Debe considerarse primero que los destinatarios de la epístola han
sufrido persecución (Heb. 10:32-34), siendo varios de ellos despojados de sus
bienes y llevados presos. Esta es la misma situación a la cual fueron sometidos
los judíos seguidores de Cristo por parte de sus compatriotas no creyentes en
Jesús según los relatos de Lucas (Hch. 8:1-3, 9:1-2, 9:13-14, 12:1, 26:11). En
base a esta persecución, se les exhorta a los lectores a perseverar, ya que el
pacto al cual pertenecen actualmente es mejor que el antiguo del cual
anteriormente participaban, y este es el gran tema que desarrolla la carta mediante
comparaciones del viejo pacto con el nuevo.
La carta comienza con este breve pero potente contraste:
Dios, habiendo hablado muchas veces
y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos
postreros días nos ha hablado por el Hijo… (Heb. 1:1-2).
Después de más de 400 años de silencio profético, Dios vuelve a hablar,
pero esta vez mediante su Hijo. Este solo hecho hace que el autor como los
lectores se encuentren en los postreros días; “ahora, en la consumación de los
siglos” (Heb. 9:26). La venida del Mesías es el gran hecho que marcaría la
historia humana, trayendo una nueva era y no solo a Israel sino al mundo entero,
y marcaría para siempre la relación de toda la humanidad con su creador. Como
se expone en la segunda parte de este libro, Cristo vino a inaugurar el nuevo
pacto, sin embargo, el antiguo no desaparecería inmediatamente, sino que está
próximo a desaparecer (Heb. 8:13), por lo tanto, si el autor reconoce que está
en los últimos días de lo antiguo, habiéndose ya revelado lo nuevo, no puede
suponerse que estos “últimos días” se trata de un gran periodo que se
extendería por milenios, sino que se refiere a un breve periodo de tiempo. Esto
también se puede notar en los otros cinco contrastes o comparaciones que presenta
la epístola, los cuales demandan a sus lectores el tomar decisiones que
repercutirían en sus propias vidas; bajo un claro sentido de urgencia y rápida
acción.
A) La primera comparación es sobre Jesús presentado como superior
a los ángeles. En Heb. 1-2, se describe a Jesús como el resplandor e imagen de
Dios, sentado a la diestra de la Majestad en el cielo (1:3), hacedor de las
eras y heredero de todo
(1:2, 8). Jesús es entonces mayor a los ángeles. La advertencia asociada a esta
comparación viene entonces del hecho que si los ángeles entregaron los
estatutos de la ley a Moisés, palabra firme de Dios, cuanto más se debe atender
a lo dicho por el mismo Hijo (2:1-3), argumentando que si la retribución a la
desobediencia de aquellas palabras eran castigadas con justicia, “¿cómo
escaparemos nosotros, si descuidamos [nosotros] una salvación tan grande?”
(2:3), deduciéndose que para ellos —los oyentes, quienes vivían en los últimos
tiempos— se avecinaría un juicio y caerían en él si no perseveran. Como se
analizó anteriormente, Jesús advirtió
acerca de la perseverancia y el mantenerse velando para que el juicio que se
derramaría sobre ‘la tierra’ no los sorprendiera desprevenidos, esto es que por
volver al judaísmo sacerdotal y desconocer al Señor, caigan en el asedio romano
del 70.
B) La segunda comparación se halla en Heb. 3-4:13 y dice a sus
lectores que Jesús es superior a Moisés como encargado del pueblo de Dios. En
esta comparación hay también una referencia al pueblo de Israel, a la
generación que vagó 40 años en el desierto por su desobediencia y no entraron
el en reposo del Señor; en la tierra prometida a los padres. De aquí se
desprende la siguiente advertencia: el no apartarse de Dios para poder entrar
finalmente al reposo (3:12, 4:1, 4:11), animándolos a seguir hasta el fin (3:6,
14). Sobre el reposo no se detalla su naturaleza en esta sección de la carta,
sin embargo, es una esperanza mayor a la posesión de la tierra de Israel que
anhelaba la generación impía que pereció en el desierto.
C) La tercera comparación está en Heb. 4:14-7:28 y se enfoca al
oficio de mediador de Jesús; superior a los sacerdotes. Este gran y perfecto
sacerdote que traspasó los cielos es la fuente definitiva de gracia (4:14ss),
sin embargo, parece que estos lectores no reconocen aquello, teniendo necesidad
que se les repita este hecho fundamental (5:11ss), corriendo el riesgo de
apostatar y volverse a sus antiguas obras muertas (6:1), muy posiblemente
refiriéndose a las prácticas de la ley para obtener justificación, corriendo el
riesgo de compartir el destino de la generación mala que pereció en el desierto
por su desobediencia (6:4-6). Ahora la condena que se esboza es la siguiente:
Porque la tierra que bebe la lluvia
que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos por los
cuales es labrada, recibe bendición de Dios; pero la que produce espinos y
abrojos es reprobada, está próxima a ser maldecida, y su fin es el ser quemada.
(Heb. 6:7-8).
Si bien no es una referencia explícita a Jerusalén e Israel siendo
destruida como sí otras advertencias, sí es bastante sugestiva considerando que
se dirige muy posiblemente a judíos en Jerusalén. Habla de una tierra que está
reprobada, maldecida y destinada a ser quemada, tal como Malaquías profetizó
sobre Israel (Mal. 4), luego Juan el Bautista (Mt. 3:10-12) y finalmente Jesús
(Lc. 12:49-50, 21:20-24), de todo lo cual los lectores de la carta debían saber.
El autor no alude a algún principio de aplicación general sino a una situación
crítica para sus lectores, por este motivo es que se les insta a seguir hasta
el fin (6:11) para que ellos entren en la promesa del reposo definitivo (6:12).
D) La cuarta comparación se desarrolla en Heb. 8-10 y se enfoca en
qué aspectos Jesús es superior a la liturgia del antiguo pacto; oficiándola
perfecta y definitivamente. Si bien, así como en la comparación anterior, hay
muchos temas para desarrollar —destacándose la naturaleza espiritual y perfecta
del nuevo pacto sobre lo material e imperfecto del antiguo—, en lo concerniente
a la escatología y la segunda venida tenemos algunas advertencias que reafirman
la expectativa de la segunda venida de Jesús en esa generación. Apelando a las
firmes promesas en Cristo, el autor exhorta a aferrarse a lo que han creído, manteniéndose
firmes para no caer en juicio:
…no dejando de congregarnos, como
algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que
aquel día se acerca. Porque si pecáremos voluntariamente después de haber
recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los
pecados, sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha
de devorar a los adversarios. El que viola la ley de Moisés, por el testimonio
de dos o de tres testigos muere irremisiblemente. ¿Cuánto mayor castigo pensáis
que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre
del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia?
Pues conocemos al que dijo: Mía es la venganza, yo daré el pago, dice el Señor.
Y otra vez: El Señor juzgará a su pueblo. ¡Horrenda cosa es caer en manos del
Dios vivo! (Heb. 10:25-31).
De la misma forma en que se advertía de juicio en la tercera comparación,
acá se exhorta personalmente a los lectores sobre asuntos prácticos para
mantenerse firmes en la fe, como no dejar de congregarse, ya que ellos mismo
ven como el tiempo de la consumación está cerca (10:25). La expresión griega
para “se acerca” proviene de ἐνγύς “engýs” (G1451), y según se ha
analizado en varios pasajes del capítulo siete de este libro, es una palabra
que cuando aparecía en la LXX relativa a algún ‘día de Jehová’ para indicar el
momento de su ejecución en el Antiguo Testamento, estaba indicando a un periodo
menor a 40 años (pudiendo ser incluso inminente) y jamás se usó para un periodo
prolongado.
Otro pasaje sugestivo sobre el momento de la venida de Cristo en gloria es
el 10:26-27 donde se indica a los lectores que si luego de recibir el mensaje
del evangelio se persiste en el pecado o retrocede (10:38), aquel sería
arrojado —de forma similar al 6:8— al juicio por fuego reservado para sus
oponentes, los judíos persecutores de la iglesia, añadiendo que “¡Horrenda cosa
es caer en manos del Dios vivo!” (10:31), con lo que anticipa los horrores que
en el corto plazo vendrían sobre los judíos que rechazaron al Señor.
En esta sección se amplía en la esperanza de la cercanía de la
consumación del antiguo pacto para dar paso pleno al nuevo, de donde vendría el
reposo: “Al decir: Nuevo pacto, ha dado por viejo al primero; y lo que se da
por viejo y se envejece, está próximo a desaparecer” (8:13), aclarando
explícitamente que “Porque aún un poquito, Y el que ha de venir vendrá, y no
tardará” (10:37); a pesar de la persecución sufrida por sus perseguidores,
quienes los encarcelaron y despojaron de sus bienes en la tierra, los
cristianos debían poner su esperanza en las promesas celestiales, la herencia
en los cielos (10:34).
E) La quinta comparación es una exposición que se va dando desde el
v 11:1 al 13:19 y es especial ya que el autor ya no hace un contraste entre
Jesús y algún componente del antiguo pacto, sino que toma como ejemplo la fe de
muchos personajes notables del Antiguo Testamento para alentar a sus lectores a
que “…corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante” (12:1), ante
lo cual también hay advertencias de no pecar ni retroceder (12:15-17) para
alcanzar la bendición de participar en la Jerusalén celestial, con ángeles,
donde están los espíritus de los justos hechos perfectos y Jesús mismo en su
gloria. En otras palabras, el autor espera que el pueblo del nuevo pacto sea
digno de sus predecesores quienes mostraron grandes ejemplos de fe, aunque
estaban amparados en promesas menores a las suyas. Se exhorta a seguir firmes,
ya que: “… nuestro Dios es fuego consumidor” (12:29); el juicio era una
realidad patente y muy cercana. Nótese cómo en el 12:22 se expresa el haberse
acercado a la Jerusalén celestial como una realidad presente.