16.4 Las siete epístolas: Juicio a los muertos y espíritus
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Pe. 3:18-20 |
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Porque por esto también ha sido
predicado el evangelio a los muertos, para que sean juzgados en carne según
los hombres, pero vivan en espíritu según Dios. |
Porque también Cristo padeció una
sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios,
siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu; en el
cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados, los que en otro
tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los
días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, es
decir, ocho, fueron salvadas por agua |
Estos pasajes nos traen una doctrina algo extraña: la descripción del
ministerio de Jesucristo en el mundo de los espíritus y de los muertos. Jesús
predicó el ‘evangelio’ a los muertos y a los espíritus que esperaban su juicio
final, esto es el anuncio de la expansión del reino de Dios por todo lo
habitado en el mundo y la llegada del tiempo de lo perfecto. No obstante, lo
concerniente a estos espíritus era que ya estaba cercano el momento del juicio.
El pasaje de 1 Pe. 4:6 afirma que los seres humanos según la carne serían
juzgados, es decir, de acuerdo a sus obras en vida, y la resurrección, en
contraste, sería de naturaleza espiritual. Por otro lado, en
1 Pe. 3:19 afirma aparentemente que este mismo mensaje les fue “predicado” a
los ángeles caídos del tiempo de Noé, no para salvarlos sino para anunciar su
pronta condena (Heb. 2:16). El mensaje del Evangelio acá no debe reducirse a la
expiación de Cristo, sino que debe ser entendido como la llegada del reino de
los cielos (Mr. 1:15), la que traería la pronta consumación y el paso al siglo
venidero; en cuya transición se espera un gran juicio. Si bien, no se detalla explícitamente
el momento del juicio de estos seres espirituales, se subentiende que se trata
de la consumación de la era ‘presente’ (en la parusía), este punto se
puede extraer con mayor claridad de otros pasajes:
•
Jud. 1:6: Y a los ángeles
que no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada, los ha
guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día.
•
2 Pe. 2:4: Porque si Dios
no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que arrojándolos al infierno los
entregó a prisiones de oscuridad, para ser reservados al juicio.
Y eso de que subió, ¿qué es, sino
que también había descendido primero a las partes más bajas de la tierra? El
que descendió, es el mismo que también subió por encima de todos los cielos
para llenarlo todo. (Ef. 4:9-10).
El momento de sucedidas finalmente estas cosas, no puede ser otro que en
el juicio que simultáneamente se daba en la tierra, en el 70 d.C., según lo
analizado en la segunda parte;[3] simplemente por una
articulación de que el juicio a los vivos y a los muertos (y ahora también de
los otros espíritus) debía darse en aquel mismo momento. Esto no puede
comprobarse fuera de lo que nos informa la revelación especial ya que debió
haber tenido lugar en un plano espiritual, la dimensión que trasciende lo
material.
Finalmente, además de armonizar con el esquema de dos pactos que plantea
la posición preterista, el otro asunto que acá refuerzan los pasajes que se
analizan es la naturaleza de la resurrección del hombre luego del juicio:
“…pero vivan en ESPÍRITU según Dios” (1 Pe. 4:6); si bien el juicio del hombre se
basa en lo que hizo en la carne, en vida, su resurrección sería espiritual,
ocurrida por lógica también en el año 70 d.C. en el plano del reino espiritual
de Dios.
[1]
En 1 Enoc caps. 6-8, se relata como 200 ángeles (los hijos de Dios) bajaron al
monte Hermón para engendrar gigantes con las mujeres humanas, junto con
enseñarles a ellas el sortilegio y la hechicería, además de otros tipos de
corrupción. En aquellos textos se hace una expansión de la breve narración de
Génesis que probablemente causó mucha curiosidad entre los judíos por lo
singular, llamativo y acotado del relato. A pesar de ser considerado apócrifo,
se trata de un texto que muestra el pensamiento judío de ese tiempo y contribuye
a entender los textos canónicos.
[2]
Según lo revisado sobre cosmogonía hebrea, los muertos habitaban en el Sheól,
lugar donde según 1 Pe. 3:17 también esperaban —al parecer— los espíritus
condenados; los cielos son a menudo descritos como el reino de Dios donde
abunda la bendición, por lo que es contradictorio pensar en los ángeles caídos
como siendo encarcelados, castigados allí.
[3]
Ver capítulo nueve: La transición, sección sobre Una única segunda venida.