19.4 Apocalipsis III: epílogo: La atadura de Satanás

 


Y prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, y lo ató por mil años. (Ap. 20:2).

 

Apocalipsis 20 es un pasaje que no necesita presentación, ya que en los últimos siglos han sido casi infinitas las discusiones en torno a este pasaje y el papel en el plan de redención de Dios. En este estudio, se hará un enfoque conciso en los momentos de inicio y término del periodo del milenio, y su relación con el esquema de dos pactos planteado en la segunda parte de este libro.

Ap. 20:1-2 toma como protagonistas al dragón —el mismo de Ap. 12— el cual es Satanás y la serpiente del Edén. Este dragón fue arrojado a la tierra para hacer guerra contra los santos (Ap. 12:17), usando como instrumento a la bestia o el Imperio Romano (Ap. 13). Se narra acá que el dragón es atado con una cadena y arrojado al abismo (Ap. 20:1-2). Este dragón es un ser espiritual, por lo que su atadura es espiritual y el lugar al que es confinado es también espiritual. Como notan los autores amileniales y postmileniales, esta atadura tiene por motivo que el diablo deje de ser el engañador de las naciones, haciendo posible la expansión del reino de Dios por el mundo entero. Anthony A. Hoekema lo plantea de la siguiente manera:

 

En Apocalipsis 20:1-3 Juan da una respuesta tranquilizadora a esta pregunta. Parafraseada, su respuesta dice algo así: “Durante la era del evangelio que acaba de ser introducida, Satanás no podrá continuar engañando a las naciones como lo hiciera en el pasado, porque él ha sido atado. En consecuencia, durante todo este período ustedes, discípulos de Cristo, podrán predicar el evangelio y hacer discípulos de todas las naciones”.[1]

 

En este tipo de afirmaciones, los amileniales y postmileniales plantean que la atadura de Satanás inició en el tiempo de la proclamación del evangelio, en el acercamiento del reino de los cielos en los días de la carne de Cristo. Declaraciones como las de Jesús en Mt. 12:24-29, Jn. 12:31-32, o las varias liberaciones demoniacas a manos de Jesús y posteriormente los apóstoles parecen confirmar este planteamiento:[2]

 

Volvieron los setenta con gozo, diciendo: Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre. Y les dijo: Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará. (Lc. 10:17-19).

  

Los amileniales naturalmente asocian que la atadura de Satanás coincide con el inicio del reino milenial, por lo que para ellos el milenio comienza en la década del 30 d.C. con la venida del reino de Dios. En este aspecto, el amilenialismo hace bien en reconocer que la atadura de Satanás corresponde a su cese como factor que impide que el reino de Dios se expanda por el mundo en el periodo de la iglesia.

Sin embargo, a partir del análisis anterior a Ap. 12,[3] Satanás es expulsado del cielo cuando Cristo triunfa en la cruz, quitándole el poder para acusar a los hijos del reino y desciende al mundo, usando al Imperio Romano como instrumento para continuar obrando su mal. Según esto, no es el momento de su atadura, sino que con ira persigue a la iglesia “sabiendo que tiene poco tiempo” (12:12).

Los amileniales también deben necesariamente eliminar los elementos cronológicos (e incluso lógicos que hay en el relato), y forzosamente deben re organizar la profecía para que les sea factible entender que Ap. 20 se sitúa en el momento de la primera venida. Según plantean los premileniales, todo el contexto del inicio del milenio se encuentra en la segunda venida de Jesús y no en la primera. Esto es también cierto, ya que esta escena está después (tanto lógica como cronológicamente) de pasajes como: “…pues ha juzgado a la gran ramera que ha corrompido a la tierra con su fornicación, y ha vengado la sangre de sus siervos de la mano de ella” (Ap. 19:2), “… ¡Aleluya, porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso reina! Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado” (Ap. 19:6-7). Otro asunto vital es que Ap. 20:4 claramente asocia el inicio del reino milenial con la resurrección, lo cual, según lo analizado en una sección anterior,[4] corresponde también con la segunda venida y no a la primera.

El apresamiento[5] de Satanás consiste en una atadura con cadenas, bajo llave, en el abismo (ya no en la tierra o en el mundo), bajo encierro y con un sello sobre él (Ap. 20:1-3). A pesar de ser un ser espiritual, esta descripción tiene la fuerza de estar anulando completamente el actuar de este ser y no una mera limitación en solo un aspecto, más aún si este periodo es solo para anularlo mientras espera a su completa destrucción final (Ap. 20:10). El lector original de esta profecía esperaría que Satanás fuera verdaderamente apresado para detener su actuar, de la misma manera en que se echa mano sobre algún delincuente para encarcelarlo y encadenarlo e impedir así que siga delinquiendo.[6] También Pablo en 2 Co. 4:3-4 es explícito en señalar que en el ‘siglo presente’, en la transición entre ambas eras, Satanás cegaba en el entendimiento de los incrédulos para que no recibieran el evangelio, contradiciendo el planteamiento amilenial.

Congeniando la esencia del bosquejo amilenial con los postulados premileniales, se puede afirmar que el reino milenial comienza con la segunda venida, en el año 70 d.C. En ese momento Satanás es atado para que no engañe a las naciones, aunque su derrota ya fue sentenciada en la década del 30 d.C., cuando el reino de los cielos se acerca mediante el ministerio de Jesús. La destrucción de Jerusalén es el último punto del plan de redención de Dios para el pleno establecimiento de su reino, donde ocurre la resurrección y llega el siglo venidero. En Ap. 12, luego del triunfo de Cristo, Satanás pierde su autoridad de acusar, mientras que en la segunda venida es atado, con lo que ya no puede engañar más a las naciones hasta que Dios se lo permita nuevamente. El inicio pleno de la era de la iglesia (70 d.C.) es también el inicio del tiempo de la atadura de Satanás.

El asunto de la función de este periodo con el plan de Dios y su relación con el esquema de dos pactos (planteado en la segunda parte) no debe ser exagerado. El libro de Daniel plantea varios periodos en que hay profecías puntuales (Dn. 9-11) aparte del asunto de las dos eras y los dos grandes pactos de Dios con el hombre. Considerando también que no hay otra referencia a este periodo en las Escrituras, y el foco acá es solamente explicar el destino de Satanás, el cual no sería destruido junto con la bestia y el falso profeta, sino que mil años después, estos 1.000 años pueden ser entendidos como un periodo aparte del gran esquema de los pactos de Dios. En este sentido, más que un reino milenial, es un periodo de atadura de Satanás, en el cual los santos paralelamente son resucitados en cuerpos incorruptibles, donde reinan en el cielo con Dios. El asunto sobre el reino de Dios es tratado con más detalle en los caps. 21-22 —donde ni siquiera se nombra a Satanás— y se declara que es un reino eterno; que no tiene fin.

 

 

Respecto al término del tiempo de la atadura de Satanás, de los mil años, hay varias opciones que se pueden plantear, siempre bajo la suposición que este periodo comienza en el año 70.[7]

Lo primero es definir que la expresión “…Dios descendió fuego del cielo, y los consumió” (Ap. 20:9) no parece una referencia a la parusía, de ser así, se esperaría algo como «los consumió con el resplandor de su venida», o al menos alguna alusión a la persona del Hijo; aquí parece ser una obra del Padre. Si bien estas dos personas comparten la misma esencia, Apocalipsis normalmente los distingue bien entre ellos y en sus roles. Además, si se define que este periodo inicia con la parusía, y termina mil años después, no puede terminar también en ese momento.

De esta manera, se plantean cuatro posibles opciones para el término de este periodo de acuerdo a lo detallado en el siguiente listado:

 

A) 1071: El milenio literal en Jerusalén. Esta postura es propuesta por Daniel D. Morais en su página revelationrevolution.org, y asocia el milenio a un periodo donde el cristianismo prevaleció literalmente en Jerusalén por mil años: desde el año 70 al 1071, cuando el ejército turco del Sultanato Selyúcida invade Jerusalén y hace guerra contra los cristianos. El autor expone lo siguiente:

 

El Milenio comenzó en el 70 d.C. y, por lo tanto, son los primeros mil años del reino mesiánico que es el Nuevo Pacto, la Era Venidera y la Nueva Jerusalén de Apocalipsis 21 y 22. Durante los mil años después de la caída de Jerusalén en d.C. 70, Palestina, y especialmente Jerusalén, se convirtió en casi exclusivamente cristiana. Gog bíblico está en Turquía. Curiosamente, en el año 1071 d.C. —MIL AÑOS DESPUÉS DE LA CAÍDA DE JERUSALÉN EN 70 d.C.— los turcos (GOG LITERAL) conquistaron Palestina e incitaron a las Cruzadas. Además, en el cumplimiento literal de Apocalipsis 20:9, testigos presenciales de la Primera Cruzada registraron a cristianos lanzando tizones encendidos en la Jerusalén ocupada por musulmanes, cumpliendo literalmente el fuego del cielo mencionado en Apocalipsis 20:9. Durante esta misma guerra, los turcos musulmanes rodearon la Antioquía ocupada por los cruzados. Y en medio de este asedio, un testigo ocular dijo que fuego del cielo cayó sobre el campamento de los turcos selyúcidas que asediaban la ciudad: “Apareció un fuego en el cielo, que venía del oeste, y se acercó y cayó sobre el ejército turco, para el gran asombro de nuestros hombres [los cruzados dentro de Antioquía] y de los turcos también. Por la mañana, los turcos, que estaban todos asustados por el fuego, huyeron presos del pánico”.[8] Aquí vemos cómo Gog y Magog “…subieron sobre la anchura de la tierra, y rodearon el campamento de los santos y la ciudad amada; y de Dios descendió fuego del cielo, y los consumió” (Ap. 20:9).[9]

 

Junto al planteamiento de Morais, se puede agregar que en ese mismo año sucedió la Batalla de Manzikert, con lo cual los turcos selyúcidas se apoderan de Anatolia y desplazan a los bizantinos cristianos como fuerza dominante de la zona. Desde ese momento, una de las primeras regiones gentiles alcanzadas por el cristianismo queda bajo del dominio islámico.

Daniel D. Morais indica que en los 1000 años posteriores a la Guerra Judía hubo un cambio dramático en la demografía en Judea. Una vez poblada casi exclusivamente por judíos étnicos, Judea era 95% cristiana en el año 614 d.C. Esto se debió, en gran parte, a la expulsión de muchos judíos después de la guerra judía y la segunda revuelta judía, la rebelión de Simón bar Kojbá.[10] Frente al dominio islámico árabe desde el siglo VI, el autor señala que los musulmanes no expulsaron a los cristianos del lugar y que no le impedían ejercer su fe, pero sí hubo fuertes conflictos y persecución por parte de los turcos hacia los cristianos.

Esta explicación resulta bastante sugestiva, ya que sigue con la lógica y la clase de cumplimiento que se ha venido interpretando en este libro acerca de la profecía bíblica, aunque no hace justicia al carácter espiritual de la nueva Jerusalén, como se analizará más adelante.

 

B) 1453: La Ciudad de Dios. Esta profecía podría estar indicando a la historia de Constantinopla,[11] la llamada ‘Ciudad de Dios’, la cual fue la capital del imperio cristiano Bizantino por poco más de 1.000 años (330-1453 d.C.).

Bajo esta teoría, los mil años no se consideran literales, pero sí un redondeo de una cifra cercana, de la misma manera en que se expresan números grandes en las Escrituras en otras oportunidades.[12]

Esta ciudad fue fundada por Constantino el Grande, emperador que puso fin a la persecución romana al cristianismo (313 d.C.), junto con propiciar y presidir el primer Concilio de Nicea (325 d.C.), con lo que el cristianismo tuvo un tremendo auge, logrando su actual influencia en Europa oriental y occidental. Muchas iglesias orientales consideran a Constantino como el decimotercer apóstol por su rol fundamental en la historia del cristianismo.

Bajo esta teoría, se puede suponer que el apresamiento de Satanás (v. 2) corresponde con la decadencia del Imperio Romano y su cese de hostilidades sobre el cristianismo, ya que su actuar en el mundo se materializaba mediante el Imperio Romano o la bestia de Ap. 13., por lo que su apresamiento por mil años puede relacionarse con lo mismo. La soltura de Satanás de su prisión para engañar a las naciones y reunirlas contra la ciudad amada (v. 8), acá se correspondería con la guerra de los otomanos musulmanes, quienes bajo el visionario sultán Mejmed II, destruyeron los muros infranqueables de la ciudad usando cañones de guerra y estrategias tácticas militares muy novedosas para ese tiempo.[13]

Es llamativo también que en los días previos a la caída de la ciudad, en el templo de la ciudad, dedicado a la Santa Sabiduría de Dios (conocido como Santa Sofía),[14] se hayan visto señales en los cielos y malos presagios, de forma similar a lo que ocurrió en la caída de Jerusalén en el 70 d.C.

Constantinopla era un bastión de cultura occidental cristiana en medio del dominio islámico en oriente, por lo que era un puerto seguro para las rutas comerciales de Venecia, Génova y otras ciudades comerciales europeas con oriente; India y China. La ciudad también era un punto muy estratégico que conectaba geográficamente Europa con oriente. La caída de la ciudad, obligó a los europeos a buscar nuevas rutas comerciales con oriente, lo que terminó en el descubrimiento del nuevo continente, el cual fue alcanzado por el cristianismo (1492).

La caída de Constantinopla fue un enorme golpe a Europa y al cristianismo, dando paso a un sostenido avance otomano por Europa oriental, y simbólicamente marcó una superioridad del islam frente al cristianismo, incluso llegándose a temer que Europa podría eventualmente ser dominada por aquella religión.

 

C) 1517: La Reforma. Si se busca un cumplimiento menos literalista sobre esta profecía, se puede entender que luego de unos mil años de cristianismo, hubo una gran apostasía, representada por el decaimiento moral y doctrinal de la Iglesia católica romana. Esta iglesia tuvo la influencia de esparcir sus doctrinas bastante alejadas de las Escrituras, de manera amplia y con una férrea autoridad, como si Satanás obrara detrás de esta para terminar con el cristianismo. La Reforma Protestante vino a iluminar con el cristianismo basado en las Escrituras, en un mundo dominado por la enorme corrupción que esparcía en aquellos tiempos la iglesia de Roma.

Es llamativo que tanto Lutero como otros reformadores y sus seguidores, veían en la figura del Papa al anticristo, debido a que representaba paradójicamente todo lo contrario al cristianismo apostólico.

Es parte también de la historia, que en las primeras décadas de La Reforma, hubiera una fuerte persecución de parte de los católicos hacia los protestantes: donde los hugonotes en Francia eran violentamente perseguidos a muerte, se crea en 1542 la Congregación del Santo Oficio (Inquisición romana) para perseguir al protestantismo, y ocurren diversas guerras con motivos religiosos en varios puntos de Europa. Según lo que se puede apreciar en el análisis posterior a los caps. 21-22, ‘el campamento de los santos y la ciudad amada’ (20:9) no corresponde a una ciudad física, sino que se trata de la Nueva Jerusalén que es la comunidad espiritual del Señor y que se plasma en el mundo mediante la iglesia verdadera. En el caso de esta interpretación, la guerra que se hace a la ciudad amada es la persecución a la comunidad de los santos: de quienes verdaderamente sostuvieron la fe de Cristo, representados por la ciudad celestial.

A pesar de todo este turbulento periodo, finalmente las ideas reformadas prevalecen y la iglesia protestante logra una influencia sustancial. Incluso la iglesia de Roma revisa sus prácticas, habiendo un notable progreso en asuntos morales y doctrinales a raíz de este conflicto. De esta manera, se deja atrás aquel periodo oscuro y de gran alejamiento de Dios.

Es muy persuasivo asociar la influencia del diablo con la corrupción del cristianismo en occidente en ese periodo, donde tal como se profetiza en Ap. 20:7-10, Satanás engaña por un ‘breve’ tiempo a las naciones y hace guerra contra el pueblo de Dios, los verdaderos creyentes, pero después de este periodo nocivo, Satanás es finalmente destruido y erradicado para siempre.

Es notable que la Reforma Protestante haya hecho resurgir ante la humanidad a las Escrituras como fuente infalible de revelación divina, ya que antes de eso, los miembros de la iglesia dependían de lo que les instruían sus autoridades eclesiásticas. Esto se prestaba para abusos de poder y distorsiones doctrinales, ya que la instrucción doctrinal dependía básicamente del hombre, el cual es corrupto y falible. El diablo usó ese ambiente para deñar a la iglesia, pero luego de la divulgación de las Escrituras y el principio de interpretación privada, ya Satanás no puede ejercer ninguna autoridad, y todo este proceso resultó en una gran derrota para él.

 

D) El futuro. James Stuart Russell propone que los eventos que se narran en este capítulo, especialmente entre los vv. 7-10, aún no han ocurrido. Para estos efectos, el autor plantea una serie de argumentos:

 

1. Es evidente que este pasaje es profecía directa, y no una representación visionaria que tiene lugar ante los ojos del vidente. No es introducida con la fórmula usual en tales casos: “Y vi”, sino en el estilo de una predicción profética.

2. Es evidente que la predicción de lo que ha de tener lugar al fin de los mil años no cae dentro de lo que nos hemos aventurado a llamar “límites apocalípticos”. Estos límites, como se nos advierte una y otra vez en el libro mismo, están rígidamente confinados dentro de un ámbito muy estrecho; las cosas mostradas “deben suceder pronto”. Habría sido un abuso del lenguaje decir que los sucesos a una distancia de mil años habrían de ocurrir pronto; por tanto, nos vemos obligados a considerar que esta predicción cae por completo fuera de los límites apocalípticos.

3. En consecuencia, tenemos que considerar esta predicción de la liberación de Satanás, y los sucesos que siguen, como todavía futuros, y por lo tanto, que no se han cumplido. No conocemos nada registrado en la historia que pueda aducirse en modo alguno como un probable cumplimiento de esta profecía…

4. Hay una evidente conexión entre esta profecía y la visión de Ezequiel concerniente a Gog y a Magog (caps. 38, 39), que es igualmente misteriosa y oscura. En ambas, la escena del conflicto se presenta en el mismo lugar, la tierra de Israel; y en ambas los enemigos de Dios encuentran un derrocamiento señalado y desastroso.

5. El resultado de todo es que debemos considerar el pasaje que trata de los mil años, desde el ver. 5 hasta el ver. 10, como una intercalación o un paréntesis. Habiendo comenzado a relatar el juicio del dragón, el vidente, en el ver. 7, sale de los límites apocalípticos para concluir lo que tenía que decir con respecto al castigo final de “la serpiente antigua”, y la suerte que le esperaba al final del prolongado período llamado “los mil años”. Creemos que éste es el único caso en el libro entero de una incursión en el futuro distante; y estamos dispuestos a considerar el paréntesis entero como relativo a cuestiones todavía futuras, que no se han cumplido…[15]

 

Russell no encuentra un cumplimiento histórico de esta profecía, y básicamente por eso descarta que este periodo de encarcelamiento haya concluido. Sin embargo, reconoce el hecho importante que esta profecía (Ap. 20:7-10) no tenga lugar dentro de la narración principal de Apocalipsis, ya que expresamente indica que pasarán mil años para que esto se cumpla, mientras que el peso de la carga profética de toda esta revelación se encuentra como ‘pronto’ o ‘cercano’, tal como se ha expuesto anteriormente.[16]

 

En definitiva, respecto al asunto del cumplimiento de Ap. 20:7-10, se explora sobre varias posibilidades se parte bajo una lógica premilenial, es decir, que la parusía marca el inicio de este tiempo de encarcelamiento —el cual, según la estructura de las dos eras, se enmarcaría en el siglo venidero— y dada la importancia espiritual del evento y en lo relativo al plan de redención de Dios, y teniendo en mente que la profecía se enfoca fundamentalmente en Satanás, es posible identificar a los años previos a La Reforma Protestante como el tiempo en que Satanás es suelto para engañar a las naciones, pero donde finalmente hay una victoria de Dios sobre él mediante este movimiento que reivindica la autoridad de las Escrituras, y finalmente la de Dios sobre los hombres.

La opción del milenio literal es bastante sugestiva, pero no tiene mayor relevancia en el plan de redención de Dios en la historia de la humanidad, ni tampoco muestra que el panorama mejore luego de ese momento; luego de eso y hasta hoy se puede ver una derrota del cristianismo en Jerusalén y en Anatolia. Esta además no hace justicia a la naturaleza espiritual de la nueva Jerusalén como sí lo hace la opción de la Reforma. La opción que relaciona esta profecía con Constantinopla puede ser una buena alternativa, ya que sí tiene relevancia en la historia de la iglesia y hay un cumplimiento más literal con los vv. 8-9, aunque después de eso, no es posible identificar de alguna manera en que Satanás haya sido exterminado. Podría ser una segunda alternativa.

Debe notarse que, aunque los eventos de las alternativas A, B, y C son distintos: apartados geográficamente y separados en el tiempo, estos forman una cadena de sucesos que pueden asociarse lógicamente. El avance turco en las tierras bizantinas que se inició a finales del siglo XI, motivó a que muchos griegos fueran desplazándose hacia Italia en búsqueda de refugio seguro, sobre todo hacia la caída de Constantinopla en 1453. Este influjo de bizantinos trajo a Europa occidental aquellas ideas de la Grecia clásica que habían sido sepultadas tras siglos de un catolicismo autoritario y oscuro; ideas que impulsaron el Renacimiento a partir del siglo XIV. Según se ha comentado anteriormente,[17] la Reforma, fue concebida dentro de este periodo, donde hubo un gran interés por la cultura y filosofía griega y por la tradición europea; por los orígenes de su cultura y por manuscritos griegos antiguos sobre filosofía y Escrituras cristianas, incentivando también el pensamiento crítico. La caída de Constantinopla también sirvió para generar nuevas rutas comerciales hacia oriente, lo que llevó al colonialismo europeo a partir del siglo XVI. Si bien, es un periodo marcado por enormes abusos, tuvo como consecuencia positiva que sacó el cristianismo de Europa —donde estuvo encapsulado por siglos— hacia América, África (centro y sur), Asia (oriental) y Oceanía; lográndose la extensión mundial que hoy goza esta religión. Si bien, la profecía de Ap. 20 sobre lo que sucedería luego de mil años no parece describir una cadena de acontecimientos tan compleja, sí ha de reconocerse que de una u otra forma, estos tres eventos puntuales, son parte de un proceso que culminó por llevar el evangelio a toda frontera en el mundo.

Respecto al cuarto planteamiento, este vulnera el plazo de mil años; aunque es posible tomar el número como simbólico, las profecías contienen indicadores temporales bastante exactos para estimar su cumplimiento y no son meramente datos simbólicos, como en Jer. 25:11-12, Dn. 9:24-27, 12:11-12, Mt. 24:34 o Ap. 11:2. Si bien, se puede aceptar un redondeo de unos 1.400 años a mil (como en el segundo y tercer planteamiento), al haber ya transcurrido prácticamente 2.000 años desde el momento de la atadura de Satanás, se hace impropio asimilar esta cantidad de tiempo (y contando) a mil años. A pesar es esto, esta opción no se puede descartar del todo, debido a que no hay ninguna revelación especial autorizada que confirme que el periodo milenial acabó.



[1] Hoekema, La Biblia y el futuro, págs. 257-258.

[2] Véase Gentry, Él tendrá el Dominio, págs. 342-343; Samuel E. Waldron, El Fin de los Tiempos, Segunda Edición (Graham: Publicaciones Faro de Gracia, 2016), págs. 108-110; Darrel L. Bock, Craig Blaising, Ken Gentry Jr., y Robert Strimple, Tres Perspectivas sobre el Milenio y el más allá (Graham: Publicaciones Faro de Gracia, 2017), págs. 53-59, 127-138; Beale et al., Revelation: a Shorter Commentary, pág. 429.

[3] Ver capítulo dieciocho: Apocalipsis II: iglesias, sellos, trompetas y copas, sección sobre La mujer y el dragón.

[4] Ver capítulo nueve: La transición, sección sobre Una única segunda venida.

[5] “Y prendió…” del v. 2, proviene del gr. κρατέω “kratéo” G2902, lit. ‘usar fuerza sobre’, también: echar mano, guardar, abrazar, aferrar, asir, prender, agarrar, entre otros.

[6] Robert Mounce afirma: “la intención del pasaje no es representar a Satanás como meramente limitado en sus movimientos, sino totalmente inmovilizado y ello durante el periodo de mil años que seguirá a la segunda venida. En apoyo de esta posición pueden citarse algunos pasajes del Nuevo Testamento que muestran que Satanás está extraordinariamente activo en la era presente (Lc 22:3; Hch 5:3; 2 Cor 4:3-4; 11:14; Ef 2:2; 1 Ts 2:18; 2 Tim 2:26; y especialmente 1 Ped 5:8, «Vuestro adversario, el diablo, anda al acecho como león rugiente, buscando a quien devorar»)”. Naturalmente, Mounce en su posición futurista, espera aún la parusía.

Mounce, Comentario al libro de Apocalipsis, pág. 485.

[7] Para una postura preterista donde se plantea el milenio entre el 30 d.C. y el 70 d.C., el periodo de transición entre ambos pactos, ver Meek, Christian Hope through Fulfilled Prophecy, págs. 157-167. Esta postura es conocida como el transmilenialismo y es respaldada por muchos autores preteristas totales en la actualidad. Indicarse que a juicio de estos autores transmileniales, aquellos que señalamos que el fin del milenio está más allá del año 70, deberíamos ser considerados como preteristas parciales.

[8] Las fuentes del autor son: Raymond de Aguilers, págs. 72-75; Gesta Francorum, págs. 57-58, 62; Fulcher of Chartes, págs. 242-246, citados en Thomas Asbridge, The First Crusade A New History: The Roots of Conflict Between Christianity and Islam (Oxford: Oxford University Press, 2004), págs. 218-219

[9] https://www.revelationrevolution.org/revelation-20-a-preterist-commentary/

[10] El autor cita a: Thomas A. Idinopulas, Jerusalem Blessed, Jerusalem Cursed: Jews, Christians, and Muslims in the Holy City from David’s Time to Our Own (Chicago: Ivan R. Deer, 1991), pág. 102,

[11] Del gr. Κωνσταντινούπολις “konstantinúpolis”, la ciudad de Constantino.

[12] Ver capítulo dieciocho: Apocalipsis II: iglesias, sellos, trompetas y copas, sección sobre Los 144.000 judíos.

[13] Existen muchas fuentes de información disponibles en libros comunes de historia que documentan con mayor profundidad los detalles de esta guerra.

[14] En gr. Άγια Σοφία τοῦ Θεοῦ “Jagia Sofía tu Theú”, Santa Sabiduría de Dios. Fue por siglos el edificio más grande de Europa.

[15] Russell, The Parousia, págs. 522-523.

[16] Ver capítulo dieciocho: Apocalipsis II: iglesias, sellos, trompetas y copas, sección sobre Expectativa temporal en Apocalipsis.

[17] Ver capítulo dos: Métodos de interpretación, sección sobre Método Gramático-Histórico.

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