17.1 Apocalipsis I: antecedentes clave: Fecha de Apocalipsis, evidencia interna

 


La mayor evidencia sobre la fecha temprana del Apocalipsis es interna. En este respecto, hay varios indicadores que sugieren que esta profecía fue escrita antes del año 70 d.C. y estos son: El Templo aún en pie, el juicio a la cuidad de Jerusalén, Nerón imperando Roma, la influencia judía en Apocalipsis y la condición histórica de las siete iglesias de Asia Menor.

 A) El Templo y su condición en el libro es un fuerte indicador de una fecha temprana de composición. De la misma manera que en todo el Nuevo Testamento, en Apocalipsis no hay referencia alguna que el Templo o la ciudad de Jerusalén hayan sido destruidos ya por los romanos. Como se ha revisado anteriormente,[1] la destrucción de Jerusalén y su Templo en el 70 d.C. fueron 2 de las 5 grandes catástrofes en la historia judía, las cuales son lamentadas por los judíos con gran pesar hasta hoy. Debe entenderse que la caída del reino del norte en el año 722 a.C. trastocó profundamente las escrituras y la profecía desde ese entonces, y aún más, posteriormente en la caída de Jerusalén y la destrucción del Templo en el año 586 a.C. se reconfiguró toda profecía desde entonces, marcando todo escrito posterior con indicaciones a ese fatídico evento, siendo este un suceso gravitante en la teología postexílica ya que sus consecuencias fueron marcadas y devastadoras, incluso aun habiendo de parte de Dios una promesa de reconstrucción de lo destruido. Siempre hay referencias a estos desastres en las Escrituras, por lo que resulta impensable que un acontecimiento tan relevante haya sido omitido. La destrucción romana que resultó en la destrucción final del Templo (dañando mortalmente al antiguo pacto) y el exterminio de la mayor parte de la población judía, fue un evento mayor; más destructivo y definitivo que la incursión de Nabucodonosor, por esto que su omisión en las Escrituras solo puede indicar que se trató de un acontecimiento posterior a la composición de ellas.[2]

La destrucción del Templo conforma un hecho traumático para la memoria colectiva de la nación, es como si hoy se derribara la Torre Eiffel, la Estatua de la Libertad o el Taj Mahal; son grandes íconos que representan a sus naciones y su eventual destrucción no podría ser omitida en la historia posterior.

El libro de Apocalipsis no solo omite la destrucción del Templo como un hecho pasado, sino que asume que está aún en pie. En esto es fundamental analizar Ap. 11:1-2:

 

Entonces me fue dada una caña semejante a una vara de medir, y se me dijo: Levántate, y mide el templo de Dios, y el altar, y a los que adoran en él. Pero el patio que está fuera del templo déjalo aparte, y no lo midas, porque ha sido entregado a los gentiles; y ellos hollarán la ciudad santa cuarenta y dos meses.

 En visiones, a Juan se le pide medir ciertas dependencias del Templo de Dios, el cual está en la “ciudad santa”, ciudad que sería pisoteada por los gentiles por 3 años y medio. Se trata ineludiblemente del mismo Templo sobre el cual Jesús profetizó que sería destruido en esa generación (Mt. 24:2, 30) y la “ciudad santa” es referida en las Escrituras fuera de Apocalipsis siempre como Jerusalén (Is. 48:2, 52:1, Neh. 11:1-18, Mt. 4:5, 27:53),[3] por lo que para la mente de Juan, judío, no puede estar evocando a otra cosa más que al Segundo Templo de Herodes. Si consideramos por otro lado que Nerón ordenó a Vespasiano iniciar la guerra contra Judea en febrero del 67 d.C. y que la ciudad cayó bajo Tito a fines de agosto del 70 d.C.,[4] tenemos un plazo de 3.5 años o 42 meses en los que los romanos, gentiles, asolaron tierra santa (cf. Lc. 21:24), correspondiendo con el marco temporal que establece la profecía. Es sumamente improbable que esto sea una descripción de un futuro templo que existiría después ya que en ningún lugar de todo el Nuevo Testamento se menciona que se vaya a construir otro templo.[5]

B) El juicio a la ciudad de Jerusalén, el segundo punto que indica que Apocalipsis fue escrita antes del 70 d.C. es referenciado en varios pasajes del libro si se entienden desde la óptica preterista, sin embargo, esto es ya explícito en Ap. 11:8:

 

Y sus cadáveres estarán en la plaza de la grande ciudad que en sentido espiritual se llama Sodoma y Egipto, donde también nuestro Señor fue crucificado.

 La gran ciudad que espiritualmente es tenida por el Señor como Sodoma y Egipto es Jerusalén, siendo esto evidente en Mt. 23 donde Jesús increpa a los religiosos por su pecado y condena a Jerusalén por ello en esa misma generación (vv. 36ss). Si bien para algunos puede que este argumento no sea categórico, sí es inevitable concluir que el lugar “donde también nuestro Señor fue crucificado” ya indudablemente es Jerusalén, la cual, según Ap. 18:20-21, sería prontamente destruida para vindicar la sangre de los santos, apóstoles y profetas (cf. Mt. 23:34-36). Intentar buscar un simbolismo adicional sobre esta imagen, es forzado en su contexto; no se puede pretender que la situación inmoral de la Jerusalén del primer siglo es un tropo para referirse a algo más, sobre todo si el Templo de Jerusalén ya no existe. Milton Terry comenta sobre esto:

 

La mención del templo (Apocalipsis 11:1-3) el altar y los que adoran, junto con la designación mística a “la gran ciudad que en el sentido espiritual se llama Sodoma y Egipto, donde también nuestro Señor fue crucificado” (Apocalipsis 11:8) implican que la ciudad y el templo de Jerusalén no habían sido destruidas. Es singularmente fútil sugerir que estas expresiones son simbólicas; ya que cualquiera que sea el significado místico del argumento sería poco natural y fuera de lugar si en efecto la ciudad y el templo estuviesen en ruinas. Pero por otro lado si estos estaban en pie y el tiempo de su destrucción estaba cerca, las alusiones a estos serían muy naturales e impresionantes.[6]

 C) Considerar a Nerón como César actualmente reinando el imperio romano es la tercera evidencia interna para la fecha temprana. Esto se deduce primeramente de Ap. 17:9-10:

 

Esto, para la mente que tenga sabiduría: Las siete cabezas son siete montes, sobre los cuales se sienta la mujer, y son siete reyes. Cinco de ellos han caído; uno es, y el otro aún no ha venido; y cuando venga, es necesario que dure breve tiempo.


El lugar que universalmente se caracterizaba en el primer siglo por tener siete montes era la ciudad de Roma, con sus montes Aventino, Capitolino, Celio, Esquilino, Palatino, Quirinal y Viminal. En aquel tiempo, Suetonio y Plutarco escribieron sobre el festival del Septimontium, o el festival de los siete montes de Roma, y así muchos otros autores clásicos han hecho referencia a Roma como la ciudad de los siete montes.[7]

Los siete reyes deben ser entonces los siete primeros emperadores de Roma. Historiadores contemporáneos a Juan, como Flavio Josefo,[8] Suetonio[9] y otros,[10] identifican a Julio César como el primer emperador romano;[11] personaje crucial en la historia romana y en occidente, en quien se origina el concepto de emperador al proclamarse como dictador perpetuo por sobre la autoridad del senado, incluso los emperadores sucesores son llamados ‘Césares’ en honor a Julio César. Así, los siete primeros reyes son los siguientes: Julio César (1°), Augusto (2°), Tiberio (3°), Calígula (4°), Claudio (5°), Nerón (6°) y Galba (7°). Ap. 17:10 indica que cinco reyes cayeron[12] —Julio hasta Claudio—, uno es, el sexto, Nerón, quien es el actual César, situando la fecha de esta profecía en su reinado, es decir entre los años 54 y 68 d.C. El séptimo rey que aún no ha llegado es Galba, quien reinó por siete meses luego que sus antecesores hayan tenido reinados de 15 años en promedio, por lo que es bastante sugestivo pensar que es éste de quien se habla que reinaría por breve tiempo.

 

Julio César

Augusto

Tiberio

Calígula

Claudio

Nerón

Galba

49-44 a.C.

31 a.C-14 d.C.

14-37

37-41

41-54

54-68

68-69

cayó

cayó

cayó

cayó

cayó

ES

aún no

 Si bien hay otros pasajes en Apocalipsis asociables a Nerón, estos ya presuponen la hermenéutica preterista para llegar a esa conclusión, lo cual puede reforzar esta teoría, pero no servir de argumento aislado como el presente análisis.

 D) La influencia judía en Apocalipsis refuerza también la idea de una fecha temprana. Se entiende que luego de la guerra contra los romanos, la influencia judía en el imperio menguó dramáticamente. Esto sucedió ya que luego del año 70, el judaísmo sacerdotal desaparece junto con la destrucción de Jerusalén y el Templo; se suma también a la fuerte merma en la población de judíos (palestinos y habitantes del mediterráneo) producto de la guerra y gran ruina a los sobrevivientes; además, los judíos que hasta antes de la guerra eran apoyados por Roma y tenían ciertas concesiones por sobre los otros pueblos vasallos,[13] comenzaron a sufrir una fuerte subyugación romana al ser considerados enemigos del imperio. Si el libro de Apocalipsis fue escrito antes del 70, se espera una influencia del judaísmo sobre el cristianismo de forma similar a lo documentado en Hechos o en las epístolas neotestamentarias, de lo contrario, se esperaría que en Apocalipsis la influencia judía en la iglesia haya dejado de ser un tema relevante, ya que la influencia judía se desmoronó rápidamente después del año 70 d.C. y ya no era un factor determinante en la iglesia al final del primer siglo.

En el mensaje a las siete iglesias en los primeros capítulos, es clara una influencia fuerte del judaísmo en el cristianismo:

 

       2:9: Yo conozco tus obras, y tu tribulación, y tu pobreza (pero tú eres rico), y la blasfemia de los que se dicen ser judíos, y no lo son, sino sinagoga de Satanás.

       3:9: He aquí, yo entrego de la sinagoga de Satanás a los que se dicen ser judíos y no lo son, sino que mienten; he aquí, yo haré que vengan y se postren a tus pies, y reconozcan que yo te he amado.

 

Como se analizó anteriormente,[14] los judíos perseguían a los creyentes a causa de su fe en Jesús como el Mesías, así que consecutivamente los expulsaban de sus sinagogas y los rechazaban en su sociedad. En estos pasajes, el Señor califica a los judíos como pertenecientes a las sinagogas de Satanás, es decir, enemigos de la iglesia, quienes blasfeman y mienten, teniendo una influencia similar a lo percibido en la Carta a los Gálatas. En el 3:9 puntualmente se tiene la expectativa que ellos se postren ante los pies de la iglesia, a lo cual si se añade que en el v. 10 se indica que viene la hora “para probar a los que moran sobre la tierra []”, es un indicativo cierto del inminente juicio sobre los judíos.

De haberse escrito Ap. 3:9-10 después del 70, se esperaría que se les considere a los judíos como ya castigados, o al menos que haya una referencia al castigo anterior, el sufrido en el año 70, para referenciar a un supuesto castigo futuro.

 E) La condición histórica de las iglesias de Asia Menor ofrece indicativos de una fecha temprana, aunque no de manera tan concluyente como los otros argumentos anteriores. Generalmente, en muchos comentarios y textos de estudio de Apocalipsis de sirven de la condición histórica de las iglesias de Asia para demostrar precisamente una fecha tardía del libro.[15]

En Ap. 2:2 se indica por ejemplo que la iglesia de Éfeso logró probar a quienes se hacían llamar apóstoles y no lo eran, dándose a entender que en ese tiempo aún había apóstoles, de los cuales aparte de Juan solo sobrevivió Tomás hasta después del 70. Esta afirmación tendría mucho más sentido previamente al 70 que en el 95 d.C., donde a ese tiempo solo Juan habría estado vivo ya que Tomás murió en el 72. Ahora bien, es cierto que en la iglesia temprana a varios de los padres de la iglesia u obispos se les apodó posteriormente como santos o padres apostólicos, sobre todo si eran discípulos de alguno de los doce primeros o algún sucesor posterior; sin embargo, estos mismos padres apostólicos al referirse en sus escritos a los ‘apóstoles’, lo hacían para indicar a los doce discípulos de Jesús. Según esto, no se puede entender esta prueba como concluyente ni para la fecha temprana ni para la tardía.

Laodicea fue destruida por terremoto en el año 60, pero fue inmediatamente reedificada, de modo que el ser ella “rica y aumentada en bienes” tiene sentido con aquel hecho histórico,[16] y también, según Jamieson, Fausset y Brown, la situación descrita en Apocalipsis no es incompatible con el que el libro fuese escrito durante la persecución neroniana (año 64).[17] No obstante, Leon Morris —por ejemplo— entiende que Laodicea debió haber sido reconstruida y haber transcurrido un buen periodo para poder ser considerada como rica, defendiendo la fecha tardía.[18]

Por otro lado, se esperaría que para el fin del siglo I hubiera más que solo siete iglesias en Asia Menor a las cuales entregarle un mensaje directo, ya que para comienzos del siglo II, el cristianismo había ya proliferado bastante en ese lugar. De esta forma, la fecha temprana se ajusta mejor a la cantidad baja de iglesias, ya que es bastante natural al texto entender que para ese momento solo había siete iglesias; pero de nuevo, no puede considerarse esto como irrefutable ya que la referencia a LAS siete iglesias podría quizá ser simbólico y buscar representar a todas las iglesias de Asia, ya que el siete es un número representativo y recurrente en Apocalipsis; aunque su lectura sería menos natural.[19]



[1] Ver capítulo diez: Evangelios I: antecedentes clave, sección sobre Tishá be’Av.

[2] Ver John A. T. Robinson, Redating the New Testament (Londres: SCM Press, 1976), donde el autor plantea que todo el Nuevo Testamento fue escrito antes del 70 d.C. Su tesis principal aboga a que uno de los hechos más llamativos sobre el Nuevo Testamento es que la destrucción del Templo nunca se menciona como un hecho pasado. Para Robinson, la caída de Jerusalén en el año 70 d.C., junto con el colapso del judaísmo institucional basado en el Templo, fue el evento más relevante y culminante de aquel periodo.

[3] Esto también sucede en la literatura judía no canónica (1 Mac. 2:7, 2 Mac. 1:12, 3:1, 9:14, 15:14, Tob. 13:10, Sir. 36:12, 49:6, SalSl. 8:4) e incluso en monedas judías de ese periodo, donde se les inscribía en hebreo: ירושלים קדושהYierushaláyim qadoshá”, Santa Jerusalén.

Kenneth L. Gentry Jr., Before Jerusalem Fell (Tyler: Institute for Christian Economics, 1989), pág. 170. Este libro de más de 400 páginas dedica en profundidad a defender la fecha temprana de composición de Apocalipsis. Para un estudio completo sobre la defensa de la fecha temprana, se recomienda revisar esa obra completa.

[4] Bruce, New Testament History, págs. 381-382.

[5] Para la discusión sobre otras posibles objeciones sobre identificar el templo de Ap. 11:1-2 con el Segundo Templo de Herodes, ver Green et al., House Divided, págs. 144-147.

[6] Milton S. Terry, Biblical Apocalyptics: A Study of the Most Notable Revelations of God and of Christ in the Canonical Scriptures (New York, Eaton & Mains, 1898), pág. 25.

[7] Kenneth L. Gentry Jr., Navigating The Book of Revelation, Segunda Edición (Fountain Inn, GoodBirth Ministries, 2010), pág. 20; G. B. Caird, The Revelation of St. John The Divine, Segunda Edición (Londres: A&C Black, 1984), pág. 216.

[8] Josefo, Antigüedades 18-19.

[9] Gayo Suetonio Tranquilo, Vidas de los doce césares, cap. 1, Gayo Julio César.

[10] 4 Esdras 11-12; Oráculos Sibilinos 5 y 8; Epístola de Bernabé 4; Historia Romana 5 de Dion Casio. Gentry, Before Jerusalem Fell, págs. 154-159.

[11] Se hace esta indicación debido a que los historiadores actuales identifican a Augusto como el primer César, ya que a Julio César lo catalogan como aún dentro del periodo de la República Romana. Si bien Julio fue un autócrata y llamado César, en la historia actual se le identifica como un personaje de transición entre la república y el imperio.

[12] Para Juan, César es sinónimo de rey. Ver Jn. 19:12, 15.

[13] Josefo relata esto en varias oportunidades; ver por ejemplo Guerras 5.9.4, donde los ejércitos romanos se abstenían de ciertas prácticas consideradas idolátricas para no ofender a los judíos. Craig Keener, entre otras cosas, documenta que los judíos habían sido eximidos de adorar al emperador. Ver Keener, Comentario del contexto cultural de la Biblia. Nuevo Testamento, pág. 750.

[14] Ver capítulo trece: Hechos, sección sobre Persecución judía a la iglesia.

[15] Dentro de los muchos ejemplos, Keener por su parte entiende que la situación del culto imperial sería más propia del tiempo de Domiciano (96 d.C.) que para el tiempo de Nerón.

Keener, op. cit., pág. 747.

[16] Jamieson et al., Comentario exegético y explicativo de la Biblia. Tomo II, el Nuevo Testamento, pág. 748.

[17] Ibíd.

[18] Leon Morris, El Apocalipsis, pág. 41.

[19] Véase también Ver D. A. Carson y Douglas J. Moo, Una introducción al Nuevo Testamento (Barcelona: Editorial CLIE, 2008), pág. 630.

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