18.13 Apocalipsis II: iglesias, sellos, trompetas y copas: La séptima trompeta

 


El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que decían: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos. (Ap. 11:15).

 

La séptima trompeta de Ap. 11:15-19 significa un alto en el hilo narrativo de destrucción para dar una traer una doxología que tiene un gran significado teológico. Se ha argumentado que las trompetas están en el contexto del juicio a Jerusalén (70 d.C.), e irónicamente es en este momento en que llega el siglo venidero que anhelaban los judíos. Desde ese momento es que se cumple plenamente la revelación que el Espíritu Santo le concedió al justo Simeón acerca del Mesías:

 

Luz para revelación a los gentiles, Y gloria de tu pueblo Israel. (Lc. 2:32).

 

En la declaración de la séptima trompeta se alaba al Señor porque al fin se expande el reino de Dios sobre todo el mundo humano, sobre cada nación, viniendo los gentiles al reconocimiento de Dios como el gran soberano del mundo. Como afirma Robert Mounce: “Este gran acontecimiento escatológico que establece de una vez y para siempre la soberanía universal de Dios es un tema recurrente de la profecía veterotestamentaria. Daniel predijo el día en que el reino de Dios destruiría por completo a los reinos de este mundo (Dan 2:31-45, esp. v. 44). Llegará el día, dijo Zacarías, en que Dios será «rey sobre toda la Tierra» (Zac 14:9)”.[1] De esta forma, Jehová deja de ser el Dios exclusivo de Israel y pasa a ser el Dios de toda la humanidad. Esto provoca la ira de las naciones (v. 18), ya que se ha acabado su tempo de permanecer en tinieblas, en ignorancia y lejos de la luz del Señor, debiéndose someter al irresistible señorío del Dios de toda la creación.

Otro punto relevante de esta doxología es que se declara que el reino de Dios y de Cristo es eterno. Desde el año 70 se establece en plenitud el reino de los cielos sobre el mundo, reflejado institucionalmente en la iglesia universal cristiana. Esto es una afirmación de que la iglesia del Señor no tiene por propósito ser parte de un periodo intermedio o transitorio en el plan de redención de Dios, sino que es la institución final y perfecta que está destinada a prevalecer por los siglos de los siglos.

Finalmente, esta doxología reafirma que en el momento del juicio a la gran ciudad y a la generación mala y adúltera es el mismo momento donde se juzga a los muertos para darle su debida recompensa (v. 18).



[1] Mounce, Comentario al libro de Apocalipsis, pág. 316.

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