12.2 Evangelios III: en el monte de los olivos: La pregunta de los discípulos
Y estando él sentado en el monte de
los Olivos, los discípulos se le acercaron aparte, diciendo: Dinos, ¿cuándo
serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo? (Mt.
24:3).
Para un judío, el mismo ser y la
estabilidad de este mundo se vincula al templo. El santuario de Dios
garantizaba, con su edificio y liturgia expiatoria, el orden de la tierra. Si
falla el templo, el mundo pierde su sentido y los hombres quedan desfondados,
sin unión con Dios, ni garantía de vida y pervivencia: ¿Cómo se podrá vivir sin
templo? ¿Cómo mantenerse y superar los riesgos de la historia si no existe un
santuario donde puedan expiarse los pecados?[1]
En la mentalidad de la época, la
desaparición del Templo iba pareja al advenimiento definitivo del Reino de Dios
y al fin del mundo.[2]
Las preguntas posteriores normalmente son objeto de mayor debate. Los
evangelios sinópticos lo relatan así:
Mt. 24:3 |
Mr.
13:4 |
Lc.
21:7 |
…y qué señal
habrá de tu venida, y del fin del siglo? |
¿Y qué señal
habrá cuando todas estas cosas hayan de cumplirse? |
¿y qué señal
habrá cuando estas cosas estén para suceder? |
Desde una perspectiva más teológica, Pikaza argumenta que el Templo era
el signo supremo de sacralidad, consagrando la tierra santa como el lugar
especial de Dios: el único lugar dentro de la creación donde Él se manifestaba de
forma particular y donde todas las naciones debían confluir para adorarle. Al
anunciar el fin del Templo, Jesús estaba diciendo que terminarían las
mediaciones religiosas rituales que conocían hasta ahora. Esto dejaría, sin
dudas, atónitos a sus oyentes; dejándoles desamparados respecto a la
posibilidad de poder estar a cuentas con Dios, estando expuestos al castigo de
sus propias faltas. Es por esto que sobre las ruinas del Templo tendría que
construirse la nueva realidad, el orden nuevo de lo humano en relación a Dios.[4] Esto necesariamente
exige una nueva forma de expiar las faltas a la ley; el anhelado y perfecto siglo
venidero.
Como se explicó en la segunda
parte, el viejo pacto de sacrificios en el Templo corresponde con el ‘presente
siglo’ y con el primer reino, mientras que el nuevo pacto, reino y era, se corresponden
también entre sí, siendo la segunda venida de Jesucristo la transición entre
estas dos épocas. Es por esto que la pregunta sobre las señales de cuando
‘estas cosas estén por suceder’ (la destrucción del Templo), relatado por
Marcos y Lucas equivale a la pregunta sobre las señales venida del Hijo y al
fin del siglo (aión) registrada por Mateo.
Por Analogía de la Fe, las preguntas de los discípulos se pueden reducir
al cuándo y cómo del gran evento que será la destrucción del Templo, la segunda
venida de su maestro, y el fin de aquella era.
En las preguntas registradas por Mateo hay un par de palabras que es
conveniente aclarar. El paralelo de Mateo, en la RVR1960 se registra al final
del verso “fin del siglo”. La NVI, NTV, Biblia de Jerusalén, Biblia de Navarra
y King James registran “fin del mundo”, lo que naturalmente hace pensar al
lector de estas traducciones que se está preguntando por el fin del planeta o
incluso de todo lo creado, el universo. Según lo ya analizado, se trata del fin
del Templo; como mucho el fin de Israel. La etimología de la palabra que se
traduce por ‘mundo’ o ‘siglo’, como se analizó en un capítulo anterior,[5] es αἰών, “aión”
(G165), definida como:
de lo mismo que G104; propiamente
edad, era; por extensión perpetuidad (también pasada); por implicación el
universo; específicamente período (judío) mesiánico (presente o futuro): tiempo
antiguo, corriente de este mundo, eternamente, eternidad, eterno, siempre,
siglo, universo.[6]
Como se discutió en aquel mismo capítulo anterior, el siglo (aión)
al que se refiere es el ‘presente siglo’, la era en la que vivían los apóstoles
para aquel anuncio (~30 d.C.), previo a la plena inauguración del ‘siglo
venidero’ donde el Mesías reinaría en plenitud sobre Israel y las naciones
gentiles.
La otra palabra en esta pregunta registrada por Mateo que se requiere
aclarar es “venida”. Se trata de la conocida palabra griega παρουσία “parusía”
(G3952) y el diccionario Strong lo define como advenimiento, presencia, venida.[7] En griego moderno se
usa para ‘presencia’. En la LXX ocurre dos veces: en 2 Macabeos 8:12 y 15:21 y
la Biblia de Jerusalén 3° edición la traduce como ‘acercar’ y ‘presencia’
respectivamente. Esta palabra tiene 24 ocurrencias en el Nuevo Testamento, casi
siempre asociado a la segunda venida de Jesucristo, aunque también aparece como
una venida común humana como en 1 Co. 16-17 o en 2 Co. 7:7.[8] La palabra parusía es equivalente para el propósito de la
segunda venida a ἔρχομαι “érjomai” (G2064) que significa llanamente
“venir” o “ir”,[9]
y ocurre sobre 600 veces en el Nuevo Testamento, aplicado fundamentalmente a un
acto común de venir e ir, trasladarse —como cuando los fariseos iban a Jesús o
cuando iban al bautismo de Juan— y ocurre aplicado a la segunda venida del
Señor Jesús en pasajes como Mt. 10:23, 16:28 y 26:64 cuando Cristo anunció que
su venida (érjomai) sería en el tiempo de la vida de sus oyentes. Su
venida (érjomai) es también su presencia (parusía).
Ahora el asunto de la naturaleza de su segunda venida es mucho más que
simplemente desplazarse; moverse de un lugar a otro, como cuando Jesús dijo:
“Yo iré (érjomai) y le sanaré” (Mt. 8:7) refiriéndose que iría a pie a
sanar al criado del centurión romano. Se refiere a una verdadera manifestación
de su naturaleza divina. En Jn. 5:19-23 se explica esto:
Respondió entonces Jesús, y les
dijo: De cierto, de cierto os digo: No puede el Hijo hacer nada por sí mismo,
sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo
hace el Hijo igualmente. Porque el Padre ama al Hijo, y le muestra todas las
cosas que él hace; y mayores obras que estas le mostrará, de modo que vosotros
os maravilléis… Porque el Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al
Hijo, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al
Hijo, no honra al Padre que le envió.
En primer lugar, la naturaleza de esta venida sería en su gloria divina,
anunciada por Jesús con sus ángeles y en las nubes de gloria: “Porque el Hijo
del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a
cada uno conforme a sus obras” (Mt. 16:27, cf. 13:49-50, 24:30-31, 26:63-64 y
otros). Luego de su muerte y resurrección, Jesús esperaba recobrar su gloria
divina:
Ahora pues, Padre, glorifícame tú
al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese.
(Jn. 17:5).
No se trata entonces del regreso físico de un hombre lacerado de unos 70
kg., como plantea la posición futurista, esto no es la gloria divina de Jesús
que tenía antes de que el mundo fuese. Como se ha venido diciendo, se trata de
una manifestación en su faceta divina y no humana, de la misma forma que Dios
juzgaba divinamente en el Antiguo Testamento.
Llegamos entonces al segundo punto, de la misma forma que los profetas en
el Antiguo Testamento expresaban el juicio de Dios, Jesús como la voz misma de
Dios —más directamente que sus profetas— se expresa en los mismos términos del Antiguo
Testamento. Jehová “venía” sobre un pueblo para juzgar, saliendo se su lugar
celestial. Esto no se trata de que Dios se hiciera humano y descendiera del cielo,
sino que era el lenguaje que Dios utilizaba para anunciar juicio sobre alguna
nación, tal como se ha visto en el capítulo seis y en el siete, u otro
propósito asociado.
En Is. 19:1, se describe a Jehová montando en una nube para entrar en
Egipto para juicio: “Profecía
sobre Egipto. He aquí que Jehová monta sobre una ligera nube, y entrará en
Egipto”. Is. 19-20 describen un lenguaje muy similar al usado por Jesús en el
discurso del monte de los olivos, sin embargo, ocurrió que en menos de 40 años
desde la profecía, el cumplimiento de este juicio fue que los asirios, etíopes
y divisiones internas egipcias devastaron aquel reino.[10]
En Sal. 18:9-12 se describe a Jehová como descendiendo de los cielos, con
nubes en sus pies y recubierto por las nubes del cielo, sin embargo, era el
lenguaje que utilizó David para describir el actuar de Dios a su favor para
liberarlo de Saúl y sus demás enemigos (Sal. 18:1 cf. 2 Sam. 22).
Nah. 1:3 dice que “Jehová marcha en la tempestad y el torbellino, y las
nubes son el polvo de sus pies”, en contra de Nínive; el capítulo acompaña esta
afirmación de Dios viniendo en juicio con un cargado lenguaje apocalíptico, mas
su cumplimiento fue la destrucción de la ciudad de los asirios —Nínive— por los
caldeos en el 612 a.C.
Sobre Jerusalén y Samaria, Miqueas profetiza que “Jehová sale de su
lugar, y descenderá y hollará las alturas de la tierra” (Miq. 1:3, cf. 1:1)
debido al pecado de Israel. Como en toda profecía apocalíptica, este anuncio se
acompaña de un lenguaje típicamente apocalíptico cuyo cumplimiento no se daría
literalmente, en este caso se trató del anuncio de destrucción del reino del
norte por los asirios en el 722 a.C. y la campaña de este mismo pueblo sobre el
reino del sur.[11]
Jehová ‘descendería’ desde el cielo a pelear contra los asirios a favor
de Judá, (Is. 31:4) con fuego devorador, torrente de inundación y de azufre,
potente voz, trueno y granizo (Is. 30:28-33). Por supuesto que Dios no
descendió físicamente del cielo, sino que el cumplimiento de esta afirmación
fue que el Señor envió a su ángel que les quitó la vida a decenas de miles de
asirios que asediaban Jerusalén (Is. 37:36).[12]
Los casos en que Jehová se describe como ‘viniendo’ o ‘descendiendo’ en
las Escrituras no solo están en los textos proféticos, sino que en todo tipo de
género en la Biblia: narrativo, poético, profético-apocalíptico, etc. En el
género narrativo estas ‘venidas’ pueden tener por manifestación en la historia
—por ejemplo— algo como la dispersión de los pueblos y la confusión de sus
lenguas por la construcción de la torre de Babel (Gn. 11:5-8) o una
manifestación mucho más pasmosa como cuando Dios ‘descendió’ en el desierto: “y
estén preparados para el día tercero, porque al tercer día Jehová descenderá a
ojos de todo el pueblo sobre el monte de Sinaí… Aconteció que al tercer día,
cuando vino la mañana, vinieron truenos y relámpagos, y espesa nube sobre el
monte, y sonido de bocina muy fuerte; y se estremeció todo el pueblo que estaba
en el campamento” (Ex. 19:11, 16). Josefo —contemporáneo a los discípulos—
usaba la misma palabra griega parusía para referirse a esta teofanía del
Sinaí y también para las otras intervenciones divinas de Dios en la historia.[13]
El episodio del Sinaí, bajo muchas perspectivas, resulta particularmente
semejante a lo que sucedió en el año 70 d.C., ya que en el siglo I, ambos
eventos son identificados como una
parusía divina (por Josefo para el caso del Sinaí y por los autores del
Nuevo Testamento para designar la segunda venida de Cristo), ambos eventos
muestran una manifestación en la nube de gloria, presencia visible de ángeles y
varios hechos sobrenaturales, como la nube, truenos y fuertes voces
celestiales, tal como narra Éxodo y Deuteronomio en el caso de la manifestación
divina del Sinaí,[14] y como narran
varios testigos oculares en la destrucción del templo en el año 70.[15] También es
singular y paralelo que en ambos casos se inicia en plenitud un gran pacto de
Dios con el hombre: en el Sinaí se entrega la ley, iniciando en pleno rigor el
antiguo pacto, mientras que en el año 70 (según la perspectiva preterista
total) se inicia plenamente el siglo venidero y el reino de los cielos, junto
con el nuevo pacto, por lo que ambas manifestaciones divinas y portentosas
serían el hito inicial definitivo de una gran era de convenio entre Dios y los
hombres, los cuales son el periodo teocrático de Israel con el judaísmo
sacerdotal y la era de la iglesia basada en el ministerio de Jesucristo.
En Is. 2:12 se profetiza un ‘día de Jehová’ sobre Judá y Jerusalén (Is.
2:1, 3:1, 3:8) y las naciones vecinas (Is. 2:13-16), siendo esta expresión —día
de Jehová— un sinónimo de “la presencia temible de Jehová y del resplandor de
su majestad” (Is. 2:10), de la cual los hombres se esconderían en las peñas. En
la misma profecía vemos que la expresión ‘el día de Jehová’ (Is. 2:12) es un
sinónimo para la declaración: “Jehová vendrá [16] a juicio” (Is.
3:14). Todo esto se cumple con la caída de Jerusalén en el 586 a.C. y las
incursiones a las naciones vecinas de Judá entre el 585 y el 571 a.C. por los
caldeos liderados por Nabucodonosor.[17]
Si bien en el Antiguo Testamento el ‘día de Jehová’ era un término exclusivo
para el juicio sobre alguna nación, las ‘venidas’ de Jehová o bien pudieron ser
para juicio tal como los ‘día de Jehová’ o también para manifestarse para algún
otro propósito soberano.
Más ejemplos de ‘venidas’ de Jehová Dios en el Antiguo Testamento se
hallan en: Gn. 18:21, Ex. 3:8, 34:5, Núm. 11:17, Dt. 4:11-14, 33:2, Sal. 50:3, 72:6,
96:13, 97:5, 144:5, Is. 26:21, 29:6, 31:4, 64:3, 66:15, Jer. 4:13-28, Os. 8:1,
Zac. 1:16, 9:14, 14:3-6.[18]
Es así como en el Antiguo Testamento, Dios ‘vino’ a la tierra en varias oportunidades.
Estas ocasiones a menudo fueron por juicio para Israel, de sus enemigos u otro propósito.
Si bien las personas de esos tiempos no vieron literalmente a Jehová
descendiendo con un cuerpo físico, ciertamente vieron sus portentosas
intervenciones en la tierra.[19] Todo esto se trata
de una expresión antropomórfica[20] que asemeja el
acto humano de ‘ir a un lugar para lograr algún cometido’ con las acciones
directas de Jehová en su creación; actos de Dios que por providencia extraordinaria
tienen un efecto en la creación más allá de las causas secundarias habituales
que usa para llevar a cabo sus planes, manifestando su autoridad explícitamente.
Las ‘venidas’ de Dios son entonces manifestaciones divinas especiales
para varios posibles propósitos, mientras que los ‘día de Jehová’ son
manifestaciones divinas especiales exclusivamente para juicio sobre una nación,
destruyéndola mediante la acción de una potencia mayor. Los ‘día de Jehová’ son
así una clase particular de ‘venida’ de Dios, pudiéndose usar la expresión
‘venida’ de Jehová como reemplazo de ‘día de Jehová’, pero no a la inversa.
En consideración a las afirmaciones de Jesús registradas en Jn. 5:19-23, 15:23
donde declara que: “todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo
igualmente”, “el Hijo solo hace lo que ve que hace el Padre”, “todo el juicio
dio al Hijo” y “El que me aborrece a mí, también a mi Padre aborrece”, la
deducción obvia es que esta presencia divina, su venida en gloria, tendría la
misma clase se lenguaje apocalíptico en sus anuncios proféticos —el ‘día del
Señor’, la ‘venida del Señor’— y la misma clase de cumplimiento histórico, que
en el caso del Nuevo Testamento, se refiere a la destrucción de Israel por los
romanos.[21]
El portento de Jesús manifestándose divinamente en la nube de gloria (Ex.
19:16) ES EN SÍ su venida; no es que Jesús descienda literal y físicamente
desde el cielo acompañado de esas señales, sino que esa teofanía es su venida.
Para complementar el tema de la venida, en tercer lugar, recordar que
anteriormente se analizó la profecía de Malaquías,[22] la cual fue
reiterada por Juan el Bautista. Esta fue anunciada sobre Israel (Mal 1:1) y su cumplimiento
ocurrió en el 70 con la Gran Revuelta Judía. En esta profecía, Jehová anunció
que Él “vendría” para juicio:
•
Mal. 3:1-2: VENDRÁ
súbitamente a su templo el Señor a quien vosotros buscáis, y el ángel del
pacto, a quien deseáis vosotros. He aquí VIENE, ha dicho Jehová de los
ejércitos. ¿Y quién podrá soportar el tiempo de su VENIDA? ¿o quién podrá estar
en pie cuando él se MANIFIESTE?
•
Mal. 3:5: Y VENDRÉ a
vosotros para juicio… dice Jehová de los ejércitos.
•
Mal 4:5-6: He aquí, yo os
envío el profeta Elías, antes que venga el DÍA DE JEHOVÁ, grande y terrible… no
sea que YO VENGA[23]
y hiera la tierra con maldición.
Así como en el libro de Isaías ‘el día de Jehová’ (Is. 2:12) es sinónimo
de la ‘venida de Jehová para juicio’, en el anuncio de Malaquías ‘el día de
Jehová’ (Mal 4:5) es sinónimo de la ‘venida de Jehová para maldecir la tierra’
(Mal 4:6). En ambos casos hay también alusiones a su presencia o manifestación,
la cual no podría ser soportada por los sujetos de su juicio (Is. 2:10, Mal
3:2). Según esta lógica, no queda más que reconocer que la venida (parusía)
de Jesús para juicio (Mt. 24:3, 24:27, 24:37, 24:39) es lo mismo que el ‘día
del Señor’ del Nuevo Testamento (Hch. 2:20, 1 Co. 1:8, 5:5, 2 Co. 1:14, Fil.
2:16, 1 Tes. 5:2, Ap. 1:10); según lo analizado en el capítulo siete, los ‘día
de Jehová’ en el Antiguo Testamento se trataban de juicios sobre naciones
mediante pueblos extranjeros invasores, tal como les sucedió a los judíos en el
70 d.C.
Por otro lado, y como se revisó anteriormente,[25] el ‘catálogo’ de
maldiciones que Dios derramaría sobre el pueblo penitente (Lev. 26, Dt. 4, 28,
29 y 32) va desde juicios en la naturaleza —como sequías— pasando por hambrunas
y guerras, para culminar en la destrucción de Israel por parte de otros pueblos
más fuertes y su dispersión a las otras naciones (cf. 1 Re. 8:33-38, 46-48).
Los profetas al anunciar juicio sobre Israel se apegaron solamente a este
‘catálogo’ de castigos, siendo improcedente y ajeno a esto tener un castigo
referente a la destrucción del mundo. Recordar también que Dios, después del
diluvio, de forma unilateral e incondicional, pacta con el hombre lo siguiente:
“No volveré más a maldecir la tierra por causa del hombre… ni volveré más a
destruir todo ser viviente, como he hecho” (Gn. 8:21), con lo que una
destrucción del mundo no solo escapa de las maldiciones que Dios autoriza y
establece, sino que también quebraría su propio pacto.
En definitiva, como reconoce R. T. France, la parusía, el fin del
siglo[26] y la destrucción
del Templo son referencias al mismo evento.[27]
[1]
Pikaza, Comentario al evangelio de Marcos, pág. 593.
[2]
Universidad de Navarra, Biblia de Navarra, Edición Popular (Woodridge,
Navarra: Midwest Theological Forum y Ediciones Universidad de Navarra S.A.
EUNSA, 2008), pág. 1387.
[3]
Ver capítulo once: Evangelios II: parábolas y anuncios, sección sobre Perdón
hasta setenta veces siete.
[4]
Pikaza, op. cit., pág. 594.
[5]
Ver capítulo ocho: Pactos, eras y reinos, sección sobre Dos eras.
[6]
Strong, Nueva concordancia Strong Exhaustiva, Diccionario de palabras
griegas, pág. 3.
[7]
Ibíd. pág. 65.
[8]
R. T. France comenta: “La parusía (“llegada”) se usa principalmente para
designar visitas formales de aquellos en autoridad. En el NT, generalmente se
refiere a la predicha segunda venida de Jesús”. Carson
et al. ed., Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno, pág. 971.
[9]
Strong, op. cit., pág. 34.
[10]
Ver capítulo siete: El día de Jehová, comentario sobre Is. 19 donde se expande
este tema.
[11]
Ver capítulo siete: El día de Jehová, comentario sobre Miq. 1.
[12] Don K. Preston, Like Father,
like Son, on clouds of glory, Segunda Edición (Ardmore: JaDon Management
Inc., 2010), pág. 4. En este libro, Don Preston extiende el tema de la
naturaleza de la segunda venida de Jesús, su parusía: de la misma forma
en que Jehová venía para juicio en el Antiguo Testamento.
[13] Antigüedades 3.80, 9.55. Tomado de Gary DeMar, Wars and Rumors of Wars
(Powder Springs: The American Vision Press, 2017), pág. 41.
[14]
Ver Ex. 19, 24, Dt. 33:2 (cf. Heb. 2:2).
[15]
Ver los testimonios registrados en el capítulo once: Evangelios II: parábolas y
anuncios, sección sobre El trigo y la cizaña; peces buenos y peces malos.
[16]
Heb. יָבוֹא “yabó”
(H935), vendrá.
[17]
Nótese en los capítulos 2 y 3 de Isaías que los motivos de juicio eran
pertinentes nada más que a quienes Jehová condenaba.
[18] Charles S. Meek, Christian Hope
through Fulfilled Prophecy (Spicewood: Faith Facts Publishing, 2013), pág.
90; John L. Bray, Matthew 24 Fulfilled, Quinta Edición (Powder Springs:
The American Vision Press, 2008), págs. 204-205.
[19]
Meek, op. cit., pág. 89.
[20]
Ver capítulo cuatro: Figuras literarias de significado, sección sobre
Antropomorfismo.
[21]
En todo este ejercicio se aplica el método Gramático-Histórico de
interpretación bíblica. Como se dijo anteriormente, el principio de la Analogía
de la Fe será la base de cómo se van a desarrollar los métodos para interpretar
ciertas figuras de significado; en el análisis de los símbolos, expresiones
figurativas e imaginería en general se tomará principalmente de este principio.
Se buscarán expresiones proféticas usadas en el Nuevo Testamento y se procederá
a revisar el cumplimiento que tuvieron expresiones similares en el antiguo. Ver
capítulo dos: Métodos de interpretación, sección sobre Método
Gramático-Histórico.
[22]
Ver capítulo diez: Evangelios I: antecedentes clave, sección sobre Juan el
Bautista, el eco de Malaquías.
[23]
LXX registra gr. ἔρχομαι “érjomai” (G2064). El texto hebreo registra אָבוֹא “abó”
(H935), venga
(yo), el mismo verbo usado en Is. 3:14.
[24]
Ver capítulo ocho: Pactos, eras y reinos, sección sobre Dos pactos.
[25]
Capítulo seis: El lenguaje en la profecía, sección sobre Estructura.
[26]
Del aión o era; no del mundo.
[27]
France, Matthew (TNTC), pág. 340.