14.5 La escatología de Pablo: Resurrección en esa generación
Sin buscar hacer una exposición completa del asunto de la resurrección de
los muertos —para lo cual se requiere antes analizar los otros pasajes clave
fuera de las cartas de Pablo— se buscará añadir antecedentes para esta
discusión dentro de lo extraíble del pensamiento de Pablo. Para esto será
fundamental enfocarse en dos aspectos básicos: el tiempo, el momento en que
debiera ocurrir la resurrección (analizado en esta sección) y naturaleza de la
resurrección (analizado en la sección siguiente).
Así, respecto al tiempo, tenemos varios pasajes como Rom. 6:11, 2 Co.
3:18, Co. 2:12-13, 3:1 o Ef. 2:4-6 en que Pablo habla sobre la resurrección en como
una realidad presente o pasada. En estos casos se pueden entender estas
referencias tanto como una metáfora para la nueva vida en Cristo y su pacto,
así como una referencia a la esperanza final de la resurrección, pero expresada
como una acción completada para transmitirlo como una esperanza segura, aunque
sea futura (cf. Rom. 8:30). Las referencias presentes y pasadas de la
resurrección son soteriológicas, pero reflejan la esperanza escatológica final.
Jesús también puso este evento de resurrección en tiempo presente (Jn. 3:15,
cf. 1 Jn. 3:14) como también la condenación (Jn. 3:18), aplicándolo a los vivos
nacidos de nuevo e integrantes del nuevo pacto, dando a entender que la
salvación o condenación soteriológica ‘presente’ es la garantía de la salvación
o condenación escatológica final, la cual sería manifestada en su futuro (ver.
Jn. 5:21-29). De la forma que hay dos tipos de resurrección, también hay dos
tipos de muerte; Jesús al decir: “que los muertos entierren a sus muertos” (Mt.
8:22, Lc. 9:60), estaba haciendo referencia a ambos tipos de muerte. Como hay
dos tipos de muerte, hay dos tipos de resurrecciones: soteriológica y escatológica.[1]
Ahora bien, lo concerniente a este estudio es enfocarse en el pensamiento
escatológico de Pablo, por lo tanto, en el momento de la resurrección
escatológica anunciada como futura por él. En este sentido, como se ha ya definido
en la sección sobre Prontitud del juicio, la resurrección era algo que debía
ocurrir en el transcurso de la vida de los receptores de las cartas de Pablo,
“porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos”
(Rom. 13:11), estando ellos “en la dispensación del cumplimiento de los
tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra” (Ef.
1:10), esperando de los cielos a quien les libraría de la ira venidera (1 Tes.
1:10).
Si bien se ha ido demostrando que la segunda venida, el juicio, la
destrucción de ‘la tierra’ y la resurrección son aspectos ligados a un único
evento, Pablo liga explícitamente el juicio a los muertos con el juicio a los
vivos con la segunda venida y la llegada del siglo venidero o la plenitud del
reino de Dios:
Te encarezco delante de Dios y del
Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y
en su reino. (2 Ti. 4:1).
Porque el Señor mismo con voz de
mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los
muertos en Cristo resucitarán primero. (1 Tes. 4:16).
En 1 Co. 15:22-23, Pablo dice: “…en Cristo todos serán vivificados. Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida”, situando explícitamente la resurrección en el momento de la segunda venida. Luego en 1 Co. 15:52, también se supedita el momento en que ocurriría la resurrección con el momento del sonido de la trompeta, lo cual es la segunda venida (1 Tes 4:16), por lo que hay evidencia suficiente para entender que la resurrección sucedería en la segunda venida de Cristo: ni antes ni después. Si la venida gloriosa de Cristo sucedió en el año 70 d.C., entonces la conclusión es que la resurrección de la que habla Pablo también ocurrió en ese mismo momento.
Respecto a esto, netamente a lo concerniente del tiempo, pueden darse
ciertas objeciones. La primera es que Pablo esperaba estar vivo para ese
momento, pero murió antes, ya que según Eusebio y la tradición,[3] Pablo habría muerto
decapitado en el reinado de Nerón, antes del año 70. A esto se puede responder
que el mismo Pablo en 1 Tes. 4:17 habla del momento de la segunda venida en
términos de “nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado[4]” (RVR1960), “los
que estemos vivos, los que hayamos quedado” (NVI), es decir en lenguaje
condicional, algo así como: ‘si sobrevivimos hasta ese entonces, ciertamente
nosotros lo viviríamos’ (cf. Fil. 3:10-11, 2 Ti. 4:6, 8, 18). Esto no quita la
expectativa temporal de que ese evento habría de suceder en la vida de sus oyentes,
sino que lo reafirma, acá solo se expone que algunos podrían haber muerto antes
de eso, tal como Jesús lo planteó a sus discípulos en Mt. 16:28.
La segunda objeción respecto al planteamiento de la resurrección como
efectuada en el año 70 d.C., es la cuestión de Himeneo y Fileto:
Y su palabra carcomerá como
gangrena; de los cuales son Himeneo y Fileto, que se desviaron de la verdad,
diciendo que la resurrección ya se efectuó, y trastornan la fe de algunos. (2
Ti. 2:17-18).
Ahora bien, si se analiza la situación con detención, este pasaje incluso
puede reafirmar el planteamiento preterista. Si suponemos que los oyentes de
Pablo entendieron que resurrección es un evento en el cual literalmente la
gente muerta emergería físicamente de las tumbas (aunque en un cuerpo brillante
y perfeccionado: glorificado), en que también las estrellas y los astros serían
literalmente movidos, donde Jesús descendería físicamente de las nubes, que el
planeta Tierra sería transformado literalmente en un lugar paradisiaco y
físicamente perfecto, donde también sucedería una transformación de los santos
vivos en seres visiblemente glorificados y abducidos al cielo —así como la
posición tradicional plantea la segunda venida—, entonces Pablo podría apelar
fácilmente a cualquiera de esos puntos para refutar aquella herejía; si
consideramos también que el consenso general en los cristianos de ese tiempo
era esta posición tradicional sobre la resurrección y los eventos asociados,
habría sido imposible llegar a trastornar la fe de cualquiera con una mentira
tan burda.[5] Sin embargo, si se
plantea que la resurrección y todos los eventos anteriormente descritos (juicio,
rapto, cielo-tierra nuevos, etc.) tienen un cumplimiento principalmente en el
plano espiritual, donde la destrucción de ‘la tierra’ (gé, Israel,
Jerusalén) era la señal que traería consigo la manifestación gloriosa de Jesús
en el plazo de una generación —el planteamiento preterista—, entonces la
desviación de Himeneo y Fileto cobra total sentido, ya que ellos posiblemente
al ver los movimientos nacionalistas judíos y las revueltas que comenzaron a
darse en tierra santa por la década del 50 d.C.,[6] interpretaron que
ya era el fin y con ello el milagro de la resurrección.[7] Pablo no apela a la
no transformación del mundo físico y las estrellas junto con los vivos o los
muertos como factor para no “conturbarse respecto al día del Señor”, sino que apela
a la manifestación del hombre de pecado como la última señal antes de ese
momento, el cual aún no sucedía (2 Tes. 2-8), es decir, que a pesar del mal que
vivían, aún tenía que ocurrir algo mayor. Pablo plantea este evento como algo
portentoso, pero que había que saber cómo reconocerlo.
Finalmente, 2 Ti. 2:17-18 refleja la expectativa de los contemporáneos de
Pablo que la resurrección sucedería en esa generación, aunque fallaron
gravemente en entender el momento preciso de aquel acto.
[1] Meek, Christian Hope through
Fulfilled Prophecy, pág. 195.
[2]
“De que ha de”, gr. μελλειν “mel’lein” (G3195), a punto de. Hch. 24:15
dice literalmente: “de que está a punto de haber resurrección de los muertos,
así de justos como de injustos”.
[3]
Eusebio, Historia Eclesiástica, págs. 114-115, Historia Ecl. 2.25.4-5.
Compare con 2 Ti. 4:6.
[4]
Del verbo griego περιλείπω “perileípo” (G4035), dejar alrededor, quedar,
sobrevivir (hayamos quedado o sobrevivido).
Hendriksen, por su parte, comenta que: “El hecho de
que Pablo diga nosotros no significa necesariamente de que esperaba estar entre
los que aún estarían viviendo al regreso de Cristo. Dice nosotros porque en el
mimso momento él, Silas, Timoteo, los lectores, están entre los creyentes que
todavía viven en la tierra. Inmediatamente modifica esto para que la
interpretación signifique: ‘los que hayamos quedado (cuando el Señor venga)’”
William Hendriksen, Comentario al Nuevo Testamento,
1 y 2 Tesalonicenses (Grand Rapids: Libros Desafío, 2000), pág. 138.
[5]
Ver Green et al., House Divided, págs. 169-172.
[6]
Ver capítulo doce: Evangelios III: en el monte de los olivos, sección sobre
Guerras y rumores de guerras.
[7]
Sin embargo, estaban ignorando que el fin de esta destrucción era que antiguo
pacto debía desaparecer, y el mayor ícono de este pacto era el Segundo Templo
(cf. Hch. 8, esp. 8:13).