normalmente se definen tres estrategias: la futurista, la historicista y la preterista.[1] Como se muestra en el siguiente esquema, el futurismo proyecta el cumplimiento hacia un futuro lejano desde que se formula la profecía, el historicismo entiende que el cumplimiento de la profecía no se limita a un momento puntual, sino que se refiere a un intervalo prolongado, mientras que el preterismo entiende que el cumplimiento de las profecías es estrictamente cercano a su formulación.



Desde luego que en este esquema hay matices y variantes: los historicistas mayormente reconocen un acontecimiento final cúlmine acerca de las profecías de Apocalipsis, muchos futuristas también reconocen que ciertas profecías ya se cumplieron en el primer siglo o a lo largo de la historia, e incluso, muchos preteristas (preteristas parciales) reconocen que la gran parte de las profecías de Apocalipsis se cumplen efectivamente pronto, dentro del primer siglo, pero aún están expectantes de una parusía futura.

El fundamento de la postura preterista acerca del pronto cumplimiento de la profecía de Apocalipsis es tomado de los propios pasajes que indican la expectativa temporal sobre el cumplimiento de la profecía:

 

       1:1: La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto; y la declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan

       2:16: Por tanto, arrepiéntete; pues si no, vendré a ti pronto, y pelearé contra ellos con la espada de mi boca.

       3:11: He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona.

       22:6: Y me dijo: Estas palabras son fieles y verdaderas. Y el Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado su ángel, para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto.

       22:7: ¡He aquí, vengo pronto! Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro.

       22:12: He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra.

       22:20: El que da testimonio de estas cosas dice: Ciertamente vengo en breve. Amén; sí, ven, Señor Jesús.

 

En esta serie de pasajes, las palabras griegas que se traducen por ‘pronto’ (en breve v. 22:20) son τάχος “tájos”, G5034, rápido (1:1, 22:6) y su derivada ταχύ “tajý”, G5035, rápidamente (2:16, 3:11, 22:7, 22:12, 22:20). En el Nuevo Testamento, estas palabras aparecen también en Mt. 5:25, 28:7, 28:8, Mr. 9:39, Lc. 15:22, 18:8, Jn. 11:29, Hch. 12:7, 22:18, 25:4, Rom. 16:20, 1 Ti. 3:14, y otros, donde en todos estos casos se refiere a una acción brevemente seguida de otra (incluso inmediatamente) o a un periodo realmente corto de tiempo. Anteriormente también, según lo analizado en el capítulo siete: El día de Jehová,[2] esta palabra es usada en la profecía de Isaías sobre Babilonia[3] para indicar el tiempo de su juicio, el cual vino sobre aquel pueblo en un lapso de entre 71 y 24 años.

Por otro lado, se tienen también los siguientes pasajes que indican la cercanía de las profecías de Apocalipsis respecto al momento de su escritura:

 

       1:3: Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca.

       3:10 Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra.

       22:10: Y me dijo: No selles las palabras de la profecía de este libro, porque el tiempo está cerca.

 

En los vv. 1:3 y 22:10, la palabra griega para ‘cerca’ es ἐνγύς “engýs” (G1451), cerca, adverbio con alrededor de 30 ocurrencias en el Nuevo Testamento. Este vocablo indica cercanía espacial (Jn. 3:23, 6:19, 6:23, 11:18, 11:54, 19:20, etc.) o cercanía temporal (Jn. 2:13, 6:4, 7:2, 11:55, etc.).[4] En el caso de la cercanía temporal, Juan en su evangelio usa esta palabra para referirse a que las fiestas de los judíos estaban próximas a celebrarse; en cuestión de días. En la versión griega del Antiguo Testamento, se usa este término en pasajes como Is. 13:6 para indicar lo cerca que estaba el juicio de Dios o el ‘día de Jehová’ sobre Babilonia, el cual, como se dijo anteriormente, tardó entre 24 y 71 años desde que se profetizó hasta que finalmente se cumplió.[5]

El v. 3:10 donde dice “la hora de la prueba que HA DE venir…”, se usa el verbo griego μέλλω “mél’lo” G3195, el cual significa ‘estar a punto de’; término que ocurre más de 100 veces en el Nuevo Testamento e indica algo a punto de suceder, como en Jn. 4:47, donde se refiere al hijo de un oficial del rey que estaba a punto de morir.

Se indica así que el momento del juicio de Apocalipsis está a punto de suceder; no es algo que vaya a ocurrir en el futuro lejano, sino que es inminente.

El v. 22:10 ofrece un dato especial más allá del análisis gramatical. Este versículo es una verdadera antítesis de Dn. 12:4, el cual dice: “Pero tú, Daniel, cierra las palabras y sella el libro hasta el tiempo del fin…”; donde la profecía de Daniel (sellada) tuvo su complimiento en unos 500 años hacia el futuro. Si el libro de Apocalipsis no debe ser sellado, porque su cumplimiento es cercano, no hay forma de que se esté refiriendo a un momento futuro lejano a 2.000 años hacia el futuro. Lo natural sería considerar que si una profecía sellada (lit. encerrada, heb. חָתַםjatám”, Dn. 12:4) tarda alrededor de 500 años en cumplirse, una profecía no sellada debe cumplirse necesariamente en un tiempo bastante menor, sobre todo si se suma esto a las reiteradas indicaciones de inminencia del juicio anunciado.[6] De esta forma, el libro de Apocalipsis señala tanto en su inicio (1:1) como en su final (cap. 22) que se trata de asuntos a corto plazo, comprendiendo todo el contenido del libro en ese sentido.

Si la profecía efectivamente hubiera querido hacer referencia a un punto lejano en el tiempo, debería señalarlo explícitamente así. De esta forma, en el contexto de crítica a Tim LaHaye —quien entiende ‘pronto’ es una referencia a 1948— al autor Hank Hanegraaff comenta lo siguiente:

 

En primer lugar, permítame reiterar lo obvio. Ni Jesús ni Juan tienen problemas gramaticales. Si Jesús y juan hubieran querido destacar la inminencia con respecto a una generación que existiría en un futuro distante, no hubieran tenido ninguna dificultad en expresarlo así.

Además, aunque una cosa es no entender bien las construcciones gramaticales en los pasajes apocalípticos o proféticos del libro del Apocalipsis, es algo muy diferente malinterpretar a Jesús o a Juan en las palabras de introducción. La lectura natural de frases tales como «que deben suceder pronto» o «el tiempo está cerca», es que los eventos que siguen sucederán en un futuro cercano y no en un futuro lejano. Suponer que Jesús le estaba mostrando a sus siervos que lo que sucedería «rápidamente», va a suceder mucho tiempo después, es una mala comprensión el sentido simple y literal del lenguaje.[7]

 

James Stuart Russell también comenta lo siguiente respecto a la cercana e inminente expectativa temporal en Apocalipsis:

 

Esto no es mera conjetura. Está certificado por las expresas declaraciones del libro. Si hay una cosa que más que ninguna otra se afirma explícita y repetidamente en Apocalipsis es la cercanía de los sucesos que predice. Esto se afirma, y se reitera una y otra vez, al comienzo, en la mitad, y al final. Se nos advierte que “el tiempo está cerca”, “las cosas que deben suceder pronto”, “he aquí, vengo presto”, “de cierto vengo presto”. Y, sin embargo, en presencia de estas afirmaciones expresas y a menudo repetidas, la mayoría de los intérpretes se ha sentido en libertad de ignorar por completo las limitaciones de tiempo, y vagar a voluntad por épocas y centurias, considerando el libro como un compendio de historia eclesiástica, un almanaque de sucesos político-eclesiásticos para toda la cristiandad para el fin del tiempo. Este ha sido un error garrafal, fatal e inexcusable. Descuidar la definición obvia y clara de tiempo tan constantemente dirigida a la atención del lector por el libro mismo es tropezar en el mismo umbral. En consecuencia, esta falta de atención, ha viciado con mucho el mayor número de interpretaciones apocalípticas. Puede decirse ciertamente que la clave estuvo todo el tiempo colgada de la puerta, claramente visible para todo el que tuviese ojos para ver; pero los hombres han tratado de abrir la cerradura con una ganzúa, o de forzar la puerta, o de escalarla de alguna otra manera, antes que agenciarse una manera de entrar tan simple y preparada como usar la llave fabricada y proporcionada para ellos.[8]



[1] Véase la Segunda parte, Apéndice 1: Categorías en escatología.

[2] Ver capítulo siete: El día de Jehová, comentario sobre Is. 13:19-22.

[3] En la versión griega: la LXX.

[4] Ver también el análisis del verbo engizo (asociado a engýs) en el capítulo dieciséis: Las siete epístolas, sección sobre El juicio y la gloriosa venida están cerca.

[5] Ver capítulo siete: El día de Jehová, comentario sobre Is. 13:6.

[6] En Ap. 10:4 se le ordena a Juan el ‘sellar’ ciertas cosas que oyó, siendo esto un sinónimo de encubrir, tapar o marcar como confidencial; no apto para divulgar.

[7] Hank Hanegraaff, El Código del Apocalipsis (Nashville: Grupo Nelson, 2008), págs. 88-89.

[8] Russell, The Parousia, pág. 367.

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