19.7 Apocalipsis III: epílogo: La invitación
Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el
que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente.
(Ap. 22:17).
La segunda venida de Jesucristo no es
el fin del mundo, sino el comienzo del reino eterno de Dios en el mundo. La
tarea que plantea el libro de Apocalipsis hoy a sus lectores es la de repartir
el agua de vida que emana de Jesús hacia todo el mundo a través de la santa
ciudad celestial, la iglesia, donde Dios mismo habita día y noche. El agua de
vida se acompaña del fruto del Árbol de la vida, el cual puede dar la vida
eterna al hombre, y se extiende la invitación a todas las personas del mundo a
que formen parte de la iglesia, la cual está rodeada de puertas que nunca se
cierran para recibir a todo aquel que crea en el Hijo como su Señor. A diferencia
de otros movimientos religiosos, solo el cristianismo basado en la Biblia logra
ofrecer un plan de salvación que no contradiga los atributos internos de Dios y
que todo el peso de ese plan descanse en la sola obra de Dios; no dando pie a
que el hombre pueda frustrar esos planes.
La salvación escatológica es más que
la simple respuesta al hombre como individuo acerca del destino particular de
su alma, ya que también se trata del gobierno de Dios en el mundo entero, el
cual deja de ser un asunto que concierne a una pequeña nación de oriente medio
y pasa a ser una cuestión de alcance global. Así, la nueva creación se trata
del dominio de la iglesia de Jesucristo, la Nueva Jerusalén, desde donde emana
el evangelio y el conocimiento de Dios hacia el mundo, representado como el
agua de vida o el fruto del árbol de la vida.
La iglesia cristiana es la única
institución divinamente establecida; hecha santa y perfecta ante la mirada del
Padre, y ésta tiene la tarea de sanar al mundo mediante el evangelio. La fuerza
humana expresada en el altruismo, en la caridad, en la política, en la lucha
social, en la economía, o en cualquier medio o reino humano, no pueden dar al
hombre el verdadero gozo de la comunión con Dios o la esperanza de la vida
eterna. La iglesia es la portadora del mensaje de salvación del evangelio del
reino de Dios plenamente establecido sobre el mundo para alcanzar a todos lo
que se puedan salvar por la fe en las obras de Jesús; en su vida de obediencia
en todo lo que el Padre le encomendó.
La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros. Amén.
(Ap. 22:21).