15.3 Hebreos: La vida futura


 

El autor de la carta en la segunda comparación (caps. 3-4) insiste a sus lectores que deben perseverar para que puedan entrar en el reposo de Dios, usando como tipo de esta promesa la llegada del pueblo de Israel a la tierra prometida y advirtiendo que no desechen esta bendición final como lo hicieron sus antepasados al desobedecer (4:11).

Ahora, tal como Jesús prefiguró realidades celestiales mediante ejemplos terrenales (mayormente documentado en el evangelio de Juan),[1] el autor de esta epístola constantemente apunta a verdades espirituales de la obra de Cristo usando los tipos del antiguo pacto: Moisés y la entrega de la ley, los sacerdotes, el rito expiatorio levítico; siendo todas estas acciones terminadas, ya que el nuevo pacto y la expiación del pecado de manera perfecta ya fue hecho por Jesús en su primera venida, sin embargo, el tipo sobre la entrada en la tierra si bien representa también una realidad espiritual, esta es para ellos aún futura. Es por esto que el autor introduce esta aclaración:

 

Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio, así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan. (Heb. 9:27-28).

 Así como después de la muerte hay juicio, después del sacrificio de Cristo, luego de gustar la muerte (2:9), vendría a completar las promesas que en esta carta se anuncian como pendientes. F. F. Bruce comenta:

 

Pero cuando él aparezca por segunda vez a aquellos que lo esperan, no será para ocuparse del pecado una vez más. El pecado fue borrado decisivamente en su primera aparición. Todas las bendiciones que ganó para su pueblo en su primera aparición serán de ellos para que las disfruten en plenitud perpetua en su segunda venida. Por lo tanto, que ellos no desmayen ni se debiliten sino que perseveren en paciencia y fe.[2]

 Respecto al alcance temporal de esta promesa, J. S. Russell afirma:

 

La actitud de expectación mantenida por los cristianos de la era apostólica se muestra incidentalmente aquí. Esperaban, en esperanza y con confianza, el cumplimiento de la promesa de Su venida. Suponer que ellos esperaban un suceso que no ocurrió es imputarles, a ellos y a sus maestros, una cantidad de ignorancia y error incompatible con respecto a sus creencias en cualquier otro tema.[3]

 La promesa futura de reposo, así como las demás comparaciones sobre aspectos del pacto y la ley, corresponde a un lugar celestial. En Heb. 10:34 aparece: “Porque de los presos también os compadecisteis, y el despojo de vuestros bienes sufristeis con gozo, sabiendo que tenéis en vosotros una mejor y perdurable herencia en los cielos”, es decir que a pesar de los agravios terrenales, hay una mejor promesa, una ciudadanía en los cielos.[4] En el mismo sentido, Heb. 13:14 se señala: “porque no tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos la por venir”. Así, esta carta estimula a sus lectores a una constante mirada al cielo, principalmente en las cosas ya consumadas, pero también estimula a esperar en las cosas celestiales por venir, como aliciente para soportar las persecuciones. Kistemaker observa sobre las persecuciones:

 

Los lectores de Hebreos entendieron bien y aplicaron las palabras de Jesús. Cuando sus posesiones les fueron quitadas y su propiedad fue confiscada, ellos se dieron cuenta de que “tenían mejores posesiones y más permanentes” en el cielo.

Cuando un miembro de la comunidad judía se convierte al cristianismo, comienza en ese momento un conflicto con su familia, su casa y su ambiente. El hebreo o judío que se hace cristiano enfrenta la alienación, especialmente cuando recibe el sacramento del bautismo. La tentación de renunciar a Cristo y volver al rebaño del judaísmo es real, puesto que el verse rodeado una vez más de parientes y amigos significa el fin de la persecución y de la penuria. La epístola a los hebreos es una carta de aliento y admonición para todos aquellos que han confesado a Cristo como Salvador. Que nadie retroceda y renuncie a Cristo. Darle las espaldas lleva a la condenación y a la destrucción. ¿Caen y se apartan los verdaderos creyentes? No, por medio de su Palabra y de su Espíritu, Dios los capacita para que sigan siendo fieles hasta el fin.[5]

 Ahora bien, en un acercamiento concreto la esperanza futura anunciada en Heb. 13:14, Sam Storms comenta:

 

… Esto seguramente se refiere a la Jerusalén celestial de Hebreos 12:22, la ciudad que tiene cimientos (v. 10). Nota también Apocalipsis 21:1-2, especialmente el versículo 2, donde leemos que Juan “la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios” (cf. 21:9-11).[6]

 Considerando este contraste terrenal, que la promesa celestial futura (a ellos) equivale a la entrada a la tierra de Israel terrenal, es natural determinar que corresponde a la ciudad celestial; a la Nueva Jerusalén del cielo en compañía de ángeles y de los espíritus de los justos que se describe en Heb. 12:22-23. Considerando por otro lado que la fe de los lectores terminaría por preservar su alma (10:39), se puede concluir que la esperanza final de ellos estaba en la resurrección para bendición que se daría desde la segunda venida luego de su muerte (9:27-28) para herencia eterna en el cielo; venida que se daría “ahora” para conmover el cielo y la tierra (12:26), y como sabemos ad quem, esto sucedió en el año 70 d.C.




[1] Adoración espiritual en vez de una ligada a un monte terrenal (Jn. 4), sanidad del pecado representada por la sanidad física (Jn. 5) alimento espiritual por sobre el tangible (Jn. 6), bebida espiritual por sobre la terrenal (Jn. 7:37-39), revelación espiritual representado en la sanidad de un ciego (Jn. 9), un pastor celestial representado por uno terrenal (Jn. 10), resurrección verdadera representada por la resurrección de Lázaro (Jn. 11), etc.

[2] Bruce, La Epístola a los Hebreos, pág. 227.

[3] Russell, The Parousia, pág. 272. Comentario similar hace el autor sobre 10:25 y 10:37.

[4] Si bien la frase “en los cielos” tiene bajo respaldo en los manuscritos griegos —de hecho, versiones críticas posteriores a la RVR1960 como la NVI o BTX omiten esa frase—, es una idea que se respalda también por otros textos de la epístola.

[5] Simon J. Kistemaker, Comentario al Nuevo Testamento, Hebreos (Grand Rapids: Libros Desafío, 1991), pág. 358.

[6] Storms, Venga Tu Reino, pág. 145.

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