12.15 Evangelios III: en el monte de los olivos: Señales cósmicas II
El cielo y la tierra pasarán, pero
mis palabras no pasarán. Pero del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles
de los cielos, sino solo mi Padre. (Mt. 24:35-36).
A partir del análisis del lenguaje profético apocalíptico de la primera parte del libro y a lo analizado en la sección sobre Señales cósmicas I, se decanta la clara conclusión que el paso —destrucción o aniquilación del cielo y la tierra (v. 35)— no se refiere a algo que deba cumplirse literalmente, sino que es una figura de significado para referirse a la destrucción y al juicio de Jerusalén. Recordando el lenguaje de profecías semejantes,[1] Is. 13:5-6, 9-10 dice:
Vienen de lejana tierra, de lo
postrero de los cielos, Jehová y los instrumentos de su ira, PARA DESTRUIR TODA
LA TIERRA. Aullad, porque cerca está el día de Jehová; vendrá como asolamiento
del Todopoderoso… He aquí el día de Jehová viene, terrible, y de indignación y
ardor de ira, para convertir LA TIERRA EN SOLEDAD, y raer de ella a sus
pecadores. Por lo cual las ESTRELLAS DE LOS CIELOS Y SUS LUCEROS NO DARÁN SU
LUZ; y el sol se oscurecerá al nacer, y la luna no dará su resplandor.
Porque Jehová está airado CONTRA
TODAS LAS NACIONES, e indignado contra todo el ejército de ellas; las destruirá
y las entregará al matadero. Y los muertos de ellas serán arrojados, y de sus
cadáveres se levantará hedor; Y LOS MONTES SE DISOLVERÁN por la sangre de
ellos. Y TODO EL EJÉRCITO DE LOS CIELOS SE DISOLVERÁ, y se enrollarán los
cielos como un libro; y caerá todo su ejército, como se cae la hoja de la
parra, y como se cae la de la higuera.
Puntualmente acá Jesús hace un eco a Is. 51:6, cuando los judíos estaban en
medio del exilio en Babilonia. En esta oportunidad, el Señor mediante su
profeta dice:
Alzad a los cielos vuestros ojos, y
mirad abajo a la tierra; porque LOS CIELOS SERÁN DESHECHOS como humo, y LA
TIERRA SE ENVEJECERÁ como ropa de vestir, y de la misma manera perecerán sus
moradores; pero mi salvación será para siempre, mi justicia no perecerá.
Bajo esta lógica, parafraseando los vv. 34-36 tenemos: «Todo esto será
destruido. No conozco el momento preciso, pero les aseguro que será en esta
misma generación. Todo esto será destruido, pasará, sin embargo, mi profecía es
veraz, no pasará».