12.8 Evangelios III: en el monte de los olivos: La abominación desoladora y la gran tribulación
Por tanto, cuando veáis en el lugar
santo la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel (el que lee,
entienda), entonces los que estén en Judea, huyan a los montes. El que esté en
la azotea, no descienda para tomar algo de su casa; y el que esté en el campo,
no vuelva atrás para tomar su capa. Mas ¡ay de las que estén encintas, y de las
que críen en aquellos días! Orad, pues, que vuestra huida no sea en invierno ni
en día de reposo; porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido
desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá.
(Mt. 24:15-21).
Por lo tanto, Jesús busca una repetición de este acto de sacrilegio,
cometido en el lugar santo; no un doble cumplimiento, sino refiriéndose a un
evento nuevo semejante a otro ocurrido antes, mediante el uso de una hipocatástasis.[2] En este sentido, el
relato de Lucas reemplaza en su narración esta referencia comparativa de la
profecía de Daniel por un lenguaje más directo, es decir, una paráfrasis:
Lc. 21:20:21 |
Mt. 24:15-16 |
Pero cuando
viereis a Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed entonces que su destrucción
ha llegado. Entonces los
que estén en Judea, huyan a los montes… |
Por tanto,
cuando veáis en el lugar santo la abominación desoladora de que habló el
profeta Daniel (el que lee, entienda), entonces los que estén en Judea, huyan
a los montes. |
Sucesos |
Romanos, 70 d.C. |
Seléucidas, 167 a.C. |
Invasión a
Jerusalén. |
Nerón
comisiona a Vespasiano a contener las revueltas que se fueron dando en Judea
en el año 66. En un principio se enviaron 2 legiones, luego en el año 69 se
incorporan 2 más. |
El año
ciento cuarenta y tres [desde Alejandro Magno], después de vencer a Egipto,
emprendió [Antíoco IV] el camino de regreso. Subió contra Israel y llegó a
Jerusalén con un fuerte ejército. (1 Mac. 1:20, cf. 1:29). |
Abominaciones
en el Templo. |
Antes de la
guerra, se ofrecían oraciones por los romanos en el Templo (Guerras 2.17.2). Luego
de vencer a los judíos con gran mortandad ponen sus estandartes en el Templo
(Guerras 6.6.1) considerados abominables e idolátricos por los judíos (Guerras
1.33.2, Ant. 18.3.1, 18.5.3). El Templo es
luego saqueado (Guerras 6.7). |
Los griegos
luego de dominar Jerusalén profanan el Templo y saquean todos sus utensilios (1
Mac. 1:21-25) para poner en él sus ídolos (2 Mac. 6:1-2) y sacrificar
animales inmundos (2 Mac. 6:5). Estos griegos también derramaron mucha sangre,
generando gran mortandad durante el saqueo y la invasión. (1 Mac. 1:24-32). |
Cerdos y
otros animales impuros puestos en el Templo. |
La insignia
del ejército romano era el águila imperial (Aquila) y el Vexillum
o estandarte de la Legión X ‘Fretensis’ era un cerdo. Junto con otros
emblemas, los romanos los pusieron en el Templo luego de vencer. |
Los griegos
dominantes de Judea, tras la guerra hicieron: “mancillar el santuario y lo
santo; levantar altares, recintos sagrados y templos idolátricos; sacrificar
puercos y animales impuros”. (1 Mac.
1:46-47). |
Josefo relata que los judíos se oponían fuertemente a que los romanos
entraran con sus estandartes a Jerusalén o a marchar por Judea por tener
imágenes. La sola presencia de estos elementos generó episodios de fuertes
conflictos entre romanos y judíos. Josefo relata que los romanos regularmente se
abstuvieron de exhibir sus estandartes por respeto a los judíos (ver por
ejemplo Guerras 5.9.4). Desde Julio César hasta Nerón, por parte de los romanos
hubo muchas concesiones hacia los judíos, como la libertad religiosa, el
respeto a las leyes y costumbres judías, etc.
En vista de los antecedentes históricos, se aclara que el uso de la
expresión “abominación desoladora” por parte de Jesús no es una referencia solo
al acontecimiento de profanación del Templo, a la luz del paralelo de Lucas se
ve que por metonimia se refiere entonces a su causa, la guerra y la invasión.
Recordar también que los judíos entendían los pasajes en las Escrituras y
eventos históricos en su contexto completo, no como aislados y descontextualizados
de los otros acontecimientos;[3] los oyentes judíos
de Jesús, al oír sobre la abominación desoladora, no solo evocarían en su mente
el sacrificio del cerdo en el Templo o la puesta de los ídolos en aquel lugar,
sino también todos los demás eventos que condujeron a la profanación del
santuario, además de sus consecuencias.
La lógica del pasaje indica que la gran tribulación sería la consecuencia
de la abominación desoladora. A diferencia de las señales anteriores:
terremotos, hambrunas, persecuciones, pestes, etc., que serían solo el
principio de dolores y que en medio de estas aflicciones los discípulos son
comisionados a no desistir de su ministerio, ahora la instrucción de Jesús es
huir inmediatamente. En este sentido, R. C. Sproul hace el siguiente
comentario:
Esta orden debió ser totalmente
contraria al sentido común de su audiencia. Cuando llegaba un ejército invasor,
el procedimiento normal en el mundo antiguo era huir a la ciudad fortificada
inexpugnable más cercana que pudiesen encontrar. Desde luego, en Judea, esa
ciudad habría sido Jerusalén. Pero Jesús les dijo a sus discípulos: “Cuando
acontezcan todos estos sucesos, no vayan a Jerusalén. Vayan a los montes;
corran a las colinas”. Esto es precisamente lo que ocurrió en el 70 d.C.
Sabemos que alrededor de un millón de judíos fue muerto, pero los cristianos
habían huido.[4]
También el pueblo de la iglesia de
Jerusalén, por seguir un oráculo remitido por revelación a los notables del
lugar, recibieron la orden de cambiar de ciudad antes de la guerra y habitar
cierta ciudad de Perea que recibe el nombre de Pella. Emigrados a ella desde
Jerusalén los que creían en Cristo, desde ese momento, como si los hombres santos
hubieran abandonado por completo la misma metrópoli real de los judíos y toda
la región de Judea, la justicia divina alcanzó a los judíos por las iniquidades
que cometieron contra Cristo y sus apóstoles, y borró de entre los hombres
aquella misma generación de impíos.[7]
Obviamente se trata de un mensaje
de urgencia. Sabemos que los judíos tenían techos planos sobre sus casas a
donde se subía por las escaleras exteriores, un lugar de relajo en las tardes a
medida que pasaba el calor. Jesús les está diciendo: “No pierdan tiempo alguno.
Tan pronto como se enteren de la presencia de la abominación desoladora, partan
rápidamente. No empaquen nada. Si están en el campo, no vuelvan a la casa a
buscar más ropa, lo que sea que lleven puesto o en sus bolsos, tomen eso y
olviden todo lo demás”.
El tono de urgencia vuelve a
escucharse en los siguientes versos. El tiempo era crucial, y es un hecho muy
simple que cuesta darse prisa si alguien está embarazada o amamantando. El
invierno es la estación más difícil para sobrevivir a la intemperie, y si estas
señales ocurrieron en día de reposo, habría sido un problema para los judíos
debido a la prohibición de viajar largas distancias. Jesús les está diciendo a
sus seguidores que oren para que estas cosas no ocurran en un momento
inoportuno, de modo que nada impida su escape.[8]
La suerte de un refugiado es
bastante difícil sin impedimentos adicionales. En invierno, los caminos en
Palestina eran prácticamente intransitables con barro, y en un día de reposo
las puertas estarían cerradas y las provisiones serían imposibles de obtener.[9]
Jesús, según el registro de Mt. 24:21 dijo que habría una gran
tribulación, la cual no tuvo precedentes ni tampoco se repetiría algo así
jamás. Ahora este registro tiene variaciones importantes entre los tres relatos
sinópticos, sin embargo, en los tres casos se está refiriendo exactamente a lo
mismo.
Mt. 24:19-21 |
Mr. 13:17-19 |
Mas ¡ay de
las que estén encintas, y de las que críen en aquellos días! Orad, pues, que
vuestra huida no sea en invierno ni en día de reposo; porque habrá entonces
gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta
ahora, ni la habrá. |
Mas ¡ay de
las que estén encintas, y de las que críen en aquellos días! Orad, pues, que
vuestra huida no sea en invierno; porque aquellos días serán de tribulación
cual nunca ha habido desde el principio de la creación que Dios creó, hasta
este tiempo, ni la habrá. |
El relato de Marcos usa términos que parecieran ser demasiado categóricos
y portentosos; impropios del asedio a una ciudad y más cercanos al lenguaje que
se pudiera emplear para hacer referencia fin de la creación de Dios. En este sentido,
de la misma forma en que se ha estudiado en el capítulo siete, esto es parte
del lenguaje y la imaginería hebrea: hiperbólica, absolutista y cargada de
emociones, la cual se plasma en el discurso apocalíptico de Jesús.
En Jer. 4:23-27 se utiliza el mismo abrumador lenguaje que en Mr. 13:19.
Ahora bien, Jeremías profetizaba un ‘día de Jehová’, el cual vendría sobre Judá
y se cumplió con el ataque de Nabucodonosor en el 586 a.C. y el posterior exilio.
En el Jer. 4:23 se usa la expresión hebrea תֹהוּ וָבֹהוּּ “tohu vabohu”, (asolada y
vacía) la misma fórmula de Gn. 1:2 para referirse al estado de la tierra de
antes de la creación, no obstante, se refería a la caída de Jerusalén. En Ez.
5:9, Dios mediante el profeta dice al profetizar la caída de Jerusalén en el
586 a.C.: “Y haré en ti lo que nunca hice, ni jamás haré cosa semejante, a
causa de todas tus abominaciones”, siendo que en el 167 a.C. Jerusalén sufrió
de una manera muy grande y semejante a mano de los griegos y nuevamente en el
70 d.C. pasaría algo similar e incluso mayor, ejecutado por los romanos. En Jl.
2:2, para referirse al mismo acontecimiento que Jeremías y Ezequiel, usa un
lenguaje también similar: “Día de tinieblas y de oscuridad, día de nube y de
sombra; como sobre los montes se extiende el alba, así vendrá un pueblo grande
y fuerte; semejante a él no lo hubo jamás, ni después de él lo habrá en años de
muchas generaciones”, siendo que hubo pueblos posteriores a los caldeos que
eran más fuertes, así como los romanos. De la misma forma que en Jer. 4:23, en
Is. 34:11 se usa la misma expresión hebrea “tohu vabohu” (niveles de
asolamiento en la RVR1960) para referirse al juicio de aquella profecía,
acompañándose además de un castigo ‘perpetuo’, de generación en generación (Is.
34:10). Sin embargo, acá se profetizaba simplemente la destrucción de Edom (Is.
34:5) y no sobre el fin de todo lo creado.[10]
Fuera de la profecía apocalíptica, existen varios otros ejemplos de uso
de expresiones absolutistas e hiperbólicas para referirse a situaciones de
menor escala, como en Ex. 11:6 se dice que: “habrá gran clamor por toda la
tierra de Egipto, cual nunca hubo, ni jamás habrá”, donde en lenguaje
hiperbólico se refiere a la plaga de la matanza de los primogénitos. Esta fue
ciertamente una tremenda desgracia para los egipcios, pero se debe reconocer
que no se refiere a una expresión literal. En Sof. 2:9 hay referencias a Sodoma
como si hubiera sido asolada de forma perpetua y continuamente, sin embargo, se
trata de una expresión proverbial poética para expresar el gran y memorable
castigo que recibió por su pecado.
Con estos ejemplos es claro que el lenguaje que usa Jesús, según los
registros de Mateo y Marcos, es el mismo que usaron de los profetas
veterotestamentarios: uso de lenguaje profético apocalíptico que no buscaba
necesariamente comunicar que se hablaba de algo irrepetible, sino más bien de algo
muy grande, en este caso sobre el juicio final que tuvo la ciudad santa del
antiguo pacto. En este sentido, el relato de Lucas lo aclara.
Mt. 24:19-21 |
Lc. 21:23-24 |
Mas ¡ay de
las que estén encintas, y de las que críen en aquellos días! Orad, pues, que
vuestra huida no sea en invierno ni en día de reposo; porque habrá entonces
gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora,
ni la habrá. |
Mas ¡ay de
las que estén encintas, y de las que críen en aquellos días! porque habrá
gran calamidad en la tierra, e ira sobre este pueblo. Y caerán a filo de
espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será hollada
por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan. |
Podría argumentarse que Jesús, según el relato de Lucas, se refiere
también a la destrucción del mundo, ya que —según se argumenta—entremezcla la
destrucción de Jerusalén con la “gran calamidad sobre la tierra” (v. 23), donde
podría entenderse que “la tierra” es el mundo entero, el planeta. El problema
de este planteamiento no solo es que desconoce todo el sentido de la predicción
de Jesús y el propósito del juicio sobre aquella generación mala y adúltera,
sino que asimila el uso de la palabra “tierra” que tuvo en la antigüedad, la
cual se refería a una región o nación, al planeta, que es uso que el término
tiene hoy. Como se analizó anteriormente, la palabra griega acá utilizada “gé”,
a diferencia de “oikumene” o “kosmos”, no es aplicable al mundo
entero sino a una nación. Muchos ejemplos hay también en el Antiguo Testamento
del uso de este término en un sentido restricto.[11] Hoy, como nuestro
planeta se llama ‘Tierra’, tendemos a pensar en el planeta completo al leer
aquella palabra en las Escrituras, alejándonos del sentido original del
término. Por otra parte, Jesús al decir: “porque habrá gran calamidad en la
tierra, e ira sobre este pueblo” está haciendo un paralelismo, donde la gran
calamidad sobre la tierra es lo mismo que la ira sobre este pueblo,[12] no cosas distintas
entrelazadas y separadas entre sí por un gran periodo de tiempo. Alfred
Edersheim hace el siguiente alcance:
…para los rabinos, Palestina era
simplemente «la tierra», quedando todos los otros países reunidos
bajo la designación de «fuera de la tierra».[13]
…pienso que no hubo ciudad en
ningún tiempo en todo el mundo que sufriese hasta tal extremo…[14]
Por eso creo que Dios, ofendido por
su impiedad, se apartó de nuestra ciudad; juzgó que el Templo ya no era su
morada pura, e hizo que los romanos purificaran con el fuego a la ciudad, nos
redujeran a la esclavitud a nosotros, a nuestras mujeres y a nuestros hijos, a
fin de que, advertidos por tales calamidades, volviéramos a la rectitud.[17]
[1]
France, Matthew (TNTC), pág. 343.
[2]
Figura que está remplazando directamente el tenor mediante una comparación
implícita. Esto sucede de la misma manera en la hipocatástasis de Mt. 12:39:
“…La generación mala y adúltera demanda señal; pero señal no le será dada, sino
la señal del profeta Jonás”, donde Jesús literalmente no entró en la boca en un
gran pez, sino se refería a otra cosa, identificando el punto de comparación
del tipo pragmático en el v. 40: “Porque como estuvo Jonás en el vientre del
gran pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en el corazón
de la tierra tres días y tres noches”. Notar también que a lo dicho por Jesús
le acompaña la cláusula “el que lee, entienda”, del griego νοιέω, “noiéo”
que quiere decir ‘ejercer la mente’. Este término se repite en Ap. 13:18 donde
se pide entender el número referido en un sentido no literal, por lo que la
cláusula introducida por el narrador, muy probablemente indique que el
entendimiento de esto no es literal. Una frase muy relacionada a “el que lee,
entienda” que se puede hallar en los evangelios sinópticos es “El que tiene
oídos para oír, oiga”, en Mt. 11:15, 13:9, 13:43 y paralelos en Mr. 4:9, 4:23,
7:16, Lc. 8:8 y 14:35, e indica claramente en cada oportunidad que la frase es
utilizada, que se debe considerar el uso de lenguaje figurado comparativo en el
discurso anteriormente expuesto.
[3]
En este sentido, los judíos hacían citas a modo de sinécdoque del tipo parte
por el todo.
[4]
R. C. Sproul, ¿Estamos en los últimos días? (Medellín: Poiema
Publicaciones, 2017), pág. 20.
[5]
A esto se le conocía como ‘el camino de las azoteas’ (Baba Mez. 88b, cita
rabínica). Para Edersheim, Jesús se refería precisamente a esto al advertir a
sus seguidores en Mt. 24:17.
Alfred Edersheim, Usos y costumbres de los judíos
en los tiempos de Cristo (Barcelona: Editorial CLIE, 2003), pág. 114.
[6]
Ver capítulo once: Evangelios II: parábolas y anuncios, sección sobre El trigo
y la cizaña; peces buenos y peces malos.
[7]
Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica, págs. 126-127, Historia Ecl.
3.5.3.
[8]
Sproul, op. cit., págs. 20-21.
[9]
France, Matthew (TNTC), pág. 344.
[10]
Ver capítulo siete: El día de Jehová, comentario sobre Is. 34 para más detalles
sobre esta profecía y su lenguaje.
[11]
Ver capítulo siete: El día de Jehová, comentario sobre Is. 13:5 donde se
analiza el uso de esta palabra en la profecía del Antiguo Testamento y su
alcance.
[12]
Al decir “este pueblo” se refiere claramente a Israel, no obstante, ‘el pueblo’
(sin el demostrativo ‘este’) es siempre también Israel (ver Hch. 26:23), o en
su defecto el pueblo escogido de Dios.
[13]
Edersheim, Usos y costumbres de los judíos en los
tiempos de Cristo, pág. 35.
[14]
Josefo, Las Guerras de los Judíos, pág. 288, Guerras 5.10.5.
[15]
Josefo, Guerras 6.9.4. Compárese con Hch. 2:5 en la celebración de pentecostés.
[16]
Ibíd. Si se considera que la población del Imperio Romano en ese tiempo era de
~50 millones, la matanza de más de un millón de judíos en cinco meses se podría
considerar (desde lo relativo) la mayor de las calamidades que este pueblo haya
sufrido jamás.
[17]
Josefo, Antigüedades 20.8.5.
Josefo, tanto en Guerras como en Antigüedades,
reiteradamente indica que la caída de Jerusalén se debe al castigo de Dios por
la enorme maldad del pueblo, de sus sacerdotes y de sus gobernantes.