19.4 Apocalipsis III: epílogo: La atadura de Satanás
Y prendió al dragón, la serpiente
antigua, que es el diablo y Satanás, y lo ató por mil años. (Ap. 20:2).
Apocalipsis 20 es un pasaje que no
necesita presentación, ya que en los últimos siglos han sido casi infinitas las
discusiones en torno a este pasaje y el papel en el plan de redención de Dios.
En este estudio, se hará un enfoque conciso en los momentos de inicio y término
del periodo del milenio, y su relación con el esquema de dos pactos planteado
en la segunda parte de este libro.
Ap. 20:1-2 toma como protagonistas al
dragón —el mismo de Ap. 12— el cual es Satanás y la serpiente del Edén. Este
dragón fue arrojado a la tierra para hacer guerra contra los santos (Ap.
12:17), usando como instrumento a la bestia o el Imperio Romano (Ap. 13). Se
narra acá que el dragón es atado con una cadena y arrojado al abismo (Ap.
20:1-2). Este dragón es un ser espiritual, por lo que su atadura es espiritual
y el lugar al que es confinado es también espiritual. Como notan los autores
amileniales y postmileniales, esta atadura tiene por motivo que el diablo deje de
ser el engañador de las naciones, haciendo posible la expansión del reino de
Dios por el mundo entero. Anthony A. Hoekema lo plantea de la siguiente manera:
En Apocalipsis 20:1-3 Juan da una respuesta tranquilizadora a esta
pregunta. Parafraseada, su respuesta dice algo así: “Durante la era del
evangelio que acaba de ser introducida, Satanás no podrá continuar engañando a
las naciones como lo hiciera en el pasado, porque él ha sido atado. En
consecuencia, durante todo este período ustedes, discípulos de Cristo, podrán
predicar el evangelio y hacer discípulos de todas las naciones”.[1]
En este tipo de afirmaciones, los
amileniales y postmileniales plantean que la atadura de Satanás inició en el
tiempo de la proclamación del evangelio, en el acercamiento del reino de los
cielos en los días de la carne de Cristo. Declaraciones como las de Jesús en
Mt. 12:24-29, Jn. 12:31-32, o las varias liberaciones demoniacas a manos de
Jesús y posteriormente los apóstoles parecen confirmar este planteamiento:[2]
Volvieron los setenta con gozo, diciendo: Señor, aun los demonios se
nos sujetan en tu nombre. Y les dijo: Yo veía a Satanás caer del cielo como un
rayo. He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda
fuerza del enemigo, y nada os dañará. (Lc. 10:17-19).
Los amileniales naturalmente asocian
que la atadura de Satanás coincide con el inicio del reino milenial, por lo que
para ellos el milenio comienza en la década del 30 d.C. con la venida del reino
de Dios. En este aspecto, el amilenialismo hace bien en reconocer que la
atadura de Satanás corresponde a su cese como factor que impide que el reino de
Dios se expanda por el mundo en el periodo de la iglesia.
Sin embargo, a partir del análisis
anterior a Ap. 12,[3]
Satanás es expulsado del cielo cuando Cristo triunfa en la cruz, quitándole el
poder para acusar a los hijos del reino y desciende al mundo, usando al Imperio
Romano como instrumento para continuar obrando su mal. Según esto, no es el
momento de su atadura, sino que con ira persigue a la iglesia “sabiendo que
tiene poco tiempo” (12:12).
Los amileniales también deben
necesariamente eliminar los elementos cronológicos (e incluso lógicos que hay
en el relato), y forzosamente deben re organizar la profecía para que les sea
factible entender que Ap. 20 se sitúa en el momento de la primera venida. Según
plantean los premileniales, todo el contexto del inicio del milenio se
encuentra en la segunda venida de Jesús y no en la primera. Esto es también
cierto, ya que esta escena está después (tanto lógica como cronológicamente) de
pasajes como: “…pues ha juzgado a la gran ramera que ha corrompido a la tierra
con su fornicación, y ha vengado la sangre de sus siervos de la mano de ella”
(Ap. 19:2), “… ¡Aleluya, porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso reina!
Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del
Cordero, y su esposa se ha preparado” (Ap. 19:6-7). Otro asunto vital es que
Ap. 20:4 claramente asocia el inicio del reino milenial con la resurrección, lo
cual, según lo analizado en una sección anterior,[4]
corresponde también con la segunda venida y no a la primera.
El apresamiento[5] de
Satanás consiste en una atadura con cadenas, bajo llave, en el abismo (ya no en
la tierra o en el mundo), bajo encierro y con un sello sobre él (Ap. 20:1-3). A
pesar de ser un ser espiritual, esta descripción tiene la fuerza de estar
anulando completamente el actuar de este ser y no una mera limitación en solo
un aspecto, más aún si este periodo es solo para anularlo mientras espera a su
completa destrucción final (Ap. 20:10). El lector original de esta profecía
esperaría que Satanás fuera verdaderamente apresado para detener su actuar, de
la misma manera en que se echa mano sobre algún delincuente para encarcelarlo y
encadenarlo e impedir así que siga delinquiendo.[6]
También Pablo en 2 Co. 4:3-4 es explícito en señalar que en el ‘siglo
presente’, en la transición entre ambas eras, Satanás cegaba en el
entendimiento de los incrédulos para que no recibieran el evangelio,
contradiciendo el planteamiento amilenial.
Congeniando la esencia del bosquejo
amilenial con los postulados premileniales, se puede afirmar que el reino
milenial comienza con la segunda venida, en el año 70 d.C. En ese momento
Satanás es atado para que no engañe a las naciones, aunque su derrota ya fue
sentenciada en la década del 30 d.C., cuando el reino de los cielos se acerca
mediante el ministerio de Jesús. La destrucción de Jerusalén es el último punto
del plan de redención de Dios para el pleno establecimiento de su reino, donde
ocurre la resurrección y llega el siglo venidero. En Ap. 12, luego del triunfo
de Cristo, Satanás pierde su autoridad de acusar, mientras que en la segunda
venida es atado, con lo que ya no puede engañar más a las naciones hasta que
Dios se lo permita nuevamente. El inicio pleno de la era de la iglesia (70
d.C.) es también el inicio del tiempo de la atadura de Satanás.
El asunto de la función de este
periodo con el plan de Dios y su relación con el esquema de dos pactos (planteado
en la segunda parte) no debe ser exagerado. El libro de Daniel plantea varios
periodos en que hay profecías puntuales (Dn. 9-11) aparte del asunto de las dos
eras y los dos grandes pactos de Dios con el hombre. Considerando también que
no hay otra referencia a este periodo en las Escrituras, y el foco acá es
solamente explicar el destino de Satanás, el cual no sería destruido junto con
la bestia y el falso profeta, sino que mil años después, estos 1.000 años
pueden ser entendidos como un periodo aparte del gran esquema de los pactos de
Dios. En este sentido, más que un reino milenial, es un periodo de atadura de
Satanás, en el cual los santos paralelamente son resucitados en cuerpos
incorruptibles, donde reinan en el cielo con Dios. El asunto sobre el reino de
Dios es tratado con más detalle en los caps. 21-22 —donde ni siquiera se nombra
a Satanás— y se declara que es un reino eterno; que no tiene fin.
Respecto al término del tiempo de la
atadura de Satanás, de los mil años, hay varias opciones que se pueden
plantear, siempre bajo la suposición que este periodo comienza en el año 70.[7]
Lo primero es definir que la
expresión “…Dios descendió fuego del cielo, y los consumió” (Ap. 20:9) no
parece una referencia a la parusía, de ser así, se esperaría algo como «los
consumió con el resplandor de su venida», o al menos alguna alusión a la
persona del Hijo; aquí parece ser una obra del Padre. Si bien estas dos
personas comparten la misma esencia, Apocalipsis normalmente los distingue bien
entre ellos y en sus roles. Además, si se define que este periodo inicia con la
parusía, y termina mil años después, no puede terminar también en ese
momento.
De esta manera, se plantean cuatro
posibles opciones para el término de este periodo de acuerdo a lo detallado en
el siguiente listado:
A) 1071: El milenio literal en
Jerusalén. Esta postura es propuesta por Daniel D.
Morais en su página revelationrevolution.org, y asocia el milenio a un periodo
donde el cristianismo prevaleció literalmente en Jerusalén por mil años: desde
el año 70 al 1071, cuando el ejército turco del Sultanato Selyúcida invade
Jerusalén y hace guerra contra los cristianos. El autor expone lo siguiente:
El Milenio comenzó en el 70 d.C. y, por lo tanto, son los primeros
mil años del reino mesiánico que es el Nuevo Pacto, la Era Venidera y la Nueva
Jerusalén de Apocalipsis 21 y 22. Durante los mil años después de la caída de
Jerusalén en d.C. 70, Palestina, y especialmente Jerusalén, se convirtió en
casi exclusivamente cristiana. Gog bíblico está
en Turquía. Curiosamente, en el año 1071 d.C. —MIL AÑOS DESPUÉS DE LA CAÍDA DE
JERUSALÉN EN 70 d.C.— los turcos (GOG LITERAL) conquistaron Palestina e
incitaron a las Cruzadas. Además, en el cumplimiento literal de Apocalipsis
20:9, testigos presenciales de la Primera Cruzada registraron a cristianos
lanzando tizones encendidos en la Jerusalén ocupada por musulmanes, cumpliendo
literalmente el fuego del cielo mencionado en Apocalipsis 20:9. Durante esta
misma guerra, los turcos musulmanes rodearon la Antioquía ocupada por los
cruzados. Y en medio de este asedio, un testigo ocular dijo que fuego del cielo
cayó sobre el campamento de los turcos selyúcidas que asediaban la ciudad:
“Apareció un fuego en el cielo, que venía del oeste, y se acercó y cayó sobre
el ejército turco, para el gran asombro de nuestros hombres [los cruzados
dentro de Antioquía] y de los turcos también. Por la mañana, los turcos, que
estaban todos asustados por el fuego, huyeron presos del pánico”.[8]
Aquí vemos cómo Gog y Magog “…subieron sobre la anchura de la tierra, y
rodearon el campamento de los santos y la ciudad amada; y de Dios descendió
fuego del cielo, y los consumió” (Ap. 20:9).[9]
Junto al planteamiento de Morais, se
puede agregar que en ese mismo año sucedió la Batalla de Manzikert, con lo cual
los turcos selyúcidas se apoderan de Anatolia y desplazan a los bizantinos
cristianos como fuerza dominante de la zona. Desde ese momento, una de las
primeras regiones gentiles alcanzadas por el cristianismo queda bajo del
dominio islámico.
Daniel D. Morais indica que en los
1000 años posteriores a la Guerra Judía hubo un cambio dramático en la
demografía en Judea. Una vez poblada casi exclusivamente por judíos étnicos,
Judea era 95% cristiana en el año 614 d.C. Esto se debió, en gran parte, a la
expulsión de muchos judíos después de la guerra judía y la segunda revuelta
judía, la rebelión de Simón bar Kojbá.[10] Frente
al dominio islámico árabe desde el siglo VI, el autor señala que los musulmanes
no expulsaron a los cristianos del lugar y que no le impedían ejercer su fe,
pero sí hubo fuertes conflictos y persecución por parte de los turcos hacia los
cristianos.
Esta explicación resulta bastante
sugestiva, ya que sigue con la lógica y la clase de cumplimiento que se ha
venido interpretando en este libro acerca de la profecía bíblica, aunque no
hace justicia al carácter espiritual de la nueva Jerusalén, como se analizará
más adelante.
B) 1453: La Ciudad de Dios. Esta profecía podría estar indicando a la historia de
Constantinopla,[11]
la llamada ‘Ciudad de Dios’, la cual fue la capital del imperio cristiano
Bizantino por poco más de 1.000 años (330-1453 d.C.).
Bajo esta teoría, los mil años no se
consideran literales, pero sí un redondeo de una cifra cercana, de la misma
manera en que se expresan números grandes en las Escrituras en otras
oportunidades.[12]
Esta ciudad fue fundada por
Constantino el Grande, emperador que puso fin a la persecución romana al cristianismo
(313 d.C.), junto con propiciar y presidir el primer Concilio de Nicea (325
d.C.), con lo que el cristianismo tuvo un tremendo auge, logrando su actual
influencia en Europa oriental y occidental. Muchas iglesias orientales
consideran a Constantino como el decimotercer apóstol por su rol fundamental en
la historia del cristianismo.
Bajo esta teoría, se puede suponer
que el apresamiento de Satanás (v. 2) corresponde con la decadencia del Imperio
Romano y su cese de hostilidades sobre el cristianismo, ya que su actuar en el
mundo se materializaba mediante el Imperio Romano o la bestia de Ap. 13., por
lo que su apresamiento por mil años puede relacionarse con lo mismo. La soltura
de Satanás de su prisión para engañar a las naciones y reunirlas contra la ciudad
amada (v. 8), acá se correspondería con la guerra de los otomanos musulmanes,
quienes bajo el visionario sultán Mejmed II, destruyeron los muros
infranqueables de la ciudad usando cañones de guerra y estrategias tácticas
militares muy novedosas para ese tiempo.[13]
Es llamativo también que en los días
previos a la caída de la ciudad, en el templo de la ciudad, dedicado a la Santa
Sabiduría de Dios (conocido como Santa Sofía),[14]
se hayan visto señales en los cielos y malos presagios, de forma similar a lo
que ocurrió en la caída de Jerusalén en el 70 d.C.
Constantinopla era un bastión de
cultura occidental cristiana en medio del dominio islámico en oriente, por lo
que era un puerto seguro para las rutas comerciales de Venecia, Génova y otras
ciudades comerciales europeas con oriente; India y China. La ciudad también era
un punto muy estratégico que conectaba geográficamente Europa con oriente. La
caída de la ciudad, obligó a los europeos a buscar nuevas rutas comerciales con
oriente, lo que terminó en el descubrimiento del nuevo continente, el cual fue
alcanzado por el cristianismo (1492).
La caída de Constantinopla fue un
enorme golpe a Europa y al cristianismo, dando paso a un sostenido avance
otomano por Europa oriental, y simbólicamente marcó una superioridad del islam
frente al cristianismo, incluso llegándose a temer que Europa podría
eventualmente ser dominada por aquella religión.
C) 1517: La Reforma. Si se busca un cumplimiento menos literalista sobre esta profecía, se
puede entender que luego de unos mil años de cristianismo, hubo una gran
apostasía, representada por el decaimiento moral y doctrinal de la Iglesia
católica romana. Esta iglesia tuvo la influencia de esparcir sus doctrinas bastante
alejadas de las Escrituras, de manera amplia y con una férrea autoridad, como
si Satanás obrara detrás de esta para terminar con el cristianismo. La Reforma
Protestante vino a iluminar con el cristianismo basado en las Escrituras, en un
mundo dominado por la enorme corrupción que esparcía en aquellos tiempos la
iglesia de Roma.
Es llamativo que tanto Lutero como
otros reformadores y sus seguidores, veían en la figura del Papa al anticristo,
debido a que representaba paradójicamente todo lo contrario al cristianismo
apostólico.
Es parte también de la historia, que
en las primeras décadas de La Reforma, hubiera una fuerte persecución de parte
de los católicos hacia los protestantes: donde los hugonotes en Francia eran
violentamente perseguidos a muerte, se crea en 1542 la Congregación del Santo
Oficio (Inquisición romana) para perseguir al protestantismo, y ocurren
diversas guerras con motivos religiosos en varios puntos de Europa. Según lo
que se puede apreciar en el análisis posterior a los caps. 21-22, ‘el
campamento de los santos y la ciudad amada’ (20:9) no corresponde a una ciudad
física, sino que se trata de la Nueva Jerusalén que es la comunidad espiritual
del Señor y que se plasma en el mundo mediante la iglesia verdadera. En el caso
de esta interpretación, la guerra que se hace a la ciudad amada es la
persecución a la comunidad de los santos: de quienes verdaderamente sostuvieron
la fe de Cristo, representados por la ciudad celestial.
A pesar de todo este turbulento
periodo, finalmente las ideas reformadas prevalecen y la iglesia protestante
logra una influencia sustancial. Incluso la iglesia de Roma revisa sus
prácticas, habiendo un notable progreso en asuntos morales y doctrinales a raíz
de este conflicto. De esta manera, se deja atrás aquel periodo oscuro y de gran
alejamiento de Dios.
Es muy persuasivo asociar la
influencia del diablo con la corrupción del cristianismo en occidente en ese
periodo, donde tal como se profetiza en Ap. 20:7-10, Satanás engaña por un
‘breve’ tiempo a las naciones y hace guerra contra el pueblo de Dios, los
verdaderos creyentes, pero después de este periodo nocivo, Satanás es
finalmente destruido y erradicado para siempre.
Es notable que la Reforma Protestante
haya hecho resurgir ante la humanidad a las Escrituras como fuente infalible de
revelación divina, ya que antes de eso, los miembros de la iglesia dependían de
lo que les instruían sus autoridades eclesiásticas. Esto se prestaba para
abusos de poder y distorsiones doctrinales, ya que la instrucción doctrinal
dependía básicamente del hombre, el cual es corrupto y falible. El diablo usó
ese ambiente para deñar a la iglesia, pero luego de la divulgación de las
Escrituras y el principio de interpretación privada, ya Satanás no puede
ejercer ninguna autoridad, y todo este proceso resultó en una gran derrota para
él.
D) El futuro. James Stuart Russell propone que los eventos que se narran en este
capítulo, especialmente entre los vv. 7-10, aún no han ocurrido. Para estos
efectos, el autor plantea una serie de argumentos:
1. Es evidente que este pasaje es profecía directa, y no una
representación visionaria que tiene lugar ante los ojos del vidente. No es
introducida con la fórmula usual en tales casos: “Y vi”, sino en el estilo de
una predicción profética.
2. Es evidente que la predicción de lo que ha de tener lugar al fin
de los mil años no cae dentro de lo que nos hemos aventurado a llamar “límites
apocalípticos”. Estos límites, como se nos advierte una y otra vez en el libro
mismo, están rígidamente confinados dentro de un ámbito muy estrecho; las cosas
mostradas “deben suceder pronto”. Habría sido un abuso del lenguaje decir que
los sucesos a una distancia de mil años habrían de ocurrir pronto; por tanto,
nos vemos obligados a considerar que esta predicción cae por completo fuera de
los límites apocalípticos.
3. En consecuencia, tenemos que considerar esta predicción de la
liberación de Satanás, y los sucesos que siguen, como todavía futuros, y por lo
tanto, que no se han cumplido. No conocemos nada registrado en la historia que
pueda aducirse en modo alguno como un probable cumplimiento de esta profecía…
4. Hay una evidente conexión entre esta profecía y la visión de
Ezequiel concerniente a Gog y a Magog (caps. 38, 39), que es igualmente
misteriosa y oscura. En ambas, la escena del conflicto se presenta en el mismo
lugar, la tierra de Israel; y en ambas los enemigos de Dios encuentran un
derrocamiento señalado y desastroso.
5. El resultado de todo es que debemos considerar el pasaje que
trata de los mil años, desde el ver. 5 hasta el ver. 10, como una intercalación
o un paréntesis. Habiendo comenzado a relatar el juicio del dragón, el vidente,
en el ver. 7, sale de los límites apocalípticos para concluir lo que tenía que
decir con respecto al castigo final de “la serpiente antigua”, y la suerte que
le esperaba al final del prolongado período llamado “los mil años”. Creemos que
éste es el único caso en el libro entero de una incursión en el futuro
distante; y estamos dispuestos a considerar el paréntesis entero como relativo
a cuestiones todavía futuras, que no se han cumplido…[15]
Russell no encuentra un cumplimiento
histórico de esta profecía, y básicamente por eso descarta que este periodo de
encarcelamiento haya concluido. Sin embargo, reconoce el hecho importante que
esta profecía (Ap. 20:7-10) no tenga lugar dentro de la narración principal de Apocalipsis,
ya que expresamente indica que pasarán mil años para que esto se cumpla,
mientras que el peso de la carga profética de toda esta revelación se encuentra
como ‘pronto’ o ‘cercano’, tal como se ha expuesto anteriormente.[16]
En definitiva, respecto al asunto del
cumplimiento de Ap. 20:7-10, se explora sobre varias posibilidades se parte
bajo una lógica premilenial, es decir, que la parusía marca el inicio de
este tiempo de encarcelamiento —el cual, según la estructura de las dos eras,
se enmarcaría en el siglo venidero— y dada la importancia espiritual del evento
y en lo relativo al plan de redención de Dios, y teniendo en mente que la
profecía se enfoca fundamentalmente en Satanás, es posible identificar a los
años previos a La Reforma Protestante como el tiempo en que Satanás es suelto
para engañar a las naciones, pero donde finalmente hay una victoria de Dios
sobre él mediante este movimiento que reivindica la autoridad de las Escrituras,
y finalmente la de Dios sobre los hombres.
La opción del milenio literal es
bastante sugestiva, pero no tiene mayor relevancia en el plan de redención de
Dios en la historia de la humanidad, ni tampoco muestra que el panorama mejore
luego de ese momento; luego de eso y hasta hoy se puede ver una derrota del
cristianismo en Jerusalén y en Anatolia. Esta además no hace justicia a la
naturaleza espiritual de la nueva Jerusalén como sí lo hace la opción de la
Reforma. La opción que relaciona esta profecía con Constantinopla puede ser una
buena alternativa, ya que sí tiene relevancia en la historia de la iglesia y
hay un cumplimiento más literal con los vv. 8-9, aunque después de eso, no es
posible identificar de alguna manera en que Satanás haya sido exterminado. Podría
ser una segunda alternativa.
Debe notarse que, aunque los eventos
de las alternativas A, B, y C son distintos: apartados geográficamente y separados
en el tiempo, estos forman una cadena de sucesos que pueden asociarse lógicamente.
El avance turco en las tierras bizantinas que se inició a finales del siglo XI,
motivó a que muchos griegos fueran desplazándose hacia Italia en búsqueda de
refugio seguro, sobre todo hacia la caída de Constantinopla en 1453. Este
influjo de bizantinos trajo a Europa occidental aquellas ideas de la Grecia
clásica que habían sido sepultadas tras siglos de un catolicismo autoritario y
oscuro; ideas que impulsaron el Renacimiento a partir del siglo XIV. Según se
ha comentado anteriormente,[17] la
Reforma, fue concebida dentro de este periodo, donde hubo un gran interés por
la cultura y filosofía griega y por la tradición europea; por los orígenes de
su cultura y por manuscritos griegos antiguos sobre filosofía y Escrituras
cristianas, incentivando también el pensamiento crítico. La caída de
Constantinopla también sirvió para generar nuevas rutas comerciales hacia
oriente, lo que llevó al colonialismo europeo a partir del siglo XVI. Si bien,
es un periodo marcado por enormes abusos, tuvo como consecuencia positiva que
sacó el cristianismo de Europa —donde estuvo encapsulado por siglos— hacia
América, África (centro y sur), Asia (oriental) y Oceanía; lográndose la
extensión mundial que hoy goza esta religión. Si bien, la profecía de Ap. 20
sobre lo que sucedería luego de mil años no parece describir una cadena de
acontecimientos tan compleja, sí ha de reconocerse que de una u otra forma,
estos tres eventos puntuales, son parte de un proceso que culminó por llevar el
evangelio a toda frontera en el mundo.
Respecto al cuarto planteamiento,
este vulnera el plazo de mil años; aunque es posible tomar el número como
simbólico, las profecías contienen indicadores temporales bastante exactos para
estimar su cumplimiento y no son meramente datos simbólicos, como en Jer.
25:11-12, Dn. 9:24-27, 12:11-12, Mt. 24:34 o Ap. 11:2. Si bien, se puede
aceptar un redondeo de unos 1.400 años a mil (como en el segundo y tercer
planteamiento), al haber ya transcurrido prácticamente 2.000 años desde el
momento de la atadura de Satanás, se hace impropio asimilar esta cantidad de
tiempo (y contando) a mil años. A pesar es esto, esta opción no se puede
descartar del todo, debido a que no hay ninguna revelación especial autorizada
que confirme que el periodo milenial acabó.
[1] Hoekema, La Biblia y el futuro, págs. 257-258.
[2] Véase Gentry, Él tendrá el Dominio, págs. 342-343; Samuel E.
Waldron, El Fin de los Tiempos, Segunda Edición (Graham: Publicaciones
Faro de Gracia, 2016), págs. 108-110; Darrel L. Bock, Craig Blaising, Ken
Gentry Jr., y Robert Strimple, Tres Perspectivas sobre el Milenio y el más
allá (Graham: Publicaciones Faro de Gracia, 2017), págs. 53-59, 127-138;
Beale et al., Revelation: a Shorter Commentary, pág. 429.
[3] Ver capítulo dieciocho: Apocalipsis II: iglesias, sellos, trompetas
y copas, sección sobre La mujer y el dragón.
[4] Ver capítulo nueve: La transición, sección sobre Una única segunda
venida.
[5] “Y prendió…” del v. 2, proviene del gr. κρατέω “kratéo” G2902,
lit. ‘usar fuerza sobre’, también: echar mano, guardar, abrazar, aferrar, asir,
prender, agarrar, entre otros.
[6] Robert Mounce afirma: “la intención del pasaje no es representar a
Satanás como meramente limitado en sus movimientos, sino totalmente
inmovilizado y ello durante el periodo de mil años que seguirá a la segunda
venida. En apoyo de esta posición pueden citarse algunos pasajes del Nuevo
Testamento que muestran que Satanás está extraordinariamente activo en la era
presente (Lc 22:3; Hch 5:3; 2 Cor 4:3-4; 11:14; Ef 2:2; 1 Ts 2:18; 2 Tim 2:26;
y especialmente 1 Ped 5:8, «Vuestro adversario, el diablo, anda al acecho como
león rugiente, buscando a quien devorar»)”. Naturalmente, Mounce en su posición
futurista, espera aún la parusía.
Mounce, Comentario al libro de
Apocalipsis, pág. 485.
[7] Para una postura preterista donde se plantea el milenio entre el 30
d.C. y el 70 d.C., el periodo de transición entre ambos pactos, ver Meek, Christian
Hope through Fulfilled Prophecy, págs. 157-167. Esta postura es conocida
como el transmilenialismo y es respaldada por muchos autores preteristas
totales en la actualidad. Indicarse que a juicio de estos autores
transmileniales, aquellos que señalamos que el fin del milenio está más allá
del año 70, deberíamos ser considerados como preteristas parciales.
[8] Las fuentes del autor son: Raymond de Aguilers, págs. 72-75; Gesta Francorum, págs. 57-58, 62;
Fulcher of Chartes, págs. 242-246, citados en Thomas Asbridge, The First
Crusade A New History: The Roots of Conflict Between Christianity and Islam
(Oxford: Oxford University Press, 2004), págs. 218-219
[9]
https://www.revelationrevolution.org/revelation-20-a-preterist-commentary/
[10] El autor cita a: Thomas A. Idinopulas, Jerusalem
Blessed, Jerusalem Cursed: Jews, Christians, and Muslims in the Holy City from
David’s Time to Our Own (Chicago: Ivan R. Deer, 1991), pág. 102,
[11] Del gr. Κωνσταντινούπολις “konstantinúpolis”, la ciudad de Constantino.
[12] Ver capítulo dieciocho: Apocalipsis II: iglesias, sellos, trompetas
y copas, sección sobre Los 144.000 judíos.
[13] Existen muchas fuentes de información disponibles en libros comunes
de historia que documentan con mayor profundidad los detalles de esta guerra.
[14] En gr. Άγια Σοφία τοῦ Θεοῦ “Jagia Sofía tu Theú”, Santa
Sabiduría de Dios. Fue por siglos el edificio más grande de Europa.
[15] Russell, The Parousia, págs. 522-523.
[16] Ver capítulo dieciocho: Apocalipsis II: iglesias, sellos, trompetas
y copas, sección sobre Expectativa temporal en Apocalipsis.
[17] Ver capítulo dos: Métodos de interpretación, sección sobre Método
Gramático-Histórico.