12.3 Evangelios III: en el monte de los olivos: Falsos cristos I

 


Respondiendo Jesús, les dijo: Mirad que nadie os engañe. Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán. (Mt. 24:4-5).

 Ahora bien, se espera que Jesús responda sobre las preguntas de los discípulos específicamente, sobre el cómo y el cuándo de la parusía, el fin de la era y la destrucción del Segundo Templo. Jesús les dice a sus discípulos: “Mirad [ustedes discípulos] que nadie os [ustedes discípulos] engañe” (v. 4); “Mas no vayáis [ustedes discípulos] en pos de ellos” (Lc. 21:8), fijando el ámbito de relevancia de su audiencia: los oyentes de Jesús. Compare con Mt. 24: 6, 9, 15, 33, 34, 44 y Lc. 21:20. Como se dijo en una sección anterior,[1] para orientarnos en el cumplimiento de las profecías hay que prestar atención a quienes va dirigida la profecía y no atribuirla a otros receptores impropios. Generalmente encontramos esta información en los encabezados de cada oráculo, que se conocen como el ‘tema’ de la profecía. No se trata de principios que cíclicamente se van repitiendo en la historia o que vayan teniendo varios cumplimientos. No podemos pretender entender tampoco la profecía apocalíptica como un mensaje directo a todas las personas de todos los tiempos. El profeta tenía un mensaje particular de parte de Dios para un destinatario en particular por un motivo en particular. Como se comenta sobre este pasaje:

 

Jesús revela las señales que iban a preceder la destrucción de Jerusalén y el fin del judaísmo. “Mirad que nadie os engañe”. Esta primera frase de Jesús revela el propósito de todo lo que Él dice en este capítulo entero: Él quería proteger a sus discípulos. Quería que éstos estuvieran bien preparados y prevenidos para los eventos terribles que iban a suceder dentro de unos cuarenta años. Cualquier interpretación de Mateo 24 que no toma muy en serio el ver. 4 no puede ser explicación correcta del capítulo. Esto nos recuerda de las muchas teorías acerca de la interpretación de Apocalipsis, porque la mayoría de éstas no toman en cuenta la situación peligrosa de los discípulos que vivieron en esos mismos días, a fines del primer siglo. Por ejemplo, muchos “interpretan” Apocalipsis hablando de dictadores como Hitler y Mussolini, o de la amenaza de los rusos, etc., pero ¿qué consuelo les hubiera dado tales profecías a los hermanos del primer siglo en medio de persecución severa?[2]

 Complementando esto —tal como se definió anteriormente— en este discurso se trata de la de profecía que anuncia la destrucción del Templo de Herodes, el Segundo Templo (Mt. 24:1); no de otro templo futuro.

Entendiendo que claramente no se profetiza sobre un tiempo distinto al de sus oyentes, sino que son advertencias claras y directas para los discípulos, ya en Hch. 5:36-37 se describe a dos falsos enviados de Dios: uno por su parte engañó a 400 y el otro “llevó en pos de sí a mucho pueblo” (Hch. 5:37). Otro falso cristo descrito en Hechos es Simón quien reclamaba llamarse “El gran poder de Dios” (Hch. 8:9-11; esto es un título mesiánico, como se ve en 1 Co. 1:24). En Hch. 13:6 se encuentra también el siguiente episodio: “Y habiendo atravesado toda la isla hasta Pafos, hallaron a cierto mago, falso profeta, judío, llamado Barjesús”. Pablo también advierte en muchas ocasiones, principalmente en las cartas a Timoteo,[3] sobre de falsos profetas en aquellos días. Eusebio describe la actividad de “Un tal Simón, samaritano, originario de la aldea llamada Gitón” quien “realizó mágicos prodigios” y “fue tenido por dios” llevando a muchos al engaño,[4] esto luego de la ascensión de Jesús.[5] Josefo también describe a muchos falsos profetas en este tiempo:

 

Porque aquellos hombres, engañadores del pueblo, pretendiendo con sombra y nombre de religión hacer muchas novedades, hicieron que enloqueciese todo el vulgo y gente popular, porque se salían a los desiertos y soledades, prometiéndoles y haciéndoles creer que Dios les mostraba allí señales de la libertad que habían de tener.[6]

 

Pero mayor daño causó a todos los judíos un hombre egipcio, falso profeta: porque, viniendo a la provincia de ellos, siendo mago, queríase poner nombre de profeta, y juntó con él casi treinta mil hombres, engañándolos con vanidades, y trayéndolos consigo de la soledad adonde estaban, al monte que se llama de las Olivas, trabajaba por venir de allí a Jerusalén, y echar la guarnición de los romanos, y hacerse señor de todo el pueblo.[7]

 Este último testimonio probablemente se trata del mismo mencionado en Hch. 21:38. Durante el asedio romano a Jerusalén, hubo también falsos profetas que alentaban al pueblo a resistir contra los romanos, engañándolos con la esperanza que Dios los libraría de sus enemigos,[8] seguramente esperando que Dios se manifestara como lo hizo en el pasado, cuando libró a sus ancestros contra los asirios que asediaron Jerusalén siglos atrás (2 Re. 19:35, Is. 37:36):

 

Sucedió que unos murieron queriendo echarse hacia abajo [durante la defensa del Templo, atacado por Tito] y otros murieron quemados en el mismo pórtico, de manera que de un número tan grande de gente nadie quedó con vida. La causa de muerte de éstos había sido un falso profeta, el cual había predicado en ese mismo día en la ciudad, que Dios los mandaba a subir al Templo para darles señales de su salvación. Muchos falsos profetas, habían sido sobornados por tiranos, les decían que al pueblo que esperasen las esperanzas, evitando la deserción de la ciudad… El miserable pueblo, creía a los que les engañaban en nombre de Dios. Las señales que se mostraban, manifiestamente anunciaban la inminente destrucción, pero ni las advertían ni aun las querían creer, estaban atónitos y sin sentido, como hombres ciegos y sin almas, disimulaban todo cuanto Dios les descubría.[9]

 Josefo en el libro sobre Antigüedades de los Judíos, describe también esta actividad perversa:

 

Con esos hechos perpetrados por los ladrones, la ciudad estaba repleta de crímenes horrendos. Los impostores y los hombres falaces persuadían a la multitud que los siguieran al desierto. Decían que allí les mostrarían signos y señales que solo pueden producirse por obra y providencia de Dios. Muchos que los creyeron, sufrieron los castigos que merecían por su locura, pues Félix los hizo ejecutar cuando le fueron entregados.[10]

 Este hecho documentado por Josefo es una clara referencia a la reiteración de esta advertencia de Jesús a sus oyentes sobre falsos mesías que pronunció más adelante en este mismo discurso:

 

Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos… Así que, si os dijeren: Mirad, está en el desierto, no salgáis.

(Mt. 24:24, 26).

 Históricamente es reconocido que en el periodo posterior al 44 d.C. hubo un incremento en la militancia mesiánica,[11] movida por el deseo de liberarse de los romanos. Muchos que fueron impulsados por estas ansias de un reino terrenal mesiánico, cayeron en los engaños de estos falsos profetas y mesías. Josefo documenta que: “Había muchas revueltas en este mismo tiempo por Judea, y muchos aspirantes que codiciaban el reino”.[12]

Estos falsos cristos efectivamente engañaron a muchos que no tenían sus esperanzas puestas fielmente en el Señor Jesús, tal como lo predijo, por esto que la advertencia contra estos falsos profetas que llevarían a muchos a su destrucción fue la primera de todas hacia sus discípulos y la reiteró varias veces en este discurso (Mt. 24:11, 23-26) y por eso la importancia de velar y orar, en parte para no caer en los engaños de ellos. En el paralelo de Lc. 21:8, Jesús reafirma lo anterior diciendo: “Mas no vayáis en pos de ellos”.



[1] Ver capítulo seis: El lenguaje en la profecía, sección sobre Audiencia y tiempo.

[2] Wayne Partain, Comentario de San Mateo. http://www.waynepartain.com

[3] 1 Ti. 1:3, 4, 6, 7, 19, 4:1-3, 6:20, 21, 2 Ti. 2:16-18, 3:1-6, 8, 13, 4:3-4.

[4] Eusebio, Historia Eclesiástica, pág. 84, Historia Ecl. 2.13.1.

[5] Ibíd. Historia Ecl. 2.13.3.

[6] Josefo, Las Guerras de los Judíos, pág. 128, Guerras 2.13.4.

[7] Ibíd. Guerras 2.13.5, cf. Antigüedades 20.8.6.

[8] Alfred Edersheim, Comentario Bíblico Histórico (Barcelona: Editorial CLIE, 2009), pág. 1165.

[9] Ibíd. pág. 322, Guerras 6.5.2-3. Ver capítulo once: Evangelios II: parábolas y anuncios, sección sobre La entrada en el reino de Dios donde se desarrolla este tema.

[10] Josefo, Antigüedades 20.8.6.

[11] Green et al. ed., Diccionario del Jesús y los Evangelios, págs. 785-797, entrada sobre Movimientos revolucionarios, donde se describen las distintas aristas de la cuestión judía antes del 70 d.C.; se describe una amalgama de factores relacionados: celo religioso, pillaje, nacionalismo, ansias independentistas, entre otros.

Véase también Bruce, New Testament History, pág. 338.

[12] Josefo, op. cit., pág. 109, Guerras 2.4.1. Josefo no usa la palabra ‘mesías’ sino ‘profetas’, sin embargo, en este contexto histórico se entiende que se refería a caudillos mesiánicos.

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