12.11 Evangelios III: en el monte de los olivos: Señales cósmicas I

 


E inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas. (Mt. 24:29).

 El término “inmediatamente después” no admite atribuir estas portentosas señales a un periodo lejano a la destrucción de Jerusalén en el año 70, sino que exige que todo lo que se relata a partir del versículo 29 ocurra “inmediatamente después” de la tribulación de aquellos días (v. 21). Este adverbio en griego es εὐθέως, “euthéos”, (G2112), significa lit. ‘directamente’, ‘en seguida’ o ‘pronto’ y ocurre 89 veces en el Nuevo Testamento. Euthéos es traducido por la RVR1960 siempre en un sentido de presteza o de consecuencia inmediata, como en Mt. 4:20, 4:22, 8:3, 14:22, 14:27, 20:34, 26:74 y 27:48 o incluso traducido como ‘al momento’, ‘en ese mismo momento’ como en Mt. 13:20 y 14:31; así, Mt. 24:29 incluso podría ser traducido como: «el en mismo momento de la tribulación de aquellos días…». Cualquier interpretación entonces que busque introducir un periodo de 2.000 años entre el v. 28 y el 29 está socavando gravemente la práctica de una sana exégesis; tergiversa el texto haciendo que las palabras tomen el sentido opuesto al que naturalmente tienen. Tampoco hay cabida para alguna figura de significado que pueda modificar el sentido de la palabra.

Continuando, y tal como se ha analizado en el capítulo siete, la referencia a señales cósmicas no es más que el típico lenguaje profético empleado por los hebreos, común dentro un discurso apocalíptico donde se profetiza la destrucción de un reino por parte de otro como juicio de Dios, como se puede detallar a continuación:

 

Referencia

Texto

Cumplimiento

 

Am. 5:18, 5:20, 8:9

 

¡Ay de los que desean el día de Jehová! ¿Para qué queréis este día de Jehová? Será de tinieblas, y no de luz…

¿No será el día de Jehová tinieblas, y no luz; oscuridad, que no tiene resplandor?...

Acontecerá en aquel día, dice Jehová el Señor, que haré que se ponga el sol a mediodía, y cubriré de tinieblas la tierra en el día claro.

 

 

Asirios destruyendo a los israelitas de las 10 tribus del norte en el 722 a.C.

Exilio.

 

Is. 13:10, 13

 

Por lo cual las estrellas de los cielos y sus luceros no darán su luz; y el sol se oscurecerá al nacer, y la luna no dará su resplandor…

Porque haré estremecer los cielos, y la tierra se moverá de su lugar, en la indignación de Jehová de los ejércitos, y en el día del ardor de su ira.

 

 

Asirios destruyendo a los babilonios en el 689 a.C.

 

Jl. 2:1-2, 2:10, 2:30-31, 3:15

 

Tocad trompeta en Sion, y dad alarma en mi santo monte; tiemblen todos los moradores de la tierra, porque viene el día de Jehová, porque está cercano.

Día de tinieblas y de oscuridad, día de nube y de sombra; como sobre los montes se extiende el alba, así vendrá un pueblo grande y fuerte; semejante a él no lo hubo jamás, ni después de él lo habrá en años de muchas generaciones…

Delante de él temblará la tierra, se estremecerán los cielos; el sol y la luna se oscurecerán, y las estrellas retraerán su resplandor…

Y daré prodigios en el cielo y en la tierra, sangre, y fuego, y columnas de humo.

El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día grande y espantoso de Jehová…

El sol y la luna se oscurecerán, y las estrellas retraerán su resplandor.


 

Caldeos destruyendo a los judíos en el 586 a.C.

Exilio.

 

Jer. 4:27-28

 

Porque así dijo Jehová: Toda la tierra será asolada; pero no la destruiré del todo. Por esto se enlutará la tierra, y los cielos arriba se oscurecerán, porque hablé, lo pensé, y no me arrepentí, ni desistiré de ello.

 

 

Caldeos destruyendo a los judíos en el 586 a.C.

 

 

Is. 50:3, 51:6

 

Visto de oscuridad los cielos, y hago como cilicio su cubierta…

Alzad a los cielos vuestros ojos, y mirad abajo a la tierra; porque los cielos serán deshechos como humo, y la tierra se envejecerá como ropa de vestir, y de la misma manera perecerán sus moradores; pero mi salvación será para siempre, mi justicia no perecerá.

 

 

Caldeos destruyendo a los judíos en el 586 a.C.

 

 

 

Is. 34:4

 

Y todo el ejército de los cielos se disolverá, y se enrollarán los cielos como un libro; y caerá todo su ejército, como se cae la hoja de la parra, y como se cae la de la higuera.

 

 

Caldeos destruyendo a los idumeos en el 583 a.C.

 

Ez. 32:7-8

 

Y cuando te haya extinguido, cubriré los cielos, y haré entenebrecer sus estrellas; el sol cubriré con nublado, y la luna no hará resplandecer su luz. Haré entenebrecer todos los astros brillantes del cielo por ti, y pondré tinieblas sobre tu tierra, dice Jehová el Señor.

 

 

Caldeos destruyendo a los egipcios en el 568 a.C.

 

Hab. 3:11-12

 

El sol y la luna se pararon en su lugar; A la luz de tus saetas anduvieron, Y al resplandor de tu fulgente lanza. Con ira hollaste la tierra, Con furor trillaste las naciones.

 

 

Persas destruyendo a los caldeos en el 539 a.C.

 

 

Como es claro en estos 15 ejemplos, no se debe esperar literalmente que en el año 70 d.C. el cielo se haya caído: que la luna, las estrellas y el planeta Tierra mismo dejen su órbita natural y que ocurriera un caos cosmológico —como entienden los partidarios del uso de métodos de interpretación literalista rígido— sino que a la luz del lenguaje y la imaginería hebrea se observa que se trata de una invasión a un pueblo juzgado por Dios,[1] utilizando como instrumento a otro pueblo más fuerte, así como en este caso, los romanos. Pasajes como Is. 10:1, Jer. 25:5, Ez. 30:10 o Hab. 3:16, hablan explícitamente que ciertos pueblos o gobernantes son los instrumentos del Señor para ejecutar estos ‘días de Jehová’ sobre el pueblo condenado. Como se explica en el capítulo siete, los ejemplos anteriores del Antiguo Testamento tampoco apuntan a un acontecimiento final de Dios donde supuestamente se acabaría todo lo creado —ni lo prefiguran—, sino que en sí cada profecía tiene su cumplimiento propio. Como se ha explicado anteriormente,[2] las figuras e imágenes de la profecía apocalíptica son representaciones celestiales de acontecimientos terrenales: es como desde el mundo celestial se simboliza lo que ocurre u ocurriría en el mundo terrenal.

El origen de la figura acerca de la conmoción y oscurecimiento de los astros está en la naturaleza de la misma invasión y la manera en que se desarrolla. Si bien, hay una comparación pragmática entre el cosmos colapsando y la ciudad cayendo a manos de ejércitos invasores, donde el punto de comparación es la calamidad que significa, el origen de la figura puede estar en la comparación perceptual que hay en una guerra. Se debe considerar el polvo que generan los escombros cayendo de los muros, la marcha y el alboroto de los litigantes, junto con humo que emana de los incendios de casas y quemas de cultivos en las afueras de la cuidad; partículas suspendidas en la atmósfera que generan obstrucción del paso de la luz proveniente del sol y los otros astros. En este sentido, en medio de una guerra —desde la perspectiva humana— el sol y los astros se oscurecen, dando lugar a una comparación perceptual donde la falta de luz es el punto de comparación, tal como se analizó anteriormente.[3]



[1] Ver capítulo siete: El día de Jehová, sección sobre Los días de Jehová, donde se incluyen otros pasajes y más imágenes proféticas apocalípticas.

[2] Ver capítulo seis: El lenguaje en la profecía, sección sobre Carácter figurado.

[3] Ver capítulo siete: El día de Jehová, comentario sobre Is. 13:10.

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