18.6 Apocalipsis II: iglesias, sellos, trompetas y copas: Los seis primeros sellos

 


Y vi en la mano derecha del que estaba sentado en el trono un libro escrito por dentro y por fuera, sellado con siete sellos. (Ap. 5:1).

 

Luego de la presentación de la gloria celestial del cordero; de su forma divina en el trono de juicio (cap. 4), en el capítulo 5 se hace la introducción de la apertura del rollo que contiene los castigos que se desatarían sobre la tierra (). Es muy interesante que en la apertura de los siete sellos (que desatan siete castigos contenidos en el rollo para la tierra de Israel), se le muestre a Juan la imagen de Cristo como el cordero inmolado; insistiendo cinco veces en que se trata del cordero inmolado, ya que precisamente en el momento en que el pueblo judío condena a Jesús a morir, es que los judíos profieren sobre sí mismos: “Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos” (Mt. 27:25). En este acto, los judíos hacen del Hijo de Dios un cordero inmolado y asumen su propia ruina; Jesús ahora se muestra en ese estado para recordar el motivo del juicio sobre Israel (cf. Mt. 23:39, 26:64).

Jesús también condenó a los hipócritas de Israel siete veces al anunciar sobre ellos siete ayes (Mt. 23) o juicios por su maldad (cf. Is. 5:8-25). El fundamento legal de esto se halla en Lev. 26:14ss, donde no solo se establece que si el pueblo quiebra el pacto sería entregado a su destrucción a manos de naciones extranjeras, sino que también se advierte que serían castigados 7 veces:

 

Si a pesar de todo esto no aceptan mi disciplina, sino que continúan oponiéndose a mí, yo también seguiré oponiéndome a ustedes. YO MISMO LOS HERIRÉ SIETE VECES POR SUS PECADOS. Dejaré caer sobre ustedes la espada de la venganza prescrita en el pacto. Cuando se retiren a sus ciudades, les enviaré una plaga, y caerán en poder del enemigo. (Lev. 26:23-25, NVI, énfasis añadido., cf. Lev. 26:18, 21, 28).

 

El Señor envió a su Hijo, a profetas y le dio toda clase de advertencias a los judíos antes de que la condena cayera sobre ellos, sin embargo, esto solo sirvió para que contra ellos se acumulara aún más ira, ya que mataron y persiguieron a todos estos portavoces de Dios (Mt. 23:34, cf. 21:33-45).

Respecto al contenido de los sellos, estos son juicios que Jesús también anunció cuando estaba en su forma humana encarnada, en el discurso del monte de los olivos, y se refiere a juicios sobre Israel:[1]

 

Pasaje

Sello

Motivo

Paralelo

6:1-2

1

Guerra

Mt. 24:6

6:3-4

2

Conflictos armados

Mt. 24:7

6:5-6

3

Hambruna

Mt. 24:7

6:7-8

4

Pestes

Lc. 21:11

6:9-11

5

Persecución

Mt. 24:9

6:12-17

6

Terremotos y señales cósmicas

Mt. 24:7, 29

 

Milton Terry entiende que estos juicios se cumplen en la caída de Jerusalén en el año 70 y en la campaña previa de Vespasiano sobre Judea a partir del año 66 d.C., documentado en los libros de las Guerras de los Judíos de Josefo:

 

Las páginas de Josefo, descriptivas de los horrores sin paralelo que culminaron en la completa ruina de Jerusalén, suministran amplio comentario a estos símbolos [los cuatro primeros sellos] y a las palabras del Señor.[2]

 

A partir de la imaginería de Zac. 6:1-3, es claro que los cuatro jinetes representan juicios o castigos a Israel. Kenneth Gentry comenta que el jinete sobre el caballo blanco que “salió venciendo, y para vencer” representa la campaña victoriosa del ejercito romano hacia Jerusalén para luchar en la guerra contra los judíos en al año 67 d.C. El autor argumenta que el color blanco acá no representa pureza[3] sino victoria, según el uso de ese color en contextos militares antiguos (cf. Dion Casio, Historia Romana 53:14, entre otros), y el arco es un símbolo de la victoria (Zac. 9:13-14, Hab. 3:8-9). Otros autores, como George R. Beasley-Murray, concuerdan en que este sello se trata de una plaga y no de Cristo.[4] El color de este caballo se relaciona a su efecto —conquistar— como los colores de los otros caballos: el rojo es relacionado a la sangre, el negro es relacionado al hambre y el amarillo es relacionado a la muerte.[5]

El jinete sobre el caballo rojo fuego (gr. πυῤῥός “pyrós” G4450, color fuego) que quita la paz de la tierra (gr. ), evoca a la sangre y el fuego de la campaña romana sobre Judea. No solo el Templo y Jerusalén fueron quemados al final de la guerra, sino que se arrasó con fuego gran parte de Judea durante los años que duró el conflicto. Josefo relata sobre los generales romanos en la guerra lo siguiente:

 

Él [Tito] también a la vez dio licencia a los soldados a prender fuego a los suburbios, y les ordenó recoger madera y levantar terraplenes contra la ciudad.[6]

 

[Vespasiano] ordenó dar fuego no solo a la ciudad [Gadara], porque también quemó todos los lugares que había al rededor… fue y quemó a Galilea y los lugares cercanos.[7]

 

Todos estos episodios iban acompañados de sanguinarias masacres de parte de soldados profesionales y bien armados hacia los rebeldes y los civiles.

Los jinetes sobre los caballos negros y amarillento verdoso (gr. χλωρός “jlorós” G5515)[8] representan la escasez de alimentos, la pestilencia y la muerte que resultó de la guerra judía y el asedio a Jerusalén (6:5-8). Josefo documenta esto ampliamente, de lo cual hay varios testimonios particularmente sobrecogedores:

 

[María del barrio de Bezezob, localidad situada al lado oriente del Jordán] noble en linaje, y rica; huyendo con toda la gente, se refugió dentro de Jerusalén, y allí estaba cercada con todos los demás (…) [Movida por la fuerte hambruna que los meses de implacable asedio produjeron en los judíos] arrebatando un hijo que a sus pechos tenía dijo: “¡Oh desdichado y miserable de ti! ¿Para quién te guardaré yo entre tanta guerra, sedición y tanta hambre? (…) Sírveme, pues, a mí con tus carnes de alimento” (…) Diciendo esto mató a su hijo y coció la mitad, y ella misma se lo comió.[9]

 

El hambre había ya entrado en todas las casas y en todas las familias. Estaban todas las casas llenas de mujeres muertas de hambre, y de niños, y las estrechuras de las calles estaban también llenas de hombres viejos muertos. Los niños y los jóvenes andaban sin color, casi como muertos.[10]

 

Recordar que Jerusalén estaba atestada de peregrinos judíos precedentes de todo el Mediterráneo cuando estalló el asedio, poniendo mucha más presión sobre los recursos de la ciudad (Guerras 6.9.4).

El quinto sello (6:9-11) tiene una gran relevancia en Apocalipsis, ya que el gran clamor de los perseguidos por los judíos por la causa de Cristo era que se tomara venganza por su implacable persecución. La descripción de los juicios sobre Israel, forman la mayor parte de esta profecía y responden al clamor de las víctimas martirizadas por los judíos. Samuel G. Dawson lo expone de esta forma.

 

Esta escena es de suma importancia, porque el resto del libro es la respuesta a la pregunta de estos mártires. Hacen la misma pregunta que hizo la viuda persistente en Lucas 18: “¿Cuándo me vengará Dios de mi adversario? ¿Cuándo vengarás nuestra sangre sobre los que habitan en la tierra (del antiguo pacto de Israel)?” Moisés en Deuteronomio 32 dijo que era la tierra de Israel la que llevaría la venganza por la sangre de los santos en los últimos días del Israel del Antiguo Pacto, al final de ella. Isaías predijo lo mismo, diciendo que esta venganza tendría lugar en el día de Jehová. En Mateo 21, Jesús, hablando de los judíos rebeldes de su época, dijo: "Destruirá miserablemente a esos miserables, y arrendará la viña a otros labradores". En Mateo 22, Jesús dijo que el rey se enojó, destruyó su ciudad y ¡siguió adelante con la boda! En Lucas 13, Jesús dijo que era imposible que un profeta pereciera fuera de Jerusalén, y que el templo judío sería dejado desierto. En Mateo 23, Jesús dijo que Jerusalén llenaría la medida de su pecado y sería responsable de la sangre de todos los justos desde Abel hasta Zacarías en su generación. En Lucas 23, de camino al Gólgota, Jesús les dijo a las mujeres que lloraban que lloraran por sí mismas, que suplicarían que las montañas cayeran sobre ellas. El autor de Hebreos habló de los judíos rebeldes en Hebreos 10, citando Deuteronomio 32, donde Dios dijo sobre el Israel del Antiguo Pacto en sus últimos días, que “Mía es la venganza, yo daré el pago, dice el Señor. Y otra vez: El Señor juzgará a su pueblo. ¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!”.[11]

 

Por otro lado, en estos pasajes se obtiene un detalle que no puede dejarse pasar: se ve el destino de los que mueren. Así como se ve a Jesús en su naturaleza celestial, Apocalipsis revela el destino del hombre luego de morir, donde lo que pasa el reino celestial es el alma humana (cf. 1 Co. 15:50). En este caso, como Juan está en el reino celestial (o en el espíritu, Ap. 1:10, 4:2), puede ver las almas de aquellos muertos por los derramadores de sangre; los que moran en la tierra (gr. ). Los muertos claman por la vindicación de a sangre derramada (cf. Mt. 23:35), pero se les dice que descansen un poco más de tiempo (cf. Mt. 23:36).

El sexto sello, en los vv. 6:12-14, donde describe a la luna y el sol oscureciéndose, mientras que las estrellas caen sobre la tierra, el cielo se enrolla como un pergamino y las islas son removidas de su lugar, se está describiendo la caída de la tierra santa con un lenguaje profético típico hebreo, bastante común en el Antiguo Testamento. Jesús (el Cordero) le está mostrando a Juan la realización de sus mismas palabras cuando Él dijo en el monte de los olivos: “E inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas” (Mt. 24:29).

Según lo analizado acerca de la profecía de Jesús en Mt. 24:29,[12] acá se puede ver el uso del lenguaje profético apocalíptico que los profetas tuvieron en el Antiguo Testamento cuando por visiones recibían de Dios que un juicio recaería sobre una nación, según se puede apreciar en el cuadro:

 

Referencia

Texto

Cumplimiento

 

Am. 5:18, 5:20, 8:9

 

¡Ay de los que desean el día de Jehová! ¿Para qué queréis este día de Jehová? Será de tinieblas, y no de luz…

¿No será el día de Jehová tinieblas, y no luz; oscuridad, que no tiene resplandor?...

Acontecerá en aquel día, dice Jehová el Señor, que haré que se ponga el sol a mediodía, y cubriré de tinieblas la tierra en el día claro.

 

 

Asirios destruyendo a los israelitas de las 10 tribus del norte en el 722 a.C.

Exilio.

 

Is. 13:10, 13

 

Por lo cual las estrellas de los cielos y sus luceros no darán su luz; y el sol se oscurecerá al nacer, y la luna no dará su resplandor…

Porque haré estremecer los cielos, y la tierra se moverá de su lugar, en la indignación de Jehová de los ejércitos, y en el día del ardor de su ira.

 

 

Asirios destruyendo a los babilonios en el 689 a.C.

 

Jl. 2:1-2, 2:10, 2:30-31, 3:15

 

Tocad trompeta en Sion, y dad alarma en mi santo monte; tiemblen todos los moradores de la tierra, porque viene el día de Jehová, porque está cercano.

Día de tinieblas y de oscuridad, día de nube y de sombra; como sobre los montes se extiende el alba, así vendrá un pueblo grande y fuerte; semejante a él no lo hubo jamás, ni después de él lo habrá en años de muchas generaciones…

Delante de él temblará la tierra, se estremecerán los cielos; el sol y la luna se oscurecerán, y las estrellas retraerán su resplandor…

Y daré prodigios en el cielo y en la tierra, sangre, y fuego, y columnas de humo.

El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día grande y espantoso de Jehová…

El sol y la luna se oscurecerán, y las estrellas retraerán su resplandor.

 

 

Caldeos destruyendo a los judíos en el 586 a.C.

Exilio.

 

Jer. 4:27-28

 

Porque así dijo Jehová: Toda la tierra será asolada; pero no la destruiré del todo. Por esto se enlutará la tierra, y los cielos arriba se oscurecerán, porque hablé, lo pensé, y no me arrepentí, ni desistiré de ello.

 

 

Caldeos destruyendo a los judíos en el 586 a.C.

 

 

Is. 50:3, 51:6

 

Visto de oscuridad los cielos, y hago como cilicio su cubierta…

Alzad a los cielos vuestros ojos, y mirad abajo a la tierra; porque los cielos serán deshechos como humo, y la tierra se envejecerá como ropa de vestir, y de la misma manera perecerán sus moradores; pero mi salvación será para siempre, mi justicia no perecerá.

 

 

Caldeos destruyendo a los judíos en el 586 a.C.

 

 

 

Is. 34:4

 

Y todo el ejército de los cielos se disolverá, y se enrollarán los cielos como un libro; y caerá todo su ejército, como se cae la hoja de la parra, y como se cae la de la higuera.

 

 

Caldeos destruyendo a los idumeos en el 583 a.C.

 

Ez. 32:7-8

 

Y cuando te haya extinguido, cubriré los cielos, y haré entenebrecer sus estrellas; el sol cubriré con nublado, y la luna no hará resplandecer su luz. Haré entenebrecer todos los astros brillantes del cielo por ti, y pondré tinieblas sobre tu tierra, dice Jehová el Señor.

 

 

Caldeos destruyendo a los egipcios en el 568 a.C.

 

Hab. 3:11-12

 

El sol y la luna se pararon en su lugar; A la luz de tus saetas anduvieron, Y al resplandor de tu fulgente lanza. Con ira hollaste la tierra, Con furor trillaste las naciones.

 

 

Persas destruyendo a los caldeos en el 539 a.C.

 

 

Jesucristo en su auténtica naturaleza divina, celestial y todopoderosa, le muestra por visión a Juan lo que iba a suceder en el siguiente y último ‘día del Señor’, tal como el Padre lo mostraba a los otros profetas en los tiempos del antiguo pacto. En todos los anteriores casos, la imagen de los astros siendo conmovidos es un vehículo para revelar que una nación destruiría a otra, siendo la nación vencedora un instrumento de Dios (como en Is. 10:1, Ez. 30:10 o Hab. 3:16) y la nación derrotada viene a ser el pueblo objeto de la ira de Dios (Lev. 26:25, Dt. 28:49-50). El simbolismo del oscurecimiento de los astros tiene su origen en una comparación perceptual,[13] donde el humo y el polvo que resulta de la guerra inunda el aire, haciendo que el sol y los otros astros no se vean, originando la imagen del sol deteniéndose, movido de su lugar, oscureciéndose o siendo herido. El humo de un gran incendio también puede dar una apariencia rojiza al sol o a la luna, evocando una apariencia de sangre.

La referencia a “todo monte moviéndose de su lugar” en Ap. 6:14, puede considerarse también como una referencia a la práctica romana de hacer rampas para acceder a los muros o a la construcción de caminos; Judea era relativamente montañosa y los romanos allanaron varios montes para abrirse paso (Guerras 3.7.3-8). Al igual que los astros oscureciéndose o volviéndose rojos, acá hay otro simbolismo que se explica a partir de prácticas derivadas de la actividad bélica.

El sexto sello muestra también los hombres de la tierra (gr. ) —gobernantes, comandantes y esclavos— escondiéndose en las peñas, esperando de alguna forma resistir al gran día de la ira de Dios (6:15-16). Cabe señalar que al oriente de Judea hay cadenas montañosas con muchas cuevas donde los habitantes del lugar podían esconderse. De estas, las cuevas más famosas son las de Qumrán, donde se hallaron los escritos de una comunidad esenia del siglo I, conocidos como los Rollos del Mar Muerto; comunidad que justamente desapareció luego de la campaña romana a Judea.

Esto es la gran manifestación del Hijo del Hombre: “porque el gran día de su ira ha llegado; ¿Y QUIÉN PODRÁ SOSTENERSE EN PIE? (6:17). Esta segunda parte del sello ahora replica el anuncio de Malaquías alrededor del 400 a.C., donde habla que el Mesías vendría en juicio sobre “vosotros”, Judá y Jerusalén, y sobre el Templo:

 

…y vendrá súbitamente a su templo el Señor a quien vosotros buscáis, y el ángel del pacto, a quien deseáis vosotros. He aquí viene, ha dicho Jehová de los ejércitos. ¿Y quién podrá soportar el tiempo de su venida? ¿O QUIÉN PODRÁ ESTAR EN PIE CUANDO ÉL SE MANIFIESTE? Porque él es como fuego purificador, y como jabón de lavadores. Y se sentará para afinar y limpiar la plata; porque limpiará a los hijos de Leví, los afinará como a oro y como a plata, y traerán a Jehová ofrenda en justicia. Y será grata a Jehová la ofrenda de Judá y de Jerusalén, como en los días pasados, y como en los años antiguos. Y VENDRÉ A VOSOTROS PARA JUICIO… (Mal. 3:1-5).

 

Finalmente, este día de Jehová, grande y terrible, anunciado por Malaquías a los judíos, tendría que venirles de parte del “ángel [mensajero] del pacto” o Jesús (Mal. 3:1) luego de los días de Elías o Juan el Bautista (Mal. 4:5, cf. Lc. 1:17), lo cual apunta a la guerra judeo-romana del 70 d.C.



[1] Keith A. Mathison, Postmillennialism (Phillipsburg: P&R Publishing, 1999), pág. 148. Muchos otros autores también notan este paralelo.

[2] Terry, Hermenéutica, pág. 186.

[3] Comentaristas antiguos —como Ireneo— han asociado este jinete a Cristo (cf. 19:11), aludiendo que el blanco es un símbolo de pureza. Profesores de Salamanca, Biblia Comentada, Tomo VII Epístolas católicas. Apocalipsis, pág. 380. Esto también se replica en comentaristas modernos, ver entre otros, John P. Newport, El León y el Cordero (El Paso: Casa Bautista de Publicaciones, 1989), págs. 173-175.

[4] Carson et al. ed., Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno, pág. 1483.

[5] Gundry ed., Cuatro puntos de vista sobre el Apocalipsis, pág. 59.

[6] Josefo, Las Guerras de los Judíos, pág. 177, Guerras 3.7.1.

[7] Ibíd. pág. 271, Guerras 5.6.2.

[8] Según varios diccionarios, jlorós se puede definir como: “un verde pálido, el color de la hierba joven” (Vine), “amarillento pálido” (Thayer), “verduzco” (Strong). Evoca al color de un cadáver más que al color primario amarillo puro y brillante.

[9] Ibíd. pág. 316, Guerras 6.3.4. Este tipo de juicio es una de todas las consecuencias anunciadas en Lev. 26 por quebrar el pacto, específicamente en los vv. 27-29 (cf. Dt. 28:49-57).

[10] Ibíd. pág. 294, Guerras 5.12.3.

[11] Samuel G. Dawson, Revelation Realized: Martyr Vindication from Genesis to Revelation (Texas: SDG Press, 2016), pág. 24.

[12] Ver capítulo doce: Evangelios III: en el monte de los olivos, sección sobre Señales cósmicas I.

[13] Ver capítulo cuatro: Figuras literarias de significado, sección sobre Tipos de comparación.

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