12.14 Evangelios III: en el monte de los olivos: La segunda venida en aquella generación
De cierto os digo, que no pasará
esta generación hasta que todo esto acontezca. (Mt. 24:34).
El término ‘esta generación’ no
puede entenderse más que en su sentido natural designando los contemporáneos de
Jesús.[1]
Según el curso lógico de este
discurso, ‘todo esto’ no puede designar sino aquello de que Jesús acaba de
hablar (v. 29-33), y de que continúa hablando (v. 36), es decir, su última
venida para juicio del mundo. Pero ¿Cómo puede anunciarla como debiéndose
realizar durante la vida misma de ‘esta generación’? Para escapar a esta
dificultad, se ha procurado dar a este último término un sentido inusitado; así
por ejemplo la raza humana, la nación judía, la creación, los discípulos de
Jesús o la iglesia. Esas interpretaciones son inadmisibles (Comp. Lc. 11:50,
51). Otros conservan a las palabras ‘esta generación’ su sentido natural, pero
comentan nuestro versículo así: “esta generación no pasará antes que estas
cosas hayan ‘empezado’ a suceder, ella verá sus primeras señales, por ejemplo
el establecimiento del reino de Dios sobre la tierra,” etc. Esta tentativa
viene a estrellarse contra la inexorable claridad de estas palabras: ‘todo
esto’. No nos quedaría, pues, más que atribuir al Salvador el error de haber
confundido la época de su regreso con la ruina de Jerusalén y no al regreso de
Cristo, se impone inevitablemente a la conclusión de que se halla aquí fuera de
su lugar. Se objetará quizá que esta suposición no es probable, porque el mismo
hecho se reproduce en los evangelios de Marcos y Lucas. Pero esta conformidad
de explica muy bien admitiendo que este discurso conforme a la tradición
apostólica, donde se había deslizado esta confusión. Creemos que rechazando
esta hipótesis, se pone uno en presencia de una dificultad que ninguna exégesis
puede resolver.[2]
Una tercera estrategia bastante usada, es que ‘esta generación’ sea una
figura para referirse a una generación tan mala como aquella, pero no aquella
misma, sino otra futura, la cual vería al Señor venir sobre las nubes. De
manera semejante, se ha intentado argumentar que Jesús quiso expresar que «la
generación que comenzara a ver todas esas cosas, esa sería la última»,
apuntando a una generación futura. Esta teoría colapsa ante la evidencia
acumulativa de la postura preterista, que aquella generación entre el año 30 y
el 70 d.C. es la generación penitente por todos los males que cometieron, según
lo ya analizado en un capítulo anterior.[4] J. S. Russell,
preterista, argumenta que sobre pasajes como: Mt. 23:36, 11:6, 12.39-45, Lc.
11:50-51, 17:25, Mr. 8:38 y Lc. 17:25 no cabe duda que se refiere a aquella
misma generación, la cual rechazó al Señor y lo mató,[5] además que ellos
mismos —los de esa generación— vieron las señales de los ángeles en el cielo en
el momento de su juicio y no hay referencia alguna a personas en el futuro
distante; los evangelios y el Nuevo Testamento están llenos de sentencias que
reiteran en lo pronto que aquello sucedería, situándolo siempre dentro del
periodo de sus propias vidas. Si aquella generación efectivamente vivió en su
historia lo profetizado, entonces no hay necesidad alguna de buscar un
cumplimiento en otra generación futura. ‘Esta generación’ era entonces ‘esa
generación’, la generación de quien pronunció esas palabras. El comentario de
la serie World Biblical Commentary sobre el significado de “esta generación” en
Mt. 24:34, observa lo siguiente:
El intento de explicar ἡ γενεὰ αὕτη
“esta generación”, como la generación viva en el momento de la parusía o, más
generalmente, como la raza humana o el pueblo de Dios, va en contra del
significado natural de la frase y hace que estas palabras sean irrelevantes
tanto para los oyentes de Jesús como para lectores de Mateo. El hecho es que,
como Lövestam lo ha demostrado, la expresión alude claramente a una generación
pecadora, una que ya está madura y lista para ser juzgada, ajustándose a la
caída de Jerusalén.[6]
En quinto lugar, se plantea que en esa generación efectivamente ocurra la
caída de Jerusalén, pero que esa no sea la parusía, sino que ese es un
evento que marcaría el inicio del ciclo final del plan de Dios que culminaría a
futuro con la segunda venida del Hijo.[9] Esto es similar a
la segunda estrategia, que las cosas que lleguen a suceder no sean realmente
todas, ya que la parusía está incluida dentro de ‘todas las cosas que
sucederían en ESTA generación’.
Jesús no estaba equivocado ni erraron los hagiógrafos al documentar los
dichos del Señor, ni el texto está intervenido por la iglesia temprana; se
refiere a que aquella generación mala contemporánea a Jesús sería la que viviría
efectivamente todas aquellas cosas. No es necesario entonces acá ‘defender’ la
inerrancia de la profecía de Cristo acuñando interpretaciones forzadas y
arbitrarias. En concordancia con esto, para Sproul, la interpretación de estos
últimos pasajes es la siguiente:
A mí me parece que la lectura más
natural de Mateo 24:29-35 sería que todo lo que Jesús dijo que sucedería ya ha
acontecido en la historia. Él no se refería a un cumplimiento todavía futuro
desde nuestro punto de vista. Él se refería a un juicio sobre la nación de
Israel que aconteció en el 70 d.C.[10]
Por el contrario [en contraste con
el judaísmo palestino], en el mundo helenístico estaba muy difundido el empleo
de mitos, interpretados alegóricamente, como vehículo de una doctrina
esotérica, y no es extraño que se esperara de los maestros cristianos algo
semejante. Esto es, indudablemente, lo que dio lugar a interpretaciones
erróneas.[12]
Una interpretación acabada de las
porciones proféticas de las Escrituras Santas depende grandemente del dominio
de los principios y leyes del lenguaje figurado y del de tipos y símbolos.[14]
Cabe indicar que, por el rechazo al pensamiento judío, los padres de la
iglesia no estaban familiarizados con el lenguaje e imaginería hebrea a un
nivel adecuado, sino que aplicaban los principios de la filosofía helenística
para interpretar las Escrituras (que consideraban más puros que lo que pueda
provenir de los judíos), haciendo una lectura directa de los textos del Nuevo
Testamento en su sentido más literal, añadiendo alegorizaciones propias del
helenismo e ignorando en buena medida la hermenéutica hebrea.
Si bien, la filosofía griega influyó positivamente en el pensamiento
cristiano primitivo, periodo donde se desarrollaron muchas de las doctrinas fundamentales
para el cristianismo en general de todos los tiempos, también fue el punto de
origen de varias interpretaciones imprecisas, alegorizadas, e incluso,
llanamente erradas. Esta manera de interpretar las escrituras neotestamentarias,
ajena al lenguaje e imaginería hebrea, no solo estuvo presente en la profecía,
también las parábolas y otras expresiones figurativas. Los padres de la iglesia
entonces al leer este sermón, esperaron un cumplimiento literal de la profecía
ya que lo interpretaban a la luz de una lectura llana y directa, pero como se
ha analizado, la única manera de entender correctamente el tenor de la profecía
apocalíptica es a la luz del lenguaje y la imaginería hebrea. Luego, todo esto se
fue heredando de periodo en periodo a lo largo de la historia de la iglesia,
llegando hasta hoy.
France también señala que el problema es que los lectores cristianos
modernos en general no están familiarizados con las imágenes proféticas del Antiguo
Testamento, en cambio, son herederos de una larga tradición de exégesis
cristiana que da por sentado que el lenguaje de destrucción cósmica solo puede
entenderse como una referencia literal al fin del mundo. Ahora Jesús estaba
hablando antes de que se desarrollara esa tradición, y sus palabras deben
entenderse dentro de su propio contexto judío, donde fue el Antiguo Testamento
el que proporcionó el modelo para interpretar ese lenguaje que contenía tales
imágenes.[15]
Como se argumentó en la primera parte,[16] la tradición de la
iglesia es falible ya que está sujeta al error propio del hombre caído. A pesar
de que la guía del Espíritu Santo ha permanecido la iglesia a lo largo de los
siglos, siempre ha habido errores interpretativos y diferentes corrientes de pensamiento
en el cristianismo, lo cual refleja que a pesar de esta guía divina, hay
también influencia de la naturaleza humana caída en la historia de la iglesia y
en sus doctrinas. En dicho capítulo también se fundamenta que solo la Biblia es
infalible por su origen divino, por lo tanto, es la única fuente válida de
autoridad. También se reconoce que aunque la tradición y los estudios
teológicos pueden fallar, estos también son muy útiles y dignos de
consideración; grandes aportes de vital importancia en el desarrollo del
cristianismo, pero no infalibles.
Nótese que incluso entre los mismos apóstoles inspirados por el Espíritu
Santo (quien obraba en ellos también milagros y prodigios) hubo diferencia de
pensamiento en algunos puntos relevantes (Gál. 2:11-14). Se puede apreciar que,
en al menos una oportunidad puntual, en Pedro se oscureció la guía divina por
el miedo y la presión social de los judíos. Este ejemplo bíblico explica que en
la iglesia, la guía del Espíritu Santo se puede ver menoscabada por asuntos
derivados de nuestra propia naturaleza caída, derivando en errores como lo que
estaba cometiendo el apóstol Pedro en aquel momento.
[1]
Bonnet et al., Comentario del Nuevo Testamento, vol. I, Los Evangelios
Sinópticos, pág. 436.
[2] Ibíd. pág. 279.
[3] Ver Bray, Matthew 24 Fulfilled,
págs. 234-235, donde el autor analiza el uso de la palabra “generación”
en Mt. 1:17, Lc. 1:50, 11:50-51, Hch. 13:36 y Heb. 3:10, donde en aquellos
textos no podría atribuírsele algún otro significado tal como ‘raza’, ‘linaje’
o ‘la humanidad’.
[4]
Ver capítulo diez: Evangelios I: antecedentes clave, sección sobre La
generación mala y adúltera. Nótese el uso del mismo término griego para
“generación” (geneá) acá en Mt. 24:34 y en los otros pasajes cuando
Jesús acusa a los judíos de ser la “generación mala y adúltera”
[5] Russell, The Parousia, págs.
85-86.
[6] Donald A. Hagner, World Biblical
Commentary, Volume 33B, Matthew 14-28 (Dallas: World Book Publisher, 1995),
pág. 715.
[7]
Ver capítulo seis: El lenguaje en la profecía, sección sobre Integridad de la
profecía.
[8]
Para una discusión más extensa acerca de las posiciones preteristas y
futuristas de este pasaje, donde hay una comparación entre interpretaciones de
varios autores destacados acerca de cuál generación sería testigo del fin, ver
R. C. Sproul, La escatología de Jesús (Salem: Publicaciones Kerigma,
2019), capítulo 2, págs. 47-63.
Véase el capítulo 7 de Bray, Matthew 24 Fulfilled
(págs. 231-260) para un análisis completo sobre la expresión ‘esta generación’,
donde se analiza con mayor detalle todas las posibles objeciones a la postura
preterista.
[9]
D. A.
Carson, Comentario Bíblico del Expositor: Mateo (Florida: Editorial Vida,
2004), págs.
574-575.
[10]
Sproul, ¿Estamos en los últimos días?, pág. 32.
R. C. Sproul sostenía una postura parcialmente
preterista, es decir, aún esperaba en cierto aspecto una segunda venida futura
de Cristo (o como él lo refería, la tercera venida).
[11]
Ver capítulo diez: Evangelios I: antecedentes clave, sección sobre El pecado
capital.
Esto
se reflejó de muchas otras formas en el cristianismo patrístico en general,
donde a partir del año 70 d.C. se tomaron varias acciones para separarse del
judaísmo: desde la adopción de la Septuaginta griega como el texto y canon del
Antiguo Testamento en desmedro del texto hebreo, hasta la adopción del domingo
como día de reposo en desmedro del sábado.
[12]
Dodd, Las Parábolas del Reino, pág. 26.
[13] France, Matthew (TNTC), pág.
347.
[14] Terry, Hermenéutica, pág.
144.
[15] France, The Gospel of Matthew
(TNICNT), comentario sobre Mt. 24:28.
[16]
Ver capítulo uno: Sola Scriptura, sección sobre Inspiración divina e
interpretación privada.