17 Apocalipsis I: antecedentes clave (Introducción)
Debido a la atracción natural del hombre por las cosas ocultas, por siglos,
el Libro de Apocalipsis ha sido fuente de las más diversas interpretaciones,
teorías y conjeturas, causando tanto fascinación como intriga; una
insatisfacible curiosidad, pero a su vez temor y confusión.
La profecía de este libro ha generado en el lector contemporáneo dos
posibles actitudes: atracción o apatía. La primera es relativa a una
fascinación por esta profecía que ha llevado al lector a todo tipo de
suposiciones e interpretaciones fantásticas, las cuales en general son completamente
alejadas de su contexto original y entendidas como representaciones de sucesos
propiamente actuales; aplicando una hermenéutica particular y única a esta
profecía. Esta perspectiva se fundamenta principalmente en el
Dispensacionalismo. Acá se puede llegar a interpretar sin problemas que la
marca de la bestia es un microchip, que el profeta estaba viendo en sus
visiones hacia un futuro holocausto nuclear con el uso de tecnología bélica
moderna, como tanques, submarinos y aviones de caza; a conflictos entre las
potencias actuales o a elementos tecnológicos de ahora, o que las siete
iglesias de Asia representan siete periodos en la historia de la iglesia,
intentando así develar el mensaje —apartemente encriptado— de este libro. Por
otro lado, la segunda actitud describe a aquellos insatisfechos con las
interpretaciones populares de la profecía neotestamentaria, entendiendo que la
escatología es finalmente una parte oscura de la teología sistemática que no
puede ser develada sino hasta el momento de su real consumación. Quienes son
displicentes ante Apocalipsis y la escatología prefieren centrar sus esfuerzos
en el estudio de otras doctrinas más claras, como la soteriología, la teología
propia, entre otras. Esta actitud apática es una respuesta a la sobrecarga
especulativa de quienes se han encargado de proyectar una imagen espuria de
Apocalipsis con sus interpretaciones alejadas de una sana hermenéutica. La
interpretación preterista del Apocalipsis busca dar respuesta a este segundo
grupo que espera un acercamiento científico a la escatología y que logre
fundamentar su exégesis bajo una hermenéutica sana y científica, ya que el
preterismo se enfoca en tomar los mismos principios interpretativos con los que
se interpreta la profecía apocalíptica hebrea del Antiguo Testamento —ejercicio
hecho anteriormente[1]—
para aplicarlos a la profecía escatológica del nuevo pacto.
En este capítulo, y en los dos siguientes, se analiza Apocalipsis desde
la perspectiva preterista. En estos capítulos no se pretende agotar cada
versículo del libro —para lo cual se requiere de un volumen completo— sino de
ofrecer un acercamiento conciso del cumplimiento de esta profecía en el primer
siglo.
El presente capítulo introductorio a Apocalipsis no aborda temas que
típicamente aparecen en introducciones de comentarios bíblicos corrientes (como
esquemas del libro, autoría, unidad, canonicidad, contexto religioso y
sociopolítico, diversos sistemas de interpretación, teología del libro, análisis
literario, etc., para lo cual se pueden consultar múltiples obras),[2] más bien se
centrará en un asunto crucial para el preterismo que es la fecha de composición
del libro. Más adelante, en este capítulo se discute también otro tema afín a
una introducción al libro de Apocalipsis que aporta bastante a la perspectiva
preterista, el cual es el análisis del género del libro en relación a la
literatura apocalíptica apócrifa judía y cristiana contemporánea al Apocalipsis
de Juan.
En consistencia con el mensaje de Jesús, de Pablo y de los demás apóstoles,
la presente postura entiende el cumplimiento de la profecía del Libro de
Apocalipsis en torno a los sucesos del año 70 d.C. en Jerusalén. Para poder
llegar a esta conclusión, primero se debe corregir la arraigada presuposición
de que Apocalipsis fue escrito por el año 95 d.C. El entendimiento de una fecha
tardía de esta profecía (alrededor del 95 d.C.) naturalmente pone la expectativa
de su cumplimiento en una fecha posterior, impidiendo interpretar Apocalipsis
como referente a la destrucción final de Jerusalén y el fin del antiguo aión
y pacto. Es por estos motivos que este capítulo se centra al principio en
defender la fecha temprana de escritura (previa al 70), analizando tanto
evidencias internas como externas; tanto a favor, así como en contra de la
datación temprana.
[1]
Ver capítulo siete: El día de Jehová.
[2] Ver, por ejemplo, G. K. Beale y D.
H. Campbell, Revelation: a Shorter Commentary (Grand Rapids: Eerdmans
Publishing Co., 2015), págs. 1-35. En español, ver Simon J. Kistemaker, Comentario
al Nuevo Testamento, Apocalipsis (Grand Rapids: Libros Desafío, 2004), págs.
11-86; Profesores de Salamanca, Biblia Comentada, Tomo VII Epístolas
católicas. Apocalipsis, págs. 293-325, entre otros.